sábado, 15 de julio de 2023

LOS ESTADOS Y LAS ESTACIONES DE LA CONCIENCIA, EN EL SUFISMO

 


LOS ESTADOS Y LAS ESTACIONES

DE LA CONCIENCIA, EN EL SUFISMO

 

©Abg. Giuseppe Isgró C.

 

 

El sufismo es la parte mística del islamismo. Constituye una de las corrientes de pensamiento en la que se han escrito algunas de las más hermosas páginas de sabiduría.

En ellas, maestros sufíes como Dzulmún el Misrí, uno de los pioneros en el tema, Abulabás Ben Alarif de Almería, Ibn Arabi, Rumi, Abî-L-Khayr e Ibn Jaldún, entre otros, han hablado de “los estados” y “las estaciones” como vías y grados ascensionales que conducen a la Esencia Universal.

Los “estados” constituyen los dones, o atributos divinos con que la naturaleza de las cosas ha dotado a cada ser en los cuatro reinos naturales. “Las estaciones”, son los grados de desarrollo que en esas vías ha ido alcanzando en el eterno retorno del ser individual al Ser universal.

Esos grados de desarrollo representan niveles de percepción, tanto a nivel objetivo como subjetivo. La primera, es la percepción por medio de los cinco sentidos físicos, y la capacidad de razonamiento por medio de la lógica inductiva y deductiva.

La segunda, dado que los sufíes son expertos en alcanzar elevados niveles de éxtasis, que les permite una perfecta conexión con la Divinidad, han desarrollado en alto grado su capacidad de percepción intuitiva, y de inspiración.

Los “estados” son caminos que conducen a Dios. Las “estaciones”, constituyen las etapas por las cuales se ha avanzado, y en las que se encuentra alguien en un momento dado.

En cada “estado” se va pasando de un grado de conciencia a otro más elevado, representado por “las estaciones”. Es la eterna polarización a la que hacía referencia Lao Tse, en el Taoísmo, cuando afirmaba que, al percibir lo que era la belleza, se daba cuenta, al mismo tiempo, de lo que era su opuesto, es decir, la fealdad.

Es también la transmutación de la alquimia espiritual, mediante la cual, también se pasa de un nivel de depuración a otro más elevado.

Los “estados”, equivalentes a los atributos divinos, son los valores universales, o virtudes, que constituyen los sentidos cósmicos de cada ser en los cuatro reinos naturales. La sede de esos valores universales es la conciencia. Las “estaciones” son los grados de conciencia evolutiva alcanzados en cada uno de los valores universales.

Los “estados” son vías ilimitadas en el eterno presente, es decir, eternos e infinitos, sin comienzo y sin fin. Se emana a la conciencia individual a partir de la Esencia de la Divinidad, sin separarse de Ella y sin dejar de ser Ella misma. Los atributos, o estados divinos son los mismos, en el Ser Universal y en el ser individual. Lo que cambia es el grado. En el uno su desarrollo es infinito en vertientes y variantes; en el otro es potencialmente infinito: eternamente deberá avanzar sin encontrar límites algunos jamás.

Esos estados a los cuales nos referimos son el amor, la justicia, la sabiduría, la prudencia, la tolerancia, la compensación, la igualdad, la fortaleza, la templanza, la belleza, y los incontables otros, equivalentes a los atributos de la Divinidad, compartidos por ésta y por todos los seres en los cuatro reinos naturales.

Sostenía Ibn Jaldún, en el capítulo “De la ciencia del Sufismo” en su magna obra Introducción a la Historia Universal,  que la percepción tenía dos vertientes: “La primera tiene por objeto las ciencias y los conocimientos, no solamente de todo lo que es cierto, sino también de lo que es suposición, duda u opinión; la otra tiene por finalidad “los estados” que él (el sufí) experimenta en sí mismo, tales como la alegría, la tristeza, la constricción (sincera), la dilatación del ánimo, la satisfacción, la cólera, la paciencia, la gratitud y otras disposiciones similares”.

