miércoles, 12 de julio de 2023

El CÁLAMO SUPREMO (AL-QALAM AL- A´LÂ) DE CIDE HAMETE BENENGELI

 


El CÁLAMO SUPREMO (AL-QALAM AL- A´LÂ)

DE CIDE HAMETE BENENGELI

 

Por Luce López-Baralt



Cervantes cierra la saga caballeresca à l'envers del Quijote otorgándole la palabra final a la pluma de Cide Hamete Benengeli, que habla autónomamente, sin mano que la guíe, mientras cuelga de un hilo de alambre atado a una prosaica espetera. Alucinante entelequia digna sin duda de un sabio encantador: la escena es tan incongruente que parecería una superchería inmotivada [1].

La incongruencia de esta broma enigmática, sin embargo, podría ser sólo aparente, ya que si leemos la escena desde coordenadas culturales islámicas -con las que Cervantes se pudo haber familiarizado tanto en Argel como en España- la pluma prodigiosa que pergeñó el Quijote parecería guardar estrecha relación con el “cálamo supremo” o al-qalam al-a´lâ [2] del Corán (68:11). La pluma de Cide, obligadamente arabizante dada la prosapia de su dueño, celebra que la obra nació “para ella sola” y que la empresa de su escritura estaba “guardada” para ella". Y con ello Cervantes vuelve a homenajear su contextualidad islámica, ya que esta pluma primordial agarena, asociada a la escritura sagrada del Dios creador y a su Intelecto Supremo, escribe sobre la “Tabla Guardada” (al-lawh al-mahfûz) , también de estirpe coránica (85: 21-22), el destino inexorable de los seres humanos. Vista desde este prisma, la escena final del Quijote, como tendremos ocasión de ver, deja de ser absurda y nos comienza a entregar sus irónicos secretos.

Recordemos brevemente el diálogo del autor con su instrumento de escritura. Cide -adjetivado esta vez no como falsario sino como “prudentísimo” por el misterioso narrador extradiegético de turno [2]- dice a su pluma al cerrar definitivamente el segundo Quijote (II, 74):

Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste hilo de alambre, no sé si bien cortada o mal tajada péñola mía,
adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte.
Pero antes que a ti lleguen, les puedes advertir, y decirles en el mejor modo que pudieres:
¡Tate, tate, folloncicos! de ninguno sea tocada; porque esta empresa, buen rey, para mí estaba guardada [3]. 

La pluma parecería adquirir vicariamente el poder del habla -debe tratarse de un cálamo mágico- y se jacta de que:

Para mí sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para el uno, a despecho del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi verdadero caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio [4]. 

La pluma de Cide celebra pues que la obra nació “para ella sola”, y que la empresa -“impresa”, curiosamente, traen algunas ediciones-[5] de su escritura estaba asimismo celosamente “guardada” para ella. El texto debe quedar sellado para siempre, de manera que nadie resucite “sacrílegamente” sus personajes contraviniendo un destino clausurado por la muerte: “Le advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de Don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa donde verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva”. Queda pues meridianamente claro que lo que este cálamo ha escrito es final, y que continuar la obra es desafiar un hado congelado por los siglos de los siglos. Ya sabemos que Cervantes lanza sus dardos solapados contra el maldiciente Avellaneda, que ha osado echar al mundo una escritura espúrea. La pluma grosera y mal deliñada del autor tordesillesco es del todo incapaz de competir con la todopoderosa péñola arábiga de Cide Hamete.

Et pour cause. La pluma que pende en el aire mientras se jacta de su escritura sellada rinde sus mejores secretos, como dejé dicho, cuando tomamos en cuenta su estirpe agarena.Annemarie Schimmel hace hincapié en el sentido simbólico que tiene el cálamo del destino en el Islam: 

A central theme of Koranic mythology is the concept of the law al-lawh al-mahfûz, the Well-Preserved Tablet, on which the destinies of men have been engraved since the beginning of time: the Pen [of destiny] that has written these veredicts is often mentioned with it. In fact, the primordial pen has become a standard expression in Islamic poetry in general and in Sufism in particular, for everything that happens is written with this instrument and cannot be changed [6]. 

