viernes, 11 de agosto de 2023

EL HUMANISMO: SUS ORÍGENES, CAUSAS Y TRASCENDENCIA

 


EL HUMANISMO:

SUS ORÍGENES, CAUSAS Y TRASCENDENCIA

 

 ©Abg. Giuseppe Isgró Cattafi

 

Conferencia dictada en Sevilla, España, el 30 de octubre de 2011, organizada por la Asociación Espirita Andaluza Amalia Domingo Soler, en el seno del III Congreso Andaluz de Espiritismo, cuya visión panorámica de la historia del Mundo Occidental permitirá interpretar, fácilmente, los grandes enigmas históricos y comprender porqué algunas cosas son como son y la razón por la cual, otras, deben ser conscientemente cambiadas, gradualmente, en el tiempo perfecto de Dios. Previamente, la dictó en julio del 2011 en la Resp.: Log.: Juan Manuel Cagigal, en la ciudad de Barcelona, Venezuela y en otras instituciones filosóficas, en el mismo año 2011.


 

-¿Qué es el Humanismo? Esta es la pregunta que todos, ahora, debemos formularnos, y encontrar, juntos, las múltiples y apasionantes respuestas.

-¿En qué época se gestó este importante movimiento histórico, filológico, literario, filosófico, espiritual, pedagógico y jurídico?

-¿Cuáles fueron los antecedentes que contribuyeron a que en el siglo XIV, en la ciudad de Florencia, Italia, en primera instancia, y luego a nivel europeo, se gestase el Humanismo?

-¿Cuáles son las causas, o razones, que, puestas movimiento mil años antes, al inicio del siglo IV de nuestra era, determinaran, en un momento dado, la necesidad de que emergiese una manifestación cultural de la magnitud y trascendencia del Humanismo?

-¿Cuáles fueron los aportes del Humanismo en el siglo en que emergió, y los sucesivos en los siglos XV y XVI, al contribuir a la manifestación del Renacimiento, italiano en primera instancia, europeo, acto seguido?

-¿Por qué razón los auténticos ideales del Humanismo se gestaron en los siglos XIX y XX?

-La respuesta a estas pocas preguntas nos permitirán interpretar la historia de los mil setecientos años siguientes al siglo IV de nuestra era, en el mundo occidental, y echar una rápida mirada a 4.000 años de acontecer histórico. Igualmente, nos facilitará el percibir por qué algunas cosas son como son en nuestro mundo actual, así como, observar las tendencias hacia la nueva edad de oro, en el planeta tierra, que de acuerdo a los más importantes utopistas del siglo XX, entre ellos Bernard Shaw, H. G. Wells, Henry Poincaré y Aldous Husley, entre otros, se gestará en torno al año 30.000 de nuestra era. Empero, esta labor de desarrollo en el Planeta Tierra ocupará una etapa de cien mil años, después de la cual vendrán tiempos que ahora son apenas sueños, pero que es nuestra misión estimular en las fértiles imaginaciones de quienes están destinados a realizar tan elevados ideales: cada uno de los seres que ahora vive en el Mundo Tierra, en incontables ciclos de vida. El Gran Arquitecto del Universo inspirará las conciencias individuales orientando las acciones a tal fin, oportunamente.

En el año 325 de nuestra era, en la ciudad de Isnik, en la actual Turquía, se realizó lo que se conoce como el primer Concilio de Nicea, bajo la dirección del emperador Constantino I.

En esta Asamblea se van a realizar algunos de los actos que habrán de tener inmensas consecuencias en la historia del mundo occidental, en lo fasto y en lo nefasto.

El primer acto que se va a realizar es la fundación de aquella institución cuya sede, en la actualidad, se encuentra en Roma, y que deriva su nombre del término griego “Catolicus”, cuyo significado es: universal.

El segundo acto consiste en la proposición de someter a votación la elevación a categoría de Divinidad la figura de un hombre nacido casi 300 años antes, en la ciudad de Nazareth. Esta proposición va a encontrar la férrea oposición del hombre más lúcido que asistió a aquella asamblea, el ilustre ARRIO, de origen libio. Arrio, eleva su voz de protesta, calificando la proposición de aberración histórico-espiritual. Tanto Arrio como sus seguidores estaban conscientes de que elevar la figura de un hombre a categoría de Dios constituía una tergiversación de la verdad.

Pese a la oposición arriana, aquella asamblea constituida mayormente por personas de escasa erudición, a pesar de la presencia de algunos eruditos, entre ellos Arrio y sus seguidores, aprobó por mínima diferencia de votos la elevación de aquel hijo del carpintero de Nazareth a la categoría de Divinidad, es decir: Dios.

Igualmente, en el Concilio de Nicea, se va a aprobar otra idea novedosa: la de la trinidad de Dios, es decir: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta idea emerge por primera vez y es una imitación de la trimurti hindú de: Brhama, Visnú y Shiva, que constituyen las tres vertientes de la Divinidad: la creadora, la conservadora y la transformadora o destructora, mecanismo de la ley del cambio.

Esta idea de la trinidad de Dios nacida en Nicea va a contradecir la de la UNICIDAD de Dios que siempre imperó desde la más remota antigüedad. Los Vedas, el Mahabharata, el Bhagavad Gita, la doctrina judía que se inicia con Abraham, y luego con la secuencia de Isaac, Jacob, Moisés, Elia, Elíseo, Samuel, Saúl, David, Salomón, Isaías y otros profetas judíos, Ameofis IV o Akhenatón, con su monoteísmo centrado en el Dios Atón, Zoroastro, Pitágoras, y la doctrina de los más importantes pensadores de todos los tiempos, hasta entonces, incluyendo la Masonería Universal, en su fase operativa, todos, absolutamente todos, habían sustentado la idea de la UNICIDAD de Dios.

De igual manera, la idea del Espíritu Santo nace en Nicea por primera vez. Jamás antes, nadie, absolutamente nadie, había mencionado la idea del Espíritu Santo. Ni Pablo de Tarso, ni los discípulos de Jesús, ni Jesús, en ningún momento hicieron referencia alguna al Espíritu Santo. Recordemos que el hermano Jesús de Nazareth sí habló del Espíritu de Verdad que, oportunamente, no al final de los tiempos, vendría para reestablecer la verdad de las cosas. Jesús le atribuía al Espíritu de Verdad una mayor jerarquía de la que él estimaba tener. Sólo a título de referencia, señalaremos que se le conocen tres existencias al Espíritu de Verdad, de acuerdo a una corriente espírita latinoamericana, la de la EMECU, las cuales son: la primera, la de Servio Tulio, legislador romano de la época monárquica, hacia la segunda centuria de la cronología de Roma; la segunda, la de Poncio Pilato, y la tercera, la del filosofo alemán Arthur Schopenhauer, un pensador de gran profundidad y vigencia, aún, pese al calificativo de pesimismo que se le asigna a su obra. Igualmente, el hermano de Nazareth se refirió a la figura de un CONSOLADOR que, oportunamente, vendría con un fin similar. De acuerdo con Allan Kardec, esta figura de un Consolador, más que representar a un personaje en particular, parecería hacerlo con un cuerpo de doctrinas. Kardec estima, con justa razón, en su obra Génesis, que quien mejor representa el rol de este consolador es la DOCTRINA ESPÍRITA.

