jueves, 29 de agosto de 2024

AL AEDA INSPIRADO DE LOS PINTORES

 

Obra de Juan Antonio Torrijo Latorre

AL AEDA INSPIRADO DE LOS PINTORES


©Giuseppe Isgró C.

 

Al hermano y amigo: Juan Antonio Torrijo Latorre

 

Al fondo, la luz intensa, dorada, cual miel divina, energía en eterno movimiento, símbolo y emblema de la Divinidad. Amanecer y ocaso, los opuestos que se unen. Principio y fin, ciclos de constante renovación ad infinitum, en un ir y venir, en eterno retorno a la fuente, sin alcanzarla jamás afortunadamente. Paradójicamente, siempre se ha estado en ella. Se ha sido: el caminante, el camino y la fuente.

Por un camino rodeado de verdes horizontes de abundantes vidas en ellos inmersas, acompañantes silenciosos, unos, cantores de variadas melodías que hacen sentir la compañía de seres amigos, otros. Agarrados de las manos seres que representan dos fases existenciales. El hombre maduro en el ocaso de la vida y el joven redimensionado, en el alba de la vida, indican claramente, como en cada nueva generación el Espíritu se agiganta, pero el lazo afectivo le une.

Por mucho que se haya avanzado, los que siguen los pasos sobrepasarán, con creces, todo logro alcanzado.

El mañana, siempre será más que hoy.

Jamás imaginó el hombre maduro la estatura que alcanzaría aquel niño que un día cargara, hijo o nieto, o biznieto, que preanuncia el mañana, cuando se vuelva a emprender un nuevo ciclo.

Épocas de grandeza, de esplendor, de inmensidad latente, que va extrayendo de sí mismo lo que ya posee, en conocimiento y poder, y siempre encuentra más, a medida que las necesidades crezcan, y los anhelos del infinito, que ya se poseen, latentes, cual bellota el árbol gigante de la encina, del fuerte roble y tantos otros de análoga naturaleza, e intuye, también, su dorado futuro.

Siempre hay más porque el absoluto se encuentra en la ínfima parte, cual lo percibiera Anaxágoras. En lo infinitamente grande al igual que en lo infinitamente pequeño, existe la misma potencia y sabiduría, sin diferenciación, aunque se ignore. Con solo tener una necesidad, o anhelo, ilimitados, al instante, se expresaría todo ese potencial y cualquier ser de los cuatro reinos, podría hacerlo cual Divinidad viviente. Empero, aún la misma Divinidad, el Ser Universal, el Sin Nombre conocido, por ser anterior a todo lo que existe, necesita de la eternidad, el eterno presente, para expresarse –a través de cada ser, en los cuatro reinos, en una obra que jamás termina, porque siempre hay un más allá, un nuevo comenzar en una estación superior, -eterna polarización- en cualquier estado de conciencia, por elevado, o variante, que fuere.

En lo alto de la colina, indicativo de un camino elevado que se recorre. Al pié de la misma, la orilla del mar, el vaivén de las olas, el eterno ritmo, el ir y venir que permite la vida y la depuración-renovación constante.

Al mirar en la lejanía, se busca el fin del mar, pero el camino es circunferencial, sin principio ni fin, al igual que la Divinidad, representada en el Círculo. A cada vuelta, a partir del punto dentro del círculo, la espiral evolutiva del progreso, se expande en un doble recorrido exterior e interno, a la vez, hacia afuera, y hacia adentro. Al igual que el árbol: hacía fuera, buscando la luz. Hacia dentro, buscando las raíces nuevos nutrientes. Al crecer interiormente, en forma paralela se realiza en lo externo.

Como es adentro es afuera, como es afuera es adentro, como es lo grande es lo pequeño, como es arriba es abajo para realizar el prodigio de la creación. Esto ya lo había previsto aquel mensajero inspirado, Hermes. Como es Dios es el hombre, el animal, el vegetal y el mineral, en las tres dimensiones: divina, espiritual y física. La misma: vida, inteligencia, conciencia, luz, potencia, aptitud, actitud, carácter, voluntad, anhelo y ser, sin división ni separación, con la misma sed del infinito que ya se posee y que jamás se saciará, afortunadamente, porque la sed de mañana, será mayor y el manantial es inagotable.

Ya lo dijo Mahoma: -“Quien se conoce, conoce a Dios”. ¿Quién se conoce?

Por eso los nuevos cantos de esperanza de los poetas, de los pintores, de los líderes o aurigas, de los maestros y cada uno de los seres, en sus propia esfera, para iluminar el camino con esa luz divina, cual faro que oriente al nuevo destino de turno, en cada nueva edad de oro, o renacimiento espiritual integral.

El contraste entre la luz y la oscuridad, ambas en el fondo, conforman un todo. ¿Cómo apreciar la una sin la existencia de la otra? ¿Cómo saber lo que es dulce sin la existencia de lo amargo, el calor sin el frío, el bien sin el mal, la bondad sin la maldad, el placer sin el dolor, la belleza sin la fealdad, y un largo etcétera? Sabia previsión de la Divinidad que en sus eternos planes previó todo lo que se precisa, como guía certera bajo cuya égida caminar seguros. Por eso decía Lao Tse: -“Cuando se percibe la luz, se da cuenta lo que es la oscuridad. Cuando se percibe la belleza, se descubre lo que es la fealdad”, etcétera.

