©Abg. Giuseppe ISGRÓ C.
En una apacible
noche, de madrugada, Jo se despertó de un sueño maravilloso. En la experiencia
onírica se veía caminando por un hermoso valle cubierto de flores de variados
colores, con un manto de verdes hierbas y arbustos, árboles diversos
florecientes de amarillas y rosáceas tonalidades, que en su conjunto presentaba
un paisaje de belleza indescriptible. Todo era armonía y paz. Era la época del
año en que florecen los araguaneyes y los apamates. Soplaba una brisa fresca
agradable, que traían los exquisitos aromas y fragancias naturales que asemejan
a las esencias divinas unificadas. Por encima se contemplaba un cielo azul
claro con fantásticas nubes blancas, en un ambiente tropical con el sol
radiante despuntando en la mañana. La noche había terminado. Era un amanecer
que preanunciaba una espléndida jornada.
Jo va caminando por
un sendero, un antiguo camino real, en una meditación profunda sobre Venezuela
y su futuro inmediato y a largo plazo, lleno de sosiego y confianza, cuando se
percata que a lo lejos iba hacia él una hermosa mujer. Su paso era pausado,
pero seguro, lleno de dignidad y distinción. Su mirar era sereno, con la frente
alta y su cabellera era frondosa, de esas que reflejan un vigor inagotable.
Jo trató de
escudriñar su rostro, y mientras más se le acercaba, el mismo se transfiguraba.
Primero la vio como
una india hermosa, que se transformaba, acto seguido, en una negra de rasgos
finos como jamás había visto otra igual; luego le pareció verla con una
infinidad de rostros que eran una mezcla de india, negra y blanca, pasando por
los rasgos de todos los grupos étnicos del planeta tierra. Al final, cuando se
le acercó, para saludarle, se dio cuenta que: era una mujer hermosísima de
caballera dorada, alta, esbelta, de ojos azules, de mirada luminosa, como dos
soles a mediodía, con un brillo inigualable, que denotaban una aguda
inteligencia. Estaba vestida con el tricolor de la bandera, y en ella siete
estrellas y el círculo y el signo más, -el símbolo de la Divinidad y de la
eterna polarización-, como distintivos. Con una sonrisa radiante, verdaderamente
cautivante, le extendió la mano y dijo:
-“Hola, Jo, yo soy
Venezuela, destinada, por la Naturaleza de las cosas, a ser grande entre las
Naciones más nobles de la Tierra, por sus virtudes. Tú eres mi hijo adoptivo,
pero me amas igual que el que más lo hace de mis hijos nativos: Te amo”.
He venido para darte
un mensaje que quiero que lo transmitas por cualquier medio a tu alcance, a
través de un poema, o ensayo, para que las generaciones futuras de mi tierra y
del mundo, siempre tengan presente, a lo largo de su vida. Escucha con atención
lo que te diré a continuación.
Es mi deseo que se
adquiera conciencia plena de lo que significa nacer o vivir en la Tierra que
represento con mi nombre: Venezuela, y que la Divina Providencia asignó bajo la
Tutela de mi antiguo Espíritu hasta que la madurez espiritual de todos alcance
el suficiente grado en esta fase de su preparación y desarrollo integral.
Yo soy la madre de
nombre Venezuela, soy una mujer joven, que en la edad según se cuenta en la
tierra, es intermedia, es decir, representa la plenitud, como tú mismo puedes
verlo. Soy fuerte, hermosa, por depuración espiritual, de inteligencia
privilegiada por cuanto la he desarrollado en incontables y renovadas edades, y
gozo de una eterna y atemporal juventud, porque el Espíritu siempre es
eternamente joven.
Yo soy el Espíritu
eterno e inmortal de Venezuela y tengo una misión que la Divinidad me otorgó
con la humanidad del planeta tierra, porque, al final, y lo que cuenta, es que
hay una sola tierra, y esto, muy pronto, la gente lo comprenderá bien. Hay un
solo planeta, y mi misión es con toda la tierra, como, luego, te explicaré el
por qué.