Los árabes expresan esta inexorabilidad del destino escrito por el cálamo sobre la Tabla Guardada con la célebre frase maktûb, que significa “está escrito” [7]. La raíz árabe k-t-b asocia los sentidos de “escribir”, “prescribir”, “"registrar” -y “destinar”- [8], por lo que un árabe -y recordemos que Cide Hamete lo era- no puede pensar una escritura o un cálamo sin que éste quede asociado con el establecimiento de un destino irremisible [9]. “Estaba escrito que iba a pasar”, todavía decimos los hispanohablantes herederos de esta antiquísima escritura islámica que sella para siempre nuestra fortuna. Justo al final de su obra, el sabio historiador parecería prevenir a Avellaneda con un ominoso maktûb. La historia de Don Quijote ha quedado escrita y nadie debe profanar los huesos de su tumba, reescribiéndolos contra “todos los fueros de la muerte”.

Tan socorrido es el leit motiv islámico de esta pluma del destino, que la he descubierto en más de una ocasión en los códices clandestinos de aquellos moriscos aljamiados que Cervantes conoció muy de cerca porque aún se paseaban tranquilamente por el Alcaná de Toledo dispuestos a traducir manuscritos arábigos antiguos. Se trata de una gigantesca pluma de luz que escribe su mensaje ultraterrenal sobre el cielo o sobre una simbólica tela de seda que trae el arcángel Yibril o Gabriel (ms. BNM 4955). El cálamo divino en cuestión siempre redacta sin mano que lo toque y su escritura es decreto inexorable [10].

Y esto es así porque, simbólicamente, la tinta con la que la “pluma primordial” escribe sobre la Tabla Guardada se ha secado. Hay un Hadîz atribuido al Profeta que da cuenta de ello: qad jaffa’ l-qalam -“la tinta ya se ha secado” [11]. William Chittick explora el sentido de este “well known prophetic saying”:

“The pen has dried concerning what shall be: The Pen, identified by the Prophet himself with the Intellect through which creation takes place, has already inscribed and recorded everything that will happen from the beginning of creation to its end” [12].

Algunas personas tienen mala suerte porque la pluma del destino ha escrito en tinta negra -ya seca para siempre- su sino fatal, y por eso en persa y en turco a la mala fortuna se le llama, respectivamente, baj-i siyah y karabath, es decir, “suerte negra”. 

Esta tinta de la pluma del destino que mancha nuestras vidas evoca la pluma y la mancha de tinta con las que la pícara Justina de Francisco López de Úbeda sostiene un apasionado diálogo cuando da comienzo a la relación de su vida [13]. La escritora -protagonista escribe y a la vez es escrita- “manchada” inexorablemente por esta tinta que sella su vida para siempre, y su mácula es, curiosamente, doble, ya que para colmo la pícara es de origen converso. Nos preguntamos si también don Quijote es oriundo “de la Mancha” de tinta del cálamo de Cide, que sella su fortuna como personaje, y también de la “mancha” o mácula de su estirpe cristiano-nueva, tan refractaria a comer “duelos y quebrantos” y tan ajena de los prestigiosos dedos de enjundia de cristiano viejo de Sancho.

Sea cual fuere el sentido último de esta “Mancha” de origen, lo cierto es que nadie debe retomar el Cálamo Celeste coránico para “reescribir” lo que un Dios supremo ha redactado con una tinta ya irremediablemente evaporada. Acaso esto nos ayude también a explicar por qué la “pluma del destino” de Cide pende en el aire de un garfio de cocina. En garfios semejantes era que se ponían a secar las carnes o las frutas en las cocinas de antaño. Al colgar su pluma posiblemente Cide le esté indicando a su enemigo Avellaneda que no podrá resucitar a Don Quijote, porque ya la tinta prodigiosa con la que fue escrito se ha secado a perpetuidad [14].

Cide también nos admite con humildad que no está seguro de que la péñola con la que ha escrito el Quijote esté “bien cortada” o “mal tajada”. Desde las coordenadas literarias árabes desde las que vamos asediando la escena, el misterioso comentario deja de ser casual. Los poetas sufíes se quejaron, “in hundred of variations, that the writing of their destiny was crooked, because the Pen was cut the wrong way” [15]. Y, con todo lo “mal tajada” que pudiera estar la péñola de Cide, éste se jacta de que aún está peor “deliñada” la “pluma de avestruz” de su enemigo literario Avellaneda.

