©Abg. Giuseppe Isgró C.
Se preguntaban, los maestros taoístas Huang Ti y Mo Tzu: -“¡Qué es una
flor?” Luego, ellos mismos se respondían: -“Es una expresión del Universo, de
sus colores, de su perfume, de su vista y de su palabra”-.
Una flor es la expresión de la Esencia, y
ésta es Dios, El Ser Universal.
Cuando al final del verso se hace
referencia a “su palabra”, es porque las flores también utilizan un lenguaje
especial: el de los sentimientos análogos a los valores universales, por
ejemplo: El amor, la belleza, la serenidad, la sobriedad, el equilibrio, la
armonía y la alegría de los colores que se reflejan como una “sonrisa”, que
aportan felicidad, paz, sosiego y una ofrenda a Dios con el “fruto” de su
labor.
La flor, al igual que el ser humano, busca
“el sentido de la vida” y alcanza, gradualmente, niveles más elevados de conciencia.
Cada una de las flores es sensible a la
admiración de quien le contempla y se “emociona”, respondiendo con mayor
exuberancia y belleza, adornándose con su mejor sonrisa y ropaje divino.
La flor expresa la sonrisa de Dios. En el
jardín, o dentro de la casa, o en cualquier lugar en que se encuentre, una flor
aporta: Compañía, amistad, sintonía y conexión con lo sublime. Representa la
presencia de Dios para hacer más agradable el camino de la vida.
La flor, entiende, “telepáticamente”, el
lenguaje de los humanos y de todos los seres que le rodean. Sabe cuándo una
persona “piensa” o dice la verdad, y, si sus intenciones son buenas; también,
se da cuenta de lo contrario. Percibe el sentimiento de la verdad, de la bondad
y del bien. Hay pruebas científicas que lo demuestran.
La flor tiene conciencia de su propia
utilidad, es decir, posee una elevada autoestima; empero, ésta se incrementa,
aún más, cuando ella percibe que son apreciadas sus virtudes y su belleza, que
se le presta atención y se le ama. Tiene capacidad de interrelación. Pero, los
humanos todavía están muy lejos de conocer todas las propiedades nutritivas, y
curativas, de la inmensa variedad de flores.
Cuando seamos capaces de entender el
lenguaje en el que se expresan las flores, accederemos a una fuente inagotable
de sabiduría.
La flor es un ser vivo, hay que evitar de
cortarla, separándola de la planta innecesariamente; consérvala viva en un
envase adecuado, y cuídala con amor; y, recibirás, a cambio, el amor de todas
las flores, en cualquier parte del mundo, o del universo, a donde vayas.
Decían Huang Ti y Mo Tzu: -“Pero, también una flor tiene su evolución, su
experiencia, sus caídas y sus levantadas; una flor para volver a crecer
requiere del Yin y Yang, de la luz y del abono”.
Basta observar a una planta que haya sido
pisada. A la mañana siguiente, se le comienza a ver, de nuevo, como se yergue,
demostrando su voluntad inquebrantable de estar bien, su anhelo de vivir y de
perpetuar la vida de la que ella expresa la ESENCIA.
Las plantas que crecen en los ambientes
menos favorables y en condiciones adversas, desarrollan una mayor fortaleza y
capacidad de adaptación, y dan mejores maderas, flores o frutos. Son capaces de
encontrar fuentes nutricionales adecuadas, y rodear con sus raíces las rocas
adyacentes para evitar que las tempestades les arranquen de tajo.
Decían Huang Ti y Mo Tzu: -“Sabed ver en una flor todas estas cosas, y
quizás comprenderéis lo qué significa vivir; lo qué representa esperar; y lo
qué implica renunciar”.
La flor vive con autenticidad: su esencia,
lo que es, y cumple el rol que le ha sido asignado en el plan divino de la
Creación.
Evidentemente, en la profunda sabiduría de
la flor, cumplir el propio rol asignado por la naturaleza implica renunciar a
todo lo que deja de serle inherente.
Adelante.
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