sábado, 17 de junio de 2023

LA VICTORIA DE JUNÍN : CANTO A BOLÍVAR, José Joaquín Olmedo

 


LA VICTORIA DE JUNÍN

CANTO A BOLÍVAR

José Joaquín Olmedo

 

[Nota preliminar: edición digital a partir de la edición de Aurelio Espinosa, Poesías completas, México, Ed. Pólit., 1947, 2ª edición.]


    El trueno horrendo que en fragor revienta

y sordo retumbando se dilata

por la inflamada esfera,

al Dios anuncia que en el cielo impera.

 

    Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta

 5

la hispana muchedumbre

que, más feroz que nunca, amenazaba,

a sangre y fuego, eterna servidumbre,

y el canto de victoria

que en ecos mil discurre, ensordeciendo

 10

el hondo valle y enriscada cumbre,

proclaman a Bolívar en la tierra

árbitro de la paz y de la guerra.

 

   Las soberbias pirámides que al cielo

el arte humano osado levantaba

 15

para hablar a los siglos y naciones

-templos do esclavas manos

deificaban en pompa a sus tiranos-,

ludibrio son del tiempo, que con su ala

débil, las toca y las derriba al suelo,

 20

después que en fácil juego el fugaz viento

borró sus mentirosas inscripciones;

y bajo los escombros, confundido

entre la sombra del eterno olvido

-¡oh de ambición y de miseria ejemplo!-

 25

el sacerdote yace, el dios y el templo.

Mas los sublimes montes, cuya frente

a la región etérea se levanta,

que ven las tempestades a su planta

brillar, rugir, romperse, disiparse,

 30

los Andes, las enormes, estupendas

moles sentadas sobre bases de oro,

la tierra con su peso equilibrando,1

jamás se moverán. Ellos, burlando

de ajena envidia y del protervo tiempo

 35

la furia y el poder, serán eternos

de libertad y de victoria heraldos,

que con eco profundo,

a la postrema edad dirán del mundo:

 

   «Nosotros vimos de Junín el campo,

 40

vimos que al desplegarse

del Perú y de Colombia las banderas,

se turban las legiones altaneras,

huye el fiero español despavorido,

o pide paz rendido.

 45

Venció Bolívar, el Perú fue libre,

y en triunfal pompa Libertad sagrada

en el templo del Sol fue colocada.»

 

   ¿Quién me dará templar el voraz fuego

en que ardo todo yo? Trémula, incierta,

 50

torpe la mano va sobre la lira

dando discorde son. ¿Quién me liberta

del dios que me fatiga...?

 

   Siento unas veces la rebelde Musa,

cual bacante en furor, vagar incierta

 55

por medio de las plazas bulliciosas,

o sola por las selvas silenciosas,

o las risueñas playas

que manso lame el caudaloso Guayas;2

otras el vuelo arrebatada tiende

 60

sobre los montes, y de allí desciende

al campo de Junín, y ardiendo en ira,

los numerosos escuadrones mira,

que el odiado pendón de España arbolan,

y encristado morrión y peto armada,

 65

cual amazona fiera,

se mezcla entre las filas la primera

de todos los guerreros,

y a combatir con ellos se adelanta,

triunfa con ellos y sus triunfos canta.

 70

 

   Tal en los siglos de virtud y gloria,

donde el guerrero sólo y el poeta

eran dignos de honor y de memoria,

la musa audaz de Píndaro divino,

cual intrépido atleta,

 75

en inmortal porfía

al griego estadio concurrir solía;

y en estro hirviendo y en amor de fama

y del metro y del número impaciente,

pulsa su lira de oro sonorosa

 80

y alto asiento concede entre los dioses

al que fuera en la lid más valeroso,

o al más afortunado;

pero luego, envidiosa

de la inmortalidad que les ha dado,

 85

ciega se lanza al circo polvoroso,

las alas rapidísimas agita

y al carro vencedor se precipita,

y desatando armónicos raudales

pide, disputa, gana,

 90

o arrebata la palma a sus rivales.3


   ¿Quién es aquel que el paso lento mueve

sobre el collado que a Junín domina?

¿que el campo desde allí mide, y el sitio

del combatir y del vencer desina?

 95

¿que la hueste contraría observa, cuenta,

y en su mente la rompe y desordena,

y a los más bravos a morir condena,

cual águila caudal que se complace

del alto cielo en divisar la presa

 100

que entre el rebaño mal segura pace?

¿Quién el que ya desciende

pronto y apercibido a la pelea?

Preñada en tempestades le rodea

nube tremenda; el brillo de su espada

 105

es el vivo reflejo de la gloria;

su voz un trueno, su mirada un rayo.

¿Quién aquél que al trabarse la batalla,

ufano como nuncio de victoria,

un corcel impetuoso fatigando,

 110

discurre sin cesar por toda parte...?

¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?


   Sonó su voz: «Peruanos,

mirad allí los duros opresores

de vuestra patria; bravos Colombianos

 115

en cien crudas batallas vencedores,

mirad allí los enemigos fieros

que buscando venís desde Orinoco:

suya es la fuerza y el valor es vuestro,

vuestra será la gloria;

 120

pues lidiar con valor y por la patria

es el mejor presagio de victoria.

Acometed, que siempre

de quien se atreve más el triunfo ha sido;

quien no espera vencer, ya está vencido.»

 125

 

   Dice, y al punto, cual fugaces carros,

que dada la señal, parten y en densos

de arena y polvo torbellinos ruedan,

arden los ejes, se estremece el suelo,

estrépito confuso asorda el cielo,

 130

y en medio del afán cada cual teme

que los demás adelantarse puedan:

así los ordenados escuadrones

que del iris reflejan los colores

o la imagen del sol en sus pendones,4

 135

se avanzan a la lid. ¡Oh! ¡quién temiera,

quién, que su ímpetu mismo los perdiera!5

 

   ¡Perderse! no, jamás; que en la pelea

los arrastra y anima e importuna

de Bolívar el genio y la fortuna.

 140

Llama improviso al bravo Necochea,

y mostrándole el campo,

partir, acometer, vencer le manda,

y el guerrero esforzado,

otra vez vencedor, y otra cantado,6

 145

dentro en el corazón por patria jura

cumplir la orden fatal, y a la victoria

o a noble y cierta muerte se apresura.

 

   Ya el formidable estruendo

del atambor en uno y otro bando

 150

y el son de las trompetas clamoroso,

y el relinchar del alazán fogoso,

que erguida la cerviz y el ojo ardiendo

en bélico furor, salta impaciente

do más se encruelece la pelea,

 155

y el silbo de las balas, que rasgando

el aire, llevan por doquier la muerte,

y el choque asaz horrendo

de selvas densas de ferradas picas,

y el brillo y estridor de los aceros

 160

que al sol reflectan sanguinosos visos,

y espadas, lanzas, miembros esparcidos

o en torrentes de sangre arrebatados,

y el violento tropel de los guerreros

que más feroces mientras más heridos,

 165

dando y volviendo el golpe redoblado,

mueren, mas no se rinden... todo anuncia

que el momento ha llegado,

en el gran libro del destino escrito,

de la venganza al pueblo americano,

 170

de mengua y de baldón al castellano.

 

   Si el fanatismo con sus furias todas,

hijas del negro averno, me inflamara,

y mi pecho y mi musa enardeciera

en tartáreo furor, del león de España,

 175

al ver dudoso el triunfo, me atreviera

a pintar el rencor y horrible saña.

Ruge atroz, y cobrando

más fuerza en su despecho, se abalanza,

abriéndose ancha calle entre las haces,

 180

por medio el fuego y contrapuestas lanzas;

rayos respira, mortandad y estrago,

y sin pararse a devorar la presa,

prosigue en su furor, y en cada huella

deja de negra sangre un hondo lago.

 185

 

   En tanto el Argentino valeroso

recuerda que vencer se le ha mandado,

y no ya cual caudillo, cual soldado

los formidables ímpetus contiene

y uno en contra de ciento se sostiene,

 190

como tigre furiosa

de rabiosos mastines acosada,

que guardan el redil, mata, destroza,

ahuyenta sus contrarios, y aunque herida,

sale con la victoria y con la vida.

 195

 

   Oh capitán valiente,

blasón ilustre de tu ilustre patria,

no morirás, tu nombre eternamente

en nuestros fastos sonará glorioso,

y bellas ninfas de tu Plata undoso

 200

a tu gloria darán sonoro canto

y a tu ingrato destino acerbo llanto.7

 

   Ya el intrépido Miller aparece

y el desigual combate restablece.

Bajo su mando ufana

 205

marchar se ve la juventud peruana

ardiente, firme, a perecer resuelta,

si acaso el hado infiel vencer le niega.

En el arduo conflicto opone ciega

a los adversos dardos firmes pechos,

 210

y otro nombre conquista con sus hechos.8

 

   ¿Son ésos los garzones delicados

entre seda y aromas arrullados?9

¿los hijos del placer son esos fieros?

Sí, que los que antes desatar no osaban

 215

los dulces lazos de jazmín y rosa

con que amor y placer los enredaban,

hoy ya con mano fuerte

la cadena quebrantan ponderosa

que ató sus pies, y vuelan denodados

 220

a los campos de muerte y gloria cierta,

apenas la alta fama los despierta

de los guerreros que su cara patria

en tres lustros de sangre libertaron,

y apenas el querido

 225

nombre de libertad su pecho inflama,

y de amor patrio la celeste llama

prende en su corazón adormecido.

