EL PODER DE LA DECISIÓN
©Abg. Giuseppe Isgró C.
En general, en mayor o
menor grado, todos saben decidir; conocen el método científico de resoluciones
de situaciones, el proceso creativo de toma de decisiones y cumplen
perfectamente todos los pasos hasta llegar a lo más importante: la
acción.
Es en la acción donde se
requiere desarrollar en alto grado habilidades para plasmar en la realidad lo
pensado y decidido.
Empezar, dar el primer
paso, ponerse en camino, después de decidir, ése es el gran secreto. Pero, una
vez iniciada la acción, con la visión clara del tiempo factible para alcanzar
el respectivo logro, es preciso persistir, con confianza plena y desapego de
los resultados y continuar dando todos los pasos restantes que sean necesarios,
hasta alcanzar la meta. Simplemente, haz la cosa y tendrás el poder para
hacerlo; esa es la clave.
El poder de la decisión
crea resultados. La mente decidida adopta el propósito de alcanzar determinados
logros y funge de convención mental que le sintoniza con los elementos
coadyuvadores a su consecución.
La decisión de lograr algo
implica la oferta de un servicio, producto, idea o beneficio, que debe ser dado
a cambio y toda oferta genera, automáticamente, su demanda. En el mismo momento
en que se toma la decisión, en alguna parte, todas las personas que coadyuvarán
están tomando, simultáneamente, las respectivas decisiones complementarias.
En la metafísica de la
decisión, si se observa desde la perspectiva o dimensión adecuada, se percibe
que, en el mismo instante en que un arquitecto diseña un chalet, sin darse
cuenta, por vía psico-sensorial. –o intuitiva-, percibe las necesidades
insatisfechas de un determinado consumidor y crea el ambiente con el cual, ese
futuro consumidor, en ese momento, está soñando con uno análogo. Cuando el
constructor decide construirlo, en el mismo instante, una persona, está
decidiendo comprarlo. El resto es un proceso que se desenvuelve de manera tan
natural que todo parece casualidad.
Lo importante es tomar la
decisión ya que implica una oferta de comprar o vender, dar o recibir, hacer o
dejar de hacer, etcétera, y el mecanismo de la vida sabe que puede contar con
esa oferta o demanda y, la persona, sin darse cuenta, pone en movimiento una de
las leyes más poderosas de la creación.
La decisión tiene fuerza de
atracción y repulsión. Atrae a los elementos coadyuvantes y repele los
antagónicos por medio de la ley del aislamiento cósmico.
Una vez decidido el
propósito fundamental de la vida, seleccionados los objetivos a corto, mediano
y largo plazo, determinada la carrera en la cual se quiere cada quien realizar,
auto-expresando el genio que se anida en el interior, hay que mantenerse firme
en la determinación de alcanzar las metas anheladas, en el intervalo que media
entre la siembra de la semilla y la cosecha de los resultados.
Esa paciencia firme,
serenidad inalterable, confianza absoluta, expectativa profética, voluntad de
acero, nervios relajados y desapego de los resultados proporcionan el
autodominio suficiente para imantar los resultados y de persistir firme en el
propósito sin variar de rumbo hasta alcanzar lo que se ha propuesto.
Una y mil veces hay que
abordar la acción y con el trabajo suficiente y el estudio necesario, con la
creatividad adecuada y los métodos propicios, todo se logra,
oportunamente.
El ser humano está dotado
para realizar cualquier cosa que conciba en su mente siempre y cuando la aborde
una a la vez.
Si concebiste la idea,
planificaste el proyecto, y asumiste el reto, manteniéndote firme y actuando
constantemente alcanzarás el resultado previsto, en el tiempo debido.
Pero, cuando más cerca
estés de alcanzar tu meta es cuando más firme requieres estar, por cuanto, es
allí donde la prueba de la vida verifica tu temple y selecciona los mejores –o
más efectivos cooperadores- para seguir adelante, en cada actividad, área,
etcétera. Por esta razón, la antigua sabiduría recomienda que jamás debe
abandonarse la realización de un proyecto en el momento en que las situaciones
se muestran en su aspecto menos favorable,
Es preciso dar ese paso que
separa la decisión de la acción. Ten confianza: en ti y en la vida; ésta
secunda todo esfuerzo sincero.
Tienes el poder en tus
manos, úsalo. Mantente firme y alcanza, una a una, todas tus metas. Visualiza
el resultado satisfactorio en tu mente. Afirma lo positivo. Di, una o mil
veces, o cuantas sea necesario: -voy a lograrlo-.
Sólo la decisión activa el
mecanismo cósmico del logro; actúa como si… ya lo hubieses alcanzado. Da por
hecho su consecución exitosa con serena convicción, tenacidad y desapego.
Adelante.
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