Cumple que examinemos la versión que nos da el Corán de esta pluma primordial que traza su caligrafía celeste sobre la Tabla Guardada, a fin de que advertir que la invectiva contra Avellaneda queda potenciada no sólo en un contexto islámico popular sino también en un contexto teológico más culto. Si Cervantes tuvo la curiosidad de indagar más acerca del leit motiv popularizado del cálamo creador, acaso algún compañero de paseo en Argel le pudo explicar lo que el libro revelado de los musulmanes tenia que decir en torno al tema. Es difícil saber los alcances de la información de Cervantes al respecto, pero no deja de ser inquietante que el Corán constituya una de las contextualidades más útiles para comprender el diálogo de Cide con su cálamo creador.

La azora del Qalam o “cálamo” comienza con una enigmática alocución:

“¡Por el cálamo y lo que escriben! ¡Por la gracia de tu Señor, que tú no eres un poseso!” [16].

La azora de esta “pluma del destino” le sirve de consuelo al Profeta Mahoma, ya que los maldicientes lo creerán loco por haberse hecho eco de la escritura divina. El impío “desmiente” el relato del Cálamo Supremo de Dios que todo lo abarca (68:44) en escrituras espúreas que atentan contra su verdad indiscutible. Y la palabra divina fustiga duramente a este simbólico traidor, llamándolo -y seguimos leyendo la azora 68:10-13:

”pertinaz difamador, que va sembrando calumnias, (que) impide el bien, (...) violador de la ley, (...) pecador, arrogante, y, encima, bastardo” (68:10-13).

Parecería que estuviéramos escuchando a Cervantes lanzar su invectiva contra el mordaz difamador Avellaneda, que quiso oponer su escritura “bastarda” a la “verdadera historia” de Cide Hamete Benengeli. El estribillo obsesivo de la “verdadera historia” adquiere nuevos matices de sentido ante esta contextualidad coránica de la azora del cálamo y su escritura “auténtica”.

Salta a la vista que con tan sólo aludir a una pluma que pende en el aire, un conocedor del Corán sabría que Cide alude oblicuamente a un cálamo supremo cuya escritura un difamador bastardo pretende violar, aunque esté sellada por toda la eternidad.

El Libro Revelado nos ofrece a continuación la parábola del jardín. El jardín significa simbólicamente aquí, y el libro revelado es claro en ello, la escritura o creación divina que los “bastardos” han querido profanar:

“¡Déjame a solas con quienes desmienten este discurso!” (68:44).

Los impíos tenían un plan secreto para defraudar al justo de sus derechos, y entran furtivamente de noche al jardín para saquearlo de sus frutas y dejarlo desposeído a traición. Pero cuando penetran al huerto descubren que Dios lo ha asolado, impidiendo así la depredación que los impíos planeaban llevar acabo. (Recordemos que Cervantes se ve precisado a “destruir” precipitadamente su personaje [17], acelerando su muerte para evitar una nueva desposesión de su texto, ya violado anteriormente por Avellaneda.) Estos impíos descreyentes, insiste una vez más la azora en cuestión, han declarado poseso -“loco”- al Profeta por transmitir la escritura sagrada, pero las palabras que Mahoma ha proferido no son palabras inconexas, producto de la locura desatada, sino un mensaje verdadero dirigido “a todo el mundo” (68:52). La adjuración por la pluma con la que abre esta azora es un claro desafío a todo posible ataque al texto revelado auténtico -jardín inviolable- escrito por el Cálamo Supremo. Comenta al respecto A. Yusuf Ali:

“so far from the Prophet uttering words disjointed... he was bringing the message of true Reality... For he spoke words of power, not incoherent, but full of meaning, and through the Record of the Pen, that meaning unfolds itself, in innumerable aspects to countless generation” [18].

Es tentador pensar que el texto del delirante historiador arábigo tampoco participa de una demencia bufa y estéril: su delirio es sólo aparencial, y esconde lúcidos secretos literarios al lector avisado que los quiera desentrañar con paciencia y buena fe.