-Venezuela continuó
diciéndole a Jo-:
-Soy una madre buena
y generosa, por cuanto albergo no solo a los que nacen en mi terruño, sino a
todo aquel que quiera hacer de Venezuela su Patria. Esto lo saben bien todos aquellos
que han enriquecido mi suelo patrio con su presencia, con su savia y
descendencia, y con el fruto de su ingenio, al margen de cual sea su nivel.
Cuando a mi tierra llegan, se transforman en seres enriquecidos que trascienden
su riqueza integral, y visión, que traían de su tierra natal, sea cual ésta
fuere. Con el transcurrir del tiempo, llegan a amarme cual me ama el más
amoroso de mis hijos, y si algún día vuelven a su tierra nativa, descubren que
su amor por mi no es menos que el que tienen a la suya, pero se dan cuenta, que
aún así, no pueden vivir lejos de mi, porque el amor que le tengo como madre es
tan grande y vivo, que vivifica, y así como yo no puedo ya vivir sin su
compañía, al estar lejos de mi, perciben que le pasa lo mismo a ellos: nuestro
amor es único e indisoluble, y los lazos de afecto nos vuelven a reunir, de una
vida a otra, es decir, en cada nueva reencarnación, o a través de los instantes
de la vida toda. Pueden estar en cualquier rincón del mundo, pero su
pensamiento se encuentra unificado en mí.
Esto le pasó a Simón
Bolívar y Simón Rodríguez, cuando deambulaban por los caminos de Europa,
mientras caminaban iban disertando sobre como libertarme del dominio español. Y
cuando las plantas de su pies pisó el Monte Sacro, en Roma, el pensamiento de
Simoncito voló en un paseo por la historia de noble nación, señalando lo bueno
y lo nefasto que aquella Roma eterna había dado a la humanidad, e inspirado en
los ejemplos heroicos, en Marco Tulio Cicerón, en Séneca, en Marco Aurelio, en
Trajano y Adriano, en Marco Catón, en Julio César y en Fabio Massimo, juró,
ante su maestro Don Simón Rodríguez y Luís López Méndez, no descansar hasta
darme la libertad del yugo imperante, tanto a mí, como a mis hermanas
suramericanas.
-Yo soy madre de
Libertadores, como lo demuestra la historia; de líderes visionarios y
emprendedores, que asombran con sus hazañas a propios y extraños, y las gentes
preclaras de mi tierra, mis hijos, son apreciados como benefactores de la
humanidad aquí y en cualquier parte a donde han ido o vayan. Ejemplos tenemos
por miles: Miranda es uno de los primeros que asombró al mundo con su genio
inigualable y su instruido intelecto, que en su época, diez, en el mundo, no
habían iguales. Era un potente sol que alumbraba el paso por donde iba. Que
decir de Andrés Bello, con su Gramática para el uso de los americanos, la
segunda más importante a lo largo de la historia, después de la de Antonio Nebrija,
redactada en 1492. La de Bello, escrita ya cuando emprendió su viaje a Londres,
es decir, antes de los 29 años, demuestra el genio fecundo que traía cultivado
de incontable número de vidas. En Londres, se prepararía durante 19 años, para
lo que sería su misión en la tierra de mi hermana Chile, de la que fue uno de
sus maestros mas preclaros, dándole leyes como el Código Civil, el Derecho de
Gente, o internacional, entre otras; fundó la Universidad de Chile, y preparó a
su fértil juventud que ha seguido las directrices que impartiera para encaminar
a Chile en lo que hoy es.
Yo, Venezuela, soy
una tierra fértil y generosa y mi semilla esparzo por la tierra toda,
repartiendo a manos llenas de lo que la Divina Providencia me dotó en
abundancia: savia que fecundiza genios que enriquecen a todos quienes comparten
con mis hijos sus abundantes dones.
