viernes, 14 de julio de 2023

EL SOÑANTE Y CASANOVA

 

EL SOÑANTE Y CASANOVA

 

©Abg. Giuseppe Isgró C.

 

 

El soñante, poco antes de despertar, se encontraba, en la región de los sueños, con un hombre de edad madura que le relataba sus andanzas de larga data. Saltaba a la vista de que se trataba de un Espíritu “de los muy antiguos”. Había, también, un hombre joven que había sido el primero en reunirse con el narrador de la aquella historia onírica.

Dicho relato no era otra cosa que un recuento de vivencias ejemplares de aquel guía espiritual, aunado a una arenga que pretendía ser orientadora de la conducta adecuada, en la vida, en cualquier situación que se presentase, válida para cualquiera que se decidiese en seguirla.

En eso, cuando el hombre de mayor jerarquía espiritual guardó silencio, el soñante, en el sueño, valga repetirlo, se lanzó con un discurso de evidente y solemne inspiración.

Decía textualmente: -Habemos muchas personas que desde el inicio de nuestra carrera nos ha tocado en “suerte”, o por causalidad generadora de coincidencias, que se cruzase en nuestro camino alguien que nos trazara el curso, que de un nacimiento a otro, de una reencarnación a la subsiguiente,  sin límites, hemos de seguir por los tiempos de los tiempos. Esto, por supuesto, -añadió-, además del plan tazado por el Gran Arquitecto del Universo, en la Ley Cósmica.

Se le quedaron mirando los otros dos, ya que el argumento se compaginaba con lo que venían discurriendo, de quienes el que había hablado inicialmente era el más maduro de criterio, como si el joven fuese su guiado.

El soñante, que había sido precedido en el diálogo por aquellos dos, aparentemente maestro y discípulo, le había sorprendido en pleno parlamento, o coloquio amistoso, pero se dan cuenta todos de la afinidad que les unía a los tres.

Empero, lo que sí percibió el soñante era que estaba hablando un castellano muy antiguado, en consonancia con la época que rememoraban, como si estuviesen en ella.

El soñante percibía su rol de poeta, ya que, virtualmente, se expresa con poético ritmo, y evidente inspiración en su extensa perorata onírica.

Pero, habiendo sido mucho más lo que dijo el soñante de lo que recordaba al despertar, y más extenso lo que le escuchó relatar al Espíritu más antiguo, alcanzó a rememorar, reseñando, únicamente, lo que precede.

El sentido general de la conversación era el de que, el guía espiritual le explicaba a su guiado las ventajas de incontables ciclos de vida muy bien aprovechados.

Una vez despierto el soñante, a las 5:45 am, aún de medio lado en la cama, está consciente del sueño, y comienza a recordarlo lo más que puede. Sabiendo que si no se levanta y escribe la experiencia onírica, lo va a olvidar tan pronto como se duerma de nuevo y vuelva a despertarse, lo que es más frecuente de que suele imaginarse. Se reincorpora, lentamente, y mientras sigue recordando lo que soñó va en busca de un par de hojas de papel y su bolígrafo, y reseña el breve relato onírico que antecede.

Concluido el acto de la escritura, le viene a la mente el hecho de que, en la noche anterior, antes de dormirse, había comenzado a releer un grueso libraco de más de 2.500 páginas, cuyo título, en letras doradas, decía: “Casanova: Memorias”. El soñante, encontró que venían al pelo algunos aforismos que Casanova reseñaba en el prefacio, parte del libro éste, que el insigne caballero siempre sugería de leer.

Estos son los aforismos:

 –“Hay, pues, que rogar a Dios y creer que hemos obtenido la gracia que le hemos pedido, incluso cuando la apariencia nos muestre lo contrario”.

1.            –“El hombre es libre, pero deja de serlo si no cree en su libertad; y cuanta más fuerza concede al destino, tanto más se priva de la que Dios le ha dado al dotarle de razón.       

2.            –“Aunque el hombre sea libre, no hay que suponer por eso que es dueño de hacer lo que quiera; pues se convierte en un esclavo cuando se deja arrastrar en sus actos, cuando le domina una pasión. El que tiene fuerza suficiente para detenerse hasta que vuelva la calma es el verdadero sabio”.

3.            –“Dios no puede exigir de los seres más que el ejercicio de las virtudes, cuya esencia ha colocado en su Espíritu, y nada nos ha dado más que el designio de hacernos feliz”. 

Adelante.                                                                                                                                                                                                                                                                                                        


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