©Abg. Giuseppe Isgró C.
20-02-2011
Hace
algunos años, tuve la ocasión de escribir un ensayo intitulado “MORALEJAS”, que
incluía diversas enseñanzas derivadas del trato con personas que habían tenido
alguna significación en la vida del autor. Una de ellas, es la que estaba
plasmada en el aforismo: -“Maestro a ojos no vale un hinojo”, de Filippo Conti.
Filippo
Conti, era un romano de la séptima generación, algo que, para todo oriundo de
la Ciudad Eterna, es significativo, y un honor, además. Así lo expresó la
esposa del maestro Alirio Díaz, la señora Lina, en la salida de un concierto de
guitarra, que su ilustre esposo daba, esa noche, en la ciudad de Puerto La
Cruz. Ella era, también, de la séptima generación de romanos y esto salió a
relucir en la conversación que, tuvimos, en compañía de Filippo y mientras
esperábamos a Don Alirio, -uno de los máximos guitarristas del planeta y
discípulo de Andrés Segovia-, quien, amablemente, nos autografió un manifiesto.
Corría
el año 1964, el papá de aquél joven, Don Michele, con visión preclara le había
sugerido que aprendiese el oficio de mecánico; le dijo: -“Veo, a todos los que
se dedican a esta actividad, que llevan un excelente calidad de vida”. Luego,
agregó: -“Búscate el mejor taller de la ciudad, habla con el propietario, o
gerente, y dile que tú quieres aprender el arte y que no deseas que te paguen
nada”. Así lo hizo el chaval, quien, de noche, por aquel entonces, estaba
cursando el sexto grado de la escuela primaria. Tenía apenas cinco años que
había llegado de Italia.
Después
de dar una vuelta, a pies, por la ciudad, observando todos los talleres
existentes, se paró frente a uno que le pareció el mejor de todos. Se armó de
valor, entró, preguntando por el dueño; salió, para atenderle, un italiano, de
mediana edad, a quien le impone del motivo de su visita. Después de lo cual,
Don Filippo Conti, que así se llamaba, le
atiende como si el joven fuese un personaje importante. Le enseña el taller y
los modernos equipos de que estaba dotado, y le menciona que ellos le podrían
enviar a la General Motors para hacer los
cursos de desarrollo profesional, directamente en la fábrica. A José, que era
el nombre del chaval, con el pasar del tiempo, siempre le pareció que, en
aquella ocasión, la atención que Don Filippo le brindó, iba más allá de lo
normal. Le hace énfasis en que le presentaría al Sr. José Bala, uno de los
socios, cosa que efectivamente hizo, algunos días después. De José Bala, el
ensayo “Moralejas”, contiene, también, el siguiente aforismo: -“Es preciso ir,
por la vida, bajito,… bajito,… haciendo gala del sentido de la humildad”. Pese
a su enorme éxito comercial, era una persona de un trato afable y sencillo.
Siempre le he considerado como uno de los mejores prototipos de comerciantes.
A la
mañana siguiente, José comenzó sus labores de aprendiz en el Taller Revesa, que
así era su nombre, en la Avenida Bolívar de Puerto La Cruz, donde estaría
durante 18 meses. A mediodía, don Filippo le daba la cola, a José, hasta su
casa de la calle Freites, durante cuyos minutos, siempre la conversación giraba
en torno a las lecturas que ambos hacían. Por aquel entonces, estaban de moda
los libros de Lobsang Rampa, de quien Don Filippo había leído: -Mi vida con el
Lama; El tercer Ojo; el Médico del Tíbet; La caverna de los Antepasados; Usted
y la Eternidad; entre otros, y comentaba los tópicos que les eran inherentes.
A su
vez, José, era lector de las obras de Allan Kardec, habiendo leído, ya, El
libro de los Espíritus, El Evangelio según el Espiritismo, Cielo e Infierno y
Génesis; las de Joaquín Trincado, Amalia Domingo Soler, algunas de Camilo
Flamarión y León Denis; y un clásico, hoy en día difícil de encontrar,
intitulado “Roma y El Evangelio”, de José Amigo y Pellicer. La biografía de
Aristóteles, de Jaeger, le había puesto en contacto con la cultura clásica
griega, y le apasionaban los libros: Las fuerzas Morales y El hombre Mediocre,
de José Ingeniero, La Incógnita del Hombre y La Conducta en la Vida, de Alexis
Carrel, Valores Humanos, de Arturo Uslar Pietri, y una biografía de Benjamín
Franklin, que tanta influencia ejerciera en él, entre otros. Durante el año y
medio que tuvieron la oportunidad, en los veinte minutos que duraba el
trayecto, de intercambiar ideas y estrechar una larga amistad, analizaron gran
variedad de temas. Filippo era un gran entusiasta de ese tipo de literatura, y
el joven no se quedaba atrás. Evidentemente, la afinidad de ideas era la señal
inequívoca por la cual se puede justificar el trato inicial de Filippo hacia el
joven y la perdurable amistad que le unió a partir de entonces.
Cuando
José vio que ni en el Taller, ni en la mecánica, estaba su vocación, le
comunicó a Don Filippo su decisión de retirarse, cosa que, efectivamente, así
hizo. Dio comienzo a sus estudios nocturnos de bachillerato, y buscó un trabajo
que se lo permitiese, cosa que, después de varios ensayos, logró.