-Luego, la bellísima
Venezuela, continúa diciéndole a Jo-:
Yo soy una madre que
a lo largo de mi vida he tenido incontables noches oscuras e igual número de
dorados amaneceres. Estoy acostumbrada a afrontar la adversidad y a triunfar de
ella, siempre. Mi suelo han profanado gentes cuyos nombres hay que olvidar, que
en diferentes épocas se constituyeron en azotes del terruño patrio. Pero ello,
al final, se ha traducido en oportunidades de crecimiento para mis hijos,
propios y adoptivos, que para mí todos son iguales. No distingo entre uno y
otros, y su amor por mí, en nada se diferencia, porque todos me aman por igual,
y a veces el amor del hijo adoptivo es más acentuado porque se encuentra
acompañado por la gratitud. Pero, la gratitud es recíproca, ya que, la
naturaleza de las cosas, les hace nacer en otras tierras, para que cuando a mi
llegan, ya adultos, me traen el aporte integral de otras tierras: étnicos, culturales,
profesionales, técnicos, espirituales y sus virtudes cultivadas por largo
tiempo que ya forman parte de esos seres como una segunda naturaleza, que
transmiten a mis hijos nativos, y de tantos otros particulares, que es
innecesario enumerar. Empero, era su misión hacerlo así. Pero, en el fondo, el
Espíritu de ese hijo adoptivo, es mi hijo, mi verdadero hijo, y como
estrategia, hemos acordados, antes de que él naciera, que lo hiciese así, para
traer la fecunda savia de cada país del mundo, para enriquecer mi suelo patrio.
Para enriquecerme a mí, como madre fecunda y pródiga, ya que me faculta, de
esta manera, para aportar más a la tierra global de la que formo parte, ya que
todas las naciones del mundo, son mis hermanas, y el Planeta Tierra es una sola
Madre. Es bueno que todos sepan ver esta realidad. Esto es fácil verlo hoy,
cuando en la hora menguada de estos días, para el suelo patrio, que yo soy y
represento, cada pequeño, o gran rincón del planeta, aúna su pensamiento y su
voluntad, para brindar apoyo a mis hijos dispersos por el orbe y a los que en
Venezuela, en esfuerzo titánico, trabajan para emancipar de nuevo, la Patria, a
nuevos niveles de libertad, justicia y progreso.
Luego, -Venezuela,
dice-:
Yo soy una mujer que
cual madre común, tiene hijos diversos, de diferente ingenio y cualidades,
aptitudes y actitudes, virtudes y defectos, o carencias, fortalezas y puntos
menos fuertes, que es preciso transmutarlos en puntos fuertes, pero que a todos
quiere y ama, por igual. Aunque, hay que decirlo, con unos le une un
sentimiento de amor más profundo, y con otros un sentimiento de justicia
imperioso. Unos hijos poseen estados de conciencia mas elevados que otros;
muchos son justos, y otros deben potenciar el sentido de la justicia; unos son
buenos y otros no tanto, pero, para mí, como madre, todos son iguales, todos
son buenos, pero unos me dan placer, alegría y contentes, y me enorgullezco de
ellos: constituyen mi gloria como madre. Otros, me dejan muchas noches sin
dormir,-una metáfora, ya que como Espíritu, jamás duermo-, dado que sus
tendencias impredecibles y poco sólidas, moralmente hablando, inquietan mi
“sueño, y mis vigilias”. Me esmero aún más en educarles, al observar sus
inclinaciones innatas que encausar, y pido a la Divinidad que me ilumine y me
de fortaleza, para enrumbarles por el camino de la virtud, cosa que no siempre
logro, a pesar de mis constantes inspiraciones en sus conciencias, haciéndole
advertencias admonitorias y coercitivas, pero muchos superan en sus afanes
indebidos el sentimiento de la vergüenza, sentimiento este que de seguirlo, le
permitiría mantenerse dentro de los parámetros de una vida virtuosa. Eso es
motivo, para mí, de que me afane aun más, con ellos, que con los otros, que por
sí mismos caminan por la senda de la virtud, como algo natural en ellos. Es mi
misión corregir, y educarles, para encaminarles a su verdadera senda, la de las
virtudes: la prudencia, la justicia, la templanza, la fortaleza, la belleza, el
equilibrio, el orden, la honradez, el honor, la amistad sincera, el perdón, la
tolerancia, la salud, la sabiduría y la riqueza integral. Si la Divinidad me
