MEDITACIÓN
A través de cualesquiera variantes de la
meditación, se trasciende al razonamiento inductivo y deductivo, a nivel de la
mente objetiva, donde actúa la voluntad. Mientras se esté realizando un
esfuerzo de voluntad, se permanece en el campo de la conciencia objetiva. Para
emanciparse de la conciencia objetiva, y de la acción de los sentidos físicos,
así como del razonamiento lógico, que mantiene a la persona en la esfera de lo
objetivo, y por ende, de la percepción limitada, es preciso abstraerse del ego
y relajarse profundamente.
En la medida en que se adormecen los sentidos
físicos, se despiertan, simultáneamente, los sentidos espirituales. Se alcanza
la dimensión de la intuición y de la inspiración. Un estado fronterizo y
expandido de conciencia mediante el cual el Espíritu de emancipa de la
conciencia objetiva y alcanza niveles más amplios de percepción. Esta
percepción, por las inquietudes de los tiempos, en cada persona, orienta, sin
esfuerzo alguno, la búsqueda de respuestas, bien sea por lecturas de contenidos
mentales en el propio archivo espiritual, contenido en el alma, como resultado
de múltiples ciclos de vida, por una parte.
Por otra, emancipado de los sentidos físicos,
durante la meditación, el Espíritu se proyecta hasta el lugar, o la persona, en
cuyo archivo espiritual se encuentra la información que precisa, la lee, y la
transfiere, al reincorporarse a la conciencia objetiva, a ésta, como intuición.
También, puede establecer conexión con la
Divinidad, y por el lenguaje de los sentimientos análogos a los valores
universales, puede percibir, en su conciencia, intuitivamente, o por
inspiración de la Divinidad, el conocimiento que precisa, u otro de mayores
alcances, que, muchas veces, trascienden sus propias inquietudes y aportan
cambios significativos o mayores niveles de comprensión.
En algunos casos, de la dimensión espiritual,
tanto por entes encarnados, en desdoblamiento, o proyección, como por entes que
se encuentran en la dimensión espiritual, o de seres desdoblados que viven en
otros mundos, y que contienen la información precisada, u otra que ellos
estiman que deben transmitir, por la inspiración de pensamientos dentro del
propio pensamiento, comunican contenidos mentales, que aportan conocimientos esenciales
y la comprensión sobre lo que se anhelaba conocer y algo más. Se alcanza un
estado claro de conciencia, una visión existencial más profunda, y es lo que,
generalmente, suele denominarse un estado de conciencia cósmica.
El secreto reside en utilizar, en vez de la
voluntad, la imaginación, que es la visión del espíritu, en proyección
espiritual, trascendiendo la conciencia objetiva. Esto se logra adormeciendo
profundamente los sentidos físicos, entrando en el campo de la
abstracción mental. Mientras más profundamente se relajan los sentidos físicos
más facilmente se podrá trascender la conciencia objetiva y alcanzar la
cósmica, donde se entra en conexión con la mente universal, -todas las mentes
de todos los seres de los cuatro reinos naturales-, y con la mente de la
Divinidad, de la que jamás nos hemos separado, en cuyo proceso de meditación
adquirimos conciencia de la Unión perfecta e indisoluble con el Uno y con el
Todo.
Con sólo anteponerse preguntas, y luego dejando
de pensar en ellas, trascendiendo la conciencia objetiva, la mente inicia un
proceso de búsqueda, sin esfuerzo alguno, hasta que encuentra la respuesta
respectiva, y al hacerlo, logrando la transferencia del conocimiento
respectivo, por percepción intuitiva, o inspirativa, habrá alcanzado, la
persona, lo que se denomina, un estado de iluminación, samadhi o satori,
dependiendo la denominación de la propia corriente de pensamiento.
El practicante sufí logra su propósito, sin
propósito alguno en la mente, excepto que el del constante recuerdo del nombre
de Él (Allah). Es lo que se conoce como el Dzikr. Al entrar en la esfera de
la Divinidad, y dejando que sea la voluntad de Él (Allah) la que se
exprese, ya que no hay otra voluntad que la de Él, por la conciencia de los
sentimientos de los valores universales (Atributos divinos) que se van
expresando en la conciencia.
En el meditante va aflorando el conocimiento
que, ya, desde siempre, se encuentra en su conciencia, ya que ésta es una
réplica exacta de la de la Divinidad.
Al penetrar más profundamente en su propia
conciencia, lo hace, paralelamente, en la de la Divinidad.
Al conocer mejor los propios atributos, (valores
universales), lo hace, simultáneamente, con los de la Divinidad.
Al conocerse a si mismo, en un mayor grado, en
ese mismo nivel conoce a la Divinidad.
El absoluto y lo relativo marchan juntos y son
lo mismo, sin dejar de ser lo mismo jamás, empero, se precisa del eterno
retorno a la Fuente, para percibirlo, y aún así, el ser individual jamás
agotará la Fuente, en la que reside la Conciencia Absoluta.
Adelante.
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