En el Mahasin Al Machalis, Ben Alarif desarrolla los temas de “las moradas del camino místico”, equivalentes a “las estaciones”, que él sintetiza en:

1) La gnosis o intuición extática de Dios;

2) La voluntad; Lo que Allah quiera, nada se le asemeja. Querer, desear, necesidad, deber, amor, bondad, solidaridad,

3) El ascetismo o la abstinencia;

4)  La confianza o el abandono en Dios;

5) La paciencia;

6) La tristeza y el temor;

7) La esperanza;

8) La gratitud;

9) El amor;

10) El deseo. Posteriormente, agrega otras dos:

11) La penitencia; 

12) La familiaridad con Dios. 

A su vez Abî-L-Khayr hace referencia a Cuarentas Estaciones “para que su marcha en el camino del sufismo culmine con éxito”.

Ellas son:

1. La intención: El sufí, al buscar el bien para los demás, lo encuentra para sí mismo. Es la pureza bajo la égida de los valores universales que orienta la intención en la realización de todo propósito personal, o colectivo.

2. La conversión: El sufí, en su retiro interior ve, o percibe a Dios. Esa conexión con la Divinidad le permite alcanzar un estado de fortaleza tal que le permite afrontar la realidad del entorno con estado de ánimo invariable. Es como un termostato espiritual que le mantiene un estado invariable de equilibrio mental, pese a la variabilidad del entorno. Su armonía interior, por efecto de la resonancia magnética, transmuta las vibraciones de los entes del medio ambiente en un estado análogo al que él sustenta interiormente. Le permite la armonía con todos y con el todo. Por la ley de la atracción, al mismo tiempo atrae elementos análogos a su estado de elevación espiritual, y aparta todo lo que le es inarmónico, como un escudo espiritual. Es la luz interior que alumbra todo cuanto está a su alrededor, tanto para sí mismo como para los demás. Su propia actitud produce una conversión, automáticamente, la de los demás. Un ejemplo lo tenemos en el perro sereno, y confiado, que impone respeto en todos los que les circundan.

3. El arrepentimiento: Rectificación, abstención, respeto a los valores y enmarcar la propia conducta dentro de sus parámetros. Decía Don Quijote: -“Quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda”-.

4. El estado de discípulo: El estado perfecto es el del eterno aprendiz. El maestro es el Creador Universal que inspira en la conciencia mediante el lenguaje de los sentimientos análogos a los valores universales, para vivir una vida virtuosa, en la constante ascensión de las estaciones en los incontables estados del ser. Esa estación de eterno aprendiz le permite el ascenso por medio de la Insatisfacción Creadora, descubriendo, cada quien, dentro de sí, la Divinidad interior, y a partir de ella establecer la conexión con la Divinidad Universal. Dicha conexión permite fluir, al experimentar cada una de las necesidades inherentes al ser, el poder potencialmente infinito del que está dotado. Igualmente, la conciencia de la propia ignorancia que va adquiriendo, le facilita su propia satisfacción. Fluye, sin obstáculo alguno, la sabiduría de los valores universales por medio de la intuición y la inspiración dentro de su conciencia. Esos niveles de conciencia son estaciones de los estados, o valores universales.

5. El combate espiritual: Mediante el desapego, sujetando todo pensamiento, sentimiento, deseo, palabra y acto a la más estricta justicia, imbuyendo todo con un profundo amor.

6. La atención constante: Atención centrada en la Divinidad, mediante el Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios. Donde se centra la atención se expande la conciencia perceptiva y el poder creador.

7. La impasibilidad: La cual permite la imperturbabilidad para afrontar, con calma serenidad y autodominio, todas las circunstancias existenciales. Es preciso desarrollar la tenacidad, la resistencia, la paciencia y la tolerancia. El amor potencia todas estas cualidades y su sentimiento crea un lazo de afinidad que unifica y armoniza a todos los seres involucrados en la realización del propósito común.