 

   Tal el joven Aquiles10

que en infame disfraz y en ocio blando

 230

de lánguidos suspiros,

los destinos de Grecia dilatando,

vive cautivo en la beldad de Sciros:

los ojos pace en el vistoso alarde

de arreos y de galas femeniles

 235

que de India y Tiro y Menfis opulenta

curiosos mercadantes le encarecen;

mas a su vista apenas resplandecen

pavés, espada y yelmo, que entre gasas

el Itacense astuto le presenta,

 240

pásmase... se recobra, y con violenta

mano el templado acero arrebatando,

rasga y arroja las indignas tocas,

parte, traspasa el mar y en la troyana

arena muerte, asolación, espanto

 245

difunde por doquier; todo le cede...

aun Héctor retrocede...

y cae al fin, y en derredor tres veces

su sangriento cadáver profanado,

al veloz carro atado

 250

del vencedor inexorable y duro,

el polvo barre del sagrado muro.

 

   Ora mi lira resonar debía

del nombre y las hazañas portentosas

de tantos capitanes, que este día

 255

la palma del valor se disputaron

digna de todos... Carvajal... y Silva...

y Suárez... y otros mil...11 Mas de improviso

la espada de Bolívar aparece

y a todos los guerreros,

 260

como el sol a los astros, oscurece.

 

   Yo acaso más osado le cantara,

si la meonia Musa12 me prestara

la resonante trompa que otro tiempo

cantaba al crudo Marte entre los Traces,

 265

bien animando las terribles haces,

bien los fieros caballos, que la lumbre

de la égida de Palas espantaba.

 

   Tal el héroe brillaba

por las primeras filas discurriendo.

 270

Se oye su voz, su acero resplandece,

do más la pugna y el peligro crece.

Nada le puede resistir... Y es fama.

-¡oh portento inaudito!

que el bello nombre de Colombia escrito

 275

sobre su frente, en torno despedía

rayos de luz tan viva y refulgente

que, deslumbrado el español, desmaya,

tiembla, pierde la voz, el movimiento,

sólo para la fuga tiene aliento.

 280


   Así cuando en la noche algún malvado

va a descargar el brazo levantado,

si de improviso lanza un rayo el cielo,

se pasma y el puñal trémulo suelta,

hielo mortal a su furor sucede,

 285

tiembla y horrorizado retrocede.

Ya no hay más combatir. El enemigo

el campo todo y la victoria cede;

huye cual ciervo herido, y a donde huye,

allí encuentra la muerte. Los caballos

 290

que fueron su esperanza en la pelea,

heridos, espantados, por el campo

o entre las filas vagan, salpicando

el suelo en sangre que su crin gotea,

derriban al jinete, lo atropellan,

 295

y las catervas van despavoridas,

o unas en otras con terror se estrellan.


   Crece la confusión, crece el espanto,

y al impulso del aire, que vibrando

sube en clamores y alaridos lleno,

 300

tremen las cumbres que respeta el trueno.

Y discurriendo el vencedor en tanto

por cimas de cadáveres y heridos,

postra al que huye, perdona a los rendidos

 

   Padre del universo, Sol radioso,

 305

dios del Perú, modera omnipotente

el ardor de tu carro impetüoso,

y no escondas tu luz indeficiente...

Una hora más de luz...13 -Pero esta hora

no fue la del destino. El dios oía

 310

el voto de su pueblo; y de la frente

el cerco de diamante desceñía.

En fugaz rayo el horizonte dora,

en mayor disco menos luz ofrece

y veloz tras los Andes se oscurece.

 315

 

   Tendió su manto lóbrego la noche:

y las reliquias del perdido bando,

con sus tristes y atónitos caudillos,

corren sin saber dónde, espavoridas,

y de su sombra misma se estremecen;

 320

y al fin en las tinieblas ocultando

su afrenta y su pavor, desaparecen.

 

   ¡Victoria por la patria! ¡oh Dios, victoria!

¡Triunfo a Colombia y a Bolívar gloria!

 

   Ya el ronco parche y el clarín sonoro

 325

no a presagiar batalla y muerte suena

ni a enfurecer las almas, mas se estrena

en alentar el bullicioso coro

de vivas y patrióticas canciones.

Arden cien pinos, y a su luz, las sombras

 330

huyeron, cual poco antes desbandadas

huyeron de la espada de Colombia

las vandálicas huestes debeladas.

 

   En torno de la lumbre,

el nombre de Bolívar repitiendo

 335

y las hazañas de tan claro día,

los jefes y la alegre muchedumbre

consumen en acordes libaciones

de Baco y Ceres los celestes dones.

 

   «Victoria, paz -clamaban-,

 340

paz para siempre. Furia de la guerra,

húndete al hondo averno derrocada.