delega a tanta gente desigual es porque confía en mi capacidad para educarle, y
conducirle hacia rectas sendas. Pero, no siendo tarea fácil, muchos de estos
hijos precisan incontables vidas para reeducarse y emanciparse, pero yo tengo
paciencia, y constancia, en la realización y cumplimiento de mi misión. En el
tiempo asignado por la Providencia, cumplida habré de tener la labor
encomendada por el Regidor Cósmico que todo lo ordena por la ley de la
afinidad. Esa es la razón por la que, de tanto en tanto, la historia de repite
por ciclos. Es que cuando vuelven a reencarnar cada uno de mis hijos, que
habían pasado a la dimensión espiritual, ellos reanudan su tendencia natural
interrumpida al desencarnar en su vida anterior, y se reabre un ciclo donde
antes había concluido. Y así empieza una nueva labor educativa con cada uno de
mis hijos: propios y adoptivos. Pero, la vida, con su sabiduría me los envía,
gradualmente, mezclados, unos buenos, otros no tantos, -y aun enemigos entre
ellos-, para que unos y otros, conviviendo, limen sus asperezas, y se vayan
haciendo amigos. Al final, los lazos de la sangre, y de la nacionalidad, van
hermanando a todos en una sola familia, queriendo ser todos buenos, mostrando
el orgullo de ser venezolanos, honrados de ser mis hijos. Ser venezolano, hoy y
en cualquier tiempo, además de un privilegio, es una responsabilidad. Hay que
estar a la altura de las situaciones y de la distinción con que se le ha
honrado con la denominación de venezolano. Es preciso honrar el hecho de ser
venezolano, nacido en terruño patrio, o viniendo de otros lares, por solo vivir
aquí. Recuerda Jo, el venezolano es noble, virtuoso, trabajador, estudia
constantemente para superarse en todos los niveles y variantes, desde el más
humilde al de más encumbrada sociedad. Por eso siempre se ha dicho: El
venezolano es del tamaño de las circunstancias que afronta y Venezuela, una
tierra de promisión. ¿Quién lo duda? Y si algún extranjero desde el exterior
quisiera alguna vez influir negativamente en los destinos de mi terruño,
aprenderá a respetar la Patria que represento. Que ya, en el siglo XIX, mis más
ilustres hijos, Simón Bolívar, José Antonio Páez, Antonio José de Sucre y una
constelación más, dieron la libertad a las Naciones que lo precisaron. Bolívar y Páez, mas tardíamente, quisieron
darle la libertad a Cuba y Puerto Rico, dos hermanas que tardaron en
conseguirla. Veintiún años después de desencarnar Bolívar, nace en Cuba el
único hombre de América equiparable a Bolívar, y que tanto amó a Venezuela,
hasta el punto de decir: -“Tenga en mi Venezuela, a un hijo”. Se trataba del
mismo Espíritu de Bolívar reencarnado en José Martí. Esto es una evidencia más
de cómo mis hijos siguen trabajando, en el espacio y tiempo, para la
emancipación de mis hermanas latinoamericanas, y para que se observen las
aparentes paradojas de la vida. Yo soy madre de Libertadores, y siempre habrá
muchos de ellos que harán que, en mi suelo Patrio, reine la Libertad, la
Justicia, la Paz, el Amor y el Progreso. Es importante que se recuerde, que yo
estoy atenta y vigilante, y antes o después, aunque parezca que tarde, siempre,
oportunamente, aplicaré el correctivo amoroso, justiciero y pertinente. Y si
por alguna razón particular, alguien precise un escarmiento especial, que no
tengan dudas ningunas que, de donde menos se espera, por la acción de la
justicia divina, sin yo mover un dedo, ella se lo proporciona, en la proporción
justa y correcta, no como un castigo, sino con la sola idea de aportar el
aprendizaje precisado, ya que la Ley Cósmica impresa en la conciencia busca
reeducar a cada ser que lo precise, para que se convierta en un elemento útil a
su propio progreso y al de sus hermanos. Este es mi propio anhelo: educar
correctamente a todos para cumplir la misión que me ha confiado la Naturaleza
de las cosas, en el concierto de las Naciones. Y esto va, precisamente, con
todos mis hijos, porque, como madre justa y amorosa, debo velar que ninguno de
mis hijos se extralimite con sus hermanos. Nada diferente de lo que haría
cualquier madre venezolana, o del mundo entero.