La pluma parlante de Cide se jactaba, de otra parte, de que la escritura del texto había estado destinada tan sólo para ella. La pluma suprema y la Tabla Guardada constituyen en el Islam un “matrimonio espiritual” inviolable. Esta Tabla Guardada o al-lawh al-mahfûz se menciona en la azora 85:21-22 en el contexto de una amonestación a los que pretenden desmentir la escritura divina: “Los infieles... persisten en desmentir, pero Dios les tiene a su merced. ¡Sí, es un Corán glorioso, en una Tabla bien guardada!” La “Tabla” está guardada desde la eternidad para este Cálamo Celeste -exactamente como la empresa- la todopoderosa escritura -de la pluma de Cide, que se guardaba tan sólo para ella. A esta luz conviene volver sobre la versión alterna del vocablo que traen algunas ediciones del Quijote-“impresa”, en vez de “empresa”-. Difícil saber si se trata de una errata o de una manipulación consciente del vocablo por parte de Cervantes. Ante todo lo dicho, sin embargo, hace sentido que se trate aquí de una “impresa” -es decir, de una escritura u obra “impresa”- la que estuviera “guardada” celosamente para la plumasin par de Cide Hamete [19].

La Pluma Celeste y la Tabla, matrimonio inseparable en la cosmología islámica, son, como nos recuerda Laleh Bakhtiar, a manera de una pareja primordial -de un “Adán y Eva” [20]- de la creación de Dios:

The Pen and the Tablet are also cosmological symbols. From the ink of Divine Knowledge God wrote the essential existence of all things through the Pen, the masculine principle operative in creation; existent things are words inscribed upon the Guarded Tablet, the Universal soul or femenine principle operative in the universe [21].

Ibn ‘Arabî de Murcia interpreta estas simbólicas nupcias celestes precisamente en términos de una pluma que es principio masculino y una Tabla que es principio femenino, argumentando en su Al-Futûhât al-Makiyya o Iluminaciones de la Meca (III 399, 12, 28) que la escritura que el Cálamo inscribe sobre la Tabla Guardada es como la esperma eyaculada y depositada dentro del vientre de la hembra”. [22] Sachiko Murata actualiza el leit motiv cosmológico: “the yang/yin implications of the Pen and Tablet are plain. The Pen’s masculinity needs no explanation, while the Tablet’s receptivity are just as obvious” [23].

Pero la identificación de la Pluma con el Intelecto o principio activo masculino y de la Tabla con el Alma universal o polo pasivo de la existencia espiritual tiene importantes adicionales que Ibn ‘Arabî explora a su vez en los Al-Futûhât (I 139.4): la Pluma es activa en relación con la Tabla Guardada, pero resulta receptiva en relación con Dios, a quien sirve como instrumento creador. Así, de la misma manera que la Pluma puede ser considerada una “Tabla” pasiva en relación con Dios -un principio yin- la Tabla Guardada puede ser considerada una Pluma -un principio yang- en relación con el mundo creado que subyace debajo de ella [24].

Curiosamente, Cervantes parecería hacerse eco de esta misma dualidad al referirse a su instrumento de creación escrituraria, que una veces es fálico -una espada tajante en el Viaje del Parnaso (VIII)- y otras veces, en cambio, resulta femenino y maternal -como cuando el autor se jacta de la originalidad de su intelecto al escribir las Novelas Ejemplares: “mi ingenio las engendró y las parió mi pluma”- (énfasis mío).

Acaso esta condición bifronte del cálamo supremo -tanto del coránico como del cervantino- nos pueda ayudar a aclarar aún más el enigma de esta pluma que pende, sin aparente razón, de un hilo de alambre atado a una espetera de cocina. Cervantes podría estar haciendo una alusión oblicua al hecho de que había puesto a secar la tinta de su Cálamo Supremo. Pero también, simultáneamente, puede estar reescribiendo, con su acostumbrada ironía, otro leit motiv islámico: la pluma primordial de Dios es intermediaria entre el Creador Supremo y su creación “escrita”, porque está “atada” -o porque “ata”- ambos polos cosmológicos. La Pluma suprema, como apunté, mira simultáneamente a Dios y al cosmos creado que la subyace. La cara que tiene volteada hacía el Dios creador es receptiva, mientras que la cara que tiene volteada hacia los niveles más bajos de la creación -el mundo que surge de la caligrafía celeste- es activa. La pluma, como explica Sachiko Murata [25], es un ismo, un hilo conector o un puente entre dos polos. Ya sabemos que esta Pluma primordial se asocia siempre en el Islam con el Intelecto Supremo creador. Pero es que Intelecto, ‘aql en árabe, significa “atar”, “constreñir” [26], y, en su variante:

