LA
ALEGRÍA Y EL VALOR
©Abg. Giuseppe Isgró C.
Decía
Abulabás Ben Alarif de Almería, que la tristeza y el temor son de los grados de
perfección del vulgo.
La
tristeza, es la ausencia de alegría cuando la mente deja de contemplar la
Divinidad, la ley cósmica y los atributos divinos, o valores universales.
El
temor acentúa, o potencia, la atención en las cosas temidas, tomando las
medidas para evitar el desvío de la mente de lo que, realmente, importa:
Enfocar la mente en la Divinidad, en la ley cósmica, atributos divinos o
valores universales. Solo así puede experimentar los sentimientos, en el
Espíritu, de los valores universales, o atributos divinos: Amor, prudencia,
justicia, fortaleza, templanza, belleza, dignidad y equilibrio. Esto implica:
Conciencia de la propia Divinidad interior en conexión con la Divinidad, de la
sabiduría de los valores universales, bajo cuyos parámetros o égida, se rigen
los pensamientos, sentimientos, palabras y actos.
El
temor, o ausencia de valor y confianza, por el desconocimiento de la cosa
temida, o de las consecuencias que de ellas puedan derivarse, se controla
afrontando cualquier cosa temida, sea cual fuere, cara a cara. Este es el
primer paso: AFRONTAR lo que compete hacerlo, sin evasión, cuanto más rápido, y
oportunamente, mejor. Desde el mismo instante en que se decide afrontar la
situación emergente, sin evadirla, ya se comienza a controlar la misma. Acto
seguido, el segundo paso, es asumir la propia responsabilidad inherente a la
situación afrontada, sin evasión alguna. Al dar la cara por la propia
responsabilidad, todo coadyuvará a la solución, por cuanto, ésta, la solución,
es el fin último de todas las cosas.
El
temor se controla asumiendo la propia responsabilidad por los pensamientos,
sentimientos, palabras y actos puestos en práctica, afrontando cualquier
adversidad con ánimo sereno y confianza en la justicia divina que equilibra los
resultados sean cuales éstos fueran.
Al
afrontar cualquier realidad cara a cara, se toma el control de las propias
fuerzas interiores y, de la mente serena afloran, por el análisis objetivo y
realista, por la intuición y/o la inspiración, el conocimiento del qué, del
cómo, del cuándo, del quién, del dónde, del cuánto y del por qué. Luego, la
persistencia confiada permite superar cualquier prueba, sobre todo si se
observa más allá de las apariencias. En esto, la previsión divina, por la ley
cósmica y los atributos divinos, a la vez que aparta a cada quien del camino
inadecuado, que no se corresponde con el propio plan de vida, le reorienta el
rumbo y reencamina en sentido de la eterna meta: El eterno camino de retorno
del ser individual, en los cuatro reinos naturales, hacia el Ser Universal, en
el ahora.
El
temor desaparece cuando se percibe la realidad tal cual es, y los elementos que
colocan bajo control la situación emergente, de turno, que es preciso resolver,
o transmutar en su polaridad positiva.
Toda
situación tiene en sí misma los recursos para su propia solución, si se deja de
interferir con apegos ajenos al sentido de la justicia, con pensamientos,
sentimientos, palabras y actos inadecuados.
En
estos momentos de tránsito temporal de una realidad a otra de mejor nivel de
estado de conciencia, en la eterna polarización, es preciso confiar en la
justicia de la Divinidad, y en su justa provisión divina.
Toda
adversidad tiene sus beneficios equivalentes, o mejores; aquí reside el secreto
de los selectos: Ver más allá de las apariencias, deleitándose en la
contemplación de la Divinidad y en los atributos divinos, a quien busca ver aún
en las más adversas pruebas, o en la justa expiación, u actos compensatorios,
por la ley cósmica.
**
Reseña
sobre la manera en que deben afrontarse las pruebas de la vida.
Lo
primero que hay que hacer, es sentarse, en un lugar tranquilo, y llevar a cabo
los siguientes sencillos, pero efectivos, pasos:
1.
Agradecer a Dios de que la situación está, ya, en sus planes cósmicos, resuelta
satisfactoriamente.
2.
Acto seguido, tomar una hoja de papel, y anotar las cien cosas buenas por las
cuales puede dar las gracias a Dios, sinceramente y con actitud reverente.
3.
Ahora, anota en una hoja de papel, o en una libreta, todas las cosas que
precisan solución en tu vida, a corto, mediano y largo plazo. Luego,
clasifícalas por su estricto orden prioritario. Comienza a actuar abordando una
prioridad a la vez. Actúa, también, como si todo estuviese bien, debidamente
resuelto.
4.
Anota, también, todos los objetivos que, a corto, mediano y largo plazo, debes
llevar a cabo, por su estricto orden de prioridad. Comienza a trabajar con el
objetivo Nº 1.
5.
Establece la cantidad de dinero que precisas en los próximos doce meses. Con el
importe resultante, escribe una afirmación, que leerás tres (3) veces al día.
6.
Practica, todas las noches, antes de dormir, un ejercicio de relajación, de los
dedos de los pies a la cabeza, y luego, visualízate flotando en las aguas
tranquilas de un lago.
7.
Realiza, cada noche, un ejercicio de respiración, reteniendo el aliento,
pulmones llenos, durante 25 segundos, diez veces.
8.
Por muy compleja que se vea la situación, conserva el optimismo y la actitud
mental positiva.
9.
Afirmar treinta, o más veces al día, en la noche, mirándote en el entrecejo,
frente al espejo: TODO VA BIEN.
10.
NADA TEMAS, TEN CONFIANZA, NO ABANDONES A MITAD DE CAMINO. La clave reside en
resistir firme y en esperar con fe hasta que se gesten los resultados.
11.
Activa el poder de la esperanza. Las expectativas positivas son un imán que
atraen lo que pensamos y aíslan todo lo opuesto.
12.
EL CONSTANTE RECUERDO DEL NOMBRE DE DIOS: Repite el nombre de Dios, cien veces
o más, en la mañana, a mediodía y en la noche.
I.
Envía amor a todos los seres con quienes precisas restablecer la armonía
mental.
II.
Perdona a todas las personas que te haya efectuado algún perjuicio, de la
índole que sea.
III.
Solicita el perdón, o excusas, en forma presencial, por escrito, o mentalmente,
a cualesquiera personas a quien, de alguna manera, hayas ocasionado algún
perjuicio. Si debes efectuar una compensación económica, o cancelar algún
compromiso, promete hacerlo en un lapso determinado, y cúmplelo.
IV.
Rige tus pensamientos, sentimientos, palabras y actos, de acuerdo a los valores
universales, entre ellos: el amor, la prudencia, la justicia, la paciencia, la
templanza, la serenidad, la fortaleza, la belleza, la honradez, el trabajo, la
inversión, el servicio, la bondad y la humildad, entre otros.
13.
Selecciona tres buenos libros, de literatura estimulantes, de tu agrado, y
comienza a leerlos, diariamente.
Adelante.
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