SÓCRATES
Y LOS POETAS
©Abg.
Giuseppe Isgró C.
Querefonte, era un amigo de Sócrates desde la infancia. En una
edad en que, ya, el gran filósofo ateniense se perfilaba como un hombre
descollante en sabiduría, realiza la siguiente pregunta al oráculo de Delfos:
-“¿Hay alguien más sabio que Sócrates, en Grecia?”
La pitia, o pitonisa, responde: -“Nadie hay más sabio que
Sócrates en Grecia.
Llegada esta noticia a sus oídos, él se sorprende. Estaba al
tanto de que el oráculo délfico decía siempre la verdad, y conociendo a un gran
número de políticos, poetas, artesanos y oradores que consideraba más sabios
que él, decide investigar.
Visita a los políticos y verifica que en algunas áreas de su
competencia, eran realmente conocedores. Observa, al mismo tiempo, que creían
serlo, igualmente, en los restantes ámbitos del saber.
Se da cuenta, entonces, de una realidad sorprendente: Los
políticos entrevistados ignoraban que ignoraban, y estimaban saber más de lo
que realmente sabían.
Sócrates decide, entonces, visitar a los poetas. Estaba seguro
de que aquí, en este grupo, sí encontraría personas más duchas que él en
sabiduría.
De cada poeta entrevistado elige las mejores obras que había
escrito, y al visitarle, le formula preguntas sobre el contenido de las mismas.
Sócrates realiza un descubrimiento más sorprendente aún.
Cada uno de los poetas entrevistado demuestra incomprensión
sobre lo que él mismo había escrito en su propia obra. Es decir, escribió sobre
temas cuyo contenido en conocimientos trascendían su propia capacidad de
comprensión.
Sócrates percibe que cada uno poseía un conocimiento que
calificó de “extrahumano”, es decir, no le pertenecía.
Entendió que se trataba de un conocimiento obtenido por
intermedio de dos vertientes: La primera, por la inspiración.
En la inspiración, un ente espiritual transfiere pensamientos
en el pensamiento del poeta, que éste cree que son suyos, pero cuyos alcances,
la mayoría de las veces, trascienden su propia comprensión.
Platón, posteriormente, desarrollaría esta observación de
Sócrates en el diálogo “Ión”.
La segunda vertiente, por la que se obtiene este conocimiento
“extrasensorial”, es por medio de la intuición.
En la intuición es el propio Espíritu de la persona que, en
proyección, en una abstracción mental, viaja a la velocidad del pensamiento, y
llegando al lugar en el que se encuentra la información, en un lugar físico, o
en el archivo espiritual de una persona, encarnada o desencarnada, o en el
propio archivo espiritual, fruto de incontables ciclos de vida, lee la
información y la transfiere a la propia conciencia objetiva.
La intuición es una de las principales fuentes de
conocimiento, y trasciende la propia capacidad de razonamiento por la lógica
inductiva y deductiva.
Después de reflexionar, Sócrates se da cuenta de que,
evidentemente, los poetas entrevistados, al escribir sobre esos temas, creían
comprenderlos, sin ser verdad, pero, además de eso, y del conocimiento genuino
que pudiesen tener, creían conocer, igualmente, todos los demás temas del
acervo cultural. Es decir, estimaban saber más de lo que realmente sabían.
Entonces, Sócrates, prudentemente se plantea: -“Que es mejor,
ser como ellos que poseen determinada sabiduría, e ignoran, al mismo tiempo,
que ignoran sobre todo lo demás, o continuar siendo como soy, es decir,
consciente de mi ignorancia?
Sócrates decide seguir por el camino de la autenticidad:
Acepta ser como es, y es allí que acuña aquel famoso aforismo. –“Yo sólo sé que
no se aquello que no sé”.
Igualmente, Sócrates nos aporta una lección de gran interés:
El ejercicio del poder de la aceptación. Aceptarse tal como se es. Es el
sentido genuino de la autenticidad.
A Sócrates se le reconoce el haber contribuido con el desarrollo
de la mayéutica, es decir, el arte de formular preguntas efectivas, o el método
de engendrar ideas, mediante hábiles e
inteligentes preguntas.
Él enseñaba a las personas que deseaban aprender su método,
sobre todo gente sencilla, a formularse preguntas que les facilitaran encontrar
en su propia conciencia las respuestas correctas. Tanto Sócrates como su
discípulo Platón, opinaban, acertadamente, de que aprender es recordar y de que
todo el conocimiento se encuentra en el ser interno.
El otro gran aporte de Sócrates, fue el de la definición. Al
definir, se precisa el conocimiento esencial del qué, del cómo, del cuándo, del
quién, del dónde, del cuánto y del por qué. Este aspecto de su doctrina se
interrelaciona con la rectificación del nombre de Confucio, y con la recta
opinión, de Sidharta Gautama.
Con la rectificación del nombre, la persona asume el rol que
le permita ubicarse en una actividad determinada.
Con la recta opinión, -una manera de definir conceptos, e
ideas, entre otras cosas-, la persona toma la decisión pertinente, sobre lo que
está opinando.
Al final, Sócrates piensa: -“Ellos no saben lo que no saben; en
cambio, yo sí estoy consciente de lo que ignoro. Seguramente, por ese pequeño
detalle es la razón por la que la pitia pudo calificarme de sabio, en la forma
en que lo hizo”.
Un gran descubrimiento socrático, sin duda. ¿Cómo alguien podría
aprender determinados conocimientos si ignora que lo ignora, o si cree saber
más de lo que realmente sabe, o si se cree, igualmente, competente en lo que no
lo es, como si lo fuera?
Adelante.
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