ANGEL ROSENBLAT, La lengua
del "Quijote". Gredos, Madrid, 1971; 380 pp. (BRH,
Estudios y ensayos, 158).
Autora: TERESA AVELEYRA A.
El Colegio de México.
Nos
enfrentamos a un libro que da lo que su título promete. El profesor Rosenblat
no se propone elaborar una teoría sobre la lengua en que está escrito el Quijote,
sino presentarla en su riqueza y complejidad. Lo hace con esa sencillez,
con esa "difícil facilidad" que sólo resultan del pleno conocimiento
de la materia tratada. En este caso, el conocimiento es triple: de la lengua
española en general y especialmente en la época de Cervantes; del texto del Quijote;
y de la crítica que éste ha recibido a través del tiempo. En el primer
aspecto, hace evidentes muchas peculiaridades gramaticales del español de los
Siglos de Oro (variabilidad ortográfica y sintáctica, expresiones familiares,
tópicos, uso de formas exclamativas y refranes...). Suele apoyarse en textos de
escritores coetáneos (Lope de Vega, Quevedo, José de Valdivieso...) y en las
opiniones de algunos tratadistas de la misma época (Juan de Valdés, Alfonso de
Carvallo, Jiménez Patón, Gracián Dan-tisco, etc.). Por lo que hace a su
conocimiento del texto cervantino, verdaderamente pasmoso, es fruto, sin duda,
de toda una vida de leer y releer el Quijote con ojo crítico, sí, pero
también con amor. Este saber le permite dar una ejemplificación caudalosa y
representativa en cada uno de los casos que estudia1. Muchas veces refuerza
esas muestras acudiendo a casos similares que aparecen en otras obras de
Cervantes. En cuanto a la crítica hecha a la lengua del Quijote, tiene
siempre en mente y hace constante alusión a los "reprochadores de
voquibles" (Quijote, II-3) cervantinos, así como a los defensores
del habla de Cervantes2. También demuestra su conocimiento de
aquellos autores y libros que más específica y sistemáticamente han estudiado
tal habla».
El
material manejado por el profesor Rosenblat es tan copioso que se presta a la
desorganización. Sin embargo, lo presenta en forma ordenada y sencilla, sin
caer tampoco en el simplismo o en esquematiza-dones que propicien forzados
encasillamientos.
El libro
de Rosenblat comprende tres glandes partes correspondientes a la actitud de
Cervantes ante la lengua, o sea, su ideal lingüístico; su lengua literaria, y,
finalmente, sus descuidos o incorrecciones verbales.
"El
ideal de Cervantes [dice el autor] era una lengua del arte vivificada con la
fluidez, naturalidad y llaneza del habla popular. «De entrambas a dos» dio
nacimiento a una lengua nueva, la lengua del Quijote" (p. 363). En primer
lugar, Cervantes sigue la corriente humanista que dignificó, frente al latín,
la lengua nacional. Dentro de ella, prefiere la sencillez a la afectación, pero
es defensor esforzado de esa propiedad y justeza que "se atiene a las
normas superiores de la cultura" (p. 33)'. Para él es cualidad
indispensable la "discreción" (como antítesis de simpleza o
rusticidad), que no es incompatible con la naturalidad, esa naturalidad que
admite, en el transcurrir novelístico, los modismos populares, las formas
exclamativas, los refranes. En este aspecto, Cervantes "está dentro de la
corriente erasmista de exaltación del refranero, como expresión de la filosofía
natural" (p. 42). Al ejemplificar sobre los refranes del Quijote el
profesor Rosenblat se detiene a rectificar las versiones modificadas y aun
disparatadas de Sancho v su familia, y expone las formas correctas, apoyándose
básicamente en Correas (pp. 36 y 37). En síntesis, por lo que respecta a su
ideal de lengua, Cervantes "quería escribir para todos, sin
capitular" (p. 63), pero sin rendirse tampoco a las exigencias del vulgo.
"La lengua de la cultura y la lengua del pueblo se funden en una
realización superior: la lengua del Quijote" (p. 62). Es importante
hacer notar que en este libro la actitud de Cervantes ante la lengua hasta aquí
resumida, no aparece como "un cuerpo de doctrina sistemática, sino como
actitud vital de sus personajes" (p. 68). Efectivamente, la posición
cervantina afirmada por el profesor Rosenblat se aprecia con diafanidad
mediante las múltiples y oportunas menciones del Quijote y de otras
obras de Cervantes, en las que aparece a través de las actuaciones y palabras
de esos personajes.
La
segunda parte del libro, "La lengua literaria de Cervantes", está
dedicada al "análisis de los recursos de su estilo", "los más
productivos o más llamativos, y sobre todo los que caracterizan más claramente
su lengua" (p. 68). Podemos enumerarlos: tópicos o lugares comunes,
comparaciones, metáforas, antítesis, sinónimos voluntarios, repetición
deliberada, juego de palabras, juego con los nombres, rima, juego con los
distintos niveles del habla. En la actualidad, cuando la crítica literaria nos
tiene acostumbrados a novísimas terminologías, la enumeración anterior podría
dar la idea de que se trata de una exposición no muy al día y quizá farragosa.
