viernes, 7 de abril de 2023

VIAJAR EN PRIMERA CLASE, ¿QUÉ SIGNIFICA?

 

VIAJAR EN PRIMERA CLASE, ¿QUÉ SIGNIFICA?


©Abg. Giuseppe Isgró C.




William Blake, decía: -“Nadie vuela demasiado alto si lo hace con sus propias alas”-.
Así es en la vida: se viaja en primera clase cuando se recorre el propio camino en dirección a la meta natural que cada quién ha elegido, en sentido lato, antes de reencarnar en el presente ciclo de vida. Y, en sentido estricto, en las etapas temporales, en que se van realizando objetivos puntuales a corto, mediano y largo plazo. En ambas situaciones, o escenarios, el éxito consiste en la realización de un objetivo personal con los recursos puestos a nuestro alcance. Donde cada quien se encuentre, con lo que dispone, obtener, siempre, los mejores resultados. 
Cada ciclo de vida empieza con un programa que contiene múltiples proyectos parciales con cada faceta existencial que, cada una marca un hito, o punto de referencia, después de lo cual se pasa a otra fase.
Cuando se busca de recorrer rutas ajenas al propio plan de vida, se pierde la propia autenticidad y cualquier logro que se obtenga no es el logro, que siempre quedará pendiente de realizar, por mucho que se haga en otro sentido.
Viajar en primera clase significa hacerlo en correspondencia con los planes divinos dispuestos por el orden superior para cada quien. Eso es autenticidad, realismo existencial. La vida tiene previsto un destino elevado para cada quien; es la persona que debe ver más allá de las apariencias que afronta, para ubicarse en el justo medio en que le corresponde por su suma existencial. Eso es viajar en primera clase, por merito gracia.
Hay que apuntar al propio centro, que es donde reside la fuente de sabiduría de los atributos divinos y el poder creador potencialmente infinito. Esto significa ver más allá de las apariencias y aceptar la propia realidad y el esfuerzo que implica realizar cada uno de los proyectos existenciales del propio programa de vida.
Siempre se dispondrá del poder creador realizador y del conocimiento inherente si acudes a la fuente interior de percepción, comprensión y realización.
Quien evade de afrontar las pruebas existenciales de turno precisará retornar al punto de evasión, en que se ha desviado del camino, que implica “primera clase”, que es el que corresponde a la dignidad divina del propio ser. En el proyecto divino para cada ser se encuentra planificado lo mejor para todo ser, con niveles muy elevados de exigencias y excelencias. Sea cual fuere el lugar en que la vida le ubique a cada quien, por la ley cósmica de la afinidad, es con el fin de que la persona obtenga la mejor experiencia que aporta: desarrollo de la aptitud, en percepción, comprensión y realización.
Igualmente ocurre con el carácter, la inteligencia y los estados de conciencia. Para cada estación de los estados de conciencia, corresponde un sendero creador que implica ese viajar en primera clase. Hay que elegir lo mejor que permita el propio nivel de desarrollo, y no niveles que le resulten inferiores. Esto optimiza la calidad de vida.
Evasión y retorno al punto de la evasión, decía el Profesor José Ramón Rodríguez Bello, en una clase magistral de literatura, es el punto de cruce de camino donde habrá de determinarse, finalmente, a seguir adelante con confianza y fe de que la bondad divina compensará el esfuerzo en forma justa y perfecta, si se realiza la tarea que la misma naturaleza de las cosas ha asignado a cada quien de acuerdo a su suma existencial. Todo camino de evasión es circular y regresa, nuevamente, al mismo lugar en que se evadió el cumplimiento de la propia responsabilidad. Allí, inevitablemente se habrá de elegir la senda de solución y logros, que corresponda a la propia realidad, enmarcada dentro de los parámetros de los valores universales que conduce al centro del poder creador potencialmente infinito y fuente, a la vez, de la sabiduría, y prudencia, inherentes. Desde allí se transmuta cualquier estado de conciencia en la estación siguiente, en la infinita escala de gradaciones, con actitud en polaridad positiva, resolviéndose, oportunamente, todo lo que haya que resolver, o lograr como proyecto temporal de vida. El poder creador potencialmente infinito se transforma en voluntad triunfante que impele a la acción suficiente bajo la égida de la sabiduría y prudencia de los valores universales o atributos divinos. Eso es viajar en primera clase, aunque la persona sea un aprendiz, agricultor, artesano, artista, ama de casa o un profesional en cualquier nivel de experiencia. En fin, todos somos aprendices de alguna cosa y en determinado grado, ad infinitum. Cada persona que se encuentra en la vida tiene algo que enseñarnos si le prestamos la debida atención a lo que dice, hace o realiza, aun sin proferir palabra alguna. Mi amigo Domenico Romano, me mencionaba, en mis años de temprana juventud, que él era capaz de aprender de cualquier persona aunque ésta no pronunciara palabra alguna. 
