Arturo Uslar Pietri
Decir que el
tiempo es río es decir nada,
ni nace ni termina
su corriente,
fluye desde
horizontes infinitos
y seguirá, sin
duda, hasta el olvido,
nacer nadie lo
vio, ni le verá acabar,
en él flotamos por
confusos trechos,
el tiempo de surgir
y sumergirse
es el de nuestra
vida, tan pequeña,
tan torpe, tan
voraz, tan impaciente
que apenas nace y
a morir empieza.
Feliz llamaban los
antiguos vates
al que joven
moría, eran los dioses
los que daban el
don de no ir más lejos.
El fin siempre es
temprano, cada día
es toda la vida en
tiempo pleno,
no hay más que el
hoy,
que este momento
solo
en que conozco que
estoy vivo y siento.
Cada día es el día
y cada hora
es la única hora
de la vida,
todo el ayer se
fue en reminiscencia
y el mañana no
existe todavía.
No llegamos a
viejos, sólo somos
en la invariable
vaguedad del ser,
los nombres son
equívocos, las fechas
hacen inerte
cuenta sin sentido,
no somos el de
ayer ni el de mañana,
somos el de hoy
apenas,
la vida empieza en
cada amanecida
y la conciencia
muere en cada noche.
Yo podría contar
la historia vana
de una vida que
acaso fue la mía,
pero que es tan
ajena y tan extraña
ante esta hora en
que me nombro y busco.
No se es viejo ni
joven, se está vivo
y soy yo, el de
hoy, quien hace el mundo
con mi mano segura
o temblorosa,
con la errada
visión que siempre tuve,
jugando el juego
de ausencias y
presencias
que sólo para mí
tiene sentido.
Todo está en ti,
día que amaneces,
toda mi vida en mí
sin sobra y falta,
como fue en cada
hora ya contada,
como será en un siempre
día a día.
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