©Abg.
Giuseppe Isgró C.
-“El Bien que
se hace, y el que pudiéndose realizar
deja de
efectuarse, en el abrir, o cerrar,
de las puertas
del servicio,
en el camino de
la vida”.
Giuseppe Isgró
C.
No es, solamente, el bien que se
hace, de cuyos efectos positivos se percibe la compensación inherente, sino
que, se responde del bien que habiendo podido hacer, dejó de efectuarse por la
razón que fuere. Ese servicio –bien- que deja de realizarse, al igual que el agua
que deja de fluir, estancándose, se vuelve inservible.
Se es depositario de cualquier
don, o riqueza, de la índole que fuere, no solo para usufructuarla, sino para esparcirla
según las situaciones que la misma vida va presentando al poseedor de la misma.
No se es propietario de las
riquezas que se poseen, sino depositario, y administrador de un orden superior
que rige el universo. No es para atesorar cualquier bien que se posee, -de
cualquier tipo-, encerrándole en un cofre, convirtiéndole en poco útil para sí
y para otros, sino, colocándole en el torrente vital –circulatorio- de la vida,
para que vivifique todo lo que toque, mientras más, mejor, ya que, mientras más
bien se haga, o aporte, en el entorno que cada quien se desenvuelva, más se
recibe, en forma de deber cumplido, y felicidad inherente que del mismo se
deriva, mediante el salario cósmico.
El bien que desinteresadamente se
aporta, es como la semilla que se lanza al viento, quien la trasporta al lugar
justo y perfecto, donde germina, dando los frutos correspondientes, en el
espacio y tiempo, cuya cuantía, con antelación, nadie, excepto la Divinidad,
puede conocer. Cada nuevo fruto produce más semillas, y cada nueva semilla
incontables frutos más, e incontables frutos, proyectados, siguen
multiplicándose, aún, muchos milenios por delante de aquel instante en que se
prodiga el bien.
El servidor se
beneficiará a sí mismo aún en muchas reencarnaciones por delante, y no
solamente él, sino el grupo todo en que convive, al igual que hoy sigue
disfrutándose de muchos beneficios por el aporte dado por seres que vivieron
muchos milenios antes de la propia época en que ahora se vive. De muchos de
esos grandes benefactores de la humanidad se conservan sus nombres, y se le
rinde honor. De otros, las mayorías, se ignora quienes fueron, pero, aun así,
se siguen recibiendo sus beneficios, y esos filántropos altruistas, seguirán,
cada vez en un mejor nivel, sembrando las semillas del bien –de todo tipo y
grado- en la infinita expansión del universo, para gloria del Eterno y del
Eterno Bien.
Adelante.
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