Ya cesa el mal y el llanto de la tierra.

Paz para siempre. La sanguínea espada,

o cubierta de orín ignominioso,

 345

o en el útil arado transformada

nuevas leyes dará. Las varias gentes

del mundo, que a despecho de los cielos

y del ignoto ponto proceloso,

abrió a Colón su audacia o su codicia,

 350

todas ya para siempre recobraron

en Junín libertad, gloria y reposo.»

 

   «Gloria, mas no reposo» -de repente

clamó una voz de lo alto de los cielos-;

y a los ecos los ecos por tres veces

 355

«Gloria, mas no reposo», respondieron.

El suelo tiembla, y cual fulgentes faros,

de los Andes las cúspides ardieron;

y de la noche el pavoroso manto

se transparenta y rásgase y el éter

 360

allá lejos purísimo aparece,

y en rósea luz bañado resplandece.

Cuando improviso, veneranda Sombra,

en faz serena y ademán augusto,

entre cándidas nubes se levanta:

 365

del hombro izquierdo nebuloso manto

pende, y su diestra aéreo cetro rige;

su mirar noble, pero no sañudo;

y nieblas figuraban a su planta

penacho, arco, carcaj, flechas y escudo;

 370

una zona de estrellas

glorificaba en derredor su frente

y la borla imperial de ella pendiente.

 

   Miró a Junín, y plácida sonrisa

vagó sobre su faz. «Hijos -decía-

 375

generación del sol afortunada,

que con placer yo puedo llamar mía,

yo soy Huayna-Cápac, soy el postrero

del vástago sagrado;14

dichoso rey, mas padre desgraciado.

 380

De esta mansión de paz y luz he visto

correr las tres centurias

de maldición, de sangre y servidumbre

y el imperio regido por las Furias.


   No hay punto en estos valles y estos cerros

 385

que no mande tristísimas memorias.

Torrentes mil de sangre se cruzaron

aquí y allí; las tribus numerosas

al ruido del cañón se disiparon,

y los restos mortales de mi gente

 390

aun a las mismas rocas fecundaron.

Más allá un hijo expira entre los hierros

de su sagrada majestad indignos...15

Un insolente y vil aventurero

y un iracundo sacerdote fueron

 395

de un poderoso Rey los asesinos...

¡Tantos horrores y maldades tantas

por el oro que hollaban nuestras plantas!

 

   Y mi Huáscar también...16 ¡Yo no vivía!

Que de vivir, lo juro, bastaría,

 400

sobrara a debelar la hidra española

ésta mi diestra triunfadora, sola.

Y nuestro suelo, que ama sobre todos

el Sol mi padre, en el estrago fiero

no fue, ¡oh dolor!, ni el solo, ni el primero:

 405

que mis caros hermanos

el gran Guatimozín y Motezuma

conmigo el caso acerbo lamentaron

de su nefaria muerte y cautiverio,

y la devastación del grande imperio,

 410

en riqueza y poder igual al mío...

Hoy, con noble desdén, ambos recuerdan

el ultraje inaudito, y entre fiestas

alevosas el dardo prevenido

y el lecho en vivas ascuas encendido.

 415

 

   ¡Guerra al usurpador! -¿Qué le debemos?

¿luces, costumbres, religión o leyes...?

¡Si ellos fueron estúpidos, viciosos,

feroces y por fin supersticiosos!

¿Qué religión? ¿la de Jesús?... ¡Blasfemos!

 420

Sangre, plomo veloz, cadenas fueron

los sacramentos santos que trajeron.

¡Oh religión! ¡oh fuente pura y santa

de amor y de consuelo para el hombre!

¡cuántos males se hicieron en tu nombre!

 425

¿Y qué lazos de amor...? Por los oficios

de la hospitalidad más generosa

hierros nos dan, por gratitud, suplicios.

Todos, sí, todos; menos uno sólo:

el mártir del amor americano,

 430

de paz, de caridad apóstol santo,

divino Casas, de otra patria digno;17

nos amó hasta morir. Por tanto ahora

en el empíreo entre los Incas mora.

 

   En tanto la hora inevitable vino

 435

que con diamante señaló el destino

a la venganza y gloria de mi pueblo:

y se alza el vengador. Desde otros mares,

como sonante tempestad, se acerca,

y fulminó; y del Inca en la Peana,18

 440

que el tiempo y un poder furial profana,

cual de un dios irritado en los altares,

las víctimas cayeron a millares.

«¡Oh campos de Junín!... ¡Oh predilecto

Hijo y Amigo y Vengador del Inca!

 445

¡Oh pueblos, que formáis un pueblo sólo

y una familia, y todos sois mis hijos!

vivid, triunfad...»

