EL HUMANISMO:
SUS ORÍGENES, CAUSAS Y TRASCENDENCIA
©Abg. Giuseppe Isgró Cattafi
Conferencia dictada en Sevilla, España, el 30 de
octubre de 2011, organizada por la Asociación Espirita Andaluza Amalia Domingo Soler, en el seno del III Congreso Andaluz de Espiritismo, cuya visión panorámica de la historia del Mundo Occidental
permitirá interpretar, fácilmente, los grandes enigmas históricos y comprender
porqué algunas cosas son como son y la razón por la cual, otras, deben ser
conscientemente cambiadas, gradualmente, en el tiempo perfecto de Dios. Previamente, la dictó en julio del 2011 en la Resp.: Log.: Juan Manuel Cagigal, en la ciudad de Barcelona, Venezuela y en otras instituciones filosóficas, en el mismo año 2011.
-¿Qué es el Humanismo?
Esta es la pregunta que todos, ahora, debemos formularnos, y encontrar, juntos,
las múltiples y apasionantes respuestas.
-¿En qué época se gestó
este importante movimiento histórico, filológico, literario, filosófico,
espiritual, pedagógico y jurídico?
-¿Cuáles fueron los
antecedentes que contribuyeron a que en el siglo XIV, en la ciudad de
Florencia, Italia, en primera instancia, y luego a nivel europeo, se gestase el
Humanismo?
-¿Cuáles son las causas, o
razones, que, puestas movimiento mil años antes, al inicio del siglo IV de
nuestra era, determinaran, en un momento dado, la necesidad de que emergiese
una manifestación cultural de la magnitud y trascendencia del Humanismo?
-¿Cuáles fueron los
aportes del Humanismo en el siglo en que emergió, y los sucesivos en los siglos
XV y XVI, al contribuir a la manifestación del Renacimiento, italiano en
primera instancia, europeo, acto seguido?
-¿Por qué razón los
auténticos ideales del Humanismo se gestaron en los siglos XIX y XX?
-La respuesta a estas
pocas preguntas nos permitirán interpretar la historia de los mil setecientos
años siguientes al siglo IV de nuestra era, en el mundo occidental, y echar una
rápida mirada a 4.000 años de acontecer histórico. Igualmente, nos facilitará
el percibir por qué algunas cosas son como son en nuestro mundo actual, así
como, observar las tendencias hacia la nueva edad de oro, en el planeta tierra,
que de acuerdo a los más importantes utopistas del siglo XX, entre ellos
Bernard Shaw, H. G. Wells, Henry Poincaré y Aldous Husley, entre otros, se
gestará en torno al año 30.000 de nuestra era. Empero, esta labor de desarrollo
en el Planeta Tierra ocupará una etapa de cien mil años, después de la cual
vendrán tiempos que ahora son apenas sueños, pero que es nuestra misión
estimular en las fértiles imaginaciones de quienes están destinados a realizar
tan elevados ideales: cada uno de los seres que ahora vive en el Mundo Tierra,
en incontables ciclos de vida. El Gran Arquitecto del Universo inspirará las
conciencias individuales orientando las acciones a tal fin, oportunamente.
En el año 325 de nuestra
era, en la ciudad de Isnik, en la actual Turquía, se realizó lo que se conoce
como el primer Concilio de Nicea, bajo la dirección del emperador Constantino
I.
En esta Asamblea se van a
realizar algunos de los actos que habrán de tener inmensas consecuencias en la
historia del mundo occidental, en lo fasto y en lo nefasto.
El primer acto que se va a
realizar es la fundación de aquella institución cuya sede, en la actualidad, se
encuentra en Roma, y que deriva su nombre del término griego “Catolicus”, cuyo
significado es: universal.
El segundo acto consiste
en la proposición de someter a votación la elevación a categoría de Divinidad
la figura de un hombre nacido casi 300 años antes, en la ciudad de Nazareth.
Esta proposición va a encontrar la férrea oposición del hombre más lúcido que
asistió a aquella asamblea, el ilustre ARRIO, de origen libio. Arrio, eleva su
voz de protesta, calificando la proposición de aberración histórico-espiritual.
Tanto Arrio como sus seguidores estaban conscientes de que elevar la figura de
un hombre a categoría de Dios constituía una tergiversación de la verdad.
Pese a la oposición
arriana, aquella asamblea constituida mayormente por personas de escasa
erudición, a pesar de la presencia de algunos eruditos, entre ellos Arrio y sus
seguidores, aprobó por mínima diferencia de votos la elevación de aquel hijo
del carpintero de Nazareth a la categoría de Divinidad, es decir: Dios.
Igualmente, en el Concilio
de Nicea, se va a aprobar otra idea novedosa: la de la trinidad de Dios, es
decir: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta idea emerge por primera vez y es una
imitación de la trimurti hindú de: Brhama, Visnú y Shiva, que constituyen las
tres vertientes de la Divinidad: la creadora, la conservadora y la
transformadora o destructora, mecanismo de la ley del cambio.
Esta idea de la trinidad
de Dios nacida en Nicea va a contradecir la de la UNICIDAD de Dios que siempre
imperó desde la más remota antigüedad. Los Vedas, el Mahabharata, el Bhagavad
Gita, la doctrina judía que se inicia con Abraham, y luego con la secuencia de
Isaac, Jacob, Moisés, Elia, Elíseo, Samuel, Saúl, David, Salomón, Isaías y
otros profetas judíos, Ameofis IV o Akhenatón, con su monoteísmo centrado en el
Dios Atón, Zoroastro, Pitágoras, y la doctrina de los más importantes
pensadores de todos los tiempos, hasta entonces, incluyendo la Masonería
Universal, en su fase operativa, todos, absolutamente todos, habían sustentado
la idea de la UNICIDAD de Dios.
De igual manera, la idea
del Espíritu Santo nace en Nicea por primera vez. Jamás antes, nadie,
absolutamente nadie, había mencionado la idea del Espíritu Santo. Ni Pablo de
Tarso, ni los discípulos de Jesús, ni Jesús, en ningún momento hicieron
referencia alguna al Espíritu Santo. Recordemos que el hermano Jesús de
Nazareth sí habló del Espíritu de Verdad que, oportunamente, no al final de los
tiempos, vendría para reestablecer la verdad de las cosas. Jesús le atribuía al
Espíritu de Verdad una mayor jerarquía de la que él estimaba tener. Sólo a
título de referencia, señalaremos que se le conocen tres existencias al
Espíritu de Verdad, de acuerdo a una corriente espírita latinoamericana, la de
la EMECU, las cuales son: la primera, la de Servio Tulio, legislador romano de
la época monárquica, hacia la segunda centuria de la cronología de Roma; la
segunda, la de Poncio Pilato, y la tercera, la del filosofo alemán Arthur
Schopenhauer, un pensador de gran profundidad y vigencia, aún, pese al
calificativo de pesimismo que se le asigna a su obra. Igualmente, el hermano de
Nazareth se refirió a la figura de un CONSOLADOR que, oportunamente, vendría
con un fin similar. De acuerdo con Allan Kardec, esta figura de un Consolador,
más que representar a un personaje en particular, parecería hacerlo con un
cuerpo de doctrinas. Kardec estima, con justa razón, en su obra Génesis, que
quien mejor representa el rol de este consolador es la DOCTRINA ESPÍRITA.