Recuerda, Jo, yo soy
Venezuela, y si hoy observas mi rostro hermoso, en cualquier expresión en que
me puedo manifestar, al igual que cada una de mis hijas, mañana, en el tiempo,
cuando me vuelvas a ver, notarás que mi belleza se acentuará a medida que
cultivo mi inteligencia y mis hijos se depuran, conectando con la Divinidad, o adquiriendo
consciencia de su conexión eterna e inmutable con ella, que transfigura su faz,
y la mía, por el fluir de la luz divina, y los sentimientos elevados de los
atributos divinos o valores universales. Es importante destacar, Jo: mis hijos
sabios y prudentes, fuertes y templados, justos, nobles y humildes, tolerantes
y compasivos, progresistas y de ánimo sosegado, transformarán su faz y la mía.
Recuerda Jo, y así
transmítalo a tus contemporáneos y a la posteridad, -dice Venezuela-:
En mi, Venezuela, se
gestará el mejor país del mundo, que será modelo, paradigma, a emular, de lo
que debe ser la nueva edad de oro, en torno al año 30.000 de nuestra era, en
adelante.
Hoy, Jo, como toda
madre, -continúa diciéndome Venezuela-, tengo alegrías y dolor, por los hijos
que se quedan en mi suelo patrio, confiando en un mejor futuro en esta tierra.
Estoy triste, porque muchos ya se han ido, dejando de creer en esta grande y
noble Patria, buscando fortuna en otras tierras que no siempre encuentran, como
pensaban, aunque la mayoría siempre se la ingenia para que le vaya bien y
logran enraizarse, enriqueciéndose integralmente. Otros piensan irse, en una
hora aparentemente menguada y adversa para la patria, y tengo, naturalmente, el
sentimiento de los tantos hijos que se han ido, dejando de creer que su futuro
se encontraba en mí y de los que estando a mi lado, sueñan con alejarse,
dejándome sola, cuando yo sé a ciencia cierta, que aquí está su verdadero
futuro, como en ninguna otra parte.
Esto que aquí digo,
sin embargo, -dice Venezuela-, estaba así programado en los planes individuales
de cada uno de mis hijos, y hay que verlo todo como que formamos parte de una
sola Tierra, donde cada una de mis hermana coopera con el resto, ya que todas
tenemos la misma misión de albergar a la humanidad y educarla. Luego, el mundo
es una retorta, y cada quien es repartido en la patria donde se encuentra el
grado aprendizaje que debe adquirir, resultando al final, que todos y cada uno
de los seres, debe reencarnar en todos los países, uno por uno, para
enriquecerse en todos, y amarlos. Finalmente, estimar que el planeta es no solo
una sola tierra, sino un solo hogar de turno, hasta que la Providencia, agotado
el ciclo terrestre, conduzca a toda la familia espiritual terrestre: a nivel humano,
animal, vegetal y mineral, al nuevo planeta que en el concierto cósmico, ya,
desde millones de años, se está preparando. En el universo no existe el azar,
hay un plan perfecto en los designios divinos.
Y Venezuela, -dice
Jo-, continuó relatándose un sinnúmero de cosas que requerirá su tiempo que las
ordene, por tema y moralejas educativas, para que sirvan de guía, como ella
quiere, a las nuevas generaciones, y sobre todo, a las actuales, cada vez que
este escrito lea cada hijo de Venezuela.