Habiendo asumido el propósito, la institución romana, en su orígenes, de constituirse en la representante de Dios en el planeta tierra, concibe la idea de elevar la figura de un hombre a la categoría de Divinidad, así como la de la trinidad, de Padre, hijo y espíritu santo, “un Dios en tres personas distintas, pero un solo Dios, y siendo el hijo el mismo Dios”, y la institución romana la representante del hijo, anclando la autoridad del hijo en la del padre, se consolida la autoridad de la institución que asume el rol de representarles a ambos.

Esta idea del anclaje en una autoridad mayor, nace en el siglo XX con las enseñanzas del chamán mejicano Don Juan Matus, que divulga en sus obras Carlos Castaneda, y que la psicología adapta en diversos sistemas de anclajes. Gran número de líderes actuales aplican este poderoso método para imponer su liderazgo sustentado por el anclaje en una autoridad superior que todos aceptan y siguen dócilmente. Evidentemente, ya en el siglo IV Constantino dominaba a la perfección este método del anclaje, como los hechos históricos lo demuestran.

En la Asamblea de Nicea se encontraban reunidos en torno a trescientos quince manuscritos de aquellos que hoy se conocen como evangelios. Se van a elegir cuatro como los auténticos, y se destruye el resto, allí mismo. El más antiguo de aquellos manuscritos había sido redactado alrededor del año 70 de nuestra era, y de los otros tres, el más antiguo, cerca del año 100 de nuestra era; es decir, eran escritos de discípulos de discípulos del hermano de Nazareth, o ni siquiera eso.

En la Asamblea de Nicea se va a promulgar un Decreto que ordena a todo poseedor de un manuscrito diferente de aquellos cuatro que allí se habían aprobado como los auténticos, que debía destruirlo ipso facto, al término de la distancia, so pena máxima. Evidentemente, esta orden determinó que se destruyera cualquier escrito que tuviese alguna relación con las enseñanzas del hermano de Nazareth.

Quedó en circulación el Evangelio de Bernabé, que aún circula, el cual contiene algunos elementos históricos dignos de consideración. Todos los manuscritos que aún circulan con el nombre de evangelios apócrifos, en mayor o menor grado, contienen elementos de la tergiversación histórico-espiritual de la verdad, nacida en Nicea.

A partir del Concilio de Nicea comienza un proceso de ocultamiento de la verdad en todas sus vertientes y variantes. Se empieza a inhibir la libertad de pensamiento y a restringir la doctrina de la Reencarnación, la cual formaba parte de las ideas generales de la gente desde remota antigüedad y lo va a hacer, todavía, durante los primeros cinco siglos de nuestra era. De igual manera, se comienza a destruir el grueso de las grandes obras de la antigüedad clásica, eliminándose en torno al 80% de ese gran legado. El 20% restante comenzará a ser adulterado y amoldado a las nacientes ideas de Nicea. Se les hacen interpolaciones a gran número de obras, pese a lo cual, no se pudo exterminar del todo esa importante herencia cultural. Se encomienda a Justino la recopilación de los manuscritos que conformaran la Vulgata, la cual, evidentemente, contiene enormes interpolaciones y adulteraciones de la verdad, como lo va a demostrar al inicio del siglo XVI el gran humanista Erasmo de Rotterdam, Entre los compiladores de la Vulgata se cuenta, también, a Jerónimo.

Hacia el final de su ciclo de vida, Constantino I se percata de que había incurrido en un error al promulgar la trinidad de Dios, y decide volver a la idea de la UNICIDAD de Dios, pero ya aquella concepción había tomado fuerza al igual que lo hace una bola de nieve al descender por una montaña; mientras desciende su volumen se va agigantando, y le fue imposible revertirla. La pugna entre Unitarios, representados por los arrianos, entre otros, y los trinitarios, va a seguir hasta mediados del siglo VII, en que, definitivamente, se va a imponer, en mayor grado, la idea de la trinidad. Pero, dicha controversia sigue vigente. Las mentes más preclaras son las que respaldan a la doctrina unitaria de Dios.

En torno al año 361 de nuestra era, un joven brillante, el emperador Juliano, quien recordaba haber sido Alejandro Magno, en una vida anterior, se percató del inmenso peligro que representaba aquel movimiento de tergiversación histórico-espiritual de la verdad, nacido en Nicea. Se propuso exterminar aquel peligro con tres generaciones de cultura clásica. Un jerarca de la época declara que “eso pasará”. Efectivamente, pasó, al ir Juliano a una batalla y no regresar de la misma, quedando interrumpida la realización de su proyecto, el cual será llevado a cabo un poco más de 200 años después, por otro gran personaje que representa una análoga visión de la realidad, como veremos dentro de poco.

En el año 381 de nuestra era, el emperador Teodosio prohíbe los Misterios Eleusinos que habían sido la fuente en la que habían bebido los filósofos griegos. Igualmente lo hace con los Misterios Mayores y Menores egipcios, en los que, además de los egipcios y de los griegos, habían sido iniciados ilustres personajes romanos y otros de regiones circunvecinas. Emite un decreto prohibiendo hablar de la reencarnación y envía a mejor vida en torno a un millón de personas que se rehúsan a dejar de hacerlo.

Roma, en esta época, se encuentra en franca decadencia, fragmentándose en el imperio romano de Oriente y en el de Occidente; éste se va a disponer a darle acogida a una afluencia enorme de germanos, con la idea de fortalecerse, pero, unos cien años después, los germanos se apoderan del imperio romano de occidente. Para el mundo occidental nace un período menos luminoso, en torno al año 465 de nuestra era, que se va a conocer como la edad media, en sus diversas fases, de baja y alta edad media,  calificándose de edad oscura o de un período de oscurantismo en la historia del mundo occidental, que aún, lamentablemente, no ha concluido del todo. 

En el año 527 de nuestra era, asciende al poder del Imperio Bizantino, el emperador Justiniano, quien da comienzo a una importante compilación del Derecho Romano.

1. Encarga al jurisconsulto Triboniano para resumir, en un solo Código, depurándolo de los elementos superfluos, o exentos de vigencia,  a los Códigos: Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano, el cual será publicado en el año 529, de nuestra era, bajo el título de CODEX JUSTINIANEUS o Corpus Juris Civilis. Cinco años después, en el año 534, se editará una nueva edición definitiva con notables mejoras y la inclusión de un gran número de constituciones redactadas por el mismo Justiniano.

