sábado, 18 de marzo de 2023

JAMÁS DARSE POR VENCIDO: El valor de la persistencia


JAMÁS DARSE POR VENCIDO

 ©Abg. Giuseppe ISGRÓ C.



Se requiere un esfuerzo sostenido para mantener el equilibrio vital en la vida.
Las circunstancias diarias, para sacar el diario sustento, en el nivel de necesidades básicas, constituyen pruebas que calibran la propia tenacidad y resistencia. Empero, los niveles de necesidades alcanzan rangos más exigentes, aún, pero motivan todas las realizaciones humanas y le dan sentido a la vida.
Es necesario poseer la tenacidad de una hormiga para persistir, pese a lo poco favorable de la perspectiva en curso; y, también, la resistencia férrea de los antiguos íberos, para no abandonar a mitad de camino, y soportar cualquier eventual adversidad, en la ejecución de la acción, hasta obtener el beneficio equivalente, o mayor, que sea factible, en cada caso.
La voluntad es el motor; la actitud es la que determina el triunfo, o su ausencia; la imaginación, como visión del espíritu, es la que abre el mejor cauce, que luego sigue, dócilmente la voluntad, hasta alcanzar los resultados apetecidos. La aptitud, es la que marca la diferencia entre una obra normal y la del genio. La intuición permite abrir caminos inexplorados y la inspiración le insufla el hálito divino que sublimiza toda obra humana.
El ánimo contento permite disfrutar el viaje de la vida, sin quejas, denotando autodominio, serenidad, comprensión de los valores universales, fortaleza y la conducción de una vida virtuosa y sosegada. La honradez y la sinceridad, permiten que el sentido de la justicia guíe, y oriente, todas las acciones humanas, y así vivir en perfecta armonía, con la conciencia en paz. La paz de la conciencia es un bien inestimable y se refleja en la serena faz del ser justo y perfecto en las intenciones, por el libre albedrío, ya que perfecto emanó a la conciencia de la vida a partir de la Divinidad.
No existen atajos en la vida; es preciso recorrer el camino paso a paso, siempre en sentido de la meta y todo el tiempo necesario, emulando a la naturaleza que para obtener cada fruto precisa un tiempo determinado, según su valía.
Cuando se introduce un clavo en la pared, hay que martillar con persistencia pese a la resistencia que ésta pueda anteponer. Llega el momento en el cual un solo golpe, termina por introducirlo, fácilmente, y sin esfuerzo alguno.
Jamás hay que darse por vencido frente a ningún obstáculo o resistencia; es preciso volver una y otra vez a la acción firme y sostenida. Cuantas veces sea requerido, es preciso persistir, sin abandonar, hasta transmutar la situación “aparentemente” adversa, en ventajosa. Son las pruebas de la vida la que rinden más interesante el arte de vivir, para desarrollar la inteligencia y optimizar los resultados, con mérito propio.
Cuando alguien se niega en abandonar al ponerse las cosas menos fáciles, es el instante en que se activan los poderes creadores de la mente, y comienzan a surgir las coincidencias favorables al fin propuesto.
Cuando el juego de la vida se vuelve más exigente, únicamente los mejores jugadores permanecen en el mismo. Es un mecanismo de selección natural en el ascenso evolutivo. Empero, todos están obligados a avanzar de acuerdo a los propios estados de conciencia.
Esto ocurre en el mercado, en cualquier tipo de actividad. Las oscilaciones cíclicas de la economía, de la historia, de la sociedad, presentan fases de expansión y de contracción, de recuperación y de recesión. Son las estaciones cíclicas de la vida, equiparables a las de la naturaleza: primavera, verano, otoño e invierno. Cada uno cumple su cometido en el logro del equilibrio esencial.
La acción es acorde a las propias fuerzas, ya que la vida jamás antepone pruebas que superen el propio potencial. Mientras más exigentes sean las pruebas de la vida, en equivalente grado emana el poder potencialmente infinito que se anida en el interior, y el conocimiento intuitivo e inspirativo que permite conocer el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el quién, el cuánto y el por qué.
Los objetivos esenciales deben anteponerse por escrito, en su estricto orden prioritario. Luego se planea su ejecución en el espacio y en el tiempo. Empero, acto seguido es preciso ponerse en camino, dando el primer paso. Después, dar los siguientes hasta culminar cada etapa, ad infinitum.
Con el timón fijo en dirección del puerto seguro, hay que anticipar las tempestades y ponerse a resguardo, tomando las debidas precauciones.
Los escollos deben ser sorteados y seguir adelante, una y otra vez. Oportunamente, la provisión de recursos precisados se presenta de donde menos se espera, o piensa. Hay que ir por ella. Solo los que llegan a la meta se reparten los beneficios. Aunque, todo el camino está repleto de frutos que se van saboreando en su recorrido, además de la gratificación de la experiencia.
El camino que conduce a nuestra meta, que es parte del camino de retorno a la Divinidad, y que nos separa del lugar en el que nos encontramos, es preciso recorrerlo antes o después. Es la misma Divinidad la que guía los propios pasos, de manera imperceptible, pero segura.
Mientras más exigente sea dicho camino, de mayor envergadura será el desarrollo de las propias aptitudes y más dulces los frutos saboreados. El Gran Pedagogo Universal es el gran conductor, pastor de hombres y de cada ente en los cuatros reinos naturales.
Adelante. 

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