El hombre maduro y el joven gigante, preanuncian un progreso incomparable en las nuevas y renovadas edades de oro que, cada cierto tiempo, revelan nuevas etapas de progreso.

Solo los poetas y los pintores, artistas inspirados y seres enfocados en su propósito de vida, proyectados a otras dimensiones, en los inmensos mundos del universo, perciben humanidades adelantadas una eternidad a nuestro planeta, hasta donde puedan absorber los adelantos inherentes a su propio nivel y plan de adelante del propio planeta de turno, hasta ahora inimaginable, empero, señalando los caminos que esperan como destino, a cada ser, en los cuatro reinos, paralelamente, como única ley divina de progreso integral.

Los poetas con sus cantos, los pintores con los símbolos plasmados en sus lienzos, el científico en su laboratorio, el trabajador en su faena diaria, el maestro y el líder o auriga, con sus arengas, el legislador con sus justas legislaciones, y cada uno en su propio rol, inspirado por el mensaje de la Divinidad, -Sublime Pedagogo- en la propia conciencia, cada uno como heraldo del infinito, anuncia el alba, y las incontables albas, del porvenir, un porvenir de Gigantes, como lo plasmó Juan Antonio, en cada nueva generación, ad infinitum.

Todos son portadores de un nuevo aliento renovador, de confianza en tiempos mejores que los conocidos, por muy buenos que estos hayan sido, nada se le comparará, al igual que el joven gigante y aquel hombre maduro de la hermosa obra pictórica-simbólica de Juan Antonio.

Cuantos tesoros ocultos, inmensas vidas existentes en ese mar inconmensurable, que escapan a la propia vista. Para todos estos seres de los cuatro reinos naturales, el canto de esperanza es idéntico, por cuanto las etapas de progresos son idénticas para todos; lo que cambia es la forma, no el fondo ni la esencia, ni el ser, que es una expresión indivisa de la Divinidad a la conciencia individual, como instrumento de su voluntad.

Esta obra que hoy, agradecidos y emocionados se contempla por la inspiración, y el cultivo del arte, -como decía Sócrates, en el Ión de Platón-, del hermano Juan Antonio, es un canto de esperanza y el reflejo de infinitas verdades que se deducen, ya existentes, que están ahí, basta enfocarlas, para verlas gradualmente, de acuerdo al propio grado de atención. Mientras más se contempla, más profundo el éxtasis que eleva el Espíritu a las esferas del infinito, para ver hasta donde las alas del progreso, y experiencia, lo permitan.

 Es una obra que cual heraldo, se repite nuevamente, trae un canto de esperanza, anunciando buenas noticias, sobre nuevos tiempos, cual lo han soñado, siempre, las mentes más preclaras de la historia.

Cuán lejos se ha proyectado el pintor a esas elevadas esferas de radiante luz, frecuencias divinas de sabiduría y armonías cuyas vibraciones dirigieron el pincel, y la experta mano, plasmando la visión de nuevas edades de oro –ahora utópicas y parecieran lejanas, aún- que esperan que las nuevas generaciones conquisten como retos capaces de extraer las esencias divinas que traen consigo para encontrarle el sentido a la vida, en cada fase, ad infinitum.

Tanto el joven como el hombre maduro, ambos marchan confiados hacia su destino futuro, en el eterno ahora. El segundo sabe, que luego, cuando el primero ocupe su lugar en la madurez, en escalas acrecentadas de progreso, le estará esperando, cuando reencarnado vuelva. Esas manos enlazadas de dos generaciones, lo han sido incontables veces, como abuelos y nietos, o bisabuelos y biznietos, o como amigos, compañeros de caminos, por eso el amor es tan intenso entre seres de estos saltos generacionales y entre seres amigos que hacen de la amistad un lazo de familia verdadera, en un interminable ciclo de progreso y compañerismo. Por eso en el camino de la vida se encuentran tantos seres que, desde el primer instante, se percibe como si se le conociera desde siempre, y por supuestos, con lazos de amistad, para siempre en una interconexión que trasciende lo físico, la distancia y los saltos generacionales.

Al final, los padres se transforman en discípulos de sus propios hijos, porque, los alumnos, salvo excepciones, montados sobre hombros de gigantes, superan a sus padres y maestros. Es el instante donde ya, no es el vínculo filial el que se impone, sino el de la amistad, eterno lazo de afecto entre los seres y riqueza incomparable, entre todas las existentes.

Un saludo con gratitud al experimentado e inspirado pintor, el hermano y amigo Juan Antonio, que hizo posible una obra que cual mándala divino es capaz de inducir al éxtasis meditativo y nos invita a recorrer nuevos caminos luminosos de belleza inigualable.

Adelante.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

EL SIMBOLISMO DE VITRIOL

  EL SIMBOLISMO DE VITRIOL     Abg. Giuseppe Isgró C.   Se le atribuye a Basilio Valentín haber acuñado el acróstico VITRIOL, que da por res...