8. El Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios. Pronunciar el Nombre, sosegadamente, mil o más veces en la mañana y en la noche, y cada vez que se deba transmutar un estado de conciencia. Percepción de la Divinidad en la conciencia, mediante los estados, y por medio de las estaciones o grados de percepción. Él guía, protege, asiste, fortalece e ilumina, por medio de la ley cósmica y el fluir del sentimiento de los valores universales en la conciencia.

9. La satisfacción: Por la percepción intuitiva, o inspirativa, percibe el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el cuánto y el por qué, lo que le permite satisfacer toda necesidad en la forma justa y perfecta.  Esto implica aceptación de la realidad, capacidad de adaptación. Con el 20% de lo que se posee se satisface el 80% de las necesidades.

10.         La oposición al ego: Es preciso trascender el ego, descentrando la atención del ego y establecer la conexión con la Divinidad.   

11.         La perfecta ecuanimidad: Funge de termostato espiritual. Mantiene el equilibrio interior. Permite la aceptación de las cosas tal como son y aprovechar su potencial inherente.

12.         La sumisión: Aceptar las pruebas de la vida; afrontar la realidad tal como es, y se presenta. Resistir en forma inquebrantable regido por los parámetros de los valores universales.  

13.         La entrega confiada: Establecer la Conexión Divina. Confiar en el Creador Universal, en la ley cósmica y los valores universales. El fluir de la inspiración. La percepción por intuición. La sabiduría de los valores Universales.

14.         La renunciación: Centrarse en las cosas que tienen valor, realmente. La propia comprensión y actitud frente a la realidad. Todo se puede transmutar. Es preciso trascender la realidad objetiva, lo cual implica una renunciación. Aceptación de la realidad. La voluntad de superar estaciones o etapas, la visión de las cosas actuales y de las tendencias naturales; percepción de las cosas tal como deben ser. Al renunciar a lo superfluo, e intrascendente, se deja cabida para lo trascendental, lo perdurable, lo auténtico y verdaderamente valioso. Es necesario renunciar a todo lo que no sea Dios, para llegar a Él.

15.         La adoración: El constante recuerdo del nombre de Dios y la meditación en Él y en los atributos divinos o valores universales.  Perseverancia en el servicio. Aplicación constante del poder del amor. Mente centrada en Allah. Perfección en el trabajo y en la realización de todo cuanto se ejecute. 

16.         La compañía de Dios: Repetir cien veces o más: Compañía de Dios, con los ojos cerrados, y observar lo que pasa. Se abre mentalmente el camino que conduce a Dios. Centrar, al mismo tiempo, la atención en el punto tan tien, o hara, tres centímetros debajo del ombligo y tres centímetros hacia dentro, en dirección de la columna.

17.         La sinceridad: Sinceridad interior, autenticidad, autenticidad en el cultivo de los valores. Verdad de las cosas y de los valores. Intención firme, decisión y carácter.

18.         La veracidad: Se sujetan los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos a la verdad. Se deja de pronunciar todo lo que no se corresponda con la verdad.

19.         El temor: Basado en la conciencia del rigor de la ley cósmica, y en la efectividad de los efectos coercitivos y coactivos de los valores universales. Esto se traduce en el temor de infringir la ley de Dios. Es preciso sustituir el temor por la confianza sometiendo los pensamientos, los sentimientos, los deseos, las palabras y los actos bajo la égida de los valores universales. Decía Don Quijote: -“Primeramente, oh hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada”-.

20.         La esperanza: Es la expectativa que, tanto en su polaridad positiva como en su opuesta negativa, siempre se cumple. La esperanza en una potencia interior que siempre hace esperar lo mejor y la persona lo obtiene, ya que no acepta nada que le sea diferente, persistiendo hasta lograrlo. Cuando las cosas se ponen menos fáciles persiste y activa los poderes creadores de la mente humana. La protección Divina por el ceñimiento a la ley de Dios.

