El camino del amor,
contiene todos los caminos. El amor es la síntesis de los valores universales,
de los principios y leyes que rigen el universo, y dentro de éste, a todos los
seres de los cuatro reinos de la naturaleza.
¿A dónde conduce el camino
del amor? A la fuente universal: a Dios, el Ser Universal.
El amor, en una de las
acepciones de Platón, en el Banquete, y en una de sus múltiples vertientes,
podría definirse como una necesidad. Si una persona ama a Dios, es porque
necesita a Dios. Constituye la necesidad suprema, y por ende, expresa, también,
el supremo poder, y la inefable sabiduría, en el grado precisado, en la
conciencia del ser individual, por el lenguaje de los sentimientos, utilizando
las letras del alfabeto universal: los valores, o atributos divinos.
Conforman las dos grandes
vertientes: El poder creador y la sabiduría de los valores universales. La
conciencia de la unión perfecta e indisoluble con el Creador Universal, los
expresa a ambos, en directa proporción a los estados de conciencias alcanzados,
en un momento dado, o al grado de necesidad expresada, en el mismo intervalo.
El camino del amor es
personal, individualizado, donde el caminante, el camino y la fuente,
constituyen un único ser: Dios, pese a sus múltiples individualizaciones.
Empero, el Ser Universal, es, al mismo tiempo, el motor y el guía, de los seres
individuales. Es decir, Él se acompaña a sí mismo en el eterno camino que
conduce a sí mismo. Es un trabajo, y al mismo tiempo, un acto de amor.
Empero, Dios, como fuente
universal contiene todas las vertientes, y variantes, desarrolladas en grados
infinitos. Es voluntad y anhelo de ser. El ser individual, expresión indivisa
de Dios, constituye el caminante, y el camino, que eternamente expresarán el
poder potencialmente infinito, en la creación sin límites que permitirá
adquirir la conciencia de la sabiduría de los valores universales,
gradualmente. En esa labor, siempre encontrará un más allá, en el eterno ahora.
Es el instrumento de la voluntad de Dios.
Abulabás Ben Alarif de
Almería, es uno de los místicos más singulares de Andalucía. Vivió en el siglo
XI. En él se inspiró Ibn Arabí, otro de los grandes exponentes del sufismo,
para desarrollar su extensa obra.
En el Mahasin Al Machalis,
Ben Alarif desarrolla los temas de “las moradas del camino místico”, que él
sintetiza en: 1) La gnosis o intuición extática de Dios; 2) La voluntad; 3) El
ascetismo o la abstinencia; 4) La
confianza o el abandono en Dios; 5) La paciencia; 6) La tristeza y el temor; 7)
La esperanza; 8) La gratitud; 9) El amor; y. 10) El deseo.
Posteriormente, agrega
otras dos: 11) La penitencia; y, 12) La familiaridad con Dios.
En el desarrollo de estas
moradas, Ben Alarif retoma el hilo conductor del argumento que iniciara, tres
siglos antes, el maestro sufí Dzulnún el Misrí.
Desarrollaremos cada uno
de los temas relativos a estas moradas, en capítulos apartes. Empero, aquí es
importante destacar lo siguiente:
1. Ben Alarif, sostiene que él escribió el
Mahasin Al-Machalis, no para los que aspiran a la perfección mística, ni para
los que, aún, caminan por la senda de los perfectos, sino, exclusivamente,
“para los que llegaron a la meta de la unión y gozan de la intuición o gnosis”.
2. El enfoque anterior tiene diferentes connotaciones,
entre las cuales podemos señalar: a) De acuerdo con Ben Alarif, existen seres
que ya han alcanzado la meta de la unión y gozan de la intuición o gnosis de
Dios. Esta percepción es inobjetable, y además, correcta. Ha sido corroborada
por incontables maestros sufíes y por buscadores de diferentes corrientes de
pensamiento, a lo largo de la historia. b) Él distingue tres estadios en el
camino sufí, diferenciando entre: 1) El aspirante; 2) El que camina por la
senda de los perfectos; y, 3) El que alcanzó la meta de la unión y goza de la
intuición o gnosis de Dios. Estas tres vertientes ameritan que se medite en
ellas y reseñar las reflexiones en otro ensayo.
