LA PERCEPCIÓN DE DIOS
©Abg. Giuseppe Isgró C.
En la medida en que se asciende por la espiral evolutiva, la
idea de Dios se va perfeccionando, pero, no es Dios el que ha cambiado sino la
propia apreciación y comprensión de Él.
Ciertamente, la realidad de Dios va más allá del alcance de la
propia percepción objetiva, la cual siempre es acorde al grado de conciencia
evolutiva alcanzado; pero, comprender la inmensidad de Dios significaría
comprender la totalidad del Universo que, en el fondo, es la misión cósmica del
Espíritu humano y, -¿por qué no?, de todas las especies en los cuatro reinos
naturales, por cuanto, si uno pudiera meterse en la mente de cada ser de dichas
especies, y preguntarse: -¿qué concepto de Dios tienen?, si es que tienen
alguno o, mejor dicho, valdría plantearse, -¿qué percepción tienen o tendrán de
Dios? Por cuanto, si cada ser debe tener una compensación por su paso por la
vida planetaria -o planetarias-, debe participar del beneficio colectivo, si no
¿qué sentido tendría la vida para tantas especies que comparten el planeta con
los seres humanos? Ellos también sostienen una lucha existencial que en nada
desmerece el esfuerzo humano.
En muchos círculos intelectuales –y espirituales- se tiende a
concebir un Dios impersonal, exento de formas personalizadas, dada su presencia
universal –centro vibratorio- y su eternidad, sin principio ni fin, creador y
fuente de toda vida espiritual y de las leyes y valores universales e
inmutables, sentidos cósmicos que habrán de regir, eternamente, la conducta
cósmica y guiar las acciones universales en el infinito cosmos cuya existencia
de mundos es realmente tan grande que escapa a la percepción temporal del ser
humano.
Cabría imaginar, dada la segura existencia de vida en miles de
millones de planetas, entre cuya mayoría debe existir un progreso tan por
delante del de la Tierra, donde muchos de sus maestros seguramente están tan
evolucionados que nuestros profetas y Mesías más adelantados probablemente son
meros aprendices si los comparáramos; por supuesto, existen mundos de menor
progreso que el de la tierra, como realmente la visión preclara lo concibe.
¿Cuál es la concepción de Dios en estos mundos adelantados?
En los de menor progreso podemos imaginarlo por la reciente
historia del planeta tierra.
De una cosa se puede estar seguros: hay un sólo Dios para
todos y de todos; de la humanidad del planeta tierra y del universo. Sin
distingos, un solo Padre-Madre de Todos y los seres humanos, sus hijos,
hermanos y hermanas, miembros de una sola familia, la universal, cuya
solidaridad y fraternidad, aúna a todos en un lazo indisoluble de amor,
cooperación, justicia, igualdad, solidaridad y compensación.
En virtud de lo cual, al aceptar un sólo Dios Creador
Universal común, todos los seres humanos son hermanos y hermanas; lo cual, irá
borrando las fronteras, las barreras sociales, las diferencias raciales,
etcétera; cada quien con su propia misión de vida y como eslabones de una
cadena universal, se depende del eslabón más pequeño y menos fuerte, el cual
hay que cuidar de que se mantenga sólido, resistente y unido.
Cada persona tiene derecho de concebir a Dios como se lo
permita su conciencia cósmica y, el deber de respetar la concepción de los
demás seres, ya que la gradación de percepción va acorde a la propia evolución;
empero, la evolución colectiva imprime un impulso hacia el desarrollo de todos
los individuos de una determina esfera mental, tal como los descubrimientos
relativos a los campos morfo-genéticos van indicando, por efectos de la
resonancia magnético-espiritual.
Hay una meta común de evolución; en cada época es preciso
expandir la conciencia hasta cierto grado, colectivamente.
Cada ser debe conectar directamente con Dios por medio de la
interiorización en su propio yo; forma parte de Él, no existiendo ningún camino
para llegar a su presencia; la propia mente es una parcela de la mente divina;
el espíritu es una partícula espiritual de la misma esencia y naturaleza divina
de Dios, viviendo en Él y dentro de Él. No hay camino que recorrer excepto que
el del propio ser interior; cada ente es el camino y, a la vez, el caminante
hacia Dios. Conectando con el yo interno se conecta automáticamente con Dios.
Es preciso descentrar la atención del propio ego para adquirir la conciencia de
la conexión divina, permanente e indestructible que se mantiene con Él, de
manera que pueda fluir, libremente, la luz, el poder, el amor, la percepción
intuitiva y la canalización de las inspiraciones inherentes, por medio de los
sentimientos en la propia conciencia, por cuyo intermedio cumple sus funciones
de Pedagogo Universal.
Es preciso destacar lo siguiente: Existe un sólo Creador
Universal, fuente común de todos, que cada persona puede concebir de una manera
personal y debe fomentar su comunicación en la forma en que se lo dicten sus
sentimientos y concepciones.
Es preciso respetar las convicciones divinas de cada ser,
ejerciendo el propio derecho de libertad.
Se es hijo o hija de ese Creador Universal común, por lo cual,
como hermanos y hermanas, es necesario tener la consciencia de fomentar la
fraternidad universal, sin fronteras ni barreras, con solidaridad, cooperación,
respeto, amor, justicia e igualdad de derechos y obligaciones ante la Ley
Cósmica y dentro de ella.
Conectando con el propio yo interior, automáticamente, se
establece la conexión divina. En esta relación amorosa con Dios el lenguaje que
establece la perfecta comunicación es el de los sentimientos acordes con los
valores universales como el amor, la sabiduría, la justicia, la fortaleza, la
templanza, la belleza, la compasión, la bondad, el perdón, etcétera.
El maestro está en el propio ser interior y es hacia adentro
donde se requiere profundizar en la búsqueda de Dios; encontrándolo en sí, por
el auto-conocimiento la conciencia intuitiva e inspirativa, se puede observar,
también, por doquier.
Dada la ley cósmica, la cual expresa: -en lo que se centra la
atención se expande la conciencia perceptiva y el propio poder creador, la
meditación en Dios y sus atributos divinos, -valores universales-, permite
desarrollar la propia conciencia cósmica, gradualmente, en un avance gradual, y
persistente, en el eterno presente. El constante recuerdo de Dios, mediante la
repetición de su nombre, ofrece un instrumento de poder, e iluminación, que
solamente quienes se avocan a su práctica asidua pueden asimilar, aprovechando
sus incalculables beneficios y el libre fluir de la luz, del amor, de la
sabiduría y del poder creador, mediante el servicio, transformando la propia
existencia en una vida repleta de felicidad y autorrealización.
Adelante.
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