©Abg. Giuseppe ISGRÓ C.
Dedicado
al amigo Pascual García Iglesias, que me aportara los aforismos de los tres
grados de sabiduría de Oscar Wilde, que comento.
El
tercer grado de la sabiduría, según Oscar Wilde, y el más sorprendente, es su
aforismo: -“Cuando alguien afirma que algo es absolutamente cierto, es
incierto; no quiere decir que no sea verdad, pero es incierto”.
La
verdad absoluta la posee, únicamente, el Ser Universal: Dios. Todos los seres,
en los cuatro reinos naturales: humano, animal, vegetal y mineral, poseen
capacidad de percepción relativa a su propio estado de conciencia, en un
momento dado.
Que
algo sea absolutamente cierto, sería como afirmarlo desde todas las vertientes,
variantes y en grado infinito.
Empero,
el ser humano, y cada uno de los integrantes de los demás reinos naturales,
pese a poseer un poder potencialmente infinito, y todos los atributos divinos,
o valores universales, en estado potencial, solamente puede percibir la
realidad en forma limitada, desde la perspectiva objetiva.
La
percepción de la realidad se amplía en mayor grado por medio de la intuición y
de la inspiración, que le da una perspectiva más amplia de las cosas sometidas
a su análisis.
La
visión de los valores universales, enmarcada en sus parámetros entre un mínimo
y un máximo, le complementa su percepción desde una perspectiva integral.
Siendo
cada ser una emanación de la divinidad, con un espíritu eterno e inmortal,
dotado de los mismos atributos del Creador Universal, que eternamente
desarrollará en forma ilimitada, cualquier expresión con absoluto grado de
certeza, es incierta, pese a no ser, por ello, incierta. Es decir, podrá
inferir un grado determinado de verdad, pero no toda la verdad, en grado
absoluto.
Esta
es la razón por la que se realiza el progreso en todas las ciencias y
actividades, sin límites algunos, en un proceso de eterna polarización. Se pasa
de un grado de progreso a otro más avanzado, en forma ilimitada.
Lo
que hoy nos parece una verdad completa en sí misma, mañana, al ampliarse el
propio estado de conciencia, percibimos una verdad más amplia y completa, pero
siempre relativa.
Mientras
más tiempo centremos la propia atención en un tema de estudio determinado, se
expande en mayor grado nuestra conciencia perceptiva y comenzamos a observar
nuevos aspectos de la realidad que antes nos habían pasado desapercibidos.
Cualquier
afirmación que sustentamos, en un momento dado, no deja de ser, en fin de
cuentas, nuestra propia opinión sobre un tema determinado. ¿Cuál es nuestra
preparación en la materia, para sustentar la autoridad suficiente para expresar
dicha opinión? ¿Está respaldada por el conocimiento efectivo, por la
experiencia práctica, por la verificación de los datos y por el análisis
inductivo, o deductivo, y otros elementos inherentes?
¿Hemos
evaluado el objeto de nuestra opinión desde todos los puntos de vista
factibles, analizando el pro y el contra? ¿O, acaso hemos adoptado una de las
inmensas matrices de opiniones como una verdad absoluta, sin detenernos,
siquiera, a analizarla? Hay un sinnúmero de personas que piensan mediante
matrices de opiniones hábilmente difundidas por diversos medios de
comunicaciones. La gente, paradójicamente, cree que son sus propias opiniones.
He
aquí la razón por la cual, muchas veces, nos permitimos dudar de si el ser
humano realmente piensa. Irreflexivamente, adopta opiniones ajenas y las asumes
como verdaderas, sin serlo, o, en el caso en que lo fueren, siempre son grados
relativos de la verdad, o de una verdad en particular.
Mientras
más amplia sea la formación cultural, y profesional, de una persona
determinada, mayor capacidad de análisis y de interrelación tendrá para
percibir una realidad desde una perspectiva más amplía.
Expresar
una recta opinión implica una toma de decisión entre puntos de vista que
reflejan estados de certeza, de riesgo, y los de incerteza haciéndose cargo
probable del efecto de las propias palabras.
Adelante.
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