Habiendo asumido el
propósito, la institución romana, en su orígenes, de constituirse en la
representante de Dios en el planeta tierra, concibe la idea de elevar la figura
de un hombre a la categoría de Divinidad, así como la de la trinidad, de Padre,
hijo y espíritu santo, “un Dios en tres personas distintas, pero un solo Dios,
y siendo el hijo el mismo Dios”, y la institución romana la representante del
hijo, anclando la autoridad del hijo en la del padre, se consolida la autoridad
de la institución que asume el rol de representarles a ambos.
Esta idea del anclaje en
una autoridad mayor, nace en el siglo XX con las enseñanzas del chamán mejicano
Don Juan Matus, que divulga en sus obras Carlos Castaneda, y que la psicología
adapta en diversos sistemas de anclajes. Gran número de líderes actuales
aplican este poderoso método para imponer su liderazgo sustentado por el anclaje
en una autoridad superior que todos aceptan y siguen dócilmente. Evidentemente,
ya en el siglo IV Constantino dominaba a la perfección este método del anclaje,
como los hechos históricos lo demuestran.
En la Asamblea de Nicea se
encontraban reunidos en torno a trescientos quince manuscritos de aquellos que
hoy se conocen como evangelios. Se van a elegir cuatro como los auténticos, y
se destruye el resto, allí mismo. El más antiguo de aquellos manuscritos había
sido redactado alrededor del año 70 de nuestra era, y de los otros tres, el más
antiguo, cerca del año 100 de nuestra era; es decir, eran escritos de
discípulos de discípulos del hermano de Nazareth, o ni siquiera eso.
En la Asamblea de Nicea se
va a promulgar un Decreto que ordena a todo poseedor de un manuscrito diferente
de aquellos cuatro que allí se habían aprobado como los auténticos, que debía
destruirlo ipso facto, al término de la distancia, so pena máxima.
Evidentemente, esta orden determinó que se destruyera cualquier escrito que
tuviese alguna relación con las enseñanzas del hermano de Nazareth.
Quedó en circulación el
Evangelio de Bernabé, que aún circula, el cual contiene algunos elementos
históricos dignos de consideración. Todos los manuscritos que aún circulan con
el nombre de evangelios apócrifos, en mayor o menor grado, contienen elementos de
la tergiversación histórico-espiritual de la verdad, nacida en Nicea.
A partir del Concilio de
Nicea comienza un proceso de ocultamiento de la verdad en todas sus vertientes
y variantes. Se empieza a inhibir la libertad de pensamiento y a restringir la
doctrina de la Reencarnación, la cual formaba parte de las ideas generales de
la gente desde remota antigüedad y lo va a hacer, todavía, durante los primeros
cinco siglos de nuestra era. De igual manera, se comienza a destruir el grueso
de las grandes obras de la antigüedad clásica, eliminándose en torno al 80% de
ese gran legado. El 20% restante comenzará a ser adulterado y amoldado a las
nacientes ideas de Nicea. Se les hacen interpolaciones a gran número de obras,
pese a lo cual, no se pudo exterminar del todo esa importante herencia
cultural. Se encomienda a Justino la recopilación de los manuscritos que
conformaran la Vulgata, la cual, evidentemente, contiene enormes
interpolaciones y adulteraciones de la verdad, como lo va a demostrar al inicio
del siglo XVI el gran humanista Erasmo de Rotterdam, Entre los compiladores de
la Vulgata se cuenta, también, a Jerónimo.
Hacia el final de su ciclo
de vida, Constantino I se percata de que había incurrido en un error al
promulgar la trinidad de Dios, y decide volver a la idea de la UNICIDAD de
Dios, pero ya aquella concepción había tomado fuerza al igual que lo hace una
bola de nieve al descender por una montaña; mientras desciende su volumen se va
agigantando, y le fue imposible revertirla. La pugna entre Unitarios,
representados por los arrianos, entre otros, y los trinitarios, va a seguir
hasta mediados del siglo VII, en que, definitivamente, se va a imponer, en
mayor grado, la idea de la trinidad. Pero, dicha controversia sigue vigente.
Las mentes más preclaras son las que respaldan a la doctrina unitaria de Dios.
En torno al año 361 de
nuestra era, un joven brillante, el emperador Juliano, quien recordaba haber
sido Alejandro Magno, en una vida anterior, se percató del inmenso peligro que
representaba aquel movimiento de tergiversación histórico-espiritual de la
verdad, nacido en Nicea. Se propuso exterminar aquel peligro con tres
generaciones de cultura clásica. Un jerarca de la época declara que “eso
pasará”. Efectivamente, pasó, al ir Juliano a una batalla y no regresar de la
misma, quedando interrumpida la realización de su proyecto, el cual será
llevado a cabo un poco más de 200 años después, por otro gran personaje que
representa una análoga visión de la realidad, como veremos dentro de poco.
En el año 381 de nuestra
era, el emperador Teodosio prohíbe los Misterios Eleusinos que habían sido la
fuente en la que habían bebido los filósofos griegos. Igualmente lo hace con
los Misterios Mayores y Menores egipcios, en los que, además de los egipcios y
de los griegos, habían sido iniciados ilustres personajes romanos y otros de
regiones circunvecinas. Emite un decreto prohibiendo hablar de la reencarnación
y envía a mejor vida en torno a un millón de personas que se rehúsan a dejar de
hacerlo.
Roma, en esta época, se
encuentra en franca decadencia, fragmentándose en el imperio romano de Oriente
y en el de Occidente; éste se va a disponer a darle acogida a una afluencia
enorme de germanos, con la idea de fortalecerse, pero, unos cien años después,
los germanos se apoderan del imperio romano de occidente. Para el mundo
occidental nace un período menos luminoso, en torno al año 465 de nuestra era,
que se va a conocer como la edad media, en sus diversas fases, de baja y alta
edad media, calificándose de edad oscura
o de un período de oscurantismo en la historia del mundo occidental, que aún,
lamentablemente, no ha concluido del todo.
En el año 527 de nuestra
era, asciende al poder del Imperio Bizantino, el emperador Justiniano, quien da
comienzo a una importante compilación del Derecho Romano.
1. Encarga al jurisconsulto
Triboniano para resumir, en un solo Código, depurándolo de los elementos
superfluos, o exentos de vigencia, a los
Códigos: Gregoriano, Hermogeniano y Teodosiano, el cual será publicado en el
año 529, de nuestra era, bajo el título de CODEX JUSTINIANEUS o Corpus Juris
Civilis. Cinco años después, en el año 534, se editará una nueva edición
definitiva con notables mejoras y la inclusión de un gran número de
constituciones redactadas por el mismo Justiniano.
