martes, 11 de julio de 2023

DEJAR DE COMPARARSE...

 


DEJAR DE COMPARARSE...

©Abg. Giuseppe Isgró C.



Las comparaciones siempre constituyen un riesgo para la propia autoestima, ya que unas veces resultan favorables, otras, las mayorías de las veces, no.
Las comparaciones denotan inseguridad personal y una autoestima poco fuerte. Teniendo, la persona, un auto-concepto sólido y elevado en relación a su propio ser, no precisa de comparaciones para sentirse bien. Simplemente se acepta tal como es, y a los demás tal como son. No se siente inferior cuando observa cualidades superiores en las demás personas, ni superior a nadie porque vea cualidades insuficientemente potenciadas en los demás. De los primeros precisa aprender; a los segundos, enseñar con su ejemplo.
En la naturaleza nadie es superior ni inferior a ningún otro ser, incluyendo los demás integrantes de los cuatro reinos naturales. ¿Te sientes superior a una hormiguita? Pues, no deberías. Esa hormiguita en el contexto universal pesa tanto como tú, aunque puedas no creerlo. Es la misma vida que late, la misma inteligencia que actúa, la misma esencia divina la que yace en su propio ser. Lo que varía es el rol que la naturaleza de las cosas asignó a cada quien. ¿Te has preguntado, alguna vez, qué harías, con toda la superioridad que pudieses pensar que tienes, si estuvieses en el cuerpo de una hormiga? Probablemente tendrías que aprender el trabajo que ella hace a la perfección, y desarrollar un sinnúmero de cualidades que ella ya tiene optimizadas.
Seguramente, la hormiga tiene un mejor control de todas sus facultades físicas, mentales y espirituales de la que tiene cualquier ser humano normal. Y, probablemente, percibe a la Divinidad sin barreras de ningún tipo, o por lo menos, en un grado más elevado que gran número de personas.
Entonces, si no se es superior a una hormiguita, tampoco se es inferior ni a una hormiguita, ni a ningún otro ser humano. Cada quien tiene su propia importancia y es preciso apreciarla y respetarla.
En el momento en que respetamos a los demás seres de los cuatro reinos naturales, sea quienes fueren, ellos, automáticamente, respetarán en igual grado.
En el momento en que se deje de hacer daño a los demás seres en los cuatro reinos naturales, a su vez se fortalece el escudo protector en contra de cualquier eventual daño, ya que el mismo orden cósmico se ocupa de proteger a cada quien.
Aprendamos de quienes sepan más, o tienen mayor experiencia. Enseñemos, generosamente, a quienes lo precisen. Si queremos un mundo mejor, debemos aprender de quienes nos aventajan, y enseñar a quienes aventajamos en experiencia y conocimientos. Esto es válido en la vida en general, en cada profesión o gremio, en todas las sociedades. Primero, segundo, tercero, cuarto y quinto mundo, son denominaciones que no se corresponden con la realidad. En los países denominados de tercer mundo, pueden existir algunos valores que en los denominados del primer mundo, ni siquiera se sueñan con poseer, salvo excepciones, por supuesto.
Las Constituciones de todos los países garantizan la no discriminación por lugar de nacimiento, por grupo étnico, por sexo, por profesión, por espiritualidad, y por un largo etcétera. Pero, las discriminaciones existen aún en aquellos países que dicen no tenerla. Denota esto que, aún, es preciso fortalecer la auto-estima, y la visión universal de la vida.
Al comprender que en todo ser vibra la misma Divinidad, sin dejar de ser la Divinidad ni separarse de la Divinidad, esto permite percibir que más allá de las apariencias lo que existe es la misma Divinidad animando toda vida, o existencia, en los cuatro reinos naturales. El proceso de auto-aprendizaje es idéntico en todos los seres hasta adquirir conciencia de las propias raíces o Esencia Divina.
Cada ser es poseedor de todos los atributos de la Divinidad, y del poder creador, y de una conciencia que es la réplica exacta de la Divinidad. Aceptemos la propia importancia, y la de cualquier otro ser sin sentirnos ni superiores ni inferiores.
Somos poseedores de todos los tesoros del universo, siempre y cuando sepamos percibirlos allí donde se encuentran. Pese a que son inagotables, es preciso no despilfarrar su uso. Son tesoros compartidos por todos los seres en los cuatro reinos naturales, en todo el universo.
Adelante.

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