El Inca esclarecido

iba a seguir, mas de repente queda

 450

en éxtasis profundo embebecido:

atónito, en el cielo

ambos ojos inmóviles ponía,

y en la improvisa inspiración absorto,

la sombra de una estatua parecía.

 455

 

   Cobró la voz al fin. «Pueblos -decía-

la página fatal ante mis ojos

desenvolvió el destino, salpicada

toda en purpúrea sangre, mas en torno

también en bello resplandor bañada.

 460

Jefe de mi nación, nobles guerreros,

oíd cuanto mi oráculo os previene,

y requerid los ínclitos aceros,

y en vez de cantos nueva alarma suene;

que en otros campos de inmortal memoria

 465

la Patria os pide, y el destino os manda

otro afán, nueva lid, mayor victoria.»

 

   Las legiones atónitas oían:

mas luego que se anuncia otro combate,

se alzan, arman, y al orden de batalla

 470

ufanas y prestísimas corrieran

y ya de acometer la voz esperan.

 

   Reina el silencio; mas de su alta nube

el Inca exclama: «De ese ardor es digna

la ardua lid que os espera;

 475

ardua, terrible, pero al fin postrera.

Ese adalid vencido19

vuela en su fuga a mi sagrada Cuzco,

y en su furia insensata,

gentes, armas, tesoros arrebata,

 480

y a nuevo azar entrega su fortuna;

venganza, indignación, furor le inflaman

y allá en su pecho hirvieron, como fuegos

que de un volcán en las entrañas braman.

Marcha; y el mismo campo donde ciegos

 485

en sangrienta porfía20

los primeros tiranos disputaron

cuál de ellos solo dominar debía

-pues el poder y el oro dividido

templar su ardiente fiebre no podía-,

 490

en ese campo, que a discordia ajena

debió su infausto nombre y la cadena

que después arrastró todo el imperio,

allí, no sin misterio,

venganza y gloria nos darán los cielos.

 495

¡Oh valle de Ayacucho bienhadado!

Campo serás de gloria y de venganza...

Mas no sin sangre... ¡Yo me estremeciera

si mi ser inmortal no lo impidiera!

 

   Allí Bolívar en su heroica mente

 500

mayores pensamientos revolviendo,

el nuevo triunfo trazará, y haciendo

de su genio y poder un nuevo ensayo,

al joven Sucre prestará su rayo,21

al joven animoso,

 505

a quien del Ecuador montes y ríos

dos veces aclamaron victorioso.

Ya se verá en la frente del guerrero

toda el alma del héroe reflejada,

que él le quiso infundir de una mirada.

 510

 

   Como torrentes desde la alta cumbre

al valle en mil raudales despeñados,

vendrán los hijos de la infanda Iberia,

soberbios en su fiera muchedumbre,

cuando a su encuentro volará impaciente

 515

tu juventud, Colombia belicosa,

y la tuya, ¡oh Perú! de fama ansiosa,

y el caudillo impertérrito a su frente.

 

   ¡Atroz, horrendo choque, de azar lleno!

Cual aturde y espanta en su estallido

 520

de hórrida tempestad el postrer trueno.

Arder en fuego el aire,

en humo y polvo oscurecerse el cielo

y, con la sangre en que rebosa el suelo,

se verá al Apurímac de repente

 525

embravecer su rápida corriente.

 

   Mientras por sierras y hondos precipicios,

a la hueste enemiga

el impaciente Córdova fatiga,

Córdova, a quien inflama

 530

fuego de edad y amor de patria y fama,

Córdova, en cuyas sienes con bello arte

crecen y se entrelazan

tu mirto, Venus, tus laureles, Marte.

Con su Miller los Húsares recuerdan

 535

el nombre de Junín, Vargas su nombre,

y Vencedor el suyo22 con su Lara

en cien hazañas cada cual más clara.

 

   Allá por otra parte,

sereno, pero siempre infatigable,

 540

terrible cual su nombre, batallando

se presenta La Mar,23 y se apresura

la tarda rota del protervo bando.

Era su antiguo voto, por la patria

combatir y morir; Dios complacido

 545

combatir y vencer le ha concedido.

Mártir del pundonor, he aquí tu día:

ya la calumnia impía

bajo tu pie bramando confundida,

te sonríe la Patria agradecida;

 550

y tu nombre glorioso,

el armónico canto que resuena

en las floridas márgenes del Guayas

que por oírlo su corriente enfrena,

se mezclará, y el pecho de tu amigo,

 555

tus hazañas cantando y tu ventura,

palpitará de gozo y de ternura.

 

   Lo grande y peligroso

hiela al cobarde, irrita al animoso.

¡Qué intrepidez! ¡qué súbito coraje

 560

el brazo agita y en el pecho prende

del que su patria y libertad defiende!