2. En el año 530, Justiniano encarga a Triboniano
para redactar una compilación conformada con los extractos de los escritos de
39 jurisconsultos romanos, los cuales sustentaban la categoría del jus
respondendi. Participó en este trabajo trascendental una comisión de dieciséis
juristas y esta obra se conoce con el título de El Digesto o las Pandectas, la
cual fue publicada en el año 533, y se le dio carácter de normativa de
obligatorio cumplimiento. En esa época las opiniones de los jurisconsultos eran
tomadas muy en cuenta para dirimir las disputas entre las partes quienes
emitían un informe jurídico que lo tomaban en cuenta, además de las partes
involucradas, los jueces.
3. Las Instituciones: Son los
extractos de diversos jurisconsultos con fines pedagógicos, que incluyen las
Instituciones de Gayo, Florentino, Ulpiano, Marciano, Teofilo, y las Reglas de
Ulpiano. Tratan de las personas, de las cosas, de las acciones, así como de los
principios jurídicos.
4. Las Novelas o Novellae
constituciones: Se conocen en torno a 138 novelas jurídicas, de las cuales
Justiniano es autor de 131. Se consideran a 97 de ellas con un carácter
fundamental; al resto se le estima de relevancia secundaria. La importancia de
estas novelas de Justiniano la podemos observar cuando en todos los Códigos
Civiles del mundo, la parte relativa al Derecho Sucesorio se rige, aún, por
unas pocas novelas de Justiniano, a pesar del tiempo transcurrido.
5. Una importante colección
de aproximadamente 50 constituciones, redactadas por Justiniano, se han
perdido.
Esta compilación del
Derecho Romano se había perdido, prácticamente, en su totalidad; fue al final
del siglo XII, en la ciudad de Bolonia, en Italia, que se encontró un ejemplar,
en torno al cual se formó la escuela de los
Glosadores, siendo el primer jurista que se ocupó de ello Pepo; le
siguió su discípulo Irnerio de Bolonia. En los siglos XIV y XV surgió, y se
desarrolló, la escuela de Bartolo de Sassaferrato y sus discípulos; en el siglo
XVI el derecho romano pasó a Francia, donde alcanzó notable desarrollo; en el
siglo XVIII, Montesquieu escribe su gran tratado El Espíritu de las Leyes, con
la que se inicia la humanización del Derecho. En el siglo XIX, en Francia, se
redacta el Código Napoleónico, una gran joya jurídica, realizada bajo las
órdenes de Napoleón, quien se reservó para él la parte relativa al Derecho de
Familia. Napoleón, solía asombrar a los más importantes juristas de su época,
reunidos por él para la redacción del Código Napoleónico, al citarle de memoria
extensos fragmentos de los textos del Derecho Romano, con una lucidez que
denotaba una profunda comprensión de su contenido. En el siglo XIX pasó a
Alemania, donde grandes juristas le dieron brillo, entre ellos Rudolf Ihering y
Friedrich Carl Von Savigny.
Hemos querido destacar la
obra de Justiniano en la compilación del Derecho Romano, por cuanto es uno de
los grandes legados que nos queda de la antigüedad.
En el año 529 de nuestra
era, Justiniano ordena el cierre de la Escuela Platónica, por cuanto las ideas
del ilustre filósofo ateniense contradecían a las del movimiento de
tergiversación de la verdad, nacido en Nicea. Este importante contingente
humano se ve precisado a emigrar a la región persa, en el actual Irán, cuyos
descendientes jugarán un importante rol unos cien años después con la expansión
de la civilización árabe, como lo veremos después.
Justiniano mantiene la
prohibición de los Misterios Eleusinos, los Mayores y Menores Egipcios, y al
margen de que haya emitido, o no, el decreto de herejía, en el Concilio de
Constantinopla del año 553, -ya que
parecieran haber elementos que indican que no llegó a promulgarlo-, las
consecuencias fueron las mismas que si lo hubiese emitido, dado que él, al
igual que Teodosio, también envío a mejor vida en torno a un millón de personas
por rehusarse a dejar de hablar de la Reencarnación.
Justiniano pensaba que los
cristianos, creyendo que pagarían en la siguiente vida los actos indebidos que
realizaban en esta, incurrían en ellos alegremente. Esa fue la razón por la que
proscribía la idea de la Reencarnación.
Nosotros creemos, hoy en
día, que un mayor conocimiento de la Ley de la Reencarnación, de las leyes de
la justicia, de la igualdad, de la compensación y de la afinidad, contribuiría
a que las personas tuviesen una mejor conciencia de la importancia de realizar
solamente actos de índole positiva, por cuanto la siembra determina la cosecha
que se habrá de obtener en todos los casos. Si queremos una vida feliz, es
preciso cultivar una conducta virtuosa.
En el año 570 de nuestra
era, nace en la Meca un hombre extraordinario: MAHOMA; lo hace en una familia
ilustre, aunque venida algo a menos. Se va a criar con su abuelo Abu Mutalib, y
con su tio, Abu Talib; con este último va a aprender el oficio de caravanero
desde muy joven, en cuya actividad lo vemos a la edad de 25 años, viajando a
los confines de la India y de la China, a las órdenes de una rica mujer de
nombre Kadisha, de 15 años mayor que él, con quien, finalmente, se va a casar.
En aquellos cruces de
caminos, Mahoma se va a encontrar con maestros taoístas y del budismo zen, con quienes va a aprender técnicas de
meditación en estado de quietud, y en movimiento, tipo tai chi, las cuales va a
practicar, a su regreso, en una cueva ubicada en las afueras de la Meca.
Recordemos que nos
encontramos a finales del siglo VI, y que, en el año 527 viajó de la India a la
China y al Tibet, el maestro del budismo zen, Bodhidarma, quien, además del
budismo zen, que en China y en el Tibet se le denominó Chan, y al pasar a
Japón, Zen, también trajo con él las diferentes variantes de las artes
marciales.
Mahoma, después de una
asidua práctica de meditación, alcanza un estado de éxtasis, mediante el cual
recibe las comunicaciones espirituales del Espíritu Gabriel, que le revela la
existencia de un solo Dios: ALLAH, el Creador Universal, y la designación de
que él, Mahoma, es su mensajero.
Evidentemente, Mahoma se
impacta con el mensaje recibido, pero es tal la firmeza con que se le
manifiesta el Espíritu Gabriel que asume el reto y la misión que se le asigna.
El Espíritu Gabriel le
reafirma: -Hay un solo Dios, Allah, el Creador Universal; debes difundir este
mensaje y evitar que se le forjen imágenes a Él y a ti mismo. Evita que se te
rinda culto a ti; el único culto se debe rendir a Allah.
