EL PODER DEL HONOR
©Abg. Giuseppe Isgró C.
Acepta el honor que el
Supremo Hacedor y la naturaleza de las cosas te brindan de vivir una vida
virtuosa y útil para ti y la humanidad, en evolución ascendente, en la espiral
cósmica, hasta alcanzar la auto-maestría.
Los antiguos romanos
erigieron dos templos: uno al honor y otro a las virtudes; para entrar en el
primero se requería pasar, antes, por el segundo, demostrando, con ello, como
el honor alcanza su plena manifestación sólo mediante la práctica de las
virtudes, cuyas cuatro básicas, son: La prudencia o sabiduría, la fortaleza o
coraje, la justicia y la templanza o moderación. Existen, además, otras
virtudes complementarias, de las cuales se sintetizarán cierto número.
La prudencia y la
sabiduría, consideradas como una sola virtud, contemplan dos aspectos de un
mismo valor; ambas otorgan la visión para actuar de acuerdo con la verdad; con
plena percepción y comprensión de las leyes que rigen los valores universales
y, humanos, y las posibilidades a su
alcance, permitiendo conocer la ruta a seguir y la meta que debe ser alcanzada,
en cada etapa.
La sabiduría permite
vislumbrar, claramente, el camino correcto, y, la prudencia, hasta que fase del
mismo se debe avanzar.
La práctica de la
prudencia y/o sabiduría permite que el honor se exprese como la verdad del ser;
aceptándola, cada persona, con realismo y objetividad, trabaja a partir de ella
para realizar los cambios necesarios, utilizando dos aliados que, en el hombre,
se exterioriza como sentimiento de la propia dignidad y, en la mujer, como
decoro o recato; en ambos casos, les lleva a realizar acciones acordes con la
ética y a evitar las incompatibles con ella y con la propia conciencia, único
medio de acentuar el propio respeto y la autoestima.
La fortaleza permite
avanzar con coraje en lo más intenso de las situaciones por dominar, cumpliendo
el objetivo trazado y llegando, oportunamente, a la meta.
La práctica de la justicia
facilita la ecuanimidad y rectitud en las acciones, cumpliendo, cada persona,
sus deberes y, satisfaciendo, por derecho, las propias necesidades, mediante un
trabajo honrado, eficiente y productivo.
La justicia, como virtud,
se expresa en la rectitud de intenciones y conducta, obteniendo los más loables
y nobles resultados, de igual manera que, para recorrer la distancia entre dos
puntos, el camino más corto es la línea recta.
Actuar de acuerdo al
estricto sentido de la justicia implica cumplir los compromisos asumidos, las
promesas efectuadas o palabra dada, lo cual equivale al cumplimiento de un
contrato.
El honor de toda persona
vale tanto cuanto su palabra dada y cumplida, por eso suele dársele el
calificativo de palabra de honor, que en este caso, se rinde a si al liberarse
de las obligaciones contraídas. Por cuan
grande que sea el mérito, el honor siempre significa el cumplimiento del propio
deber y, por ende, es el único camino para alcanzar la libertad y la
auto-independencia.
La templanza, es la virtud
que permite mantener el equilibrio y la moderación en todos los actos, en
concordancia con las leyes contenidas en los códigos escritos o no; la
conciencia, juez severo y justo, en cada ocasión hace sentir su voz clara y
nítida, a la cual cada uno debe oír, haciendo caso de sus indicaciones, para
mantener la paz interior e intacto el honor y el auto-respeto.
Cada ser es como una gota
en el océano del universo, donde, al igual que una de miel endulza el agua, en
un vaso, haciéndola más agradable, así el honor individual constituye la que
acrecienta la honorabilidad colectiva.
Cada persona, en su hoja
de vida, arroja un total que corresponde a la suma de los resultados alcanzados
en todas sus acciones, positivas o no, que van acreditando o debitando, en su
cuenta cósmica, cuyo saldo existencial constituye su potencial de realización
que, por atracción magnética, atrae a la propia existencia, lo
equivalente, a dicho saldo, por eso la
ley cósmica, expresa: -“Cada persona toma afuera según tiene adentro”-. Por lo cual, se
reubica, automáticamente, en el orden cósmico que le corresponde.
Allí, la vida le asigna
tareas para realizar de acuerdo a su capacidad de asunción y al esquema existente, en cada momento, dentro
de los planos trazados por el Gran Arquitecto del Universo; aceptar el propio
orden, realizando las tareas que corresponden a la propia posición existencial,
es el máximo honor que cada persona puede alcanzar, otorgado por la propia
conciencia, cuando los resultados son positivos y elevados, cuyo veredicto
permite experimentar el sentimiento del deber cumplido, incrementando la
auto-estima y la auto-realización, obteniendo el derecho de asumir nuevas
tareas en el esquema cósmico.
Contribuye, con la
potenciación de tu honor, a elevar la gloria de tu ciudad, país y de la
humanidad.
Consolida tu prestigio con
la autoridad de la persona experta que realiza todas sus obras con excelencia.
Desarrolla un poderoso
entusiasmo y la convicción de las bondades de tu servicio.
Cultiva la honradez; actúa
con ánimo contento y alegría; ten fe en los logros positivos; desarrolla tu
voluntad; visualiza los resultados apetecidos debidamente realizados.
Práctica la generosidad,
el altruismo, la sinceridad, la nobleza, la serenidad, la paciencia, la
constancia, la confiabilidad y una actitud mental de prosperidad, dando cada
día un mejor servicio. Actúa con cortesía y dignidad con todos.
Estudia los valores
universales. La vida te entrega tanto más de lo que tú das. Si quiere más, da
más. Los resultados que obtienes, equivalen a determinado grado de honor y
constituyen tu honra y honorarios.
Las virtudes y el bien que
ellas generan, conforman el camino a seguir; el honor es la meta, la cual, una
vez alcanzada, proporciona la felicidad de la auto-realización.
Adelante.
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