21.         La extinción: La trascendencia del ego, y la conexión con la Divinidad. Es preciso dejar que aflore, en el ser, la Divinidad interior. Esto se logra por medio del Dzikr, o el constante recuerdo del Nombre de Dios.

22.         La permanencia: Por donde mires siempre verás a Dios. Es preciso ayudar a Dios con el trabajo de la creación. Te estarás ayudando a ti mismo.

23.         La ciencia de la certeza: Percibir la realidad tal cual es trascendiendo la conciencia objetiva, sin el velo que separa la dimensión física de la realidad espiritual. Decía Don Quijote: -“Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse”-.

24.         La Realidad de la Certeza: Ver a Dios sin el velo, lo que significa previa depuración espiritual, haciéndose lo más semejante al estado de pureza que le es inherente.

25.         La gnosis: Contemplar a Dios en cada ser de los cuatro reinos naturales, con la certeza de que se le está percibiendo. De igual manera, en los valores universales que, como sentimientos, van fluyendo en la propia conciencia. Esos valores universales son los “estados” y el grado de percepción de los mismos denota el de la conciencia que se va adquiriendo de Él.

26.         El esfuerzo: Amar a Dios en la propia conciencia, y en cada ser de los cuatro reinos naturales. Amarle en el Espíritu. Someterse a su voluntad, plasmada en la ley cósmica y en los valores universales o atributos divinos, o “estados”. Percibir la guía divina por medio de los sentimientos de los “estados”, en sus respectivas “estaciones”, en la conciencia.

27.         La virtuosidad: Por la práctica de todas las virtudes se llega a identificar con la Divinidad, estableciendo la conexión en forma automática.

28.         El amor: La síntesis de todos los “estados”, o valores universales. Por el amor se llega a ser uno con el UNO. Atención centrada en Allah, permanentemente, hasta adquirir conciencia de Él, expresando su presencia divina en el propio ser, o estaciones por la que se va pasando ascensionalmente, en forma consciente.  

29.         El éxtasis unitivo: Conexión espiritual con el Creador Universal que permite adquirir una conciencia clara de Él en todo cuanto existe, expresando la sabiduría de los valores universales, o estados, en el grado de conciencia que, por propio esfuerzo, se haya llegado a desarrollar. El éxtasis de la Unión permite expresar la Sublime Presencia de la Esencia, o Divinidad.

30.         La proximidad: Ser un instrumento, o “estación en el camino”, de la Voluntad Divina para difundir la luz que oriente a los seres en el entorno en que, a cada quien, le toque actuar. Mediante la Conexión con la Esencia transmitir la guía divina y la gnosis de “los estados” o valores universales, así como expresar el poder creador mediante obras que contribuyan a la expansión de la Creación Universal.

31.         La meditación: Meditación en Dios y en sus atributos divinos, o “estados”, o valores universales. Es preciso centrar la atención en el Nombre, practicando el Dzikr o constante recuerdo de Él. Donde se centra la atención se expande la conciencia. Diálogo con el Creador Universal en la conciencia por medio de los sentimientos de los valores universales. Se trata de un diálogo de Dios consigo mismo. Por medio de la meditación se puede adquirir conciencia de cualquier clase de conocimiento que se anhele. Por encima de todo, se puede adquirir conciencia de Él.

32.         La Unión: La unión con Él se verifica en la conciencia, que es donde se encuentra su asiento. Es preciso adquirir conciencia de que se forma una Unidad permanente e indisoluble con Él. Se precisa adquirir conciencia de Él y en Él, y de que somos Él mismo, sin separarnos de Él mismo.

33.         El desvelamiento: No hay velo alguno entre la conciencia del ser individual y la del Ser Universal. En cualquier lugar en que se encuentre el ser individual, allí se reside Dios y sus atributos divinos, o “estados”.