Aquí observamos un hecho
extraordinario entre una acción y su reacción inherente, como equilibrio en la
historia del mundo occidental. Mientras en el Concilio de Nicea se eleva a
categoría de Divinidad a un hombre, diciendo que es Dios, y conformando la
trinidad de Dios, aquí en la Meca, Mahoma recibe la misión de divulgar la
existencia de un solo Dios, Allah, el Creador Universal. Entre una acción y
otra media un lapso aproximado de 280 años. Pero hubo incontables
manifestaciones menores que fueron aplicadas como reacciones equilibrantes, con
anterioridad, tal como lo denotan las constantes pugnas entre trinitarios y
unitarios, hasta que, con Mahoma, retomando el hilo conductor del emperador
Juliano, da comienzo a uno de los procesos civilizadores más extraordinarios
del mundo occidental. Frente al oscurantismo nacido en Nicea, emerge, luminoso,
el Islam de Mahoma, que, de beduinos analfabetos del desierto, gente indómita
que no se inclinaban frente a nadie, lo van a hacer cinco veces al día
inclinando su frente al suelo, en homenaje a Allah. El mensaje de un solo Dios
de Mahoma retoma el argumento de la UNICIDAD de Dios que siempre existió desde
la más remota antigüedad.
Con un escuálido número de
seguidores, conformado por un amanuense, su tío Abu Talib y su esposa Kadisha,
Mahoma emprende su misión civilizadora-espiritual en la Meca, donde existía un
acentuado politeísmo con un dios para cada día del año, y en torno al cubo negro
de la Meca, un inmenso meteorito que había caído del espacio en épocas remotas,
giraba un rico comercio para el cual, Mahoma, con su mensaje de un solo Dios,
representaba un serio peligro. Se le advierte que las cosas están bien como
están, y que se deje de eso, volviendo a las prácticas habituales.
Empero, Mahoma, en una
demostración de firme convicción, siguió adelante con su mensaje de la
existencia de un solo Dios, acuñando la frase: SÓLO DIOS ES DIOS, que los
musulmanes repiten muchas veces, diariamente, como una variante del Dzickr: el
constante recuerdo del nombre de ALLAH, como una forma de mantra.
Los jerarcas de la Meca,
viendo que Mahoma seguía firme con su mensaje, deciden sacarlo de escena con
medios más convincentes. Mahoma se ve obligado a empuñar la espada para
defenderse y salvar su vida y la de sus seguidores. Pero, con la espada del
Islam se derrama infinitamente menos sangre de la que ha derramado aquel
movimiento nacido en Nicea, cuyos horrores son de tal magnitud que se hace
preciso dejar de mencionarlos y olvidarlos. Un ser humano normal es incapaz de
imaginar, siquiera, y menos soportar, el conocimiento de las páginas oscuras,
los horrores y el atraso que significan para la humanidad del planeta tierra
todo lo que han realizados los seguidores de aquel movimiento nacido en Nicea.
Lamentablemente, esa gente todavía no ha
salido de escena, y camuflada persiste, tenazmente, en su intento de mantener a
la humanidad en ese camino oscurantista iniciado en Nicea. Empero, las
evidencias demuestran, como lo decía Andrés Luiz, que: -“Todo, en la vida, es
un movimiento hacia la victoria del bien supremo”-.
Mahoma, empuñando la
espada del Islam comienza a triunfar de los enemigos de la luz. Demuestra una
generosidad que supera cualquier demostración conocida, excepto la de aquel
joven macedonio, Alejandro Magno, cuyo Espíritu, por la evidente semejanza y
grandeza que les identifican, es el mismo en el uno y en el otro. Mahoma libera
a los prisioneros que va tomando como tales, por medio de diversas variantes: a
unos, por el pago del respectivo rescate; a otros, quienes tuviesen algo que
enseñarle a sus hombres, mediante la impartición de ese conocimiento; y a
quienes no tenían rescate alguno que pagar ni conocimiento que transmitir, los
dejaba en libertad sin exigirle nada. Mahoma es tolerante con los pueblos que
va conquistando y respetuoso, con tal que acepten que únicamente existe un solo
Dios, Allah, sin importar cual camino espiritual sigan, razón por la cual,
donde imperó el Islam convivieron en armonía las más diversas culturas.
Con la expansión del Islam
a la India, a la China, al Indostán, al norte de África, al de Europa, al sur
de Italia, y al de España, la civilización árabe alcanza un esplendor
inigualable. En Andalucía, el Al Andalus refleja una de sus manifestaciones más
excelsas.
Aquellos descendientes de
los discípulos de Platón que se vieron obligados a emigrar de Constantinopla a
la región persa, el actual Irán, al cierre de la escuela platónica ordenada por
Justiniano, al desplazarse el centro de poder de la Meca a Medina y de ésta a
Bagdad, constituyen un recurso humano que, enriquecido con las ideas del
filósofo ateniense y la cultura del Zend Avesta, de Zoroastro, quien viviera en
el siglo VI antes de nuestra era, representan un terreno abonado para el
desarrollo del Islamismo, del cual van a emerger grandes poetas, místicos,
filósofos, juristas, científicos, matemáticos, arquitectos, artistas de gusto
exquisito, etcétera, que van a crear la civilización más esplendorosa en el
mundo occidental, y, virtualmente, en todo el mundo conocido, hasta entonces.
En la ciudad de Córdoba,
en el siglo X, emerge un gobernante, de nombre Abderramán III, que durante 48
años de gobierno fértil, la transformará en la Lumbre de Occidente, en la
capital cultural del mundo.
Abderramán III, emula a
Ptolomeo I Soter, aquel general de Alejandro Magno que fundara, en la ciudad de
Alejandría, el Museo y la biblioteca de Alejandría, con sus 800.000 volúmenes.
Allí, en Alejandría,
Ptolomeo I Soter se rodea de filósofos, poetas, científicos, matemáticos,
artistas, etcétera; en Córdoba, Abderramás III hace lo mismo. Sin duda, el
Espíritu del primero anima al segundo, ya que realizan análoga obra de
esplendor inigualable e incomparable.
Abderramán III, en
Córdoba, va a terminar el palacio que se había comenzado a construir algunos
años antes de él, y lo va a dedicar a una hermosa mujer a quien ama
profundamente, a Zahra, razón por la cual se le conoce como Medina Azahra, es decir, el Palacio de Zahra, que después de más de
1.000 años, miles de turistas, diariamente, siguen admirando.
La biblioteca de Córdoba
tuvo análoga magnitud de la de Alejandría, con sus 400.000 a 600.000 volúmenes,
según la opinión de los diversos historiadores, la cual, también sería destruida.
En el siglo XI, en
Almería, emerge la escuela Sufí de Abulabás Ben Alarif de Almería, considerada
la más importante, en su época, a nivel mundial. Circula, aún, de este insigne
maestro, su obra: MAHASIN AL-MACHALIS. En Málaga, surge el filósofo
judío-español Solomón Ibn Gabirol, que va a escribir un importante diálogo
intitulado EN LA FUENTE DE LA VIDA, de corte aristotélico, y una extensa obra
poética, que aún acaparan la atención mundial.