‘iqal, significa, precisamente, “cuerda”. Dicho de otra manera: un árabe no puede pensar al Intelecto supremo sin asociarlo con una cuerda y una atadura. Acaso al sabio historiador, al colgar de un hilo de alambre su prodigioso cálamo, nos esté indicando con una sonrisa cómplice que su pluma de ave es la intermediaria simbólica entre el Intelecto creador -el máximo autor, Cervantes- y su creación escrita -la historia de don Quijote de la Mancha. Cierto que el alambre brilla con un destello más modesto que el de la luz increada del cálamo supremo de las leyendas árabes y aljamiadas- pero también la bacía de barbero resplandecía más humildemente que el auténtico yelmo de Mambrino.

La raíz ‘aql, igual que la voz “cuerda” en español, admite el sentido adicional de “cordura” y “razonabilidad”. Todo lo contrario pues de la “escritura desatada” de las novelas de caballerías. ¿Nos sugiere Cide oblicuamente que su escritura está debidamente “atada” al poderoso ingenio de su autor, que la sabe controlar perfectamente, como Maese Pedro a sus marionetas, y que su delirio verbal de historiador arábigo imaginativo que es sólo aparente? Su escritura resulta entonces una scriptio ligata: Cervantes glorifica su obra inmortal, islamizando la “soga de Teseo”. El hilo de Ariadna nos ayuda a no perder el rumbo en el laberinto de la escritura cervantina, pero este hilo, ahora de alambre, no es del todo occidental, ya que sostiene una pluma intermediaria entre el Intelecto Supremo invisible y el mundo de ficción que éste engendra. Cervantes, no cabe duda, maneja una péñola más islámica que occidental. Y mal podrían Aristóteles, San Basilio o Cicerón hacerse eco de la escritura prodigiosa de un historiador arábigo [27].

Insistamos en una última coincidencia curiosa. En el Islam tanto el Cálamo Supremo, la tinta con la que escribe y la Tabla Guardada están identificados con un ángel. O con una sucesión de ángeles que, como delegados del Hacedor supremo, van conllevando la labor creadora de Dios en gradación descendente hasta alcanzar el plano material. Dejo la palabra al Imâm Ya’far:

"Nun is a river in the Garden. God said to it: ‘Harden!’ So it hardened and became ink. Then God said to the Pen: ‘Write!; So the Pen wrote in the Guarded tablet everything that is and will be until the Day of Resurrection. The Ink is an ink of light, the Pen is a Pen of light, and the Tablet is a tablet of light... Nun is an angel who conveys to the Pen, who is an angel. The Pen conveys to the Tablet, who is an angel. The Tablet conveys to Seraphiel, Seraphiel conveys to Michael, Michael conveys to Gabriel, Gabriel conveys to the messengers and the Prophets" [28].

Estos ángeles co-creadores de la escritura divina nos llevan a considerar el nombre arábigo de Cide Hamete Benengeli, que se articula de una manera particularmente fecunda en el contexto de esta cosmología escrituraria islámica que venimos explorando. El nombre del presunto autor “arábigo” del Quijote cuenta, como se sabe, con numerosas decodificaciones por parte de los críticos [29]. Sin que descartemos ninguna de ellas, recordemos aquí la reciente hipótesis de Julio Baena. El estudioso insiste en la regla fonética de la que se sirve a menudo Cervantes para su invención de nombres: “Para Sancho, Benengeli no significa, sino que suena a “berenjena” [30]. Al concentrarse en el sonido por sobre la significación, concluye Baena que “Ben-Engeli suena a Hijo de Angel, por más que etimológicamente no lo signifique [31]. Y por eso asocia a este simbólico “hijo del ángel” agareno con un demiurgo o encantador “capaz de traspasar las paredes y hasta las mentes para escudriñar los pensamientos” [32]. Recordemos que la voz “berenjena”, de remoto origen sánscrito y persa, pasa al árabe como badânÿân o badînÿân. Nos recuerda César Dubler que Ibn al-’Awwâm se refiere a la plantación de la berenjena en el Al-Andalus del siglo XII, “apuntando, a más de las conocidas, otra variante fonética, que es la de barânÿân [33]. De aquí nuestra “berenjena” hispánica. He podido advertir, sin embargo, que la variante de la voz en los dialectos de Al-Andalus, de Argel y de Marruecos es esbdinÿâl , que se pronuncia casi como “Bâdinÿel” [34]: “Bâdinÿelî”, con la “i” final del genitivo, significaría entonces “relativo a”, “de”, “procedente de” la berenjena. Probablemente Cervantes escucharía estas versiones fonéticas en sus caminatas por las plazas de Argel, o aun entre los moriscos que le fueron contemporáneos en España. Lo cierto es que Cide tiene un nombre que acústicamente se podría asociar -Julio Baena lleva razón- con Ben-Engeli o “hijo del ángel”. Cide Hamete es pues, por poderosas razones fonéticas, Bâdinÿelî, es decir, “de la estirpe del ángel”.