2.  En el año 530, Justiniano encarga a Triboniano para redactar una compilación conformada con los extractos de los escritos de 39 jurisconsultos romanos, los cuales sustentaban la categoría del jus respondendi. Participó en este trabajo trascendental una comisión de dieciséis juristas y esta obra se conoce con el título de El Digesto o las Pandectas, la cual fue publicada en el año 533, y se le dio carácter de normativa de obligatorio cumplimiento. En esa época las opiniones de los jurisconsultos eran tomadas muy en cuenta para dirimir las disputas entre las partes quienes emitían un informe jurídico que lo tomaban en cuenta, además de las partes involucradas, los jueces.

3. Las Instituciones: Son los extractos de diversos jurisconsultos con fines pedagógicos, que incluyen las Instituciones de Gayo, Florentino, Ulpiano, Marciano, Teofilo, y las Reglas de Ulpiano. Tratan de las personas, de las cosas, de las acciones, así como de los principios jurídicos.

4. Las Novelas o Novellae constituciones: Se conocen en torno a 138 novelas jurídicas, de las cuales Justiniano es autor de 131. Se consideran a 97 de ellas con un carácter fundamental; al resto se le estima de relevancia secundaria. La importancia de estas novelas de Justiniano la podemos observar cuando en todos los Códigos Civiles del mundo, la parte relativa al Derecho Sucesorio se rige, aún, por unas pocas novelas de Justiniano, a pesar del tiempo transcurrido.

5. Una importante colección de aproximadamente 50 constituciones, redactadas por Justiniano, se han perdido.

Esta compilación del Derecho Romano se había perdido, prácticamente, en su totalidad; fue al final del siglo XII, en la ciudad de Bolonia, en Italia, que se encontró un ejemplar, en torno al cual se formó la escuela de los  Glosadores, siendo el primer jurista que se ocupó de ello Pepo; le siguió su discípulo Irnerio de Bolonia. En los siglos XIV y XV surgió, y se desarrolló, la escuela de Bartolo de Sassaferrato y sus discípulos; en el siglo XVI el derecho romano pasó a Francia, donde alcanzó notable desarrollo; en el siglo XVIII, Montesquieu escribe su gran tratado El Espíritu de las Leyes, con la que se inicia la humanización del Derecho. En el siglo XIX, en Francia, se redacta el Código Napoleónico, una gran joya jurídica, realizada bajo las órdenes de Napoleón, quien se reservó para él la parte relativa al Derecho de Familia. Napoleón, solía asombrar a los más importantes juristas de su época, reunidos por él para la redacción del Código Napoleónico, al citarle de memoria extensos fragmentos de los textos del Derecho Romano, con una lucidez que denotaba una profunda comprensión de su contenido. En el siglo XIX pasó a Alemania, donde grandes juristas le dieron brillo, entre ellos Rudolf Ihering y Friedrich Carl Von Savigny.

Hemos querido destacar la obra de Justiniano en la compilación del Derecho Romano, por cuanto es uno de los grandes legados que nos queda de la antigüedad.

En el año 529 de nuestra era, Justiniano ordena el cierre de la Escuela Platónica, por cuanto las ideas del ilustre filósofo ateniense contradecían a las del movimiento de tergiversación de la verdad, nacido en Nicea. Este importante contingente humano se ve precisado a emigrar a la región persa, en el actual Irán, cuyos descendientes jugarán un importante rol unos cien años después con la expansión de la civilización árabe, como lo veremos después.

Justiniano mantiene la prohibición de los Misterios Eleusinos, los Mayores y Menores Egipcios, y al margen de que haya emitido, o no, el decreto de herejía, en el Concilio de Constantinopla del año 553, -ya que parecieran haber elementos que indican que no llegó a promulgarlo-, las consecuencias fueron las mismas que si lo hubiese emitido, dado que él, al igual que Teodosio, también envío a mejor vida en torno a un millón de personas por rehusarse a dejar de hablar de la Reencarnación.

Justiniano pensaba que los cristianos, creyendo que pagarían en la siguiente vida los actos indebidos que realizaban en esta, incurrían en ellos alegremente. Esa fue la razón por la que proscribía la idea de la Reencarnación.

Nosotros creemos, hoy en día, que un mayor conocimiento de la Ley de la Reencarnación, de las leyes de la justicia, de la igualdad, de la compensación y de la afinidad, contribuiría a que las personas tuviesen una mejor conciencia de la importancia de realizar solamente actos de índole positiva, por cuanto la siembra determina la cosecha que se habrá de obtener en todos los casos. Si queremos una vida feliz, es preciso cultivar una conducta virtuosa.

En el año 570 de nuestra era, nace en la Meca un hombre extraordinario: MAHOMA; lo hace en una familia ilustre, aunque venida algo a menos. Se va a criar con su abuelo Abu Mutalib, y con su tio, Abu Talib; con este último va a aprender el oficio de caravanero desde muy joven, en cuya actividad lo vemos a la edad de 25 años, viajando a los confines de la India y de la China, a las órdenes de una rica mujer de nombre Kadisha, de 15 años mayor que él, con quien, finalmente, se va a casar.

En aquellos cruces de caminos, Mahoma se va a encontrar con maestros taoístas y del budismo zen,  con quienes va a aprender técnicas de meditación en estado de quietud, y en movimiento, tipo tai chi, las cuales va a practicar, a su regreso, en una cueva ubicada en las afueras de la Meca.

Recordemos que nos encontramos a finales del siglo VI, y que, en el año 527 viajó de la India a la China y al Tibet, el maestro del budismo zen, Bodhidarma, quien, además del budismo zen, que en China y en el Tibet se le denominó Chan, y al pasar a Japón, Zen, también trajo con él las diferentes variantes de las artes marciales.

Mahoma, después de una asidua práctica de meditación, alcanza un estado de éxtasis, mediante el cual recibe las comunicaciones espirituales del Espíritu Gabriel, que le revela la existencia de un solo Dios: ALLAH, el Creador Universal, y la designación de que él, Mahoma, es su mensajero.

Evidentemente, Mahoma se impacta con el mensaje recibido, pero es tal la firmeza con que se le manifiesta el Espíritu Gabriel que asume el reto y la misión que se le asigna.

El Espíritu Gabriel le reafirma: -Hay un solo Dios, Allah, el Creador Universal; debes difundir este mensaje y evitar que se le forjen imágenes a Él y a ti mismo. Evita que se te rinda culto a ti; el único culto se debe rendir a Allah.