34.         El servicio: Conexión con Dios por el servicio. Dios actúa en cada ser para realizar el servicio a todos los seres del universo, en los cuatro reinos naturales. Es Dios el Servidor, cada ser es un instrumento de su voluntad divina. La disposición de servir le transforma, a cada quién, en un instrumento de su voluntad divina.

35.         El despojamiento: En cualquier circunstancia en que el sufí se encuentra práctica la amistad con Dios, acepta las cosas como vienen y las transforma en como deben ser. En cada situación ve una oportunidad de aprendizaje y de servicio. Ser amigo de Dios es ser, al mismo tiempo, amigo de cada ser en los cuatro reinos naturales, por cuanto en cada uno reside su presencia divina. Cultivando la amistad con cada ser de los cuatro reinos naturales se práctica la amistad con Dios, simultáneamente.

36.         El aislamiento: Mediante el termostato espiritual, sea cuales fueren las condiciones externas, por su programación interior, expresan, o manifiestan, siempre resultados perfectos, positivos, creativos y alentadores, en el eterno retorno del ser individual hacia el Ser Universal. Transmutan toda condición inadecuada en la que debe imperar en un momento dado. El sufí siempre se mantiene en la vía que conduce a Dios, mediante la conexión divina. Tiene presente que, por encima del ser individual se encuentra Dios y su ley cósmica.

37.         La expansión: La visión constante de Dios le permite osar en la conquista de sí mismo y permanecer constante en el camino hacía Dios. Sabe que el caminante, el camino y la fuente, son lo mismo: Dios. El universo se encuentra en constante expansión y el ser individual, con su aporte cuota a la Creación, contribuye activamente en el proceso expansivo-creador.  

38.         La afirmación de la Verdad: Afirmando la verdad de los valores universales, o “estados” se va ascendiendo por las estaciones que conforman la eterna polarización, avanzando siempre de un nivel de progreso a otro más avanzado. La afirmación de la verdad es un decreto que genera su manifestación. Cada valor universal como el amor, la prudencia, la justicia, la igualdad, la compensación, el equilibrio, la armonía, la belleza, el orden, entre otros, según la estación de la conciencia en que el ser se encuentra, manifiesta ese mismo grado de la verdad que le es inherente a cada uno de los valores.

39.         La Meta Suprema: Se alcanza la morada por medio de las pruebas de la vida. Los infinitos ojos de la conciencia son los estados o valores universales. Cada estación es una parada desde la cual se contempla la realidad universal, desde ese “estado” o valor, y desde ese grado en particular.

40.         El Sufismo: Se le define como el instrumento de la Verdad, inherente a cada valor universal, o estado, según la estación, o parada, en que cada ser se encuentre en un momento dado, en un ascenso sin límites, en el eterno presente. Este estado integral es el del amor que sintetiza todos los estados, o sabiduría de los valores universales.

Evidentemente, solo a través de la experiencia directa se puede percibir el conocimiento de los “estados”, en forma gradual, por medio de las estaciones, o niveles de conciencia. Para conocer el sabor del té es preciso tomarlo; para saborear las delicias de la miel, es preciso ingerirla; para experimentar el sabor salado de la sal, es preciso colocar unos pocos granos debajo de la lengua; para vivir la sublimidad del acto de amor, que trascienda el acto sexual propiamente dicho, es preciso realizarlo. Para percibir la Divinidad, es preciso practicar el Dzikr, o constante recuerdo del nombre de Dios, efectuar la conexión espiritual con Él, depurarse para asemejársele, y vivir cada uno de los “estados”, gradualmente, en sus infinitas estaciones de la conciencia, en el eterno presente.

De nada sirve que alguien explique lo que es el té, la miel, la sal, la experiencia del amor sexual, o divino, y la magnificencia de la conexión divina, si cada quien no se pone en camino, obteniendo la experiencia de primera mano. La práctica desarrolla la maestría; la maestría consiste en mantener un constante estado de aprendiz a través de la eterna polarización, por las vías de los estados y sus respectivas e incontables estaciones.

Adelante. 


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