BELLEZA Y SABIDURÍA
©Abg. Giuseppe Isgró C.
Decía Bias, El Prienio, uno de los siete sabios: –“El tesoro de
la juventud es la actividad bella; el de la vejez, la sabiduría”.
La juventud y la edad
madura, son etapas diferentes, pero fases de un mismo ciclo de vida. La
auténtica personalidad, el verdadero perfil del ser, se alcanza en la edad
madura, empero, se va manifestando desde los albores, a partir de la tierna
infancia.
La frescura de la
juventud, o la exquisitez de un fruto pintón, no es comparable con la dulzura
del que se come ya maduro.
La juventud prepara el
camino a la madurez, en la que habrán de realizarse las grandes obras, las del
genio que, oportunamente, por la inspiración, por la intuición o por el cultivo
del arte, o estudio, emergerán, expresando la energía creadora en la
realización de los objetivos personales claramente definidos.
Hay que aprovechar la
juventud para el cultivo del Espíritu, conservando la potencia viril, las
facultades intactas, o sublimadas por el ejercicio activo, para que, en la edad
madura, aflore toda la potencia creadora de la mente en obras perdurables. El
goce pleno de las propias aptitudes alcanza su nivel óptimo una vez trascendida
la juventud del cuerpo, por cuanto el Espíritu es eternamente joven.
Nadie, en sus plenas
facultades de la edad madura cambiaria esa etapa creadora por los años de la
lejana juventud, por cuanto la vida, a medida que se va avanzando en edad, más
que quitar, aporta nuevos elementos que enriquecen la vida. Es preciso saber
adaptarse y jugar el rol al que cada quien se encuentra asignado por el orden
de todas las cosas, regido por la ley de la afinidad, y por la propia vocación
e ideales.
Adelante.
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