Y de esta manera,
escuchando absorto y muy atento a Venezuela, fueron pasando las horas sin darse
cuenta de ello Jo, y sin cansarse, pero sí se percató como en forma gradual a
su lado se iba congregando un gran número de seres, hasta formar legiones que
pudieran contarse por millones. Entre los más cercanos, a su alrededor, pudo Jo
distinguir a Cristóbal Colón, el primero en denominar a Venezuela “Tierra de
Gracia”, cuando pasaba por las costas Paria, en 1498, creyendo que había
llegado al paraíso terrenal; se encontraba Américo Vespucio, Bartolomé de Las
Casas, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José Antonio Páez, Antonio José de
Sucre, Andrés Bello, e incontable número de próceres, soldados de la Patria,
literatos como Juan Germán Roscio, Juan Vicente González, Fermín Toro, Cecilio
Acosta, Eduardo Blanco, Mariano Picón Salas, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar
Pietri e Isaac Pardo, entre otros; líderes como Rafael Caldera, Rómulo
Betancourt, Carlos Andrés Pérez, José Gil Fortul, Antonio Guzmán Blanco,
Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, y poco a poco los rostros se
hacían indefinidos a medida que se acrecentaba la gran masa de seres
espirituales que rodeaban a Venezuela y la protegían. Observó, también, Jo,
mirando hacia cierto lado una columna muy grande formada por hermosas mujeres
con rasgos de todos los grupos étnicos: pudo distinguir solo a Teresa de la
Parra y a Teresa Carreño, y a tantas otras que vio desconocía sus nombres.
En el lado opuesto,
vio un grupo no tan numeroso, de rostros amorfos.
-Venezuela le explicó
a Jo que todos esos seres eran una minoría que a lo largo de la historia han
constituido el azote de la Patria, desde que vinieron al terruño patrio como
conquistadores, entre quienes los había buenos, pero, otros, fueron un azote, y
de vez en cuando algunos de ellos y los Espíritus de sus hombres de aquel
entonces, reencarnan en determinadas épocas, ya que ellos no han renunciado de
seguir dominando el terruño patrio desde la dimensión espiritual. Cuando
reencarnan y cualquiera puede observar como los ciclos históricos se repiten,
si se le presta un poco de atención. Basta, en con ver lo que ocurre y se podrá
deducir que época histórica se está repitiendo, y así comprender lo que está
pasando, y por cuanto tiempo durará esa etapa. La época actual, por ejemplo,
Jo, refleja a la de los años terribles de 1813-1814. Los seres humanos, mis
hijos, precisan su tiempo para depurarse y deslastrase, hasta aprender a vivir
por la senda de las virtudes. Esto es lo que tú, Jo, has denominado como la
Meta-historia, y ya has escrito sobre el tema, y es la razón por la que te
explico estos detalles, para que se comprenda el porqué de la realidad que se
vive en un momento dado, en un país determinado. La historia se repite, y es
una maestra eficaz. Es preciso que los líderes estudien a fondo la historia
patria y la universal, para entender de donde se viene, porque se está aquí,
por el aprendizaje que se está experimentando, y hacia donde vamos, por las
tendencias e inquietudes del Espíritu de los tiempos. Entre aquellos personajes
del siglo XIX, de aquellos años terribles, aún se encuentran algunos en el
escenario Patrio, causando la angustia de la Patria.
Llegados a este
punto, -Venezuela le dijo a Jo: -“No te preocupes; ellos creen que se van a
eternizar en el poder; si supieran que su tiempo en los planes de Dios está
medido y mas temprano que tarde, serán sustituidos por mis hijos más nobles en
la conducción de los destinos de la Patria; sus nombres serán olvidados, pero
no sus deudas con la Patria, que tendrán que pagar durante muchas vidas, hasta
extinguir cada una de las innumerables obligaciones contraídas con la gente de
la Nación.
Venezuela, -dice Jo-,
no hizo referencia a nadie en particular. Esto es algo que cada quien debe
meditar en silencio y observar la parte que nos corresponde a cada quien, sin
exclusión de nadie, por cuanto, todos nosotros, por alguna razón estamos
participando, ahora, en el presente escenario. Es nuestra misión ser ciudadanos
ejemplares, cumplir las leyes legalmente establecidas, el orden constitucional,
y sobre todo, recorrer la senda de la paz, la justicia, el amor y la
cooperación, en beneficio de todos. Mientras haya un hermano que sufra, nadie
puede estar feliz, porque la Patria es un todo uniforme y compacto: lo que
afecta a uno afecta a todos; lo que beneficia a todos es lo que debe
predominar. No se debe caer en el terreno de los enemigos de la Patria que es
la violencia. El futuro, como decía José Vargas, es del hombre justo. Debe
lograrse el triunfo por la inteligencia utilizando medios pacíficos, por
cuanto, quien realmente posee el poder, -que es la visión correcta de las
cosas, fundamentalmente-, no tiene porque demostrarlo haciendo uso de la
fuerza. Para muestra el ejemplo de Gandhi.