Cuando
en el año 1969, José entra como Agente General en una Agencia de Seguros, en la
Gran Parada, de Puerto La Cruz, al frente de la cual estuvo ocho años,
transformándola en una de las de mayor producción, a nivel nacional, de dicha
compañía, sus conocimientos de la mecánica les sirvieron de gran manera, a la
hora de aprobar los incontables presupuestos de reparaciones, que, en ese
lapso, estuvieron bajo su responsabilidad. Allí se ve como la vida va llevando,
a cada quien, por las diversas etapas de aprendizaje, de manera escalonada,
que, en un momento dado, precisará.
A
través de los años, José siguió estrechando su amistad con Don Filippo, con el
Sr. José Bala, y con Don Eugenio, que era el otro socio, de aquella gran
empresa, de nombre Auto Supplay. Una época de oro formada por una constelación
de grandes empresarios, entre nativos, españoles, portugueses, árabes,
italianos, y de otras nacionalidades, que le dio un sello especial a la
dinámica ciudad de Puerto La Cruz. La lista es demasiado extensa para
reseñarlos aquí, pero mencionamos algunos que nos vienen a la mente: Los hnos.
Médico, los hnos. Licursi,los hnos. Sebastiano y Giovanni Domingo, el Sr.
Zannetti, el Sr. Giuseppe Tetti, el Sr. Pascual Cirigliano y familia, el Sr. Pascual Capobianco,
el Sr. J.J.Pérez Alemán, el Sr. Gino Giannone, los hnos. Mannela, los hnos.
Giannone, el Sr. Lesparda, el Sr. Mario Di Mella, el Sr. Eugenio Sol, el Sr.
Salvador Basile, el Sr. Leonardo Cavallaro, el Dr. Adolfo Silva, el Sr. Celso
Ramos, el Sr. Lander, de Café El Inca, el Sanin, de Café Caballo Rojo, El Sr.
José Despille, de Comercial Puerto La Cruz, el Sr. Giulio Paladino, el Sr. Abel
Resende, el Sr. Manuel Pereira, el Sr. Antonio Agosta, los hnos Donatelli, el
Sr. Angelo De Marta, Giovanni Di Nunzio, Roberto Piera, Domenico Romano, Jesús Alvarado, fundador de El Diario El
Tiempo, Jesús Antonio –Totoño- Lara, un comunicador social de lujo, e
incontables más. Todos escribieron una historia llena de grandes éxitos. Son
personajes paradigmáticos para las nuevas generaciones y esperan su Plutarco,
para que escriba sus vidas.
Don
Filippo, con el tiempo, incursionaría en la Masonería Universal, en la Orden
Rosacruz, y durante un largo período, integró el grupo de investigadores del
INSTITUTO DE INVESTIACIONES BIOPSÍQUICAS, que llevó a cabo, con un selecto
número de personas, entre quienes se encontraba Saverio Bellomo, Mercedes
Quiaro, Aura Rojas, el profesor Ignacio Tobía Hueto, Nicolás Fermín, Don
Peppino, la Sra. Violeta, y quien esto escribe, de manera constante, empero,
habían, también, participantes esporádicos, entre ellos Adolfo Brandani,
realizando, repetimos, importantes experimentaciones en el campo de la
Parapsicología, la Radiestesia, y otras búsquedas filosóficas, históricas, de
autosuperación y desarrollo personal. Es decir, hasta una edad avanzada, fue un
incansable buscador de la verdad universal.
Cuando
hace un par de años, en febrero del 2009, el autor de este artículo le visitó, Don Filippo le
expresó, recordando aquellas épocas pasadas, en que compartieron incontables y
variadas actividades de estudio: -“¡Qué bellos tiempos aquellos!”. Él
recordaba, también, con emoción, que no hacía mucho, le había visitado su gran
amigo, Eugenio, un relevante hombre de negocios, de la zona, con su esposa.
Allí se ve, como en los momentos de soledad, en edad avanzada, la visita de un
viejo amigo, es apreciada en grado superlativo.
Hace
algunos meses, Don Filippo Conti, pasó a mejor vida, en el Oriente Eterno,
noticia ésta que le dio, recientemente, la Sra. Paula, quien fuera su esposa,
en una fase de su vida. Don Filippo tuvo dos hijos, Massimo, que vive en Roma,
y Leonardo, ambos de excelente trayectoria personal y profesional. Sirva esta
breve reseña, como homenaje a un amigo que hiciera de Venezuela su patria, y que,
en un momento dado, le aportara una lección, inolvidable, de vida, diciéndole:
-“Maestro a ojos no vale un hinojo”. Esto significa, que la vida debe ser
vivida con una planificación adecuada, a corto, mediano y largo plazo,
sopesando las consecuencias de los propios pensamientos, sentimientos, palabras
y actos, y conduciendo, cada paso, en dirección de los objetivos previamente
establecidos, por escrito, como metas existenciales, que permitan el logro de
los mejores y más satisfactorios resultados que sean factibles de ser
alcanzados, en armonía con los valores universales.
La
excelencia, la calidad humana, la amistad, la honradez, el honor, la seriedad,
la superación constante, el trabajo asiduo, el libre pensamiento, el buen gusto
y la dignidad personal, fueron valores que denotan una vida virtuosa y un
modelo para emular.
Adelante.
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