viernes, 24 de marzo de 2023

MEDITACIÓN

 

MEDITACIÓN

  ©Abg. Giuseppe Isgró C.

 

A través de cualesquiera variantes de la meditación, se trasciende al razonamiento inductivo y deductivo, a nivel de la mente objetiva, donde actúa la voluntad. Mientras se esté realizando un esfuerzo de voluntad, se permanece en el campo de la conciencia objetiva. Para emanciparse de la conciencia objetiva, y de la acción de los sentidos físicos, así como del razonamiento lógico, que mantiene a la persona en la esfera de lo objetivo, y por ende, de la percepción limitada, es preciso abstraerse del ego y relajarse profundamente.

En la medida en que se adormecen los sentidos físicos, se despiertan, simultáneamente, los sentidos espirituales. Se alcanza la dimensión de la intuición y de la inspiración. Un estado fronterizo y expandido de conciencia mediante el cual el Espíritu de emancipa de la conciencia objetiva y alcanza niveles más amplios de percepción. Esta percepción, por las inquietudes de los tiempos, en cada persona, orienta, sin esfuerzo alguno, la búsqueda de respuestas, bien sea por lecturas de contenidos mentales en el propio archivo espiritual, contenido en el alma, como resultado de múltiples ciclos de vida, por una parte.

Por otra, emancipado de los sentidos físicos, durante la meditación, el Espíritu se proyecta hasta el lugar, o la persona, en cuyo archivo espiritual se encuentra la información que precisa, la lee, y la transfiere, al reincorporarse a la conciencia objetiva, a ésta, como intuición.

También, puede establecer conexión con la Divinidad, y por el lenguaje de los sentimientos análogos a los valores universales, puede percibir, en su conciencia, intuitivamente, o por inspiración de la Divinidad, el conocimiento que precisa, u otro de mayores alcances, que, muchas veces, trascienden sus propias inquietudes y aportan cambios significativos o mayores niveles de comprensión.

En algunos casos, de la dimensión espiritual, tanto por entes encarnados, en desdoblamiento, o proyección, como por entes que se encuentran en la dimensión espiritual, o de seres desdoblados que viven en otros mundos, y que contienen la información precisada, u otra que ellos estiman que deben transmitir, por la inspiración de pensamientos dentro del propio pensamiento, comunican contenidos mentales, que aportan conocimientos esenciales y la comprensión sobre lo que se anhelaba conocer y algo más. Se alcanza un estado claro de conciencia, una visión existencial más profunda, y es lo que, generalmente, suele denominarse un estado de conciencia cósmica.

El secreto reside en utilizar, en vez de la voluntad, la imaginación, que es la visión del espíritu, en proyección espiritual, trascendiendo la conciencia objetiva. Esto se logra adormeciendo profundamente los sentidos físicos, entrando  en el campo de la abstracción mental. Mientras más profundamente se relajan los sentidos físicos más facilmente se podrá trascender la conciencia objetiva y alcanzar la cósmica, donde se entra en conexión con la mente universal, -todas las mentes de todos los seres de los cuatro reinos naturales-, y con la mente de la Divinidad, de la que jamás nos hemos separado, en cuyo proceso de meditación adquirimos conciencia de la Unión perfecta e indisoluble con el Uno y con el Todo.

Con sólo anteponerse preguntas, y luego dejando de pensar en ellas, trascendiendo la conciencia objetiva, la mente inicia un proceso de búsqueda, sin esfuerzo alguno, hasta que encuentra la respuesta respectiva, y al hacerlo, logrando la transferencia del conocimiento respectivo, por percepción intuitiva, o inspirativa, habrá alcanzado, la persona, lo que se denomina, un estado de iluminación, samadhi o satori, dependiendo la denominación de la propia corriente de pensamiento. 

El practicante sufí logra su propósito, sin propósito alguno en la mente, excepto que el del constante recuerdo del nombre de Él (Allah). Es lo que se conoce como el Dzikr. Al entrar en la esfera de  la Divinidad,  y dejando que sea la voluntad de Él (Allah) la que se exprese, ya que no hay otra voluntad que la de Él, por la conciencia de los sentimientos de los valores universales (Atributos divinos) que se van expresando en la conciencia.

En el meditante va aflorando el conocimiento que, ya, desde siempre, se encuentra en su conciencia, ya que ésta es una réplica exacta de la de la Divinidad.

Al penetrar más profundamente en su propia conciencia, lo hace, paralelamente, en la de la Divinidad.

Al conocer mejor los propios atributos, (valores universales), lo hace, simultáneamente, con los de la Divinidad.

Al conocerse a si mismo, en un mayor grado, en ese mismo nivel conoce a la Divinidad.

El absoluto y lo relativo marchan juntos y son lo mismo, sin dejar de ser lo mismo jamás, empero, se precisa del eterno retorno a la Fuente, para percibirlo, y aún así, el ser individual jamás agotará la Fuente, en la que reside la Conciencia Absoluta.

Adelante.

 


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