El menor resistir es nuevo ultraje.

El jinete impetuoso,

el fulmíneo arcabuz de sí arrojando,

 565

lánzase a tierra con el hierro en mano,

pues le parece en trance tan dudoso

lento el caballo, perezoso el plomo.

Crece el ardor. Ya cede en toda parte

el número al valor, la fuerza al arte.

 570

 

   Y el Ibero arrogante en las memorias

de sus pasadas glorias,

firme, feroz resiste, ya en idea,

bajo triunfales arcos, que alzar debe

la sojuzgada Lima, se pasea.

 575

Mas su afán, su ilusión, sus artes... nada;

ni la resuelta y numerosa tropa

le sirve. Cede al ímpetu tremendo;

y el arma de Baylén rindió cayendo

el vencedor del vencedor de Europa.

 580

Perdió el valor, mas no las iras pierde,

y en furibunda rabia el polvo muerde;

alza el párpado grave, y sanguinosos

ruedan sus ojos y sus dientes crujen;

mira la luz, se indigna de mirarla,

 585

acusa, insulta al cielo, y de sus labios

cárdenos, espumosos,

votos y negra sangre y hiel brotando,

en vano un vengador muere invocando.


   ¡Ah! ya diviso míseras reliquias,

 590

con todos sus caudillos humillados,

venir pidiendo paz;24 y generoso,

en nombre de Bolívar y la Patria,

no se la niega el Vencedor glorioso,

y su triunfo sangriento

 595

con el ramo feliz de paz corona.

Que si Patria y honor le arman la mano

arde en venganza el pecho americano,

y cuando vence, todo lo perdona.

 

   Las voces, el clamor de los que vencen,

 600

y de Quinó las ásperas montañas25

y los cóncavos senos de la tierra

y los ecos sin fin de la ardua sierra,

todos repiten sin cesar: ¡Victoria!

 

   Y las bullentes linfas de Apurímac

 605

a las fugaces linfas de Ucayale26

se unen, y unidas, llevan presurosas,

en sonante murmullo y alba espuma,

con palmas en las manos y coronas,

esta nueva feliz al Amazonas.

 610

Y el espléndido rey al punto ordena

a sus delfines, ninfas y sirenas

que, en clamorosos plácidos cantares,

tan gran victoria anuncien a los mares.

 

   ¡Salud, oh Vencedor! ¡oh Sucre! vence,

 615

y de nuevo laurel orla tu frente;

alta esperanza de tu insigne patria,

como la palma al margen de un torrente

crece tu nombre..., y sola, en este día

tu gloria, sin Bolívar, brillaría.

 620

Tal se ve Héspero arder en su carrera,

que del nocturno cielo

suyo el imperio sin la luna fuera.

 

   Por las manos de Sucre la Victoria

ciñe a Bolívar lauro inmarcesible.

 625

¡Oh Triunfador! la palma de Ayacucho,

fatiga eterna al bronce de la Fama,

segunda vez Libertador te aclama.


   Esta es la hora feliz. Desde aquí empieza

la nueva edad al Inca prometida

 630

de libertad, de paz y de grandeza.

Rompiste la cadena aborrecida,

la rebelde serviz hispana hollaste,

grande gloria alcanzaste;

pero mayor te espera, si a mi Pueblo,

 635

así cual a la guerra lo conformas

y a conquistar su libertad le empeñas,

la rara y ardua ciencia

de merecer la paz y vivir libre,

con voz y ejemplo y con poder le enseñas,

 640

 

   Yo con riendas de seda regí el pueblo,

y cual padre le amé, mas no quisiera

que el cetro de los Incas renaciera;

que ya se vio algún Inca, que teniendo

el terrible poder todo en su mano,

 645

comenzó padre y acabó tirano.

Yo fui conquistador, ya me avergüenzo

del glorioso y sangriento ministerio,

pues un conquistador, el más humano,

formar, mas no regir debe un imperio.

 650

 

   Por no trillada senda, de la gloria

al templo vuelas, ínclito Bolívar:

que ese poder tremendo27 que te fía

de los Padres el íntegro senado,

si otro tiempo perder a Roma pudo,

 655

en su potente mano

es a la Libertad del Pueblo escudo.

   ¡Oh Libertad! el Héroe que podía

ser el brazo de Marte sanguinario,

ése es tu sacerdote más celoso,

 660

y el primero que toma el incensario

y a tus aras se inclina silencioso.

¡Oh Libertad! si al pueblo americano

la solemne misión ha dado el cielo

de domeñar el monstruo de la guerra

 665

y dilatar tu imperio soberano

por las regiones todas de la tierra

y por las ondas todas de los mares,

no temas, con este héroe, que algún día

eclipse el ciego error tus resplandores,

 670

superstición profane tus altares,

ni que insulte tu ley la tiranía;

ya tu imperio y tu culto son eternos.