Dada la extremada popularización de la cosmología angélica en la teoría coránica de las sucesivas emanaciones angélicas de la creación de Dios a través de su Cálamo Supremo, ¿nos estará insinuando Cervantes que su Cide Ben-Engeli o Bâdinÿel es un cálamo-ángel intermediario y suspendido- por un prosaico pero relumbrante alambre- entre el Hacedor supremo -Miguel de Cervantes Saavedra- y la historia de Don Quijote de la Mancha?

Y menciono ahora el nombre de Cervantes como creador supremo con toda intención, ya que parecería tener la última palabra de esta obra profusa que le habían disputado a Cide Hamete innumerables instancias narrativas, desde los narradores extradiegéticos de turno que le comentan su escritura hasta el morisco que se la traduce al castellano. Estamos, irónicamente, ante una obra creada por diferentes instancias o “ángeles” intermediarios en la génesis del universo verbal. Pero no por ello nos habremos de perder en el intrincado laberinto de este texto vertiginoso. El cálamo celeste de Cide está fuertemente ligado por su alambre a una mano creadora invisible -pero Suprema. Al fin nos será dado saber que esta mano o Intelecto Supremo era, todo el tiempo, el de Miguel de Cervantes. Insisto en ello porque la pluma pendular que conversa en primera persona y en género femenino -“para mí sola nació Don Quijote”- se desliza sin previo aviso en una voz autorial masculina que en un primer momento no sabemos si pertenece a la pluma, a Cide, o a la instancia narrativa de turno que nos suele narrar cómo se narra la obra [35]: “yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna” (II,74). La alocución final con la que cierra la obra nos permite enseguida identificar esta voz autorial con la de Cervantes. Cide nunca habló de condenar la memoria de los libros de caballerías: poco le habría de interesara un historiador musulmán hacer crítica literaria de un género europeo que le debió resultar ajeno. A Cervantes, en cambio, sí, y ya anuncia su proyecto crítico demoledor de este género caballeresco en el prólogo al primer Quijote: “...todo en él es una invectiva contra los libros de caballerías”. Ahora aquel escritor ficcionalizado del prólogo repite su lección satírica para que reconozcamos que es él quien ha decidido tomar la palabra final de su texto, y “atarlo” fuertemente a su ingenio creativo. Todo el tiempo era él quien se levantaba, como Hacedor supremo, sobre la jerarquía creacional de su escritura; sobre el historiador arábigo Cide y todas las instancias narrativas- y “angelicales” de turno; sobre su “empresa” guardada; sobre la péñola del destino que pendía con su tinta sagrada puesta a secar para que nadie osara profanarla “contra todos los fueros de la muerte”. Forsi altro canterà con miglior plectio, nos había anunciado Cervantes, con enigmática modestia, al final de la primera parte de la historia de su anacrónico pero sublime caballero. Pero se equivocaba: el mejor plectro era el suyo, ese Cálamo Supremo, angelical y arabizante con el que supo escribir la primera novela europea. Y por eso se reapropia de su pluma al final de la obra, colgándola de una espetera para poner a secar su tinta, de manera que ya nadie vuelva a profanarle, con ánimo alevoso y pluma bastarda, la verdadera historia de Don Quijote de la Mancha.


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