En el siglo XII, en
Córdoba, conservando aún su esplendor intacto, descuellan personajes como Moisés
Maimónides y su hijo Abraham, cuya obra intelectual es portentosa. Moisés
Maimónides es el autor de LA GUÍA DE LOS PERPLEJOS, de espiritualidad directa
centrada en el Creador Universal, concluyendo, al final de la misma, de que es
factible conocer a Dios. También, es el redactor de los 639 preceptos por los
cuales se rigen los judíos, a nivel mundial, hasta nuestros días. Averroes, al
igual que se va a hacer en la escuela de traductores de Toledo, España, y en la
de Palermo, Sicilia, en la ciudad de Córdoba va a traducir las obras de
Aristóteles, comentándolas. Gracias a estas escuelas de traductores se salva el
20% de las grandes obras de la antigüedad clásica, y habiéndolas traducido del
griego y del latín, al árabe, y de éste al castellano, o en italiano, en
Sicilia, es la razón por la cual, aún hoy, podemos leer lo poco que nos queda
de aquel gran legado de la antigüedad, entre ellos Homero, Hesíodo, Esquilo,
Herodoto, Pitágoras, Platón, Aristóteles, Teofrasto, Euclides, Cicerón, Séneca,
Plutarco, Plotino, etcétera.
Al final del siglo XII,
esa cristiandad nacida en Nicea busca de extender su férreo oscurantismo
buscando apoderarse del centro de poder de Jerusalén, en poder de Saladino,
otro de los grandes elementos equilibrantes en la historia del mundo
occidental. Saladino era un personaje de una personalidad admirable, de gran
sabiduría y generosidad. Fue amigo personal de Moisés Maimónides y de Ricardo
Corazón de León. Gracias a la amistad con este último y por el acuerdo entre
ambos, la tercera cruzada fue menos sangrienta de lo que pudo haber sido. Igual
papel equilibrante habrá de cumplir en el siglo XVI el Gran Turco, Solimán El
Magnífico, tan admirado por Cervantes como el mejor ejemplo de liderazgo
forjado por sí mismo.
En el siglo XIII van a
ocurrir una serie de acontecimientos que preanuncian el nacimiento de una
vuelta a los orígenes de la cultura clásica, como antecedentes directos del
humanismo, en diversas partes de Europa: en España y en Italia, en sus
principales ciudades.
Esa institución cuya sede
reside en Roma, que constituye la expresión de aquel movimiento de
tergiversación de la verdad, nacido en Nicea, va a tener un enfrentamiento con
los Cataros, que le va a menoscabar su nivel de poder. Al mismo tiempo, los
viajes de Marco Polo, y los de los navegantes venecianos, genoveses y
catalanes, entre otros, por las rutas de las especies y de la seda, permiten
redescubrir regiones que habían sido olvidadas durante muchos siglos. El
comercio que esto implica, va enriqueciendo a estos navegantes, quienes
comienzan a anhelar un cultivo de sus personalidades y a interesarse por las
culturas clásicas olvidadas.
El feudalismo, también se
viene a menos, y el florecimiento exitoso de los artesanos e industriales le
inspira un anhelo de cultivarse en mayor grado, así como de acceder a los
cargos de gobiernos en los ayuntamientos, que, antes, habían estado, casi
exclusivamente, en gente vinculada a aquella institución romana.
En el siglo XIII emergen
figuras como la de Ibn Arabi, Rumi y Al Gazzali, en el sufismo, que van a
escribir algunas de las páginas más hermosas de la sabiduría universal, en la
historia de la humanidad.
En España destaca Alfonso
X El Sabio, que va a reunir en torno a él a un sequito de filósofos, poetas,
juristas, científicos, literatos, filólogos, etcétera, que estudiarán las obras
de la antigüedad clásicas traducidas por los árabes al castellano, como son las
de astronomía, de Ptolomeo, entre otras. La historia de España, con su Primera
Crónica General, y Los Libros del Saber de la Astronomía, que escribirá Alfonso
X El Sabio, se encuentran entre los que más contribuyeron a darle el
calificativo de sabio. El Fuero Real, El Especulo y Las Siete Partidas, son
obras jurídicas escritas por Alfonso X El Sabio, inspiradas en el Derecho
Romano, de gran nivel. Podemos ver la importancia de LAS SIETE PARTIDAS cuando
en cualquier Código Civil del mundo, al tratar el tema de los Contratos, la
normativa allí sintetizada se encuentra inspirada en esta obra alfonsina.
Un sobrino de Alfonso X El
Sabio, el Infante Don Juan Manuel, va a escribir una obra extraordinaria, como
antecedente del humanismo florentino, intitulada EL CONDE LUCANOR. Sus 50
cuentos, muchos de ellos inspirados en personajes árabes, contienen un mensaje
moralizante ejemplar. Esta obra es un antecedente de los cien cuentos, o
novelas cortas, del Decamerón, que en el siglo XIV escribirá Bocaccio.
Como último antecedente
del Humanismo, aunque, realmente, es una manifestación paralela al humanismo,
que citaremos antes de adentrarnos en el siglo XIV, mencionamos a Ibn Jaldún,
con su magna obra UNA INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA UNIVERSAL. Es una síntesis del
esplendor alcanzado en todos los ámbitos del saber humano por la civilización
árabe y trata, virtualmente, de todos los temas cuyas ciencias cultivaron los
árabes: Poesía, literatura, sufismo, filosofía, ciencia, astronomía, derecho,
política, matemática, álgebra, música, entre otros. El objetivo que le anima a
Ibn Jaldún es el de investigar y/o percibir la razón por la cual las
civilizaciones -y los grupos de poder-, en un momento dado emergen, se
desarrollan, alcanzar un gran auge, para luego declinar, y, finalmente,
desaparecer, o venir a menos. Este gran contenido sociológico de su obra es la
razón por la cual se le considera como el padre de la Sociología, por lo menos
en los países de cultura árabe.
En el siglo XIV, en el
“Trecento” italiano, emergen tres figuras descollantes, en la literatura y en
la filología, como son Francesco Petrarca, Giovanni Bocaccio y Dante Alighieri.
En el arte, encontramos a Giotto, Cimabue y Duccio, que inician un movimiento
de expresión artística más representativa de la naturaleza, que alcanzará su
mayor esplendor en el Renacimiento.
Petrarca, es el primero de
los tres en emerger como uno de los padres del Humanismo. Vuelve su mirada a la
antigüedad clásica, a Homero, a Hesíodo, a Herodoto, a Tucidides, a Platón, a
Aristóteles, a Teofrasto, a Aristófanes, a Esquilo, a Sófocles, y a Plutarco, a
los latinos, Cicerón, Séneca, entre otros. Homero y sus dos grandes poemas La
Ilíada y La Odisea, le acompañarán a lo largo de su vida. Las obras homéricas,
cuya descripción de las virtudes heroicas en acción, capaces de haber contribuido
a gestación de la edad de oro griega, le inspirarán su mensaje de aliento.
Petrarca percibe que el ser humano, afrontando las grandes pruebas de la vida
es capaz de superarlas y someter al destino. A tales efectos, va a escribir sus
Triunfos, impartiendo un mensaje de aliento a sus lectores y despertando su
anhelo de volver su mirada a las fuentes clásicas, como en efectos lo hacen,
donde encuentran una sabiduría olvidada durante la edad media. Sus rimas, sus
cartas, su obra África, que relata las hazañas de Escipión El Africano, todas
constituyen un estímulo positivo y alentador. El amor platónico de una hermosa
mujer de nombre Laura, al igual que lo hiciera Dulcinea del Toboso con Don
Quijote, y Beatriz con Dante, habrá de inspirar
gran parte de la densa obra de Petrarca.