3. De las doce moradas antes expuestas, Ben
Alarif considera que la de la intuición o gnosis, y el amor, constituyen las
únicas que sintetizan todas las demás, ya enunciadas. Empero, los valores
universales, o atributos, que han dejado de reseñarse allí, también los
sintetiza el amor, expresando, por intuición, o, por inspiración, la sabiduría,
o gnosis, que les es inherente, de manera integral.
4. Lo expuesto en el parágrafo anterior explica
porque el amor es la ley matriz del universo, la cual contiene todos los
valores universales.
5. El amor, evidentemente, expresa la suma total
del poder creador y la sabiduría, -o gnosis-, de la verdad de los valores
universales.
6. Mientras el Ser Universal, los contiene en
sí, como fuente cósmica, desarrollados en todas sus vertientes y variantes, en
grados infinitos; el Ser Individual, que es una expresión de Dios,
individualizada en cada uno de los seres de los cuatro reinos naturales, posee,
tanto el poder creador, como la gnosis, en grado potencialmente infinito, que
siempre deberá desarrollar en el eterno presente.
7. Quienes alcanzan la conciencia de la unión
perfecta e indisoluble con el Ser Universal, canalizan en grado perfecto, tanto
el poder creador como la sabiduría de los valores universales.
8. Ese grado perfecto de expresión viene dado
por las necesidades que el Ser experimenta, en todos los ámbitos existenciales.
La conciencia de la unión, trascendiendo el propio ego, permite que fluyan
tanto el poder creador como el grado de gnosis suficientes, en cada etapa del
eterno camino.
9. La excelencia de la conciencia perceptiva de
la unión con Dios permite darse cuenta de que ya se posee, dentro de sí, todo
lo que se anhela, tanto en poder como en gnosis. Empero, percibe, también, la
necesidad de expresar ese poder creador y gnosis, en obras que coadyuven en la
Creación Universal, de acuerdo a los planes trazados por el Gran Arquitecto, de
conformidad a la cuota de cooperación asumida a nivel individual, en un momento
dado.
10. La auto-expresión encierra, en si
misma, su propia autorrealización y auto-gratificación. Conforma el salario
cósmico, que constituye la compensación integral, al recorrer cada etapa de
“las moradas” y por cada uno de los objetivos existenciales realizados, en el
eterno ahora. La ley de afinidad, irá reubicando, a cada quien, a partir de la
conciencia de la unión con Dios, por la ley cósmica, y de manera particular por
las leyes de justicia, igualdad y compensación, en el lugar, y en la tarea, que
en el tiempo perfecto, le corresponde realizar, aquí y ahora.
11. En cada fase del camino sufí, se es,
al mismo tiempo: 1) Un aspirante a la espiritualidad sufí; 2) Un caminante en
la vía de la perfección; y. 3) Un ser consciente, en determinado grado, de la
unión con Dios, siendo una parte indivisa de Él, capaz de percibirle
intuitivamente, y de recibir la gnosis por inspiración del mismo Dios, mediante
el lenguaje de los sentimientos de los valores universales, siempre
oportunamente, y de acuerdo a los propios estados de conciencias y necesidades.
Se canaliza, simultáneamente, y en el mismo grado, la expresión del poder
creador de Dios, en los cuatro reinos naturales, de potencialidad ilimitada,
que le es inherente.
12. Con el poder y el conocimiento en
conexión con la fuente, de acuerdo a los parámetros reseñados, y otros que cada
quien percibirá intuitivamente, se dispone del bagaje necesario para realizar
la cuota que nos corresponde en la Gran Obra. Es preciso asumir el reto, y
persistir hasta alcanzar las metas sucesivas, una a la vez, después de haber
dado el primer paso.
Adelante.
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