Y cual restauras en su antigua gloria

del santo y poderoso

 675

Pacha-Cámac el templo portentoso,28

tiempo vendrá, mi oráculo no miente,

en que darás a pueblos destronados

su majestad ingénita y su solio,

animarás las ruinas de Cartago,

 680

relevarás en Grecia el Areópago,

y en la humillada Roma el Capitolio.

 

   Tuya será, Bolívar, esta gloria,

tuya romper el yugo de los reyes

y, a su despecho, entronizar las leyes;

 685

y la discordia en áspides crinada,

por tu brazo en cien nudos aherrojada,

ante los haces santos29 confundidas

harás temblar las armas parricidas.

 

   Ya las hondas entrañas de la tierra

 690

en larga vena ofrecen el tesoro

que en ellas guarda el Sol, y nuestros montes

los valles regarán con lava de oro.

Y el Pueblo primogénito dichoso

de Libertad,30 que sobre todo tanto

 695

por su poder y gloria se enaltece,

como entre sus estrellas,

la estrella de Virginia resplandece,

nos da el ósculo santo

de amistad fraternal. Y las naciones

 700

del remoto hemisferio celebrado,

al contemplar el vuelo arrebatado

de nuestras musas y artes,

como iguales amigos nos saludan;

con el tridente abriendo la carrera,

 705

la Reina de los mares, la primera.31

 

   Será perpetua, ¡oh pueblos! esta gloria

y vuestra libertad incontrastable

contra el poder y liga detestable

de todos los tiranos conjurados

 710

si en lazo federal, de polo a polo,

en la guerra y la paz vivís unidos;

vuestra fuerza es la unión. Unión, ¡oh pueblos!

para ser libres y jamás vencidos.

Esta unión, este lazo poderoso

 715

la gran cadena de los Andes sea,32

que en fortísimo enlace, se dilatan

del uno al otro mar. Las tempestades

del cielo ardiendo en fuego se arrebatan,

erupciones volcánicas arrasan

 720

campos, pueblos, vastísimas regiones,

y amenazan horrendas convulsiones

el globo destrozar desde el profundo;

ellos, empero, firmes y serenos

ven el estrago funeral del mundo.

 725

 

   Esta es, Bolívar, aun mayor hazaña

que destrozar el férreo cetro a España,

y es digna de ti solo; en tanto, triunfa...

Ya se alzan los magníficos trofeos

y tu nombre, aclamado

 730

por las vecinas y remotas gentes

en lenguas, voces, metros diferentes,

recorrerá la serie de los siglos

en las alas del canto arrebatado

Y en medio del concento numeroso

 735

la voz del Guayas crece

y a las más resonantes enmudece.

 

   Tú la salud y honor de nuestro pueblo

serás viviendo, y Ángel poderoso

que lo proteja, cuando

 740

tarde al empíreo el vuelo arrebatares

y entre los claros Incas

a la diestra de Manco te sentares33.

 

   Así place al destino, ¡Oh! ved al cóndor,

al peruviano rey del pueblo aerio,

 745

a quien ya cede el águila el imperio,

vedle cuál desplegando en nuevas galas

las espléndidas alas,

sublime a la región del sol se eleva

y el alto augurio que os revelo aprueba.

 750

Marchad, marchad, guerreros,

y apresurad el día de la gloria;

que en la fragosa margen de Apurímac

con palmas os espera la victoria».34

 

   Dijo el Inca; y las bóvedas etéreas

 755

de par en par se abrieron,

en viva luz y resplandor brillaron

y en celestiales cantos resonaron.

Era el coro de cándidas Vestales,

las vírgenes del Sol, que rodeando

 760

al Inca como a Sumo Sacerdote,

en gozo santo y ecos virginales

en torno van cantando

del Sol las alabanzas inmortales.

 

   «Alma eterna del mundo,

 765

dios santo del Perú, Padre del Inca,

en tu giro fecundo

gózate sin cesar, Luz bienhechora

viendo ya libre el pueblo que te adora.

 

   La tiniebla de sangre y servidumbre

 770

que ofuscaba la lumbre

de tu radiante faz pura y serena

se disipó, y en cantos se convierte

la querella de muerte

y el ruido antiguo de servil cadena.

 775

 

   Aquí la Libertad buscó un asilo,

amable peregrina,

y ya lo encuentra plácido y tranquilo,

y aquí poner la diosa

quiere su templo y ara milagrosa;

 780

aquí olvidada de su cara Helvecia,

se viene a consolar de la ruina

y en todos sus oráculos proclama

que al Madalén y al Rímac bullicioso35

ya sobre el Tíber y el Eurotas ama.

 785

 

   ¡Oh Padre! ¡oh claro Sol! no desampares

este suelo jamás, ni estos altares.