Giovanni Bocaccio, también
alimentado en fuentes clásicas, gran amigo de Petrarca, va a escribir su obra
cumbre El Decamerón, para transmitir un mensaje de aliento. Él percibe que el
ser humano es capaz de someter al destino, si afronta las pruebas de la vida
con paciencia, tenacidad, confianza y fe. A tales efectos, somete a cada uno de
los personajes de su magna obra a las más severas vicisitudes, quienes las
superan positivamente, para acto seguido pasar a disfrutar de los beneficios
compensatorios inherentes.
El Decamerón contiene cien
cuentos o novelas cortas, y son relatos que van a realizar diez personas,
durante diez días, en los alrededores de Florencia, en la época de la peste
negra. Siete damas y tres caballeros, diariamente van a narrar un cuento. Esta
obra inspirará, en el siglo XVI, a Cervantes, para escribir la primera gran
novela de la lengua castellana, el Quijote, así como sus Novelas Ejemplares, de
análogo valor literario que la magna obra.
Dante Alighieri, emerge como
un meteoro, para completar el cuadro de los fundadores del Humanismo, con su
Comedia, que con el correr del tiempo será conocida como la Divina Comedia.
Dante, poeta cultivado
emulando a los grandes poetas de la edad clásica, a quienes va a traducir, desarrollando
un estilo elegante, fluido, de corte clásico, e inspirándose en quien él
denomina su maestro, Virgilio, alcanza una excelencia inigualable. La Comedia
es una obra inspirada en un sueño que tuviera Mahoma, y el gran número de
personajes de la cultura clásica que describe en los tres niveles de Infierno,
Purgatorio y Paraíso, en su mayoría desconocidos por los contemporáneos, al
leer la comedia se motivan para recurrir a las respectivas obras que conocen
por las referencias de Dante. Esa vuelta a los orígenes de la cultura greco –
latina, es lo que le dará un impulso decisivo a la consolidación del Humanismo.
La obra de Dante centra la
atención en la supervivencia del Espíritu y en la pluralidad de moradas o
mundos, cuyo mensaje es preciso analizar más a fondo a la luz de la Doctrina
Espírita.
La obra de Dante es amplia
y variada y, rápidamente se posiciona en un lugar preponderante, tanto en el
siglo XIV como a nivel general, en toda la literatura universal, entre los más
importantes clásicos, sobre todo su obra cumbre, La Divina Comedia.
Entre los grandes
humanistas, a nivel europeo, encontramos a Chaucer, con sus Cuentos de
Cantemburry, con un excelente mensaje místico y de espiritualidad elevada.
Victorino de Feltre, va a
iniciar el humanismo pedagógico, por cuya senda seguirán Juan Amos Comenio,
Juan Luís Vives, Juan Jacobo Rousseau,
Juan Pestalozzi e Hipolite León Denizard Rivail, estos dos últimos en el
siglo XIX.
En los siglos XV y XVI,
los aportes del Humanismo, al volcar las miradas hacia la cultura de la
antigüedad clásica, los contemporáneos descubren una ciencia que había sido
olvidada, también, la cual estimula el interés para su mayor profundización.
Las disecciones del cuerpo humano realizadas por Leonardo Da Vinci, Miguel
Ángel y Andrés Vesalio, junto con los aportes sucesivos de Miguel Servet y
William Harvey, darán nacimiento a la Escuela de Anatomía y de Fisiología. Copérnico,
leyendo a los antiguos, descubre el movimiento de rotación de la tierra en
torno a su propio eje, y el de traslación alrededor del sol, con lo cual
enuncia la teoría heliocéntrica en vez de la geocéntrica que imperaba, la cual
va a recibir el apoyo de Johan Kepler y el de Galileo. Sobre este tema Galileo
escribirá un importante tratado, analizando el sistema de Ptolomeo y el de
Copérnico.
Tanto Galileo como Francis
Bacón se van a constituir en los fundadores de la ciencia moderna,
desarrollando el método científico, centrando su atención, fundamentalmente, en
el enfoque inductivo.
Francis Bacón, mejor
conocido por sus 58 Ensayos sobre diversos tópicos de los valores universales,
síntesis de gran sabiduría y de su aguda capacidad de observación, va a enfocar
su atención en el método inductivo, en contraposición al deductivo, de
Aristóteles. Pese a no ser un investigador experimental, sugiere la
experimentación y el análisis práctico, destacando que, realizando
observaciones a partir de fenómenos individuales se puedan deducir
consecuencias o principios generales. Se propone redactar una extensa obra de
carácter científico, denominada INSTAURATIA MAGNA, de la cual va a sobresalir
el NOVUM ORGANUM, -el Nuevo Organón-, a emulación del Organón, de Aristóteles.
También escribirá una obra de carácter utópico, al estilo de las imperantes, en
la época, como la de Moro y Campanella, que intitulará: La Nueva Atlántida.
Tomás Moro había escrito,
ya, su obra en torno a la Isla Utopía, que definirá este tipo de literatura de
carácter utópico, inspirada en la vida natural de los indios americanos. Esto
ocurre en las inmediaciones del descubrimiento de América, después del año
1492.
A caballo entre los siglos
XV y XVI emerge el gran humanista Erasmo de Rotterdam, quizá la figura señera
del Renacimiento, de gran erudición clásica. Va a escribir los Coloquios, y una
extensa obra humanística. Será mejor conocido por su obra EL ELOGIO DE LA
ESTULTICIA, que escribiera a vuela pluma en honor de su amigo Tomás Moro. Este
pequeño ensayo denota la profunda agudeza
que poseía Erasmo sobre los
valores universales y su inmensa capacidad de observación de las singularidades
del carácter humano. Siendo una pequeña muestra de su ingenio, se deduce la
magnitud del ingenio global que le animaba. Erasmo es un paradigma de la
autonomía, o total independencia, que debe tener una persona en todos los
ámbitos existenciales.
En Francia encontramos a
una insigne humanista, la hermana de Francisco I, Margarita de Angulema, que,
emulando a Bocaccio, va a escribir su Heptamerón; son setenta cuentos cuyo tono
erótico superan a algunos de los que, de esta índole, escribiera Bocaccio.
En la misma Francia emerge
otro gran humanista, Francois Rabelais, con su obra: Gargantúa y Pantagruel,
obra no exenta de humorismo, con profundo contenido alquímico y constantes
referencias a los autores y sus respectivas obras de la antigüedad clásica, que
estimulan el volver la mirada a ese gran legado. El estilo pantagruélico de la
obra no es sino una excusa para poder decir grandes verdades en una época en
que decirla abría el camino hacia la hoguera, con un fuerte recrudecer de la
inquisición hacia finales del siglo XV, y durante los siguientes tres siglos y
medio, hasta mediados del siglo XIX.
En la Florencia del siglo
XV emerge un gran personaje de la talla de Ptolomeo I Soter y de Abderramán
III. Se trata de Lorenzo El Magnífico, quien va a emular sus obras y se va a
rodear de un sequito de importantes filósofos, artistas y científicos, entre
ellos Miguel Ángel, Marsilio Ficino y Giovanni Pico Della Mirandolla.