Aquí observamos un hecho extraordinario entre una acción y su reacción inherente, como equilibrio en la historia del mundo occidental. Mientras en el Concilio de Nicea se eleva a categoría de Divinidad a un hombre, diciendo que es Dios, y conformando la trinidad de Dios, aquí en la Meca, Mahoma recibe la misión de divulgar la existencia de un solo Dios, Allah, el Creador Universal. Entre una acción y otra media un lapso aproximado de 280 años. Pero hubo incontables manifestaciones menores que fueron aplicadas como reacciones equilibrantes, con anterioridad, tal como lo denotan las constantes pugnas entre trinitarios y unitarios, hasta que, con Mahoma, retomando el hilo conductor del emperador Juliano, da comienzo a uno de los procesos civilizadores más extraordinarios del mundo occidental. Frente al oscurantismo nacido en Nicea, emerge, luminoso, el Islam de Mahoma, que, de beduinos analfabetos del desierto, gente indómita que no se inclinaban frente a nadie, lo van a hacer cinco veces al día inclinando su frente al suelo, en homenaje a Allah. El mensaje de un solo Dios de Mahoma retoma el argumento de la UNICIDAD de Dios que siempre existió desde la más remota antigüedad.

Con un escuálido número de seguidores, conformado por un amanuense, su tío Abu Talib y su esposa Kadisha, Mahoma emprende su misión civilizadora-espiritual en la Meca, donde existía un acentuado politeísmo con un dios para cada día del año, y en torno al cubo negro de la Meca, un inmenso meteorito que había caído del espacio en épocas remotas, giraba un rico comercio para el cual, Mahoma, con su mensaje de un solo Dios, representaba un serio peligro. Se le advierte que las cosas están bien como están, y que se deje de eso, volviendo a las prácticas habituales.

Empero, Mahoma, en una demostración de firme convicción, siguió adelante con su mensaje de la existencia de un solo Dios, acuñando la frase: SÓLO DIOS ES DIOS, que los musulmanes repiten muchas veces, diariamente, como una variante del Dzickr: el constante recuerdo del nombre de ALLAH, como una forma de mantra.

Los jerarcas de la Meca, viendo que Mahoma seguía firme con su mensaje, deciden sacarlo de escena con medios más convincentes. Mahoma se ve obligado a empuñar la espada para defenderse y salvar su vida y la de sus seguidores. Pero, con la espada del Islam se derrama infinitamente menos sangre de la que ha derramado aquel movimiento nacido en Nicea, cuyos horrores son de tal magnitud que se hace preciso dejar de mencionarlos y olvidarlos. Un ser humano normal es incapaz de imaginar, siquiera, y menos soportar, el conocimiento de las páginas oscuras, los horrores y el atraso que significan para la humanidad del planeta tierra todo lo que han realizados los seguidores de aquel movimiento nacido en Nicea. Lamentablemente,  esa gente todavía no ha salido de escena, y camuflada persiste, tenazmente, en su intento de mantener a la humanidad en ese camino oscurantista iniciado en Nicea. Empero, las evidencias demuestran, como lo decía Andrés Luiz, que: -“Todo, en la vida, es un movimiento hacia la victoria del bien supremo”-.

Mahoma, empuñando la espada del Islam comienza a triunfar de los enemigos de la luz. Demuestra una generosidad que supera cualquier demostración conocida, excepto la de aquel joven macedonio, Alejandro Magno, cuyo Espíritu, por la evidente semejanza y grandeza que les identifican, es el mismo en el uno y en el otro. Mahoma libera a los prisioneros que va tomando como tales, por medio de diversas variantes: a unos, por el pago del respectivo rescate; a otros, quienes tuviesen algo que enseñarle a sus hombres, mediante la impartición de ese conocimiento; y a quienes no tenían rescate alguno que pagar ni conocimiento que transmitir, los dejaba en libertad sin exigirle nada. Mahoma es tolerante con los pueblos que va conquistando y respetuoso, con tal que acepten que únicamente existe un solo Dios, Allah, sin importar cual camino espiritual sigan, razón por la cual, donde imperó el Islam convivieron en armonía las más diversas culturas.

Con la expansión del Islam a la India, a la China, al Indostán, al norte de África, al de Europa, al sur de Italia, y al de España, la civilización árabe alcanza un esplendor inigualable. En Andalucía, el Al Andalus refleja una de sus manifestaciones más excelsas.

Aquellos descendientes de los discípulos de Platón que se vieron obligados a emigrar de Constantinopla a la región persa, el actual Irán, al cierre de la escuela platónica ordenada por Justiniano, al desplazarse el centro de poder de la Meca a Medina y de ésta a Bagdad, constituyen un recurso humano que, enriquecido con las ideas del filósofo ateniense y la cultura del Zend Avesta, de Zoroastro, quien viviera en el siglo VI antes de nuestra era, representan un terreno abonado para el desarrollo del Islamismo, del cual van a emerger grandes poetas, místicos, filósofos, juristas, científicos, matemáticos, arquitectos, artistas de gusto exquisito, etcétera, que van a crear la civilización más esplendorosa en el mundo occidental, y, virtualmente, en todo el mundo conocido, hasta entonces.

En la ciudad de Córdoba, en el siglo X, emerge un gobernante, de nombre Abderramán III, que durante 48 años de gobierno fértil, la transformará en la Lumbre de Occidente, en la capital cultural del mundo.

Abderramán III, emula a Ptolomeo I Soter, aquel general de Alejandro Magno que fundara, en la ciudad de Alejandría, el Museo y la biblioteca de Alejandría, con sus 800.000 volúmenes.

Allí, en Alejandría, Ptolomeo I Soter se rodea de filósofos, poetas, científicos, matemáticos, artistas, etcétera; en Córdoba, Abderramás III hace lo mismo. Sin duda, el Espíritu del primero anima al segundo, ya que realizan análoga obra de esplendor inigualable e incomparable.

Abderramán III, en Córdoba, va a terminar el palacio que se había comenzado a construir algunos años antes de él, y lo va a dedicar a una hermosa mujer a quien ama profundamente, a Zahra, razón por la cual se le conoce como Medina Azahra, es decir, el Palacio de Zahra, que después de más de 1.000 años, miles de turistas, diariamente, siguen admirando.

La biblioteca de Córdoba tuvo análoga magnitud de la de Alejandría, con sus 400.000 a 600.000 volúmenes, según la opinión de los diversos historiadores, la cual, también sería destruida.

En el siglo XI, en Almería, emerge la escuela Sufí de Abulabás Ben Alarif de Almería, considerada la más importante, en su época, a nivel mundial. Circula, aún, de este insigne maestro, su obra: MAHASIN AL-MACHALIS. En Málaga, surge el filósofo judío-español Solomón Ibn Gabirol, que va a escribir un importante diálogo intitulado EN LA FUENTE DE LA VIDA, de corte aristotélico, y una extensa obra poética, que aún acaparan la atención mundial.

