miércoles, 21 de junio de 2023

EL PODER DEL EPOPTAS

 

EL PODER DEL EPOPTAS


©Abg. Giuseppe Isgró C.

 

  

 J. M. Ragón, en su excelente Curso Filosófico de las Iniciaciones Antiguas y Modernas, hace referencia a que, en la antigüedad, el iniciado recibía el título de epoptas, término que significa: “El que ve las cosas tal como son”.

 ¿Por qué razón los que recibían las iniciaciones antiguas, desarrollaban esta habilidad de ver las cosas tal cómo son?

 ¿Qué conocimientos se impartían en los misterios, que permitían el conocimiento de percibir las cosas tal como son?

 Hubo una época, en que no alcanzar el rango de iniciado en los “misterios”: los eleusinos, los mayores y menores egipcios, los órficos, los pitagóricos, entre otros, cuya heredera natural, en la actualidad, es la Masonería Universal, era visto con desconfianza por los contemporáneos. Tal era su prestigio.

 Evidentemente, la base esencial de las enseñanzas era el estudio de los valores universales y la práctica de todas las virtudes. Propiciaban seguir el recto camino, esencia que se encuentra en todas las corrientes de pensamiento de la antigüedad. Esto tiene relación con los atributos divinos del Creador Universal, que son los mismos del ser humano, en su respectiva dimensión y grado.

 Guiar los propios pensamientos, sentimientos, deseos, palabras y actos por los parámetros de los valores universales, permitía seguir el recto camino, el cual conducía al estado de satisfacción integral, felicidad y paz interior.

 Ver las cosas tales como son, implica verlas desde la perspectiva de los valores universales. También, además del conocimiento objetivo propiciado por el razonamiento lógico, aplicando el método inductivo y el deductivo, por la intuición y por la inspiración. La primera, facilita la percepción por la facultad de proyectarse, espiritualmente, hasta donde se encuentra la información, bien sea en el entorno universal, observando lo que acontece, o sus tendencias, y en la memoria espiritual de incontables seres, o en el propio archivo espiritual; también, percibiéndolo, directamente, en la conciencia de Dios. La segunda, por la comunicación de un pensamiento en el pensamiento, desde la dimensión espiritual, por algún ser afín, o por el mismo Creador Universal, mediante el lenguaje de los sentimientos expresados en la propia conciencia en análoga correspondencia con los valores universales. Esto significa, que la persona percibe, en su conciencia, un sentimiento de lo justo, o de lo injusto, de la belleza, o de la fealdad; de la bondad, del equilibrio, etcétera, o de sus polaridades opuestas. Lo mismo acontece con cada uno de los valores y antivalores.

 Los antiguos iniciados tenían un conocimiento profundo de Dios, como lo denota la Tetratkis pitagórica, y sabían que cada uno de los seres, en los cuatro reinos naturales, poseía un ente espiritual de la misma naturaleza que la del Creador Universal. Es decir, percibían que cada ser era una emanación indivisa de la Divinidad, un ser eterno e inmortal, con posibilidad de vivir en incontables ciclos de vida. Esto le permitía tener una percepción más realista de la vida.

 De igual manera, todos ellos procuraban vivir de acuerdo con las leyes de la naturaleza, en todos los sentidos: con sobriedad, disciplina y dignidad. El trabajo era su fuente de sustento, pero, un trabajo productivo, efectivo, generoso, y exigente, buscando de hacer de la propia vida una obra maestra.

 Pitaco, uno de los siete sabios, solía decir: -“Todo lo llevo conmigo”. Buscaba, más que atesorar bienes en la tierra, acrecentar los del espíritu, mediante la práctica de todas las virtudes. El ideal que profesaba era la de ser libre y de buenas costumbres, de libre pensamiento, señor de sí mismo y de sus pasiones, exento de cosas superfluas, para tener autonomía total, y cooperar, conscientemente, con el entorno en que se desenvolvía.

