PAGAR EL PRECIO
©Giuseppe Isgró C.
Decía Ralph Waldo Emerson, ensayista
norteamericano del siglo XIX: -“Toma lo
que quieras y paga el precio”.
¿Es posible que alguien que tomara la cosa,
deje de pagar el precio?
En la naturaleza no existe algo a cambio de
nada. Hay que pagarlo, inexorablemente, o es mejor dejar de tomar la cosa. Las
consecuencias son la de entrar en determinados estados de esclavitud mental, o
estado de conciencias subordinados al acreedor. Entonces, para liberarse, es
preciso pagar, y adicionalmente, incluir los intereses compuestos.
Homero, Platón, Xenócrates, Cicerón, Séneca,
Plutarco, Montaigne, Cervantes y José Ingenieros, entre otros, han sido grandes
difusores de los valores universales, que enmarcan las acciones humanas en los
parámetros de una vida virtuosa.
Usted aspira a las grandes realizaciones,
pero, ¿no quiere pagar el precio que implica una sólida preparación?
Simplemente, los logros serán equivalentes al
esfuerzo desplegado.
Desea ser presidente del gobierno, de su
respectivo país, ¿pero quiere serlo ya, porque usted cree que está preparado
para ello?
Es probable que, “ya”, lo que se dice “ya”,
no lo será, salvo casos muy puntuales. En cualquier edad en que se encuentre,
debe proyectar su objetivo a treinta años por delante y consagrar su vida a ese
propósito, hasta hacerlo realidad. Quizá lo logre en dieciocho años, o en otro
lapso, pero las probabilidades de que lo realice, estarán más a favor que en
contra. Así lo hizo Simón Bolívar, al formar su propósito de la emancipación
latinoamericana, en su famoso juramento del Monte Sacro, en Roma. Años más tardes,
el Sócrates venezolano, Simón Rodríguez, emocionado exclamaría: -“Y el chaval
cumplió su promesa”. Quizá el maestro se sonreiría al imaginar cuanto de ese resultado
se debía a las semillas que él había sembrado en la conciencia de aquel niño
caraqueño que se le confiara para educarlo.
Cuanta responsabilidad tienen los maestros,
hoy en día en la transformación de la humanidad. Los puestos de trabajo de la
educación preescolar deberían ser los mejores pagados, en cada país, para
captar a los intelectos mejores dotados. De esta manera, la flor y nata de cada
sociedad se erigiría en educadora de la menos dotada. En poco tiempo, los
resultados se harán evidentes. A estos maestros de primeras enseñanzas se le
debe formar en un conocimiento integral amplio y extenso. Deben ser los genios
mejores dotados de la humanidad. Entonces, esos niños, en manos tan fecundas,
aflorarán el genio interior que traen de incontables existencias anteriores.
Cualquier líder que aspire a la máxima
jerarquía ejecutiva de su país, debe, por lo menos, prepararse durante quince
años a partir del momento en que alcance su respectivo grado, preferiblemente
en Derecho, o Economía.
Luego es preciso tener la tenacidad de un
Miguel Ángel, capaz de derribar todas las barreras que se interpongan en el
camino, las reales y las imaginarias. Y hacerlo, además, con un estricto
sentido de justicia. Hay que seguir un riguroso
orden de prioridades, y cumplir, en forma rápida, lo prometido.
Los mejores líderes son aquellos que son
cautos en prometer, pero cumplen todas sus promesas.
Es preciso emular a la naturaleza en todo:
Cada fruto, precisa cierto lapso, a partir de la siembra de la semilla.
Mientras más valioso el fruto, más largo el tiempo precisado. Se requiere
establecer una curva de resultados y cumplirla con expectativas positiva.
Negándose a abandonar a mitad de camino, cuando las cosas se ponen menos
fáciles, única manera de activar los poderes creadores de la mente.
Los mejores líderes son aquellos que saben lo
que quieren, se forjan objetivos precisos, a corto, mediano, largo y macro
plazo, se preparan adecuadamente, ponen manos a las obras, y en cada rol que
ejecutan, saben lo que tienen que hacer, como hacerlo, y cuando concluirlo. Los
más inteligentes, al concluir su período, dejan el paso abierto a las nuevas
generaciones, y apuntan a un objetivo más elevado.
Adelante.
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