En el siglo XII, en Córdoba, conservando aún su esplendor intacto, descuellan personajes como Moisés Maimónides y su hijo Abraham, cuya obra intelectual es portentosa. Moisés Maimónides es el autor de LA GUÍA DE LOS PERPLEJOS, de espiritualidad directa centrada en el Creador Universal, concluyendo, al final de la misma, de que es factible conocer a Dios. También, es el redactor de los 639 preceptos por los cuales se rigen los judíos, a nivel mundial, hasta nuestros días. Averroes, al igual que se va a hacer en la escuela de traductores de Toledo, España, y en la de Palermo, Sicilia, en la ciudad de Córdoba va a traducir las obras de Aristóteles, comentándolas. Gracias a estas escuelas de traductores se salva el 20% de las grandes obras de la antigüedad clásica, y habiéndolas traducido del griego y del latín, al árabe, y de éste al castellano, o en italiano, en Sicilia, es la razón por la cual, aún hoy, podemos leer lo poco que nos queda de aquel gran legado de la antigüedad, entre ellos Homero, Hesíodo, Esquilo, Herodoto, Pitágoras, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Euclides, Cicerón, Séneca, Plutarco, Plotino, etcétera.

Al final del siglo XII, esa cristiandad nacida en Nicea busca de extender su férreo oscurantismo buscando apoderarse del centro de poder de Jerusalén, en poder de Saladino, otro de los grandes elementos equilibrantes en la historia del mundo occidental. Saladino era un personaje de una personalidad admirable, de gran sabiduría y generosidad. Fue amigo personal de Moisés Maimónides y de Ricardo Corazón de León. Gracias a la amistad con este último y por el acuerdo entre ambos, la tercera cruzada fue menos sangrienta de lo que pudo haber sido. Igual papel equilibrante habrá de cumplir en el siglo XVI el Gran Turco, Solimán El Magnífico, tan admirado por Cervantes como el mejor ejemplo de liderazgo forjado por sí mismo.

En el siglo XIII van a ocurrir una serie de acontecimientos que preanuncian el nacimiento de una vuelta a los orígenes de la cultura clásica, como antecedentes directos del humanismo, en diversas partes de Europa: en España y en Italia, en sus principales ciudades. 

Esa institución cuya sede reside en Roma, que constituye la expresión de aquel movimiento de tergiversación de la verdad, nacido en Nicea, va a tener un enfrentamiento con los Cataros, que le va a menoscabar su nivel de poder. Al mismo tiempo, los viajes de Marco Polo, y los de los navegantes venecianos, genoveses y catalanes, entre otros, por las rutas de las especies y de la seda, permiten redescubrir regiones que habían sido olvidadas durante muchos siglos. El comercio que esto implica, va enriqueciendo a estos navegantes, quienes comienzan a anhelar un cultivo de sus personalidades y a interesarse por las culturas clásicas olvidadas.

El feudalismo, también se viene a menos, y el florecimiento exitoso de los artesanos e industriales le inspira un anhelo de cultivarse en mayor grado, así como de acceder a los cargos de gobiernos en los ayuntamientos, que, antes, habían estado, casi exclusivamente, en gente vinculada a aquella institución romana.

En el siglo XIII emergen figuras como la de Ibn Arabi, Rumi y Al Gazzali, en el sufismo, que van a escribir algunas de las páginas más hermosas de la sabiduría universal, en la historia de la humanidad.

En España destaca Alfonso X El Sabio, que va a reunir en torno a él a un sequito de filósofos, poetas, juristas, científicos, literatos, filólogos, etcétera, que estudiarán las obras de la antigüedad clásicas traducidas por los árabes al castellano, como son las de astronomía, de Ptolomeo, entre otras. La historia de España, con su Primera Crónica General, y Los Libros del Saber de la Astronomía, que escribirá Alfonso X El Sabio, se encuentran entre los que más contribuyeron a darle el calificativo de sabio. El Fuero Real, El Especulo y Las Siete Partidas, son obras jurídicas escritas por Alfonso X El Sabio, inspiradas en el Derecho Romano, de gran nivel. Podemos ver la importancia de LAS SIETE PARTIDAS cuando en cualquier Código Civil del mundo, al tratar el tema de los Contratos, la normativa allí sintetizada se encuentra inspirada en esta obra alfonsina.

Un sobrino de Alfonso X El Sabio, el Infante Don Juan Manuel, va a escribir una obra extraordinaria, como antecedente del humanismo florentino, intitulada EL CONDE LUCANOR. Sus 50 cuentos, muchos de ellos inspirados en personajes árabes, contienen un mensaje moralizante ejemplar. Esta obra es un antecedente de los cien cuentos, o novelas cortas, del Decamerón, que en el siglo XIV escribirá Bocaccio.

Como último antecedente del Humanismo, aunque, realmente, es una manifestación paralela al humanismo, que citaremos antes de adentrarnos en el siglo XIV, mencionamos a Ibn Jaldún, con su magna obra UNA INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA UNIVERSAL. Es una síntesis del esplendor alcanzado en todos los ámbitos del saber humano por la civilización árabe y trata, virtualmente, de todos los temas cuyas ciencias cultivaron los árabes: Poesía, literatura, sufismo, filosofía, ciencia, astronomía, derecho, política, matemática, álgebra, música, entre otros. El objetivo que le anima a Ibn Jaldún es el de investigar y/o percibir la razón por la cual las civilizaciones -y los grupos de poder-, en un momento dado emergen, se desarrollan, alcanzar un gran auge, para luego declinar, y, finalmente, desaparecer, o venir a menos. Este gran contenido sociológico de su obra es la razón por la cual se le considera como el padre de la Sociología, por lo menos en los países de cultura árabe.

En el siglo XIV, en el “Trecento” italiano, emergen tres figuras descollantes, en la literatura y en la filología, como son Francesco Petrarca, Giovanni Bocaccio y Dante Alighieri. En el arte, encontramos a Giotto, Cimabue y Duccio, que inician un movimiento de expresión artística más representativa de la naturaleza, que alcanzará su mayor esplendor en el Renacimiento.

Petrarca, es el primero de los tres en emerger como uno de los padres del Humanismo. Vuelve su mirada a la antigüedad clásica, a Homero, a Hesíodo, a Herodoto, a Tucidides, a Platón, a Aristóteles, a Teofrasto, a Aristófanes, a Esquilo, a Sófocles, y a Plutarco, a los latinos, Cicerón, Séneca, entre otros. Homero y sus dos grandes poemas La Ilíada y La Odisea, le acompañarán a lo largo de su vida. Las obras homéricas, cuya descripción de las virtudes heroicas en acción, capaces de haber contribuido a gestación de la edad de oro griega, le inspirarán su mensaje de aliento. Petrarca percibe que el ser humano, afrontando las grandes pruebas de la vida es capaz de superarlas y someter al destino. A tales efectos, va a escribir sus Triunfos, impartiendo un mensaje de aliento a sus lectores y despertando su anhelo de volver su mirada a las fuentes clásicas, como en efectos lo hacen, donde encuentran una sabiduría olvidada durante la edad media. Sus rimas, sus cartas, su obra África, que relata las hazañas de Escipión El Africano, todas constituyen un estímulo positivo y alentador. El amor platónico de una hermosa mujer de nombre Laura, al igual que lo hiciera Dulcinea del Toboso con Don Quijote, y Beatriz con Dante, habrá de inspirar  gran parte de la densa obra de Petrarca.