Marsilio Ficino va a
traducir a los más importantes filósofos de la edad clásica: a Platón, sobre
todo; además, el Corpus Hermeticum, de Hermes Trismegisto, las Eneadas, de
Plotino, y los diversos Tratados de los Neoplatónicos, entre ellos Porfirio y
Anmonio Sacas, las obras principales de Aristóteles, algunas Vidas Paralelas y
Moralia, de Plutarco, los Tratados Morales de Cicerón y de Séneca, entre otros.
Su obra: Teología Platónica, denota el gran nivel de su pensamiento y una
enorme similitud con la del filósofo ateniense. En uno de sus ensayos destaca
los tres grandes principios de la UNIDAD, de la VERDAD y de la BONDAD,
regidores de todo cuanto existe. Es preciso tomar en cuenta que a Marsilio Ficino
se le considera como a una reencarnación tanto de Plotino como de Platón.
Pico Della Mirandolla,
vuelca su mirada a la filología hebrea y a la Cábala. Percibe, también él que
el ser humano es capaz de someter al destino cuando afronta sus pruebas más severas
con dignidad. A tales efectos escribe un TRATADO SOBRE LA DIGNIDAD, aportando
elementos de gran interés sobre este argumento.
Tanto Ficino como Della
Mirandolla, constituyen figuras señeras del Renacimiento italiano.
En España emergen grandes
humanistas. Descuella, por encima de todos, Miguel de Cervantes y Saavedra, con
su inmortal Quijote, la obra cumbre del pensamiento universal y sus Novelas
Ejemplares. López de Vega, Baltazar Gracian,
Quevedo, Calderón de la Barca, Mateo Alemán, Francisco Vázquez y Valdés
de Leal, son apenas una pequeña muestra del gran aporte de España, tanto al
humanismo como al Renacimiento.
Valdés de Leal es un
artista cuya obra “Gloria Finis Mundi”, analizada por el mayor alquimista del
siglo XX, conocido por el pseudónimo Fulcanelli, que en 1999, 70 años después
de publicar sus obras maestras “El misterio de las catedrales” y “Las Moradas
filosofales”, envió al editor francés un libro con el mismo título que el del
cuadro de Valdés de Leal, Gloria Finis Mundi, lo que implica una longevidad, en
Fulcanelli, superior a 120 años, y un conocimiento de la historia y de la
realidad mundial digno de la mente que fue capaz de descubrir el secreto de la
transmutación alquímica en los símbolos de las grandes construcciones góticas,
realizadas por los masones operativos, conocedores de un saber perdido, de la
antigüedad, pero que, empero, persiste en el simbolismo universal por quien es
capaz de percibirlo e interpretarlo.
En el primer capítulo,
Fulcanelli analiza el simbolismo alquímico plasmado por Valdés de Leal en su
cuadro, el cual se encuentra, aún, en Sevilla. Dicho análisis indica que Valdés
de Leal fue una de las mentes más brillantes del Renacimiento europeo, en
España, poseedor de una cultura clásica, y filosófica, profunda, además de
lúcido alquimista.
Tanto el Humanismo como el
Renacimiento, dan una constelación de grandes personajes, en todos los ámbitos
de la cultura y de la ciencia, pese a lo cual, cuando analizamos los motivos
plasmados en el arte del Renacimiento, esas mentes prodigiosas no fueron
capaces, en gran medida, de zafarse de la tergiversación histórico-espiritual
de la verdad, conducida por aquel movimiento nacido en Nicea.
Al principio del siglo
XVI, en las décadas de los años 20 y 30, se lleva a cabo el cisma de las
reformas luteranas, calvinistas y anglicanas. Estas reformas merman,
inicialmente, a la institución romana, pero siguen participando, y sosteniendo,
el gran engaño histórico-espiritual nacido en Nicea. Hacia mediado del siglo
XVI, la institución romana vuelve al ataque con la contrarreforma, buscando
recuperarse y arremeten, con todas estas variantes, con más fuerza, inhibiendo
la libertad de pensamiento y frenando en determinados grados los avances
alcanzados durantes los siglos XIV, XV y XVI, tanto por el Humanismo como por
el Renacimiento.
Grandes personajes emergen
en todos los ámbitos del conocimiento y actividades humanas, en el
Renacimiento, cuyas obras aún esperan que sean analizadas con mayor
profundidad, por cuanto contienen percepciones que anticipan nuevas eras de
esplendor, entres ellos podemos citar a Giordano Bruno, con su obra: Sobre el
infinito universo y los mundos, en la
que plasma su percepción de la pluralidad de mundos habitados; en sus demás
libros, expresa, además, un conocimiento profundo de la cultura clásica, de los
valores universales y de la filosofía moral, imbuida de un elevado idealismo.
Paracelso, describe todas las áreas en que se divide la medicina, con agudas
percepciones y anticipa el nacimiento de la Homeopatía; Maquiavelo, cuya visión
precisa del correcto liderazgo plasma obras que habrán de orientar, aún, a
incontables líderes; Baltasar de Castiglione, cuya obra El cortesano, describe,
en forma admirable, el arte de la diplomacia; Shakeaspeare, al margen de que
sus obras hayan sido escritas, o no, por Francis Bacon, constituyen un tesoro
de incalculable valor por el caudal de sabiduría que contienen. Michel de
Montaigne, con sus Ensayos, de un valor imperecedero, da inicio a un género
literario que han cultivado los más importantes pensadores a partir de
entonces.
Será en el siglo XIX
cuando se va a lograr, en mayor grado, una emancipación del oscurantismo
medieval, realizando los auténticos ideales tanto del Humanismo como del
Renacimiento.
Sören Kierkegaard, Goethe,
Ernesto Renán, Karl Jaspers, Nietzsche, Martín Heiddeger, Allan Kardec, Víctor
Hugo, José Mazzini, León Denis, Emilio Castelar y H, P, Blavasky, entre otros,
constituyen figuras fundamentales que van a alcanzar en mayor grado, aún, que
en ninguna época pasada, los auténticos ideales del Humanismo y del
Renacimiento.
En su obra: Temor y
Temblor, Kierkegaard coloca, magistralmente, a diez personas, quienes van a
imaginarse la forma en que Abraham sube al monte Moria para efectuar el
sacrificio a Dios, de su primogénito Isaac, por una indicación de Aquel para
probar, supuestamente, su fe; lo cual ha pasado a los seguidores de ese
movimiento nacido en Nicea como una demostración de fe.
La última de las diez
personas se plantea: -“Este acto de sacrificar a su primogénito, llevado a cabo
por Abraham pasa a la posteridad como una prueba de fe; pero, si en vez de Abraham lo hubiese
realizado “X” persona, como lo considerarían sus contemporáneos?”
Evidentemente, como un acto anómalo y digno de ser criticado y sancionado por
la justicia humana, y la divina, por lo que aquel acto hubiese significado de haber sido culminado.