Primera clase en cada estado de conciencia en la infinita escala evolutiva de la experiencia. Esto, dado que se emana perfectos a la conciencia individual a partir de la Divinidad, sin separación y sin dejar de ser la Divinidad. Empero, se ignora que se posee la suma total de poder creador del universo y de la sabiduría de los valores universales, ya que los atributos divinos con que, cada ser de los cuatro reinos naturales son idénticos. A través de la experiencia que se va adquiriendo en la ascensión de las infinitas estaciones, o grados, de los estados de conciencia, se va extrayendo de la fuente universal el grado de poder, sabiduría y prudencia requeridos para afrontar cada situación y resolverla. 
Aquí reside el poder supremo del universo al alcance de cada quien: Afrontar toda situación que nos compete sin evasión, asumiendo la responsabilidad inherente que nos corresponde, en cada caso. Una vez puestos en camino en la senda honorable que se ha elegido, no abandonar jamás a mitad de camino por poco fácil que se pongan las cosasEn ese instante en que el ser se niega a abandonar decidiendo seguir adelante, con sosiego y confianza, sin queja alguna, es el momento oportuno y preciso en que se activan los poderes creadores del Espíritu, en los cuatro reinos naturales, y comienzan a surgir las coincidencias que aportan la solución y logro a cualquier situación u objetivos antepuesto como meta temporal, que conforma uno de los infinitos proyectos existenciales de turno, ad infinitum.
Del resultado inherente se manifiesta el salario cósmico, positivo o negativo, bien sea que hayamos alcanzado el éxito o no, que en forma equivalente la vida paga, siempre en estricto sentido con la justicia divina. El fiel de la balanza es siempre correcto al efectuar el pago del citado salario cósmico, supervisado por el ojo que todo lo ve, aunque no haya nadie que esté viendo, aparentemente, el mérito o el demérito.
Hay que aspirar a lo mejor, en cada caso y en el nivel temporal en que cada quien se encuentra, pero para realizarlo con los propios esfuerzos, pagando el precio pertinente: en trabajo, en estudios, en dedicación, en la creación de bienes y servicios que satisfagan necesidades insatisfechas en los mercados, o entorno en que se actúa 
Con acertado criterio ya lo dijo Salomón: -“Más vale comida modesta en casa propia con techo de paja que comida suntuosa en mansiones ajenas”. (Parafraseado).
Eso es viajar en primera clase, y volar muy alto con alas propias: es decir: recorrer el propio camino que la naturaleza de las cosas ha puesto delante de cada quien. Que cuando se encuentren encrucijadas, sea cual fuere la ruta elegida, esa se convierte en el camino a seguir, sea cual fuere. Es preciso que se convierta en el camino, y se sepa que ese es el camino. Aún cuando se hubiese incurrido en error de elección, por buscar la vía más fácil, aparentemente, evadiendo la responsabilidad que es inherente a cada quien, ese es un camino de retorno al punto de evasión ya experimentados, donde, cara a cara con la realidad, la misma vida, respetando el libre albedrío de cada quien, y por la experiencia que cada quien ha adquirido, deja que se elija el curso de acción que aportará los resultados apetecidos, en cada caso. De esta manera el ser va adquiriendo conciencia de su autonomía y auto-competencia que le inspiran la confianza de seguir adelante en los nuevos retos que habrá de afrontar en las siguientes estaciones de la vida. 
Al final se percibe que, cada ser es el caminante, y el camino, a la vez, y que una vez que se llega a la fuente, se percibe que, cada quien es, también, la fuente. Al realizar este descubrimiento, se habrá dado un gran paso para seguir adelante con confianza, ad infinitum. Como la vida es una senda circular en forma de espiral, siempre se experimentarán pruebas análogas en ese constante recorrer del camino, pero en estados de conciencia, y estaciones, más elevados en la espiral evolutiva del desarrollo de las aptitudes y actitudes: experiencia, visión, carácter, inteligencia y capacidad inherente de percepción, comprensión y realización.
Cada nivel alcanzado faculta para acceder al siguiente, ya que la naturaleza no da saltos en la espiral de la experiencia esencial que genera sabiduría, prudencia y poder creador en inherentes grados de manifestación. Esa suma de experiencia es la riqueza integral de cada ser. Por eso Pitaco, uno de los siete sabios de Grecia, expresó, en cierta ocasión: -"Todo lo llevo conmigo". 
Adelante. 

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