Giovanni Bocaccio, también alimentado en fuentes clásicas, gran amigo de Petrarca, va a escribir su obra cumbre El Decamerón, para transmitir un mensaje de aliento. Él percibe que el ser humano es capaz de someter al destino, si afronta las pruebas de la vida con paciencia, tenacidad, confianza y fe. A tales efectos, somete a cada uno de los personajes de su magna obra a las más severas vicisitudes, quienes las superan positivamente, para acto seguido pasar a disfrutar de los beneficios compensatorios inherentes.

El Decamerón contiene cien cuentos o novelas cortas, y son relatos que van a realizar diez personas, durante diez días, en los alrededores de Florencia, en la época de la peste negra. Siete damas y tres caballeros, diariamente van a narrar un cuento. Esta obra inspirará, en el siglo XVI, a Cervantes, para escribir la primera gran novela de la lengua castellana, el Quijote, así como sus Novelas Ejemplares, de análogo valor literario que la magna obra.

Dante Alighieri, emerge como un meteoro, para completar el cuadro de los fundadores del Humanismo, con su Comedia, que con el correr del tiempo será conocida como la Divina Comedia.

Dante, poeta cultivado emulando a los grandes poetas de la edad clásica, a quienes va a traducir, desarrollando un estilo elegante, fluido, de corte clásico, e inspirándose en quien él denomina su maestro, Virgilio, alcanza una excelencia inigualable. La Comedia es una obra inspirada en un sueño que tuviera Mahoma, y el gran número de personajes de la cultura clásica que describe en los tres niveles de Infierno, Purgatorio y Paraíso, en su mayoría desconocidos por los contemporáneos, al leer la comedia se motivan para recurrir a las respectivas obras que conocen por las referencias de Dante. Esa vuelta a los orígenes de la cultura greco – latina, es lo que le dará un impulso decisivo a la consolidación del Humanismo.

La obra de Dante centra la atención en la supervivencia del Espíritu y en la pluralidad de moradas o mundos, cuyo mensaje es preciso analizar más a fondo a la luz de la Doctrina Espírita.

La obra de Dante es amplia y variada y, rápidamente se posiciona en un lugar preponderante, tanto en el siglo XIV como a nivel general, en toda la literatura universal, entre los más importantes clásicos, sobre todo su obra cumbre, La Divina Comedia.

Entre los grandes humanistas, a nivel europeo, encontramos a Chaucer, con sus Cuentos de Cantemburry, con un excelente mensaje místico y de espiritualidad elevada.

Victorino de Feltre, va a iniciar el humanismo pedagógico, por cuya senda seguirán Juan Amos Comenio, Juan Luís Vives, Juan Jacobo Rousseau,  Juan Pestalozzi e Hipolite León Denizard Rivail, estos dos últimos en el siglo XIX.

En los siglos XV y XVI, los aportes del Humanismo, al volcar las miradas hacia la cultura de la antigüedad clásica, los contemporáneos descubren una ciencia que había sido olvidada, también, la cual estimula el interés para su mayor profundización. Las disecciones del cuerpo humano realizadas por Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel y Andrés Vesalio, junto con los aportes sucesivos de Miguel Servet y William Harvey, darán nacimiento a la Escuela de Anatomía y de Fisiología. Copérnico, leyendo a los antiguos, descubre el movimiento de rotación de la tierra en torno a su propio eje, y el de traslación alrededor del sol, con lo cual enuncia la teoría heliocéntrica en vez de la geocéntrica que imperaba, la cual va a recibir el apoyo de Johan Kepler y el de Galileo. Sobre este tema Galileo escribirá un importante tratado, analizando el sistema de Ptolomeo y el de Copérnico.

Tanto Galileo como Francis Bacón se van a constituir en los fundadores de la ciencia moderna, desarrollando el método científico, centrando su atención, fundamentalmente, en el enfoque inductivo.

Francis Bacón, mejor conocido por sus 58 Ensayos sobre diversos tópicos de los valores universales, síntesis de gran sabiduría y de su aguda capacidad de observación, va a enfocar su atención en el método inductivo, en contraposición al deductivo, de Aristóteles. Pese a no ser un investigador experimental, sugiere la experimentación y el análisis práctico, destacando que, realizando observaciones a partir de fenómenos individuales se puedan deducir consecuencias o principios generales. Se propone redactar una extensa obra de carácter científico, denominada INSTAURATIA MAGNA, de la cual va a sobresalir el NOVUM ORGANUM, -el Nuevo Organón-, a emulación del Organón, de Aristóteles. También escribirá una obra de carácter utópico, al estilo de las imperantes, en la época, como la de Moro y Campanella, que intitulará: La Nueva Atlántida.

Tomás Moro había escrito, ya, su obra en torno a la Isla Utopía, que definirá este tipo de literatura de carácter utópico, inspirada en la vida natural de los indios americanos. Esto ocurre en las inmediaciones del descubrimiento de América, después del año 1492.

A caballo entre los siglos XV y XVI emerge el gran humanista Erasmo de Rotterdam, quizá la figura señera del Renacimiento, de gran erudición clásica. Va a escribir los Coloquios, y una extensa obra humanística. Será mejor conocido por su obra EL ELOGIO DE LA ESTULTICIA, que escribiera a vuela pluma en honor de su amigo Tomás Moro. Este pequeño ensayo denota la profunda agudeza  que poseía Erasmo sobre  los valores universales y su inmensa capacidad de observación de las singularidades del carácter humano. Siendo una pequeña muestra de su ingenio, se deduce la magnitud del ingenio global que le animaba. Erasmo es un paradigma de la autonomía, o total independencia, que debe tener una persona en todos los ámbitos existenciales.

En Francia encontramos a una insigne humanista, la hermana de Francisco I, Margarita de Angulema, que, emulando a Bocaccio, va a escribir su Heptamerón; son setenta cuentos cuyo tono erótico superan a algunos de los que, de esta índole, escribiera Bocaccio.

En la misma Francia emerge otro gran humanista, Francois Rabelais, con su obra: Gargantúa y Pantagruel, obra no exenta de humorismo, con profundo contenido alquímico y constantes referencias a los autores y sus respectivas obras de la antigüedad clásica, que estimulan el volver la mirada a ese gran legado. El estilo pantagruélico de la obra no es sino una excusa para poder decir grandes verdades en una época en que decirla abría el camino hacia la hoguera, con un fuerte recrudecer de la inquisición hacia finales del siglo XV, y durante los siguientes tres siglos y medio, hasta mediados del siglo XIX.

En la Florencia del siglo XV emerge un gran personaje de la talla de Ptolomeo I Soter y de Abderramán III. Se trata de Lorenzo El Magnífico, quien va a emular sus obras y se va a rodear de un sequito de importantes filósofos, artistas y científicos, entre ellos Miguel Ángel, Marsilio Ficino y Giovanni Pico Della Mirandolla.

