jueves, 6 de julio de 2023

Esopo, le preguntó a Quilón: ¿Qué cosa es dificultosa?

 

Esopo, le preguntó a Quilón: 
¿Qué cosa es dificultosa?

©Abg. Giuseppe Isgró C.



–“¿Qué cosa es dificultosa?”, -pregunta Esopo, el fablista, a Quilón, el Lacedemonio, uno de los siete sabios de Grecia-.
 –A lo cual, respondió Quilón: -“En guardar el secreto, emplear bien el ocio y sufrir las injurias”.
1.      -Escudero, -dice Hidalgo-, en esta respuesta, residen tres aspectos de gran interés. El primero, ser reservado tanto sobre lo que se conoce de otras personas que debe ser guardado en secreto, bien sea para no dañar su imagen, o exponerles a la indignación ajena, como por revelar lo que se le confió confidencialmente. Cada uno, de una extensa cadena de chismosos va confiando confidencialmente lo que se le confío en grado 33, y al poco tiempo todo el mundo conoce lo que era un secreto, menos el interesado, las mayorías de las veces.
Luego, la reserva sobre los propios objetivos, propósitos e intenciones. Quien mucho habla poco logra, por la fuerza antagónica de despiertan sus confidencias, inclusive, y en mayor grado, en el propio ámbito familiar.
El tiempo que se pierde en hablar sobre lo que se hará hay que emplearlo en hacerlo, silenciosamente.
De esta manera no se generan resistencias, ni se causan molestias a otros, ya que, por la envidia que aún pudiera existir en muchos seres humanos, dejan de tolerar que otros alcancen éxitos que requieren esfuerzos adicionales que ellos no están dispuestos de llevar a cabo y mucho menos de emular. Es la parte de la naturaleza humana que debe ser depurada en los Espíritus que conforman el común de los seres humanos.
Quien anhela realizar obras de envergadura en su vida, precisa guardar silencio sobre quien es, lo que hace y hacia donde va. Esa reserva le permite pasar desapercibido a la indiscreción humana. A lo sumo, el ejemplo tiene un efecto emulador de las virtudes, y es el mejor maestro, si algo bueno hay que enseñar.
Este secreto a que hace referencia Quilón, puede extenderse al silencio que debe guardar el caballero sobre los favores recibidos de nobles damas, en algunos momentos de flaqueza humana, con algún ser indigno de esa distinción, o por efectos de promesas incumplidas, con las que suelen ilusionarse aún algunas damas, dando fácilmente lo que de esa manera pocas veces se aprecia. Esto por la razón de que, lo que poco cuesta, poco vale, por supuesto, salvo las raras excepciones, y aún así, hay que acentuar la pruedencia. 
Es que nadie aprecia lo que tiene hasta que lo pierde, sostiene un antiguo y popular aforismo, de profunda sabiduría.
Igualmente ocurre cuando se hace un favor a alguien. En vez de seguir el precepto de que la mano izquierda ignore lo que haga la derecha, promulga a los cuatro vientos la necesidad que, levemente, o acaso ni siquiera tal cosa hiciera, contribuyera en aliviar en algún grado.  
Por eso Quilón se expresa de esa manera, señalando lo que la naturaleza humana común es proclive en hacer, razón por la cual advierte, explícitamente, la importancia de guardar reserva, prácticamente sobre todo lo que es inherente a la propia persona, excepto en los casos en que determinadas situaciones deben comunicarse a quienes tales cosas podrían afectar, o que, por obligación moral, deben ser comunicadas.
Y mucho menos debe hablarse sobre las eventuales circunstancias sobre las cuales, ocasionalmente pueda atravesarse, ya que será difundida esa información afectando la propia reputación aún después de que la persona haya resuelto la misma, y ella ya ni se acuerda. Esto, por la razón de que los demás podrían sacarle el cuerpo, como se dice en el argot popular, pensando que aún permanece en dicha circustancia, ya superada.
O, en el caso de los envidiosos empedernidos cuyo sueño pierden pensando en los éxitos que alcanzará quien, ingenuamente le comunicara sus propósitos de realizar ciertos objetivos.