Se veía, -sigue
diciendo Jo-, en el grupo de la gente noble que rodeaba por millones a
Venezuela, Espíritus de todos los niveles, aptitudes y vocaciones. Incluyendo,
en determinado ángulo, se veían incontable número de Espíritus que acompañaban
a Venezuela, que pertenecían las más variadas especies de los reinos: animal,
vegetal y mineral; podría contemplarse la inmensa diversidad y belleza que
representaban. -Venezuela le dijo a Jo-: Ellos también forman parte de mi ser,
y son mis hijos; son: Venezuela.
Entonces, -Venezuela prosiguió,
diciéndole-:
Estos seres que tú
observas allí, comenzarán muy pronto a reencarnar en suelo patrio y están
destinados a engrandecer mi ser, como madre, ya que estos, mis nuevos hijos,
que nacerán durante los milenios por venir, -y que tienen un interés especial
en la forma como se desenvolverán los acontecimientos actuales, y a no dudar,
influirán positivamente, para que la balanza de las cosas se incline hacia el
progreso de la Patria-, serán modelos de virtudes que todos querrán emular,
cultores de las ciencias todas, de las filosofías y artes, que generarán una
nueva visión existencial que será luz primigenia en el Planeta, serán un
potente faro conocido con mi nombre: Venezuela. De todas partes del mundo
querrán venir aquí para estudiar y ya en suelo patrio, desearán quedarse,
mezclándose con mis hijas, los caballeros, y con mis hijos, las bellas damas de
otros lares, fusionándose la savia viva que da nueva vida, creando cada vez un
grupo étnico hermoso, fuerte, saludable, justo y perfecto, para gloria del
Eterno.
Recuerda, Jo, -dijo
Venezuela-, el mensaje que hoy te he dado para que lo proyectes en forma de
poema, o ensayo, para que sirva de estímulo y guía para mis hijos de cada nueva
generación. Pero, Jo, también de profecía del gran futuro que en el concierto
de las Naciones, espera a Venezuela. Con todo mi amor, Jo, este mensaje no es
solo para Venezuela, sino para toda la humanidad, porque mi destino es el mismo
destino para todas mis hermanas del Planeta Tierra, la Madre Tierra: una sola Tierra.
Adelante, hijos de
Venezuela y de la Tierra toda: yo soy Venezuela eterna e inmortal, que velo
sobre el terruño patrio e inspiro a todos mis hijos para que saquen a florecer
sus virtudes divinas, para crear las nuevas y continúas edades de oro por los
tiempos de los tiempos.