 

   Tu vivífico ardor todos los seres

anima y reproduce: por ti viven

y acción, salud, placer, beldad reciben.

 790

Tú al labrador despiertas

y a las aves canoras

en tus primeras horas,

y son tuyos sus cantos matinales;

por ti siente el guerrero

 795

en amor patrio enardecida el alma,

y al pie de tu ara rinde placentero

su laurel y su palma,

y tuyos son sus cánticos marciales.

 

   Fecunda, ¡oh Sol! tu tierra,

 800

y los males repara de la guerra.

 

   Da a nuestros campos frutos abundosos,

aunque niegues el brillo a los metales,

da naves a los puertos,

pueblos a los desiertos,

 805

a las armas victoria,

alas al genio y a las Musas gloria.

 

   Dios del Perú, sostén, salva, conforta

el brazo que te venga,

no para nuevas lides sanguinosas,

 810

que miran con horror madres y esposas,

sino para poner a olas civiles

límites ciertos, y que en paz florezcan

de la alma paz los dones soberanos,

y arredre a sediciosos y a tiranos.

 815

Brilla con nueva luz, Rey de los cielos,

brilla con nueva luz en aquel día

del triunfo que magnífica prepara

a su Libertador la patria mía.

¡Pompa digna del Inca y del imperio

 820

que hoy de su ruina a nuevo ser revive!

 

   Abre tus puertas, opulenta Lima,

abate tus murallas y recibe

al noble triunfador que rodeado

de pueblos numerosos, y aclamado

 825

Ángel de la esperanza

y Genio de la paz y de la gloria,

en inefable majestad avanza.

Las musas y las artes revolando

en torno van del carro esplendoroso,

 830

y los pendones patrios vencedores

al aire vago ondean, ostentando

del sol la imagen, de iris los colores.

Y en ágil planta y en gentiles formas

dando al viento el cabello desparcido,

 835

de flores matizado.

cual las horas del sol, raudas y bellas,

saltan en derredor lindas doncellas

en giro no estudiado;

las glorias de su patria

 840

en sus patrios cantares celebrando

y en sus pulidas manos levantando,

albos y tersos como el seno de ellas

cien primorosos vasos de alabastro

que espiran fragantísimos aromas,

 845

y de su centro se derrama y sube

por los cerúleos ámbitos del cielo

de ondoso incienso transparente nube,

 

   Cierran la Pompa espléndidos trofeos

y por delante en larga serie marchan

 850

humildes confundidos

los pueblos y los jefes ya vencidos:

allá procede el Ástur belicoso,

allí va el Catalán infatigable

y el agreste Celtíbero indomable

 855

y el Cántabro feroz, que a la romana

cadena el cuello sujetó el postrero,

y el Andaluz liviano

y el adusto, severo Castellano;

ya el áureo Tajo cetro y nombre cede,

 860

y las que antes, graciosas

fueron honor del fabuloso suelo,

Ninfas del Tormes y el Genil, en duelo

se esconden silenciosas;

y el grande Betis viendo ya marchita

 865

su sacra oliva, menos orgulloso,

paga su antiguo feudo al mar undoso.

 

   El sol suspenso en la mitad del cielo

aplaudirá esta pompa -¡Oh Sol! ¡oh Padre!

tu luz rompa y disipe

 870

las sombras del antiguo cautiverio,

tu luz nos dé el imperio,

tu luz la libertad nos restituya;

tuya es la tierra y la victoria es tuya».

 

   Cesó el canto; los cielos aplaudieron

 875

y en plácido fulgor resplandecieron.

Todos quedan atónitos; y en tanto

tras la dorada nube el Inca santo

y las santas Vestales se escondieron.

Mas ¿cuál audacia te elevó a los cielos,

 880

humilde musa mía? ¡Oh! no reveles

a los seres mortales

en débil canto, arcanos celestiales.

Y ciñan otros la apolínea rama

y siéntense a la mesa de los dioses,

 885

y los arrulle la parlera fama,

que es la gloria y tormento de la vida;

yo volveré a mi flauta conocida,

libre vagando por el bosque umbrío

de naranjos y opacos tamarindos,

 890

o entre el rosal pintado y oloroso

que matiza la margen de mi río,

o entre risueños campos, do en pomposo

trono piramidal y alta corona,

la piña ostenta el cetro de Pomona,36

 895

y me diré feliz si mereciere,

el colgar esta lira en que he cantado

en tono menos dino

la gloria y el destino

del venturoso pueblo americano,

 900

yo me diré feliz si mereciere

por premio a mi osadía

una mirada tierna de las Gracias

y el aprecio y amor de mis hermanos,

una sonrisa de la Patria mía,

 905

y el odio y el furor de los tiranos.



 




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