La perspectiva universal de la vida, le hacía trascender las barreras que limitaban el ver las cosas como realmente son. Podía emanciparse de las creencias populares. Sabía que sabía lo que sabía; también, lo que ignoraba, pero, no todo lo que ignoraba. Esto le facilitaba la percepción de los propios límites y la de dar cada paso hasta donde alcanzaba lo largo de sus piernas, o la prudencia de sus percepciones. Pero, un paso a la vez, le permitía recorrer caminos adecuados, hasta el término de los alcances de sus objetivos, o los planes trazados por el Gran Arquitecto Universal, para cada ciclo, en el aquí y en el ahora.

 Había desarrollado la virtud de la paciencia, de la constancia y de la persistencia tenaz, hasta activar los poderes creadores de la mente y hacer realidad lo que parecía imposible.

 La visión precisa de las cosas, de los objetivos, de las situaciones que precisaban soluciones, la manera de cómo hacerlo, en cuanto tiempo, dónde, cuándo, cuánto y por qué, le orientaban en la definición de su acción en el espacio y en el tiempo. Este tipo de percepción se maneja, simultáneamente, a nivel objetivo y subjetivo: es decir: razonamiento más intuición e inspiración, como fue dicho antes.

 Los antiguos iniciados, además de la iniciación física, o simbólica, según los misterios en que participaban, oportunamente, recibían, también, la espiritual.

 En los tiempos modernos se dispone de un aforismo de análoga importancia: -“Nadie puede ir más allá de hasta donde alcanzan los propios conocimientos”. Es cuestión, únicamente, de visión. El que percibe la realidad tal como es, en determinado grado, es el verdadero guía, el que señala el camino y deja que los demás lo recorran, por sí mismos, asumiendo sus propias responsabilidades. De esta manera, también se deberán a sí mismos los méritos de sus triunfos.

 Quienes ven las cosas tales como son, poseen ese conocimiento relativo a las necesidades del entorno, a la forma de satisfacerlas; y transmutando las condiciones adversas en favorables, aprovechan las oportunidades que el propio entorno ofrece.

 El mercader, en el mercado en que actúa, precisa conocer las leyes del libre juego entre la oferta y la demanda, lo cual implica conocer los principios de la economía, y haber ejercido el arte en grado suficiente, para desarrollar la visión que otorga el liderazgo y la permanencia exitosa en el oficio. Es la experiencia la maestra que permite ver las cosas como son en la realidad de la vida diaria, y reconocerlas, tan pronto entren en la esfera de su atención.

 Empero, la práctica de la meditación, abstrayéndose del propio ego, en conexión divina con el Creador Universal, facilita la percepción intuitiva, y la inspirativa, necesaria y oportuna, en cada caso, que permite ver las cosas tales como son. Este era uno de los secretos supremos del iniciado, cuyo calificativo de “epoptas” merecía. Era la iniciación espiritual que le otorgaba la facultad de conocer, aunque, muchas veces, sin saber como sabía. Una mezcla de cultivo del arte, y, al mismo tiempo, de intuición e inspiración, algo en que los “epoptas” eran maestros.

 Los tesoros, los diamantes y las riquezas, generalmente, se encuentran en el propio patio, y no en lejanos lugares.

 Ver las cosas como son, denota la percepción de las oportunidades inherentes allí donde otros observan adversidad u obstáculos. El viento en contra favorece el despegue de los aviones, y, también, su aterrizaje, una vez alcanzada la meta. Partida y llegada se unen en incontables ciclos, en el eterno presente.

 Ver las cosas como son, y como pueden serlas, si aplicamos la acción creadora persistente, en el espacio y en el tiempo, ayuda a vivir la vida en concordancia con los propios anhelos y elevados valores, en armonía con el Todo y con todos.

 El sufí, inteligentemente, expresa: -“Lo que Allah desea, nada se le asemeja”. Qué es lo que Allah desea? LO MEJOR. Es el enfoque optimista de la vida. Aún las cosas menos favorables pueden ser una bendición, si sabemos verlas como realmente son. Ese lapso de bloqueo, permite mantener a la persona, en el lugar adecuado, en el tiempo perfecto de Dios, para hacer, oportunamente, lo que corresponde, de acuerdo a los planes del Gran Arquitecto del Universo.

 Armonizar con la voluntad de Dios, y seguir sus impulsos en la propia conciencia, como un instrumento de la Divinidad, es una forma perfecta de ver las cosas tal como son. 

Adelante.

 

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