LA ÑAPA Y SUS VERTIENTES
©Abg.
Giuseppe Isgró C.
No
hace mucho, tuve ocasión de saborear una rica chicha, en compañía de un amigo,
el Sr. José Luis Moreno, en la ciudad de Barcelona, en Venezuela, de la que
elabora una familia durante tres generaciones. Se le conoce como la chicha de
Don Ramón, en honor al fundador de la dinastía chichera. Sin lugar a duda, es
una de las mejores.
Lo
que nos sorprendió agradablemente, fue que el chichero, un nieto de Don Ramón,
al ver que estábamos terminando la que nos sirvió, nos dijo: -“Tenga la ñapa”,
y nos sirvió, a ambos, una buena cantidad extra, gratis.
Agradablemente
sorprendido, le dije:
-Tenía
años que no escuchaba esa palabra; era una buena costumbre cuando yo era niño,
por la década de los sesenta. Tanto cuando uno iba a comprar, como cuando
venían a hacerlo en el negocio, la gente pedía su ñapa, y, dependiendo del
género que se comercializaba, cada quien, le añadía, gratis, una cantidad
extra.
Con
esa costumbre, la gente se iba contenta, por cuanto se sentía bien servida, y
atendida, y el bodeguero, o comerciante, aseguraba la fidelidad de sus
clientes.
Aquel
que se rehusaba en dar la ñapa, se ganaba el calificativo de pichirre, es
decir, poco generoso o tacaño; por supuesto, corría el riesgo de que la gente
se le fuera para la competencia.
Y
no es tanto el hecho de dar algo extra, gratis, lo que más importaba, sino el
gesto, o la gracia, con que tal acto se realizaba, generalmente acompañado de
una sonrisa, y de una frase amable, que comunicaba los afectos de amistad y
estrechaba los lazos de buena vecindad o camaradería. Eliminaba las barreras
que inhibían la comunicación y fomentaba la reciprocidad, y probablemente, una
compra extra por parte del cliente, para corresponder a la atención.
Cuántas
veces no oímos decir a alguna chavala o señora: ¿Y no me va a dar la
ñapa? Rara vez esa solicitud quedaba sin la respectiva añadidura del
algo extra de lo que fuera que estuviese comprando, o de otra cosa, que también
era costumbre.
La
ñapa es consideraba como un acto de buena voluntad, y hasta de honradez, ya que
implica, además de dar lo correcto, añadir algo más.
Hasta
la gente de edad avanzada, después de los ochenta años, se sienten felices con
la ñapa; con frecuencia se les suele oír: Ahora lo que viene es la ñapa. Se
refieren a la ñapa de Dios, al permitir alargar el actual ciclo de vida, en
perfecto estado de salud, hasta una elevada longevidad.
Los
filósofos americanos del género de la literatura estimulante, entre ellos
Benjamín Franklin y Napoleón Hill, acuñaron un término que indica un elemento
extra, en el servicio brindado a un cliente, o prospecto, y es el de hacer por
lo demás más de lo que nos pagan, como única vía para alcanzar niveles de
éxitos que vayan más allá de lo básico. Hill acuñó una frase que define uno de
los grandes principios del éxito: “RECORRER EL KILÓMETRO EXTRA”.
Ese
servicio que trasciende todo pago monetario, es lo que marca la diferencia
entre una persona de los niveles básicos del éxito y un triunfador, o una
triunfadora, de las elevadas jerarquías del logro, en todos los ámbitos. Al
margen del beneficio económico que se perciba con este servicio extra gratuito,
las personas que practican esta clase de generosidad o altruismo, generalmente,
además de gozar de la preferencia de sus clientes, y de gozar con la
realización de su trabajo, suelen ser mucho más felices, y autorrealizadas. Es
lo que hemos calificado, en toda nuestra obra: El salario cósmico.
Estas
personas suelen ser leales, francas, honradas, serviciales, auténticas
amistades, justos, confiables y efectivos en los resultados que aportan a todas
las partes involucradas, auto incluyéndose.
Denota,
esta actitud, una mayor capacidad de dar y de hacer; no por la compensación en
sí, la cual será recibida por añadidura, siempre, de donde menos se piensa y
espera, como una consecuencia natural de la ley de reciprocidad o compensación.
Sino, es el sentimiento del deber profesional cumplido, o el de ciudadano, o
persona, que le impele a dar lo mejor de sí en beneficio del entorno en que se
vive y comparte los dones de la vida. Es la vocación de servir, de ser útil,
consciente, cada quien, de que al final, el único bien que cada quien lleva
consigo, es el que ha realizado a otros. El sabio de Concord, Ralph Waldo
Emerson, supo decirlo con estas palabras: -“Todo acto tiene en si mismo su
propia compensación”-.
Jamás
se pierde al hacer algo extra, gratuitamente, por lo demás, por cuanto la ley
de compensación permite que fluya la abundancia entre todas aquellas personas
que, teniendo la puerta de la mente abierta para dar, la tienen, también,
abierta para recibir.
La
misma medida que se utiliza para dar, es la que usa la vida para retribuir a
cada quien los beneficios de su aporte.
De
acuerdo a la capacidad de dar, en igual grado se recibe.
Vaciarse
y llenarse; esa es la ley. Para llenarse, es preciso, antes, vaciarse, dando.
En un vaso lleno no cabe nada más excepto que se vacíe, antes, o se cambie el vaso por otro más grande.
La
vida es un intercambio incesante: se da lo que se tiene; se recibe lo
precisado.
Abre
la puerta de tu vida para recibir, dando más de todo: Servicio, sonrisa,
amabilidad, amor, sinceridad, fidelidad, amistad, trabajo, estudio, etcétera.
¿Qué
es lo que tú quieres, o necesitas? ¿Amor? Ama. ¿Amistad? Bríndala tú. ¿Abundancia?
Engrandece la copa de tu vida para dar: conocimiento, servicio, amistad, amor,
lealtad, etcétera.
Haz tuyo uno de los secretos más poderosos del éxito: La ñapa, en todas sus vertientes y variantes.
Adelante.
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