sábado, 18 de marzo de 2023

EL POETA SABEDOR DE CUANTO SU SIGLO SUPO

 


EL POETA SABEDOR

DE CUANTO SU SIGLO SUPO

 

 ©Abg. Giuseppe Isgró C.

 


 

Escudero, dijo Hidalgo:

Refiriéndose a Dante Alighieri, José Enrique Rodó, le calificó de: -“El poeta sabedor de cuanto su siglo supo, y présago de lo demás”.

Ciertamente, gracias a Dante Alighieri, Giovanni Boccaccio y Francesco Petrarca, que volcaron su mirada hacia la edad clásica griega y latina, hicieron recordar un saber perdido por efecto de la destrucción de miles de obras, en las bibliotecas de Alejandría, y en su homóloga de Córdoba, ciudad ésta conocida como la Lumbre de Occidente y Capital cultural del mundo.

Gracias a la expansión árabe, en gran parte del mundo conocido a lo largo de la edad media, y al esplendor de Al Andalus, a los traductores árabes, de Córdoba, Toledo, Palermo y Florencia, se salvaron las pocas obras de cultura clásicas que hoy, aún, podemos leer.

 Autores como Homero, Hesiodo, Herodoto, Tucidides, los siete sabios de Grecia, Solón, Cleóbulo, Quilón, Bias, Misón, Tales y Pitaco, Pitágoras, Platón, Aristóteles, Xenógrates, Demetrio Falereo, Empedócles de Agrigento, Arquímedes, Euclides, Séneca, Cicerón, Apolonio de Tiana, Plutarco, Plotino, Porfirio, y unos cuantos más, volvieron a recuperar su esplendor, gracias a los humanistas del siglo XIV.

Algunos judíos, entre ellos Moisés Maimónides y Solomón Ibn Gabirol, de Córdoba, el primero, de Málaga, el segundo, centraron su atención en Aristóteles, rememorando sus enseñanzas. La Guía de los Perplejos, o Descarriados, de Maimónides, sigue siendo una obra cumbre de la espiritualidad universal. En la Fuente de la vida, Ibn Gabirol plasma una obra de corte aristotélico.

Ibn Arabi, Rumi, Al Gazzali, Ibn Jaldún llenan páginas de inigualable sabiduría.

Raimon Lull, con su profunda y variada obra, Alfonso X El Sabio, con sus Siete Partidas, Don Juan Manuel, con los 50 cuentos de El Conde Lucanor, Dante, Boccaccio, Petrarca, Giotto, Cimabue, Jaldún, van encendiendo antorchas de la libertad de pensamiento, y construyen la base del subsiguiente Renacimiento italiano, primero, europeo, después.

Los mismos glosadores del Derecho Romano, entre ellos Bartolo de Sassoferrato, Cino de Pistoia y Baldo de Ubaldis, contribuyeron al Renacimiento Jurídico, con el manuscrito encontrado en Bologna, con el inicio de su estudio y glosas, que abren una nueva era que desemboca con los estudios del Derecho en Francia, Alemania, Italia, España y otros países, aflorando la magna obra del Código de Napoleón, a principios del siglo XIX, (1804), que inmortalizaría al Gran Corso y descubriría, también, el genio jurídico francés. Otros nombres, son dignos de mención, en Alemania:  Savigny, Ihering y Gustav Radbruch. Lombroso, Chiovenda, Carrara, Carnelutti y Calamandrei, en Italia. De España, mencionamos al gran procesalista:  Jaime Guasp Delgado.

Con breves expresiones, José Enrique Rodó retrata los grandes genios como Leonardo Da Vinci, Francis Bacón, Marsilio Ficino, Giovanni Pico de la Mirandola, Galileo, Miguel Ángel, y tantos otros.

En el Nuevo Mundo, que alcanza niveles de mayor amplitud la visión de la cultura universal, como lo demuestran el mismo Rodó, en Uruguay, Juan Montalvo, en Ecuador, Alfonso Reyes, en México, Andrés Bello y Arturo Uslar Pietri, en Venezuela, Germán Arciniegas, en Colombia, Ralph Waldo Emerson, en Norteamérica, Gabriela Mistral, en Chile, José Ingenieros, en Argentina, por mencionar unos pocos, nada más, penetran en el horizonte explorando lejanos senderos por donde, tarde o temprano, habrá que pasar la humanidad del planeta tierra.

Cervantes y Don Quijote, y el resto de su portentosa obra, siguen siendo materia de estudios inagotables, ya que el genio cervantino se adelantó a su tiempo, escribiendo para todos los tiempos, con una elevación de pensamiento, y sentimiento, que emociona cada vez que se acude a ese preciado tesoro en busca de alimento espiritual.

La obra de Rodó, Motivo de Proteo, es una densa apología a la aptitud humana, que sintetiza la expresión de la sabiduría universal de todos los tiempos. Fácilmente podría transformarse en un libro sagrado, o clásico para todos los tiempos al igual que Don Quijote, y servir de lectura diaria a lo largo de muchas vidas, de millones de personas, reencarnación detrás de reencarnaciones, por la visión de vida que plasma en pocas páginas, con maestría inigualable, por el cultivo del arte, y por la intuición y la inspiración. Es el estudio de toda una vida, y quién sabe de cuántas más, por la reminiscencia del Espíritu. Sin olvidar el mensaje para la juventud de su otra obra maestra: Ariel.

América, Tierra prometida y destinada a grandes realizaciones en los tiempos venideros. Pequeñas noches oscuras del tipo medieval, de transitoria duración e insignificancia, no podrán opacar el luminoso futuro a que está destinada América, en general, y Latino-América, de manera especial y particular.

Todos los personajes mencionados son maestros de la humanidad, dignos de emulación. Montándose sobre sus hombros, como lo refiere Newton, se podrá ver más lejos en dirección al infinito, ad infinitum.

Dante, Boccaccio, Petrarca, Giotto y Cimabue, iniciadores del humanismo y precursores del Renacimiento. Cuántos nombres falta, aún, para agregar. Ese mundo de la cultura brillará, cada día más y mejor, ya que marca la senda del desarrollo según la visión luminosa que les caracterizaba, a los humanistas y renacentistas, a los grandes del mundo antiguo, que aún siguen vigentes.

Adelante.

 


 


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