O, lo que aquellos caballeros ilustres que prometen guardar silencio de lo que en la cámara del medio han visto y oído, y al poco tiempo, por la lengua suelta de la mayoría de ellos, es voz populi entre aquellos que, debiendo asistir a la misma, dejaron de hacerlo, pero que están al tanto de lo que allí ocurre por ese detalle de que la naturaleza humana es poco proclive a guardar secretos. Y eso, a pesar de haber prometido, solemnemente, guardar silencio sobre lo que han visto y oído.
Por último, Escudero, habría que mencionar el caso de aquellos individuos que se vanaglorian por las grandes pruebas por las que atraviesan en la vida, para dársela de importantes, pero que hacen muy poco para salir de ellas con propio esfuerzo y mucha honra.
O, el caso de aquella dama, que debiendo guardar silencio sobre los aprietos temporales por el pudiese pasar el ámbito familiar, los pregona a los cuatro vientos, o entre sus familiares y amigos, y al poco tiempo es voz populi; la gente le saca el cuerpo, y desprestigia la reputación del propio cónyuge u otro miembro de la familia o grupo de trabajo. El silencio es uno de los cuatro símbolos de la Gran Esfinge que exhorta al iniciado a callar, emulando a la naturaleza que silenciosamente realiza su labor. 
2. El segundo aspecto, a que se refiere Quilón, es sobre la dificultad de emplear bien el ocio. Esa es la razón por la cual el común de las personas en los lapsos de ocio, los fines de semana, o en días festivos, dedica tanto tiempo a la ingesta de bebidas u otras sustancias nocivas, por cuanto, al no tener hábitos fortalecidos en cultivar un determinado arte, hobby u pasatiempo creativo, y creador, como la lectura, el estudio, la escritura, la pintura, la enseñanza, o el servicio público, como lo hacen los grandes clubes de servicio como el Rotary Club, o el de Leones, o las actividades en una Logia masónica, por mencionar solo algunos ejemplos.
Recordemos que el tiempo de ocio debe ser empleado en el estudio y cultivo de los valores universales –equivalentes a los atributos divinos del Espíritu, en los cuatro reinos naturales-, que conllevan a vivir una vida virtuosa.
3. Por último, Escudero, sobre lo difícil que es sufrir las injurias que podrían ser de múltiples variantes.
El hombre de bien conserva la serenidad en todo tiempo y ocasión por la tranquilidad de su conciencia.
Tiene una amplia visión de las cosas, y no sólo percibe con realismo las cosas como son, sino que las comprende, y actúa en consecuencia.
Jamás reacciona indebidamente frente a ninguna acción de esa índole hasta no analizar el trasfondo de la misma.
Al conservar la serenidad, domina toda situación de esa índole que se le presenta, conservando la propia dignidad.
Sabe que, jamás fuego alguno se apagó echándole más leña, sino dejando de hacerlo; así se extingue por sí sólo.
Es igual que a los dictadores de determinadas naciones que infligen injurias a sus nobles naciones por el hecho de serlo, y además, por todo lo que hacen de nefasto. Ellos suelen caer por sí mismos, tarde o temprano, sin gloria y con mucha pena, debiéndose avergonzar por lo que hacen, precisamente, por no tener la dosis suficiente de vergüenza que es una de las virtudes más excelsas: la vergüenza, el decoro y el pudor, que mantienen intacta la propia dignidad y el auto respeto, base esencial para respetar a los demás y dejar de violentar la dignidad ajena.
Empero, tiranillos los hay en todas partes: Cámaras profesionales, condominios, en familias, y en cualquier lugar de trabajo, o en sociedad. Son abusadores natos de la confianza depositada en ellos, o se toman atribuciones que no tienen.
Por eso, a medida que crece el tiempo de ocio en las sociedades, será imprescindible dedicarlo al estudio de los valores universales, dentro de cuyos parámetros deben ser enmarcados los propios pensamientos, sentimientos, palabras y actos.
Adelante.

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