Lo que pasa es que el autor no ve la necesidad de crear nuevas denominaciones
para lo que ya las tiene. En esto, como en todo, lo guía su intención
primordial de mostrar, de entregar sencillamente la lengua del Quijote. Y aquí
también su conocimiento del texto le permite adentrarnos en las funciones
expresivas de cada uno de esos recursos, vistos a través de múltiples pasajes y
en confrontación con casos similares en textos de otros autores coetáneos.
Además -y esto importa- el profesor Rosenblat tiene una gran agudeza para
descubrir en el manejo de cada recurso su verdadero y profundo funcionamiento,
5« peculiaridad cervantina, que es la del juego humorístico. Así logra
hacernos reparar en la verdadera intención de muchos rasgos cjue habíamos visto
superficialmente, ora por precipitación, ora por desconocimiento del
significado de algunas voces o expresiones de la época. Aducir algunos de los
múltiples casos tratados en el libro que reseño sería tarea larga e inútil.
Baste decir cjue apoyan firmemente esta afirmación- "En realidad todo en
el Ouiiote es iueffo ñero meso para realzar una significación, o
una doble significación. Todo se nos aparece lleno de intención, de buena o
mala, o de buena y mala, de segunda intención v hasta de tercera v cuarta (v>
167V En resumen esta segunda parte del libro de Rosenblat es muy
esclarecedora sin pretender la exhaustividad. Por ejemplo, creo que además de
los recursos de estilo propiamente dichos deberían haberse estudiado otros
aspectos entre ellos las peculiaridades sintácticas de la prosa de Cervantes,
su adjetivación, su riqueza verbal.!.
La última
parte del libro revisa las incorrecciones de lenguaje que se han imputado al Quijote.
Dado el empeño de tantos gramáticos en descubrirlas, se impone al autor el
requisito de limitarse en este capítulo. Y dice: ". . .ya que don
Francisco Rodríguez Marín, a quien tanto debe el buen conocimiento de la obra
de Cervantes, se ha ensañado, muy atinadamente, con las enmiendas de una serie
de correctistas, nos vamos a detener sólo en las «incorrecciones» o «descuidos»
que él admite, o le reprocha, en su última edición crítica" (p. 245). Con
este criterio, Rosenblat pasa lista a las repeticiones, cacofonías, pleonasmos,
lapsus, anacolutos, y demás fallas cervantinas, y en la mayoría de los casos
logra demostrar que son usos de la lengua de la época, o --lo que es más
importante- peculiaridades estilísticas al servicio de una mayor expresividad o
de una intención humorística. Sólo admite, y con una reserva, ocho casos de
auténtica incorrección gramatical. Es obvio el entusiasmo del autor por el
texto cervantino, pero no veo que tal actitud afecte su posición crítica ni lo
conduzca a ponderaciones gratuitas y subjetivas. Cuando mucho, lo lleva a la
prolijidad en algunos casos.
Las
"Conclusiones" de este libro tocan puntos de interés, ya no
exclusivamente relacionados con la lengua. Por ejemplo, la inadmisible
afirmación de Hatzfeld de que "...el estilo barroco de Cervantes...
comprende de lleno los ideales morales de la Contrarreforma y se adhiere a la
disciplina de Trento" (pp. 350-352); el "realismo" o
"antirrealismo" del Quijote (pp. 354-355); su ambigüedad
humorística (pp. 357-358); la relación que ofrece entre arte y naturaleza (pp.
360¬363), etc. Pero la más importante de esas conclusiones es, a mi manera de
ver, la afirmación de que "Cervantes se liberó de las duras cadenas del
preceptismo aristotélico, y su Quijote es obra de libertad (p.
348. Yo subrayo).
El Quijote
ya es y seguirá siendo objeto de estudios cuya perspectiva pone en
entredicho a la crítica tradicional. Por ejemplo, Erich Auerbach, basado en el
análisis filológico, llega a la conclusión de que toda la obra es un puro juego
cómico, y Arthur Efron considera que el libro de Cervantes intenta destruir el dulcineümo,
esto es, la sujeción a los ideales impuestos por la cultura heredada4. Muy
nuevas visiones del Quijote nos esperan. Todas ellas tendrán que basarse
precisa y estrictamente en el texto cervantino, en la lengua del Quijote, que
tan eficazmente ilumina el libro del profesor Rosenblat. Para finalizar señalo
otra de las virtudes de este estudio: la ausencia de alardes eruditos y la
claridad expositiva ponen esta obra para cervantistas al alcance de todo lector
inteligente y sensible del Quijote.
Notas: ¬l
Señalo dos entre las múltiples enumeraciones de citas, todas ellas bien
seleccionadas: a) Serie de "expresiones familiares de valor
figurado", con su significado y su respectiva referencia al Quijote: pp.
53-57; b) Casos de antítesis igualmente documentados: p. 95-100. En
ambas series la enumeración es corrida y la tipografía muy apretada.
2 En el
primer caso, Clemencín, Hartzenbush, Hermosilla, Pellicer, Salva...; en el
segundo, Juan Calderón, Julio Cejador, el venezolano Amenodoro Urdaneta,
Weigert...
3
Avalle-Arce, Camón Aznar, Cejador y Frauca, Criado de Val, Díaz Plaja,
Fernández Gómez, Hatzfeld, Spitzer, etc.
TERESA AVELEYRA A.
El Colegio de México.
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