Marsilio Ficino va a traducir a los más importantes filósofos de la edad clásica: a Platón, sobre todo; además, el Corpus Hermeticum, de Hermes Trismegisto, las Eneadas, de Plotino, y los diversos Tratados de los Neoplatónicos, entre ellos Porfirio y Anmonio Sacas, las obras principales de Aristóteles, algunas Vidas Paralelas y Moralia, de Plutarco, los Tratados Morales de Cicerón y de Séneca, entre otros. Su obra: Teología Platónica, denota el gran nivel de su pensamiento y una enorme similitud con la del filósofo ateniense. En uno de sus ensayos destaca los tres grandes principios de la UNIDAD, de la VERDAD y de la BONDAD, regidores de todo cuanto existe. Es preciso tomar en cuenta que a Marsilio Ficino se le considera como a una reencarnación tanto de Plotino como de Platón.

Pico Della Mirandolla, vuelca su mirada a la filología hebrea y a la Cábala. Percibe, también él que el ser humano es capaz de someter al destino cuando afronta sus pruebas más severas con dignidad. A tales efectos escribe un TRATADO SOBRE LA DIGNIDAD, aportando elementos de gran interés sobre este argumento.

Tanto Ficino como Della Mirandolla, constituyen figuras señeras del Renacimiento italiano.

En España emergen grandes humanistas. Descuella, por encima de todos, Miguel de Cervantes y Saavedra, con su inmortal Quijote, la obra cumbre del pensamiento universal y sus Novelas Ejemplares. López de Vega, Baltazar Gracian,  Quevedo, Calderón de la Barca, Mateo Alemán, Francisco Vázquez y Valdés de Leal, son apenas una pequeña muestra del gran aporte de España, tanto al humanismo como al Renacimiento. 

Valdés de Leal es un artista cuya obra “Gloria Finis Mundi”, analizada por el mayor alquimista del siglo XX, conocido por el pseudónimo Fulcanelli, que en 1999, 70 años después de publicar sus obras maestras “El misterio de las catedrales” y “Las Moradas filosofales”, envió al editor francés un libro con el mismo título que el del cuadro de Valdés de Leal, Gloria Finis Mundi, lo que implica una longevidad, en Fulcanelli, superior a 120 años, y un conocimiento de la historia y de la realidad mundial digno de la mente que fue capaz de descubrir el secreto de la transmutación alquímica en los símbolos de las grandes construcciones góticas, realizadas por los masones operativos, conocedores de un saber perdido, de la antigüedad, pero que, empero, persiste en el simbolismo universal por quien es capaz de percibirlo e interpretarlo.

En el primer capítulo, Fulcanelli analiza el simbolismo alquímico plasmado por Valdés de Leal en su cuadro, el cual se encuentra, aún, en Sevilla. Dicho análisis indica que Valdés de Leal fue una de las mentes más brillantes del Renacimiento europeo, en España, poseedor de una cultura clásica, y filosófica, profunda, además de lúcido alquimista.

Tanto el Humanismo como el Renacimiento, dan una constelación de grandes personajes, en todos los ámbitos de la cultura y de la ciencia, pese a lo cual, cuando analizamos los motivos plasmados en el arte del Renacimiento, esas mentes prodigiosas no fueron capaces, en gran medida, de zafarse de la tergiversación histórico-espiritual de la verdad, conducida por aquel movimiento nacido en Nicea.

Al principio del siglo XVI, en las décadas de los años 20 y 30, se lleva a cabo el cisma de las reformas luteranas, calvinistas y anglicanas. Estas reformas merman, inicialmente, a la institución romana, pero siguen participando, y sosteniendo, el gran engaño histórico-espiritual nacido en Nicea. Hacia mediado del siglo XVI, la institución romana vuelve al ataque con la contrarreforma, buscando recuperarse y arremeten, con todas estas variantes, con más fuerza, inhibiendo la libertad de pensamiento y frenando en determinados grados los avances alcanzados durantes los siglos XIV, XV y XVI, tanto por el Humanismo como por el Renacimiento.

Grandes personajes emergen en todos los ámbitos del conocimiento y actividades humanas, en el Renacimiento, cuyas obras aún esperan que sean analizadas con mayor profundidad, por cuanto contienen percepciones que anticipan nuevas eras de esplendor, entres ellos podemos citar a Giordano Bruno, con su obra: Sobre el infinito universo y los mundos,  en la que plasma su percepción de la pluralidad de mundos habitados; en sus demás libros, expresa, además, un conocimiento profundo de la cultura clásica, de los valores universales y de la filosofía moral, imbuida de un elevado idealismo. Paracelso, describe todas las áreas en que se divide la medicina, con agudas percepciones y anticipa el nacimiento de la Homeopatía; Maquiavelo, cuya visión precisa del correcto liderazgo plasma obras que habrán de orientar, aún, a incontables líderes; Baltasar de Castiglione, cuya obra El cortesano, describe, en forma admirable, el arte de la diplomacia; Shakeaspeare, al margen de que sus obras hayan sido escritas, o no, por Francis Bacon, constituyen un tesoro de incalculable valor por el caudal de sabiduría que contienen. Michel de Montaigne, con sus Ensayos, de un valor imperecedero, da inicio a un género literario que han cultivado los más importantes pensadores a partir de entonces.

Será en el siglo XIX cuando se va a lograr, en mayor grado, una emancipación del oscurantismo medieval, realizando los auténticos ideales tanto del Humanismo como del Renacimiento.

Sören Kierkegaard, Goethe, Ernesto Renán, Karl Jaspers, Nietzsche, Martín Heiddeger, Allan Kardec, Víctor Hugo, José Mazzini, León Denis, Emilio Castelar y H, P, Blavasky, entre otros, constituyen figuras fundamentales que van a alcanzar en mayor grado, aún, que en ninguna época pasada, los auténticos ideales del Humanismo y del Renacimiento.

En su obra: Temor y Temblor, Kierkegaard coloca, magistralmente, a diez personas, quienes van a imaginarse la forma en que Abraham sube al monte Moria para efectuar el sacrificio a Dios, de su primogénito Isaac, por una indicación de Aquel para probar, supuestamente, su fe; lo cual ha pasado a los seguidores de ese movimiento nacido en Nicea como una demostración de fe.

La última de las diez personas se plantea: -“Este acto de sacrificar a su primogénito, llevado a cabo por Abraham pasa a la posteridad como una prueba  de fe; pero, si en vez de Abraham lo hubiese realizado “X” persona, como lo considerarían sus contemporáneos?” Evidentemente, como un acto anómalo y digno de ser criticado y sancionado por la justicia humana, y la divina, por lo que aquel acto  hubiese significado de haber sido culminado.

