FATI Y EL AJEDREZ
Un cuento de Abu para Fati
©Abg. Giuseppe Isgró C.
Fati es una niña de 9 años y tres meses; ya es una señorita hermosa, inteligente, estudiosa, gran conversadora, cariñosa y aprende rápido.
Cuando Fati era chiquita, Abu le enseñó a jugar ajedrez, en un tablero mediano con piezas de plástico.
Luego, Abu compró un juego de Ajedrez para ordenadores, y Fati y Abu comenzaron a jugar ajedrez con el ordenador.
Por supuesto, no es fácil ganarle al ordenador; pero, aunque perdiendo los juegos, uno aprende a jugar bien. Se aprende del ordenador, al observar como responde al movimiento de las piezas, y poco a poco, aprendiendo del que más sabe, se llega a saber tanto como el que más sabe, e inclusive, más. Por eso es que después de cierto tiempo, uno le puede ganar al ordenador, en el juego del ajedrez. Y, después, se pasa al siguiente nivel, donde el ordenador nos vuelve a ganar, hasta que otra vez, jugando una y otra vez, aprendiendo nuevas técnicas, estudiando a los grandes maestros del ajedrez, se le vuelva a ganar al ordenador, en el juego del ajedrez. Y así ad infinitum.
Y de repente, uno se da cuenta de que la vida es como un juego de ajedrez. La vida es el tablero, cada uno de nosotros somos una pieza en el tablero, con una función determinada. Tenemos que aprender todas las funciones, empezando por la del peón, y pasar por cada una de ellas hasta llegar a ser rey: rey y señor, cada uno de sí mismo. A partir de ahí, jugar el juego de la vida utilizando cada una de esas piezas del ajedrez como un equipo de soldados que a la vez que nos protejan de los enemigos naturales, nos permitan resolver las situaciones que se afronten, y ganar las batallas del éxito cuyos objetivos previamente nos hayamos antepuesto.
Cuáles son esas piezas del ajedrez de la vida: Los valores universales y las virtudes: la prudencia, la justicia, la equidad, la fortaleza, la templanza, la belleza, la bondad, el orden, la armonía, el equilibrio, la economía, la productividad, el ahorro, el trabajo, el estudio, la salud, y un largo etcétera.
Poco a poco, Fati se fue haciendo una campeona al participar en juegos de ajedrez en torneos con otros niños de su misma edad, o mayores, o, más pequeños.
Jugando con otros niños que sabían más, por supuesto que le ganaban a Fati; pero ella, no se molestaba por eso, aprendía más jugando con quienes sabían más que ella, aunque perdiese. Pero, jugando con quienes sabían más, aunque perdiese, ganaba más que jugando con quienes sabían menos que ella, aunque ganase.
Fati comprendió que sólo se aprende con quienes saben más, y que hay que tener la humildad de aceptar que otros saben más y que podemos aprender de ellos.
También, aprendió que hay que tener generosidad; es preciso enseñar lo que aprendemos a los que saben menos. Esa es la ley de la vida: Aprender de quienes saben más que nosotros, y enseñar a los que saben menos.
El ajedrez es un buen juego para desarrollar la inteligencia, la capacidad de concentración y prestando buena atención a lo que se hace, se obtienen mejores resultados en los estudios, y en la vida toda. Por eso llaman al ajedrez el juego ciencia. Es una ciencia y un arte: Es ciencia cuando el ajedrecista investiga, estudia y aprende; es arte, cuando practica, realiza jugadas maestras y gana los torneos convirtiéndote en campeón (a), o en excelente jugador o jugadora. Empero, el buen deportista, aún cuando pierde gana: aprendió nuevas formas de cómo hay que hacer las cosas para lograr el objetivo: el triunfo, dando el respectivo jaque mate.
Mientras dura el juego, cada una de las piezas tiene una función, y un valor, además de su respectivo lugar, en el tablero, el cual va variando según la estrategia y la táctica utilizadas para alcanzar el objetivo. La misma pieza, según el caso, puede servir para atacar o para defenderse. En un momento dado, un peón puede valer más que un rey, si se encuentra en una posición idónea para darle jaque mate. Por eso no hay que subestimar a nadie y se dice que no hay adversario pequeño; también se menciona que el mayor adversario que se pueda tener es uno mismo, es decir: los propios pensamientos, las actitudes y las expectativas, según la índole, y polaridad en que se tengan. Quien espera ganar está más cerca de la victoria de aquel que duda del triunfo. Igual acontece con cada una de las piezas. El ajedrecista inteligente conoce el valor de todas, su ubicación, movimientos, y el mayor número de técnicas que le puedan permitir ganar el juego.
La mente, si la centramos en lo que hacemos, activa la capacidad de aprender y de permitirnos que las cosas que hacemos sean hechas bien: Justas y perfectas.
Fati sabe que jugar al ajedrez desarrolla su concentración, mejora su atención, aviva su inteligencia y se va convirtiendo en una campeona: del ajedrez y de la vida.
Los campeones son personas felices, positivas, humildes, generosas, amables, justas, estudiosas y trabajadoras, saludables y siempre están contentas, consigo mismas, con la vida y con las demás personas.
Por eso Fati se entusiasma tanto al jugar ajedrez con el ordenador, con Abu, y los demás compañeros del colegio, y con los participantes de los torneos.
Fati se dio cuenta de que jugando ajedrez, además de desarrollar la inteligencia y la personalidad, permite hacer muchos buenos amigos. Quienes juegan ajedrez son niños que se destacan. Dedican su tiempo libre a hacer buenas cosas. Y quienes hacen buenas cosas, se transforman en muy buenas y excelentes personas, que cada día aprenden más y mejores cosas.
Con el tiempo se convierten en buenos y exitosos médicos, ingenieros, artistas, músicos, escritores, deportistas, empresarios, políticos, artesanos, técnicos, etcétera, etcétera, etcétera.
Porque, -se dio cuenta Fati-, la vida es para aprender muchas cosas interesantes, las cuales, después, podamos usar para ser mucho, pero mucho, mucho, muchísimo más felices.
Jugando ajedrez, se aprende a utilizar la imaginación para encontrar nuevas formas de jugar; esto permite que, al participar en el juego de la vida, ya la imaginación se encuentra entrenada para que, en forma creativa, e intuitiva, permita encontrar nuevos caminos para expresar el genio que cada quien lleva adentro: Porque, la imaginación es la llave para acceder al genio todo poderoso que Dios le dio a cada quien para hacer de su vida una obra maestra y ser muy feliz.
Colorín colorado, este cuento, aquí se ha acabado.
PD.: Ahora Fati, pensará en un cuento, y lo escribirá para Abu, porque Fati es una poetisa, una escritora en potencia, muy buena, y que se inspira para escribirle cosas muy bonitas a Abu.
Abu quiere a Fati, mucho, mucho como grande es el universo.
Quién sabe lo grande que es el universo?
Oye, Fati, habrá que escribir un cuento imaginando lo grande que es el universo. Será la próxima vez.
Ciao, preciosa y muy queridísima Fati.
ABU
06 de abril de 2012.
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