©Giuseppe Isgró C.
Recuerda, Escudero, -dice Hidalgo-, que quien tiene, realmente, el poder,
no tiene porqué demostrarlo. Lo utiliza sin alardear, con el sentido de la
medida, en forma justa y perfecta, y buscando el mayor bien posible en todas
las cosas y para todos. Lo hace con el debido respeto.
El mejor ejemplo que, personalmente he observado, del respeto de un
líder, hacia sus conciudadanos, es el de Carlos Andrés Pérez, en el segundo
período de su mandato. Las generaciones emergentes deberán revisar el cuantioso
número de sus videos, discursos y conferencias, donde se apreciarán esas
características del don de gente y de respeto, cortesía, dignidad y elocuencia
que poseía este gran líder venezolano, a quien los futuros historiadores -con
menor pasión que en el presente- calificarán como uno de los mejores líderes de
Latino América, en el siglo XX.
Como lo sugería Simón Bolívar, EL LIBERTADOR, genio tutelar de América:
La mayor suma de felicidad se alcanza realizando la mayor suma de bien posible
con los recursos que se disponen. (Parafraseado).
Y quienes realizan la mayor suma de bien posible como servicio y
disciplina espiritual, como una meditación de vida, lo hacen en silencio, sin
alardear del bien que han hecho, ya que, como decía el mismo Simón Bolívar, El
Libertador, el elogio de sí mismo se realiza en detrimento del propio mérito. Y
el bien que se realizaba es en representación de la Patria, por haber asumido
el deber de hacerlo, en cumplimiento de sus funciones de acuerdo al rol
asumido, y no en nombre propio. Los recursos utilizados no son propios, son de
la Nación, sea del país de que se trate.
Denominarse Bolivariano se precisa emular las virtudes del Padre de la
Patria, su ejemplo paradigmático, su grandeza de Espíritu. He visto a grandes y
genuinos Bolivarianos en discursos inspirados que se les han salido numerosas
veces las lágrimas por la emoción, y precisamente, por el sentimiento Bolivariano
inspirado por la grandeza de Espíritu de Bolívar.
Ese sentimiento genuino Bolivariano late en la conciencia de todos los
venezolanos, y de gran número de personas que han nacido en otras latitudes y
han hecho de Venezuela su Patria, que se inspiraran leyendo sus escritos
admirables.
Precisamente, de la lectura de sus obras, los grandes geopolíticos del
siglo XIX se han inspirado en la conformación de la Geopolítica como ciencia,
ya que sus escritos tienen un contenido profundo de geopolítica. Se estima que
Rudolf Kjellén, Friedrich Ratzel y Alfred Thayer Mahan, conocían los escritos
de Bolívar.
Mi amigo Santiago Lucques, geopolítico canadiense, de origen chileno, y
asesor de un gran número de países, que dictaba alrededor de 40 horas de clases
exclusivamente sobre Venezuela, en una Maestría, en una Universidad de
Montreal, me refería, por los años 80, del siglo XX, como los grandes
geopolíticos del mundo, seguían siendo lectores asiduos de las obras de
Bolívar, precisamente, por sus profundas enseñanzas en la materia.
Otros grandes geopolíticos venezolanos, han sido: José Antonio Páez,
ilustre Prócer, Estadista y masón; Andrés Bello, Rómulo Betancourt y Calos
Andrés Pérez, éste último como lo demostró en su discurso del Poliedro, en
1988, cuya visión de Venezuela, para los próximos cuarenta años, era realmente
formidable y aún realizable, de convertirla en una potencia mundial de primer
orden. Venezuela dispone el recurso humano preparado para acometer y
transformar al país en uno de los mejores del mundo. El mismo Rafael Caldera,
desarrolló su pensamiento geopolítico con el estudio de las obras completas de
Andrés Bello, escribiendo su ensayo sobre el Gran Humanista, el primero de
América, a los 19 años de edad.
Es preciso conocer a fondo la historia de Venezuela, y de cada país del
cual cada quien forma parte.
Al inicio de cada siglo emergen nuevos líderes que asumen los grandes
retos inherentes a sus respectivos países. Es preciso estudiar las obras de los
grandes maestros de la Patria. Por ejemplo, en Italia, Giuseppe Mazzini, es de
lectura obligada, especialmente, su ensayo: Los deberes del hombre, una
profunda y aguda obra sobre los valores humanos y las virtudes.
