jueves, 1 de julio de 2021

ENTRE LA TEMPLANZA Y LA PRUDENCIA

 


ENTRE LA TEMPLANZA Y LA PRUDENCIA


©Giuseppe Isgró C.

 

La ociosidad, según la concepción de Tales de Mileto, es la ausencia de objetivos existenciales, que neutraliza la propia fuerza creadora. En vez de canalizar la energía creativa para el logro de los objetivos claramente definidos y enunciados por escrito, lo hace interiormente como insatisfacción.

Diferente es el ocio creador de los antiguos; en los ratos libres se ocupaban en cultivar un arte, o hobby, el estudio de una ciencia, filosofía, o valores universales, con lo cual se engrandece la visión del espíritu y se desarrolla una mayor comprensión de las leyes de la vida.

Con una mejor visión de las cosas, se enriquece la propia existencia. El ocio creador proporciona crecimiento personal; la ociosidad, exenta de objetivos serios es una pérdida de tiempo que insatisface a quien incurre en esa situación.

La ociosidad es la madre de toda infelicidad. El ocio creador es la vía correcta para engrandecer el propio ser por el  estudio de los valores universales y la práctica de todas las virtudes. Es un tiempo de reflexión, de interiorización, de meditación y de conexión con la Divinidad.

Siendo la templanza una de las cinco virtudes, junto con la prudencia, la justicia, la fortaleza y la belleza, que constituyen el medio para vivir una vida virtuosa y digna, equilibrada y justa, prospera y abundante, es natural que se someta la intemperancia al autocontrol.

La templanza es fuente del equilibrio y permite el goce moderado de la vida; satisface al espíritu y da salud al alma y al cuerpo.

El autodominio es la clave suprema del ser prudente, y forma parte de la templanza, que pone justo límite a la intemperancia, y el freno oportuno a las pasiones y a los excesos indebidos. El perfecto equilibrio en todo es la clave del ser virtuoso.

La carga más pesada de la ignorancia es la que se ignora que se tiene. Es la de aquel ser que se cree sabio sin serlo. En cambio, la conciencia de la propia ignorancia y el anhelo de adquirir el conocimiento suficiente que la erradique, es una fuerza que emerge desde el interior y transforma en incansable a su poseedor hasta alcanzar cualquier conocimiento del que tenga conciencia de carecer.

No es malo ser ignorante; lo que sí lo es la ignorancia de serlo, o el creerse más sabio de lo que se es. Séneca lo dijo mucho tiempo después de Tales: -“Muchos habrían alcanzados la sabiduría de no haberse creído sabios”. Joaquín Trincado, dijo: -“El sabio nunca sabe, pero sabe estudiar y sabe”-.

La mejor manera de aprender es enseñando. Quien enseña aprende de todos sus alumnos, observa los planteamientos que se les hacen, debe estudiar e investigar, con intención de aprender, para transmitir.

La práctica es la que hace al maestro, por la que el bagaje de conocimientos se incremente en la medida en que se estudia para enseñar. Con la enseñanza se afianza la conciencia perceptiva, y surgen nuevas variantes y aplicaciones que incrementan la visión de las ciencias, de las artes y de todas las cosas, en general.

En la medida que se comprarte el propio conocimiento con otros, éste se vivifica; ya que el conocimiento que se usa, se intensifica y es de provecho para todos. Donde se centra la atención, se expande la conciencia. Al enfocar la mente sobre la temática que debe enseñarse, se activa la conciencia del conocimiento para aprender.

La riqueza, pública o privada, en todos sus niveles, debe servir para que el ocio sea creador, cultivando un arte, o hobby, sirviendo a la comunidad, altruistamente, estudiando una ciencia, investigando sobre los valores universales, y escribiendo ensayos que enriquezcan a la humanidad, como lo hicieron Cicerón, Séneca, Plutarco, Cervantes, Montaigne, Emerson y José Ingenieros, entre otros.

 


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