Aquí, Kierkegaard, inteligentemente, cuestiona un acto que se considera como un ejemplo de fe, y lo hace ver como un absurdo que en sí constituye un delito si lo realizara cualquier persona, incluyendo Abraham, en la época de Kierkegaard, o en la nuestra.

Kierkegaard comienza a redimensionar algunos criterios absurdos de esa cristiandad nacida en Nicea, que constituyen un engaño histórico-espiritual de la verdad para la humanidad. Él, como principal fundador del Existencialismo, percibe, al igual que los del Humanismo, que el ser humano es capaz de someter al destino, y triunfar de las pruebas más severas. Aporta un mensaje alentador, el cual van a fortalecer los demás existencialistas, entre ellos, Goethe, Jaspers, Heiddeger, Nietzsche, entre otros, y  Jean Paul Sartré, en el siglo XX.

Ernesto Renán, con su Vida de Jesús, deslastrándolo de los elementos de tergiversación de la verdad, nacidos en Nicea, es quien comienza a redimensionar, con su profunda visión de la cultura clásica, y de la historia, la verdad sobre Jesús de Nazareth. Escribe obras como El Anticristo, Marcos El Romano, una Vida de Averroes, e incontables más, que denotan su profunda erudición y percepción de la realidad histórica.

La figura señera del Humanismo, en el siglo XIX, la va a constituir el humanista Hipolite León Denizard Rivail, el codificador de la Doctrina Espírita.

Al definir al Humanismo, explicando el desenvolvimiento de este movimiento histórico, en su contexto filológico, literario, filosófico, espiritual,  artístico, pedagógico y jurídico, se contribuiría a redefinir la Doctrina Universal.

Además de Doctrina filosófica, científica y metafísica-espiritual, con un profundo contenido ético-moral, en sus enseñazas la Doctrina Espírita  es la mejor expresión del HUMANISMO –de corte RENACENTISTA-.

La Doctrina Espirita expresa un interés por el  estudio global: es decir, de los objetivos iniciales del humanismo, -de una vuelta a los orígenes, a la cultura clásica, con un interés literario, filológico, espiritual, filosófico y artístico, en sus inicios, en el siglo XIV, con Petrarca, Boccaccio, Dante, Giotto, Cimabue y Duccio-.

Realmente, como se ha observado, los verdaderos objetivos del HUMANISMO y del RENACIMIENTO, se comienzan a gestar a partir del siglo XIX, dentro de cuyos máximos exponentes, como Sören Kierkegaard, Goethe, Ernesto Renán, Karl Jaspers, Heiddeger, y Nietzsche, -del existencialismo y libre pensamiento- en general, es, en particular, la Doctrina Espirita quien cumple -de la manera más amplia, e integralmente, los propósitos tanto del Humanismo como del Renacimiento, CON TODOS SUS GRANDES EXPONENTES, como Allan Kardec, León Denis, Myers, Lodge, Conan Doyle, Amalia Domingo Soler, y una constelación de pensadores más.

La Doctrina Espirita restituye la reencarnación al conocimiento colectivo, la verdad histórica del hermano Jesús de Nazareth, -deslastrándolo de la tergiversación histórico-espiritual nacida en el Concilio de Nicea, en el año 325 de nuestra era, y del oscurantismo que de allí emanara, que desembocó en la Edad Media-, como una época poco luminosa para la humanidad.

La Doctrina Universal constituye una expresión clara de los valores universales, estudiados por la AXIOLOGÍA, además del resto de los objetivos del Espiritismo, que, fundamentalmente, y en esencia, son los mismos que los de los filósofos de la edad clásica.

El Humanismo, además, permite rastrear, en sus antecedentes históricos, el gran aporte de la civilización árabe, a partir del año 610 –d.n.e.-, como una demostración del equilibrio de la HISTORIA, por medio de la ACCIÓN-REACCIÓN EN LOS ACONTECIMIENTOS, donde, al lado de un período oscuro, como el de la Edad Media, fluyó la luz, con los filósofos árabes-judíos, y otros como Raimundo Lull, Don Juan Manuel, Chaucer y Alfonso X El Sabio, éste último, sobre todo, en cuanto al Derecho –Las Siete Partidas-.

Por lo cual, al percibir que la condición de ESPIRITA refleja la mejor expresión de HUMANISTA, -y del Humanismo-, en sentido lato, es decir, integral, filosófico-científico-espiritual,-artístico-literario, pedagógico y jurídico, en la concepción renacentista del término, nos permite percatarnos de que el ESPIRITA es un HUMANISTA en el verdadero sentido de la palabra.

Al igual que Martín Heiddeger, y Jean Paul Sartre quienes concluyeron que el EXISTENCIALISMO era HUMANISMO, con razón justificada, la Doctrina Espirita es HUMANISMO, además, de corte Renacentista, es decir, un Humanismo integral, en sentido lato, pero emancipado de todos aquellos elementos de los cuales ni aún las mentes más preclaras del Renacimientos pudieron hacerlo.

Además, el Humanismo, como ya fuera dicho, permite interpretar la historia del mundo occidental a partir del siglo IV de nuestra era, y comprender, mejor, los últimos 3.200 años de historia, a partir de Homero, cuyos relatos se encuentran enmarcados en el siglo XII –a.d.n.e.-, y como uno de los principales maestros e inspiradores de la edad de oro griega, a cuyas obras, en primer lugar, centran la atención, los humanistas como Petrarca y Boccaccio, además de las de Platón, Aristóteles, y otros.

Víctor Hugo, poeta de corte espírita, con su magna obra Los Miserables y La pena de muerte, sigue el proceso de humanización del Derecho penal, alcanzando un elevadísimo nivel de expresión humanística con su obra La leyenda de los siglos.

En España, en el siglo XIX, emergen dos grandes mujeres, humanistas por excelencia, que siguen el proceso de humanización del Derecho; la primera es la gallega Concepción Arenal, que va a escribir un Tratado sobre la Igualdad, y otro sobre los Derechos de la mujer; la segunda, es la andaluza Amalia Domingo Soler, cuyos ensayos sobre la reencarnación y la ley de justicia divina, entre otras, constituyen una de las mejores expresiones del pensamiento universal. 

Es preciso, para concluir, destacar que en América, en el siglo XIX, tanto en el Norte como en el Centro y en el Sur, brillaron una constelación de grandes humanistas, entre ellos los venezolanos Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Andrés Bello, Rafael María Baralt, Juan Vicente González, Juan Manuel Cajigal y Cecilio Acosta; Domingo Faustino Sarmiento, en Argentina; José Martí, en Cuba; Benjamín Franklin, Ralph Waldo Emerson y Walt Witman,  en Estados Unidos; José Joaquín de Olmedo y Juan Montalvo, en Ecuador, Rufino José Cuervo, en Colombia, entre tantos otros, cuyas obras son de lectura obligada.

En el siglo XX emergen un sinnúmero de grandes humanistas, pero éste será un tema que tocaremos en otra ocasión.

Adelante.




 

 


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