Mariano Picón Salas, es una conciencia viva de Venezuela e
Ibero-América. Alfonso Reyes, el Andrés Bello mejicano, también es lectura
obligada con sus 145 libros reunidos en 26 tomos de sus obras completas. Juan
Montalvo, José Enrique Rodó, Domingo Faustino Sarmiento, Augusto Roa Bastos,
Octavio Paz, Amado Nervo, Pedro Enrique Ureña, Arturo Uslar Pietri, Isaac
Pardo, Rómulo Betancurt, José Ingeniero, y tantos otros, son la conciencia viva
y los maestros de la Patria Latino Americana, mirando a la unidad con que
soñara Bolívar, pese a las diferencias y por sus semejanzas.
Lo que un líder debe hacer, siempre, es pensar en grande, en la grandeza
de su patria, en contribuir en engrandecerla, no en empequeñecerla. No pasa por
la mente de nadie que un líder quiera serlo para empequeñecer su Patria. Ningún
líder merecería tan nombre si no aspirara a transmutar los puntos menos fuertes
en fortalezas, y las fortalezas en su mejor aprovechamiento, u optimización.
Los nuevos líderes precisan prepararse a fondo. El Dr. Santiago Lucques,
me explicaba, en los años 80 del siglo XX, después de formularle una pregunta
al respecto, que un líder que aspira a ser presidente de su país, debería
estudiar, por lo menos:
1) Una licenciatura en geografía, con especialización en geografía
económica, para conocer los puntos fuertes y los menos fuertes de todas las
regiones del mundo.
2) Ser Abogado, para tener una formación jurídica y desarrollar su
pensamiento jurídico.
3) Una Especialización en derecho Internacional.
4) Una especialización en gerencia.
5) Una especialización en psicología.
6) Una especialización en Marketing social.
7) Una especialización en publicidad.
Conocer a fondo la historia Universal y la historia de sus respectivos
países.
9) Conocer a fondo las VIDAS PARALELAS DE PLUTARCO.
10) Conocer los ensayos de los grandes pensadores de todos los países y
épocas; los clásicos y las obras sagradas de todos los países y épocas.
11) Leer las biografías de los grandes hombres de todos los países y
épocas.
Mortimer Adler, en la Gran Conversación, obra que encabeza los 54 tomos
que conformaban su selección de las mejores obras del mundo occidental, de
alrededor de 440 libros, sostenía que, para que la opinión de cualquier hombre
valga la pena ser tomada en cuenta, era lo mínimo que debía leer, estudiar,
releer y meditar.
Bolívar, Andrés Bello, Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera, Uslar
Pietri, Mariano Picón Salas, realizaron ese estudio amplio y variado, razón por
la cual su pensamiento y acción ha trascendido.
Uno se pregunta: ¿Por qué han desaparecido de las librerías los cuatro
tomos de VALORES HUMANOS de Arturo Uslar Pietri, el Plutarco Venezolano?
Lo mismo podría decirse de incontables otras obras, en todos los países
del mundo, ya que es un fenómeno mundial, el de querer que se olviden grandes
aportes realizados en los siglos XIX y XX. ¿A quién puede beneficiar eso? A
nadie. Sería un repetir de la historia, ya conocida, de la destrucción de la
biblioteca de Alejandría, de la de Córdoba, en la época de Abderraman III hasta
la reconquista, con la cual también se destruyó este inmenso tesoro, en lo que
había sido la capital cultural del mundo.
Es importante elevar nuestra mirada a metas más trascendental, de
acuerdo a los rectos propósitos de una vida justa y perfecta.
Existe una pugna entre el oscurantismo y la Luz; pero es una pugna cuyo
triunfo es seguro para la Luz, cuya sola presencia evacua la oscuridad por si
sola. Por eso es preciso encender la luz del entendimiento, y de los
sentimientos de los valores universales de todos los seres, para iluminar las
conciencias y al mundo. Este triunfo está asegurado para los amigos de la LUZ;
y gradualmente, se irán conquistando, también, a los reacios oscurantistas, de
su error, como hacía Páez, los pasaba a su bando, tratándolos bien. Porque de
eso se trata: aquí no hay enemigos, conformamos una sola familia, Hay que
iluminar al mundo, para que cada ser contemple, claramente, la senda que, en
cada tiempo debe recorrer.
Adelante.
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