ANDRÉS BELLO
©Giuseppe Isgró C.
Andrés Bello, -el primer humanista de
América-, es uno de los dos Aristóteles que, simultáneamente, dio Venezuela. El
otro fue José María Vargas.
La vida de
Andrés Bello contempla tres etapas claramente definidas: la primera, denominada
“La caraqueña”, desde su nacimiento, el 29 de noviembre de 1781, hasta el 10 de
junio de 1810, día en que, junto con Simón Bolívar y Luis López Méndez, viaja a
Londres, en misión diplomática.
La segunda,
“La londinense”, cuya duración alcanza hasta el 16 de febrero de 1829, fecha en
que se embarca en el bergantín Grecian con destino a Valparaíso; y la tercera,
“La chilena”, desde el 25 de junio hasta el 15 de octubre de 1865.
En cada
etapa, Andrés Bello, cumple un rol y todas forjan al maestro de América,
personalidad tan rica en contenido vario y de multiplicidad en la acción, que,
bien podría decirse, vivió muchas vidas en una sola y en cada una brilló la
creatividad del genio.
Sí solamente
hubiese escrito su obra “La Gramática de la Lengua Castellana destinada al uso
de los americanos”, habría pasado a la historia como uno de los grandes hombres
de América y de la humanidad, por cuanto, tal como lo señaló Dámaso Alonso, -en
su prólogo, en la edición respectiva de las Obras Completas-, es una de las
mejores que se han escrito en lengua española, y una de las mejores del mundo.
Es el
primer, -y el más importante-, poeta de corte clásico que, en su rango, ha dado
el continente americano.
Sus
“Silvas”, -a la Agricultura de la Zona Tórrida-, la Alocución a la Poesía,
etc., que formaban parte de una obra de mayor extensión, intitulada América, y
su traducción de “Orlando enamorado”, lo califican como uno de los mejores
poetas descriptivos de la lengua española.
Andrés
Bello, es, con justicia, con su Código Civil de Chile, -de elevadísima
excelencia-, -al igual que Alfonso X el Sabio, con sus obras EL ESPECULO y LAS
SIETE PARTIDAS-, uno de los grandes legisladores –que a nivel individual-, ha
dado la historia de la humanidad, en cuya estructuración, si bien, Bello,
consultó todos los códigos existentes, en su época, refleja originalidad en los
enfoques y maestría inigualable en su redacción. El Código Civil, es una obra
que, comenzada en equipo, dejó en el camino a sus integrantes, excepto a Bello,
quien con tenaz persistencia, continuó su elaboración por más de veinte años,
el cual fue aprobado sin enmiendas, -salvo las hechas por él mismo,
posteriormente-, por unanimidad, por el Congreso chileno, en 1855. Casi todos
los países latinoamericanos lo adoptaron, excepto Venezuela. Aún conserva
vigencia, salvo las adaptaciones fruto de los avances de los pueblos. Es un
clásico de lectura obligada para todo intelectual y por las nuevas
generaciones.
Fue, Andrés
Bello, -en América-, el pionero del Derecho Internacional, publicando, en 1832,
su obra “Principios de Derecho Internacional”, -inspirándose en la grandiosa
obra jurídica del maestro de Salamanca y asesor de Carlos V, Francisco de
Vitoria, fundador del Derecho Público Internacional, y gran exponente del
Derecho Público Interno y Derecho Natural, así como en las obras de Hugo
Grocio, Samuel von Pufendorf y Emerich de Vattel, entre otros-, la cual
escribió para orientar, adecuadamente, y optimizar, las relaciones internacionales
de Chile.
De igual
manera, escribió un excelente tratado sobre “Derecho Romano”. Como crítico,
Bello, sintetiza, en profundo y ameno análisis, toda la obra literaria de la
antigüedad, desde los Vedas, el Mahabharata, los Upanishads, los clásicos
griegos, los hebreos, -escribió una descripción sintética de la Biblia-; los
latinos, -cuya síntesis, por ejemplo, es una de las mejores que leerse puede,
aún comparándola con otras de autores posteriores-; pasando por los clásicos
españoles, franceses, ingleses, y las más importantes de su época, incluyendo
escritores neo-clásicos del Renacimiento, y los máximos exponentes del
Romanticismo.
Su estudio
del Mio Cid, -buscando la influencia de sus orígenes-, es un tratado que
recibió elogios de Menéndez Pelayo.
La gramática
latina, comenzó a estudiarla -en temprana edad-, en Caracas, dejando sus frutos
al complementar la obra de su hijo Francisco Bello. La gramática griega la
profundizó en la casa de Francisco de Miranda, en Londres, lo cual le permitió
leer, en sus originales, los clásicos griegos.
Sus escritos
históricos y geográficos reflejan la profundidad de su visión, -tanto en sus
poemas como en otros artículos-, dejando un excelente “Resumen para la Historia
de Venezuela” y la obra “Cosmografía”, en la cual sintetiza conocimientos de
astronomía.
Tuvo en gran
estima la Historia de Roma, de Tito Livio, que releyó gran número de veces.
Su labor en
el Senado –es elegido senador en 1837 y reelegido sucesivamente hasta 1864 (se
le concedió la ciudadanía chilena mediante una ley especial)-, dejó discursos
que constituyen fuente obligada para todo político.
Su labor
periodística la inicia, Bello, en Caracas, pero, la desarrolla en mayor grado
con la fundación -en compañía del neogranadino Juan García del Río-, de la
Biblioteca Americana, en 1823, de corta duración. En 1826, funda, él solo, el
Repertorio Americano, rigurosamente americanista. En 1831 comienza a publicar
en el Araucano, del cual será su director en 1850. Bello, publicaba la síntesis
de todos los avances y progresos de su época para orientar –instruyendo-, al
pueblo de Chile y de América.
Su labor
como educador, en todos los niveles, alcanza la máxima expresión creativa con
la fundación de la Universidad de Chile, de la cual fue su primer rector desde
el 21 de julio de 1843, durante 23 años. Su discurso inaugural por si solo
sería suficiente para calificarlo como un gran pensador. Se constituyó en
forjador de la sociedad culta de Chile, dejando una constelación de discípulos
de gran quilate, que van a seguir los pasos del maestro.
Bello ha
recibido, merecidamente, el título de Maestro de América, por su influencia
modeladora en todo el continente.
Como
filósofo, dejó su huella profunda en la obra “Filosofía del Entendimiento”, publicada
en 1842, cuya proyección futura contemplaba una segunda parte sobre la
filosofía de los valores –axiología- y la ética. Bello fue masón, iniciándose
como tal, en la Gran Reunión Americana, fundada, en Londres, por Francisco de
Miranda, en 1797. Cultivó una profunda espiritualidad y acentuada vocación de
servicio a la humanidad. Constituye un digno paradigma para las nuevas
generaciones, a nivel mundial, y a la vez, un ejemplo de la calificada
descendencia que España sembró, prolijamente, en América. El “sentimiento
bellista” unifica a millones de intelectuales, en el mundo entero, en la
admiración hacia la vida, las obras y las enseñanzas del maestro.
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