jueves, 8 de julio de 2021

UNA LEYENDA MEDIEVAL

 




UNA LEYENDA MEDIEVAL


©Giuseppe Isgró C.

08-03-1996

 

Cuenta una leyenda medieval citada por Herman Hesse, que cierto monje, periódicamente, hacía entrega a su hermano, de dinero perteneciente a la comunidad de la cual formaba parte.

El hermano, pese a que era, en su profesión, el más destacado y prudente, desde que comenzó a recibir la ayuda con dinero ajeno, éste se le esfumaba, pese a todos los esfuerzos.

Sorprendido de tales hechos, recurrió a su asesor de confianza a quien relató lo que ocurría y éste, además de explicarle el por qué, le sugirió: -“Deja de recibir más dinero de tu hermano, que no le pertenece. No se puede construir una solidez, en la fortuna, con dinero ajeno. Invierte lo poco que tienes  y verá que muy pronto te enriquecerás. De lo que ganes, devuelve la mitad a tu hermano a tu hermano hasta reintegrar la totalidad de lo sustraído”.

Así lo hizo el hombre, y, su riqueza fue en constante aumento. Su hermano, el fraile, sorprendido de tal prosperidad, le preguntó las razones de tal cambio, cuya respuesta fue aleccionadora.

Desde la antigüedad, tanto los sabios, como la gente sencilla, se han percatado de la presencia de la ley divina que actúa instantáneamente, haciendo esfumar el dinero mal habido, aparte de dejar poco bien parados a sus ejecutores.

La honradez, la veracidad, la equidad, la rectitud, el trabajo efectivo, la paciencia, la persistencia, el entusiasmo, la moderación, la prudencia, la templanza, la voluntad de servicio, el ahorro y la inversión, el sacrificio, el esfuerzo constante, son el único camino hacia la riqueza integral, verdadera, al bienestar sólido, a la tranquilidad de Espíritu, y, a hacerse digno de que, las leyes cósmicas, y, la protección divina, concurren en cooperación activa, a prestar su concurso, por cuanto el Gran Ser Supremo, y la Vida, ayudan a quien se ayuda a sí mismo, correcta y honradamente, con ánimo contento, confiados, en el resultado final positivo, en todas las etapas existenciales.

La única manera de alcanzar la auto-liberación es estando libre de deudas de toda índole: económicas y éticas-morales, entre otras.

Quien indebidamente se aprovecha de otros, aparte de quedar, instantáneamente, fuera de la Ley cósmica, se convierte en un esclavo de quienes ha perjudicado, y antes o después, debe reparar la falta, incluyendo los respectivos intereses, y en el intervalo dejará de tener libertad de acciones hasta el día en que inicie la reparación y compense el hecho. Es una fuerza de coacción cósmica que actúa oportunamente, (inmediatamente), llevándose lo indebido, llevándose lo obtenido indebidamente, de múltiples y variadas formas zahiriendo al infractor, quien dejará de tener paz hasta que actúe correctamente y restablezca el equilibrio, compensando su deuda existencial.

Quien quiere ver, observa claramente esta ley, y los efectos de su infracción en todas las áreas de la vida. Todos los que se aprovechan inadecuadamente de sus funciones, con manejos indebidos de las situaciones, pese a lo mucho o poco obtenido, las necesidades surgidas se lo llevarán, encontrándose igual que antes, con la agravante de una deuda innecesaria, un cargo de conciencia que le convierte en auto-proscrito, y además, fuerzas cósmicas le mantendrán en tarea en las cuales  deberá compensar el hecho, y, por mucho que se quiera, se dejará de tener la libertad debida, hasta que cada uno salde su compromiso cósmico y obtenga la auto-liberación, actuando en plena armonía y concordancia con las leyes cósmicas: justicia, rectitud, honradez, sinceridad, trabajo efectivo, estudio constante, etcétera.

Con la vida no se juega, por cuanto el “ojo que todo lo ve”, mediante un mecanismo simultáneo, realiza movimientos adecuados que neutralizan cualquier acto indebido del que se aparta del justo camino.

Pero, la vida es un colaborador insuperable cuando cada uno decide recorrer el camino  del servicio, del progreso, de la justicia, de la práctica de todas las virtudes y del amor. La vida, con tiempo, prevé a las propias necesidades; por supuesto, no hay que quedarse de brazos cruzados. Tal como dice la máxima popular: -“Ayúdate que yo te ayudaré”. Hay que tener confianza en la suprema bondad, en el sentido de que, aún en el peor rigor de la justicia divina, ésta siempre buscará el propio bien de cada uno y aun imponiendo corrección severa, si se acepta el hecho y se opta por la propia redención, con paciencia, constancia y confianza, todo coadyuvará al propio bien.

La justicia divina da a cada uno exactamente lo que merece, ni más ni menos. Hay un sólo camino: lograr mayor merecimiento, haciendo lo que debe hacerse, dando más y mejor servicio, siendo altruistas y generosos, alcanzando la excelencia, en todo.

En el trato con los demás, sigue siendo la clave, la antigua máxima: -“Hacer a los demás lo mismo que se quisiera para sí en idénticas condiciones”.

Dale a la vida lo mejor que tú seas capaz de darle y la vida te dará lo mejor que tú seas capaz de recibir. Respeta la porción ajena y conservarás la tuya intecta para usarla a tu mejor conveniencia.

Al que quita le será quitado; al que da, le será dado más aún, para que siga dando: servicio, amor, respeto, etcétera.

Lo mismo que tú quieras para ti, debes darlo antes, y lo recibirás oportunamente.

Acepta tu abundancia de este día, cumple con tu tarea con ánimo contento y sé feliz.

Adelante.


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