Aquí, Kierkegaard,
inteligentemente, cuestiona un acto que se considera como un ejemplo de fe, y
lo hace ver como un absurdo que en sí constituye un delito si lo realizara
cualquier persona, incluyendo Abraham, en la época de Kierkegaard, o en la
nuestra.
Kierkegaard comienza a
redimensionar algunos criterios absurdos de esa cristiandad nacida en Nicea,
que constituyen un engaño histórico-espiritual de la verdad para la humanidad.
Él, como principal fundador del Existencialismo, percibe, al igual que los del
Humanismo, que el ser humano es capaz de someter al destino, y triunfar de las
pruebas más severas. Aporta un mensaje alentador, el cual van a fortalecer los
demás existencialistas, entre ellos, Goethe, Jaspers, Heiddeger, Nietzsche,
entre otros, y Jean Paul Sartré, en el
siglo XX.
Ernesto Renán, con su Vida
de Jesús, deslastrándolo de los elementos de tergiversación de la verdad, nacidos
en Nicea, es quien comienza a redimensionar, con su profunda visión de la
cultura clásica, y de la historia, la verdad sobre Jesús de Nazareth. Escribe
obras como El Anticristo, Marcos El Romano, una Vida de Averroes, e incontables
más, que denotan su profunda erudición y percepción de la realidad histórica.
La figura señera del
Humanismo, en el siglo XIX, la va a constituir el humanista Hipolite León
Denizard Rivail, el codificador de la Doctrina Espírita.
Al
definir al Humanismo, explicando el desenvolvimiento de este movimiento
histórico, en su contexto filológico, literario, filosófico, espiritual, artístico, pedagógico y jurídico, se
contribuiría a redefinir la Doctrina
Universal.
Además de Doctrina filosófica,
científica y metafísica-espiritual, con un profundo contenido ético-moral, en
sus enseñazas la Doctrina Espírita es la
mejor expresión del HUMANISMO –de corte RENACENTISTA-.
La Doctrina Espirita expresa un interés por
el estudio global: es decir, de los
objetivos iniciales del humanismo, -de una vuelta a los orígenes, a la cultura
clásica, con un interés literario, filológico, espiritual, filosófico y
artístico, en sus inicios, en el siglo XIV, con Petrarca, Boccaccio, Dante,
Giotto, Cimabue y Duccio-.
Realmente, como se ha observado, los verdaderos objetivos del HUMANISMO
y del RENACIMIENTO, se comienzan a gestar a partir del siglo XIX,
dentro de cuyos máximos exponentes, como Sören Kierkegaard, Goethe, Ernesto
Renán, Karl Jaspers, Heiddeger, y Nietzsche, -del existencialismo y libre
pensamiento- en general, es, en particular, la Doctrina Espirita quien cumple
-de la manera más amplia, e integralmente, los propósitos tanto del Humanismo
como del Renacimiento, CON TODOS SUS GRANDES EXPONENTES, como Allan Kardec,
León Denis, Myers, Lodge, Conan Doyle, Amalia Domingo Soler, y una constelación de pensadores más.
La Doctrina Espirita restituye la reencarnación al
conocimiento colectivo, la verdad histórica del hermano Jesús de Nazareth,
-deslastrándolo de la tergiversación histórico-espiritual nacida en el Concilio
de Nicea, en el año 325 de nuestra era, y del oscurantismo que de allí emanara,
que desembocó en la Edad Media-, como una época poco luminosa para la
humanidad.
La Doctrina Universal constituye una expresión
clara de los valores universales, estudiados por la AXIOLOGÍA, además del resto
de los objetivos del Espiritismo, que, fundamentalmente, y en esencia, son los
mismos que los de los filósofos de la edad clásica.
El Humanismo, además, permite rastrear, en sus
antecedentes históricos, el gran aporte de la civilización árabe, a partir del
año 610 –d.n.e.-, como una demostración del equilibrio de la HISTORIA, por
medio de la ACCIÓN-REACCIÓN EN LOS ACONTECIMIENTOS, donde, al lado de un
período oscuro, como el de la Edad Media, fluyó la luz, con los filósofos
árabes-judíos, y otros como Raimundo Lull, Don Juan Manuel, Chaucer y Alfonso X
El Sabio, éste último, sobre todo, en cuanto al Derecho –Las Siete Partidas-.
Por lo cual, al percibir que la condición de ESPIRITA refleja la mejor
expresión de HUMANISTA, -y del Humanismo-, en sentido lato, es decir, integral,
filosófico-científico-espiritual,-artístico-literario, pedagógico y jurídico,
en la concepción renacentista del término, nos permite percatarnos de que el
ESPIRITA es un HUMANISTA en el verdadero sentido de la palabra.
Al igual que Martín Heiddeger, y Jean Paul Sartre quienes concluyeron
que el EXISTENCIALISMO era HUMANISMO, con razón justificada, la Doctrina
Espirita es HUMANISMO, además, de corte Renacentista, es decir, un Humanismo
integral, en sentido lato, pero emancipado de todos aquellos elementos de los
cuales ni aún las mentes más preclaras del Renacimientos pudieron hacerlo.
Además, el Humanismo, como ya fuera dicho, permite interpretar la historia del
mundo occidental a partir del siglo IV de nuestra era, y comprender,
mejor, los últimos 3.200 años de historia, a partir de Homero, cuyos relatos se encuentran enmarcados en el siglo XII –a.d.n.e.-, y
como uno de los principales maestros e inspiradores de la edad de oro griega, a
cuyas obras, en primer lugar, centran la atención, los humanistas como Petrarca
y Boccaccio, además de las de Platón, Aristóteles, y otros.
Víctor Hugo, poeta de
corte espírita, con su magna obra Los Miserables y La pena de muerte, sigue el
proceso de humanización del Derecho penal, alcanzando un elevadísimo nivel de
expresión humanística con su obra La leyenda de los siglos.
En España, en el siglo XIX, emergen dos grandes mujeres, humanistas por excelencia, que siguen el proceso de humanización del Derecho; la primera es la gallega Concepción Arenal, que va a escribir un Tratado sobre la Igualdad, y otro sobre los Derechos de la mujer; la segunda, es la andaluza Amalia Domingo Soler, cuyos ensayos sobre la reencarnación y la ley de justicia divina, entre otras, constituyen una de las mejores expresiones del pensamiento universal.
Es preciso, para concluir, destacar que en América,
en el siglo XIX, tanto en el Norte como en el Centro y en el Sur, brillaron una
constelación de grandes humanistas, entre ellos los venezolanos Francisco de
Miranda, Simón Bolívar, Andrés Bello, Rafael María Baralt, Juan Vicente
González, Juan Manuel Cajigal y Cecilio Acosta; Domingo Faustino Sarmiento, en
Argentina; José Martí, en Cuba; Benjamín Franklin, Ralph Waldo Emerson y Walt
Witman, en Estados Unidos; José Joaquín
de Olmedo y Juan Montalvo, en Ecuador, Rufino José Cuervo, en Colombia, entre tantos
otros, cuyas obras son de lectura obligada.
En el siglo XX emergen un sinnúmero de grandes
humanistas, pero éste será un tema que tocaremos en otra ocasión.
Adelante.
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