COMPRENSIÓN DE LA DIVINIDAD
©Abg. Giuseppe Isgró C.
La Doctrina Universal denota que, a través de los tiempos han
existidos seres que han tenido una percepción en grado muy elevado de la
Divinidad, que se corresponde ampliamente con la realidad susceptible de ser
captada en los actuales estados de conciencia.
Nosotros ignoramos el grado de percepción que cada uno de los
seres de los otros tres reinos naturales posee de Dios.
El ser humano, muy engreído de sí mismo, estima que los seres
de cada uno de esos reinos, carecen de espíritus, y capacidad de pensar,
empero, la realidad es que ellos sí poseen el mismo Espíritu del Ser Universal,
dotado con análogos atributos divinos, potencialmente infinitos, con una
conciencia que constituye una réplica idéntica a la de Él.
Dado lo anterior, estando los seres de cada uno de esos reinos
naturales libres del condicionamiento limitante de los seres humanos, su
capacidad perceptiva trasciende la de los humanos, como lo demuestran
incontables pruebas, percibiendo y, probablemente, comprendiendo la naturaleza
de la Divinidad en mayor grado que los seres humanos.
La percepción de que todo es UNO, y de que cada uno de los
seres, en los cuatro reinos naturales, es una emanación del Ser Universal,
formando una unidad indisoluble con Él, es universal, y ha sido percibida en
todas las épocas y culturas, desde la más remota antigüedad.
Las diversas doctrinas orientales, el Hinduismo, el Taoísmo,
el Sufismo, el Yoga, y el Kriya Yoga, la Masonería Universal y el Espiritismo, entre otras corrientes de
pensamientos, constituyen un ejemplo claro de esta evidencia.
. Los pensadores más relevantes como Hermes Trismegisto, Tales
de Mileto, Pitágoras, Moisés Maimónides, Al Gazzali, Ibn Arabi, Rumi, Kabir,
Ramakrisna, Gandhi, Tagore, Paúl Brunton y Joaquín Trincado, entre otros
incontables más, han tenido percepciones sobre la Divinidad de gran interés,
con una constante coincidencia.
Esa es la razón por la cual se hace preciso conocer todas las
corrientes de pensamiento que conforman la Doctrina Universal: todas
constituyen una herencia espiritual de la humanidad, por encima de las cuales
debe predominar, únicamente, la verdad universal.
Empero, por encima de todo, es preciso percibir por sí la
realidad de todo lo existente, y de manera especial de la Divinidad. Ello se
logra centrando la atención en la Divinidad.
Adquiriendo conciencia de la unidad cósmica, perfecta e
indisoluble, que se conforma con Ella. Por el principio de que, donde se centra
la atención se expande la conciencia perceptiva, y el poder creador, o de
acción que le es inherente, se le comenzará a percibir, a la DIVINIDAD,
gradualmente, en la medida en que se medita en mayor grado, tanto en Ella como
en sus atributos divinos, o valores universales.
Aprender a ver por sí, por medio de la meditación, y de la
conexión divina, es la clave. Pero, ello precisa preparación, estudio
constante, y adquirir la capacidad de ver más allá de las apariencias.
La vida es un libro
abierto, y quien sea capaz de prestar la atención suficiente a las cosas
antepuestas a su atención será capaz de percibir la Presencia de la Divinidad
en todo, y en el Todo, incluyendo en sí, el propio ser.
Es preciso aprender a oír, en el silencio interior, mediante
la abstracción del propio ego, la voz del Ser Universal, que se expresa en la
propia conciencia mediante el lenguaje de los sentimientos de los valores
universales, cuya expresión sintética es el amor, que engloba a los
sentimientos de todos los valores universales. Esa es la razón de que el amor
simbolice en grado supremo a la Ley Cósmica, como ley matriz del universo.
Mientras más se centre la atención en la Divinidad, en mayor
grado se le percibirá en todos los instantes, en los actos de la vida, como
guía pedagógica.
La Divinidad es la voluntad rectora del Universo, la fuerza
que lo mueve todo, y orienta, que conduce lo existente a su meta suprema: La
conciencia cósmica y la expansión de la Creación Universal.
Es el eterno retorno
del ser individual al Ser Universal. Un trabajo para el eterno presente, en el
cual la Divinidad, cada vez, se expresará en un nivel más elevado de
conciencia, de acuerdo al Estado y a las estaciones, por las que ha pasado cada
ser, en los cuatro reinos naturales: Humano, animal, vegetal y mineral.
En todos los seres de los cuatro reinos naturales late la
misma esencia: La Divinidad, sin separarse de sí misma, y sin dejar de ser Ella
misma.
Es preciso aprender a ver más allá de las apariencias, y de
las diferencias. La realidad es una, a través de la inmensidad de los Estados
de conciencias, expresada en infinitos grados, o estaciones evolutivas, según
el bagaje existencial de cada quien.
Aquí se denota la importancia de centrar la atención en lo
único que realmente importa: La Divinidad. Dado lo cual, todo lo demás vendrá
por añadidura, automáticamente, sin esfuerzo, sin necesidad de pedirlo, dejando
que la voluntad de la Divinidad se exprese por sí misma, en cada pensamiento,
sentimiento, deseo, anhelo, palabra, acto u omisión de actos.
El ejercicio del libre albedrío debe efectuarse para que la
única voluntad que se exprese sea la de la Divinidad, en la propia conciencia,
ya que no existe más que la Divinidad, expresada en la propia conciencia, réplica exacta de la
de Ella.
Es necesario que la Divinidad tome el control de la propia
vida mediante el cumplimiento de la Ley Cósmica impresa en la propia
conciencia. Cumpliendo con la Ley Cósmica impresa en nuestra propia conciencia,
habremos cumplido, en cada instante, con la Voluntad de la Divinidad. Es la
misma Divinidad la que deja oír su propia voz dentro de la conciencia, mediante
el lenguaje de los sentimientos de los valores universales, a cada momento,
cuando se percibe la verdad, lo justo, la belleza, lo equitativo, el
equilibrio, la fortaleza, y el sentido de la vida, en todos los actos
existenciales.
En el reconocimiento de la voluntad divina expresada en la
propia conciencia, se habrá percibido, a cada instante, a la misma Divinidad,
cada vez en un mayor grado de comprensión.
Entonces surge, en la propia conciencia, la comprensión y la
confirmación de aquella percepción de que nada se le asemeja a lo que la
Divinidad quiere.
Adelante.
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