Adelante, hijos míos,
yo soy Venezuela, la Patria grande. Mis siete estrellas deben recordaros a
vosotros, lo que representan: las virtudes fundamentales: 1) El Amor, el poder
supremo del universo, con el cual podéis triunfar en cualquier adversidad, o
proyecto de progreso. 2) La Sabiduría, la de los valores universales que
señalan los parámetros dentro de los cuales es preciso que enmarquéis vuestros
pensamientos, sentimientos, palabras y acciones, siguiendo la guía preclara de Sidharta
Gautama, en el Noble Óctuple Sendero, para transformar la insatisfacción en
estados de conciencia satisfactorios y felices. 3) Justicia, que debe sopesar
el resultados de vuestros pensamientos, sentimientos, palabras y actos, única
manera de vivir una vida virtuosa: dando a cada quien lo que le pertenece, y
exigiendo igual reciprocidad para vosotros, única manera de vivir una vida con
dignidad. 4) Fortaleza, valor, coraje,
empuje, suficiente para revertir las situaciones adversas en ventajosas, o, cuando
toca afrontar el momento menos fácil en la realización de cualquier proyecto,
permita persistir, sin abandonar a mitad de camino, la realización de ningún
proyecto. Se gane o se pierda, jamás hay que levantarse a mitad de juego, en
ningún partido, ya que, en los momentos menos fácil, la adversidad muda en
situación de provecho y a las doce en punto, un segundo después, la noche en
día. Fortaleza es constancia, persistencia, tenacidad en alcanzar cualquier
resultado antepuesto como objetivo, a corto, mediano, largo y macro plazo. Es
también confianza y fe. 5) Templanza, que aporta resistencia y equilibrio; es
la moderación, el sosiego, la serenidad, el autodominio, la paciencia, la
impasibilidad, la austeridad. Permite mantenerse firmes cuando las cosas se
ponen menos fáciles. 6), Belleza, es la justicia estética. Debe expresarse en
los modales, en el cuido del propio ser, en la elevación y depuración del
Espíritu, en todos pensamientos, sentimientos, palabras y actos, en las
actitudes, en los gestos, de manera integral; y 7) Orden. El orden viene dado
por la suma existencial de cada ser, de acuerdo a la balanza de la justicia
divina. La ley de afinidad, en base al saldo de la suma existencial, ubica o
reubica, a cada ser, en el orden que le corresponde en el concierto de todas
las cosas. Esto la ley cósmica lo realiza sin esfuerzo alguno. Por la ley de
afinidad, se ordena el universo; por la ley de afinidad, y en base al saldo
existencial, formará del orden que por derecho, y deber, le corresponde. Aquí reside
el secreto de la ley del cambio. La octava estrella que se me agregó
tardíamente, solicito que sea transmutada en el símbolo de la Divinidad, es
decir: El círculo y el signo más en el centro, que representa: La Divinidad sin
principio ni fin; y la eterna polarización, pasando, siempre, cada ser, de un
estado de conciencia a otro más elevado en la perfección de las virtudes, ad
infinitum. Deseo que cada uno de mis hijos practique el constante recuerdo de
la Divinidad, elevando sus estados de conciencia, en las estaciones en que cada
quien se encuentre, en conexión asidua con la Divinidad, adquiriendo conciencia
de que forma una parte indivisible con la Divinidad, sin dejar de ser la
Divinidad, y poseyendo los mismos atributos divinos que la Divinidad y su poder
creador en estado de potencialidad infinita. Ambos, la sabiduría de los
atributos divinos, y el poder creador potencialmente infinito, los expresará en
la medida en que, cada ser, experimente necesidades, deseos, anhelos,
propósitos y objetivos de realización, mediante cuyos logros va adquiriendo la
experiencia, que desarrolla sus estados de conciencia y sus aptitudes y
actitudes. Adquiriendo la conciencia de la conexión con la Divinidad, cada ser
se eleva, vibra en armonía con la Divinidad, se depura, y va fluyendo, con
naturalidad, la luz, el amor, la energía creadora, que permite vivir en armonía
con la naturaleza y sus leyes cósmicas, y por ende, en armonía con la
naturaleza. Donde se centra la atención, Jo, se expande la conciencia
perceptiva, comprensiva y realizadora. Al centrar la atención en la Divinidad,
se expande la conciencia perceptiva, comprensiva y realizadora de la Divinidad,
dentro de la propia conciencia, en la inherente estación en que se encuentre,
cada quien, en un momento dado, ascendiendo en una eterna polarización de un
estado de conciencia a otro más elevado, ad infinitum.
Por último, Jo, te
dejo la inquietud siguiente, en torno al Himno Nacional. Deseo que se cambie el
siguiente verso: -“el vil egoísmo que otra vez triunfó”, por “el noble
altruismo que otra vez triunfó”.
A este punto se
encontraba en el sueño Jo, cuando se despierta, y para no olvidarlo, saltó de
la cama, tomó papel y lápiz, y anoto lo que recordaba del mismo. Espero que sea
del agrado de todos, dijo Jo.
Adelante.
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