DE CIDE HAMETE
BENENGELI
Por Luce López-Baralt
Cervantes cierra la
saga caballeresca à l'envers del Quijote otorgándole la palabra final a la
pluma de Cide Hamete Benengeli, que habla autónomamente, sin mano que la guíe,
mientras cuelga de un hilo de alambre atado a una prosaica espetera. Alucinante
entelequia digna sin duda de un sabio encantador: la escena es tan incongruente
que parecería una superchería inmotivada [1].
La incongruencia de
esta broma enigmática, sin embargo, podría ser sólo aparente, ya que si leemos
la escena desde coordenadas culturales islámicas -con las que Cervantes se pudo
haber familiarizado tanto en Argel como en España- la pluma prodigiosa que
pergeñó el Quijote parecería guardar estrecha relación con el “cálamo supremo”
o al-qalam al-a´lâ [2] del Corán (68:11). La pluma de Cide, obligadamente
arabizante dada la prosapia de su dueño, celebra que la obra nació “para ella
sola” y que la empresa de su escritura estaba “guardada” para ella". Y con
ello Cervantes vuelve a homenajear su contextualidad islámica, ya que esta
pluma primordial agarena, asociada a la escritura sagrada del Dios creador y a
su Intelecto Supremo, escribe sobre la “Tabla Guardada” (al-lawh al-mahfûz) ,
también de estirpe coránica (85: 21-22), el destino inexorable de los seres
humanos. Vista desde este prisma, la escena final del Quijote, como tendremos
ocasión de ver, deja de ser absurda y nos comienza a entregar sus irónicos
secretos.
Recordemos brevemente
el diálogo del autor con su instrumento de escritura. Cide -adjetivado esta vez
no como falsario sino como “prudentísimo” por el misterioso narrador
extradiegético de turno [2]- dice a su pluma al cerrar definitivamente el
segundo Quijote (II, 74):
Aquí quedarás, colgada
desta espetera y deste hilo de alambre, no sé si bien cortada o mal tajada
péñola mía,
adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no
te descuelgan para profanarte.
Pero antes que a ti lleguen, les puedes advertir, y decirles en el mejor modo
que pudieres:
¡Tate, tate, folloncicos! de ninguno sea tocada; porque esta empresa, buen rey,
para mí estaba guardada [3].
La pluma parecería adquirir vicariamente el poder del habla -debe tratarse de
un cálamo mágico- y se jacta de que:
Para mí sola nació don
Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para el
uno, a despecho del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de
atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de
mi verdadero caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su
resfriado ingenio [4].
La pluma de Cide celebra pues que la obra nació “para ella sola”, y que la empresa -“impresa”, curiosamente, traen algunas ediciones-[5] de su escritura estaba asimismo celosamente “guardada” para ella. El texto debe quedar sellado para siempre, de manera que nadie resucite “sacrílegamente” sus personajes contraviniendo un destino clausurado por la muerte: “Le advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de Don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa donde verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva”. Queda pues meridianamente claro que lo que este cálamo ha escrito es final, y que continuar la obra es desafiar un hado congelado por los siglos de los siglos. Ya sabemos que Cervantes lanza sus dardos solapados contra el maldiciente Avellaneda, que ha osado echar al mundo una escritura espúrea. La pluma grosera y mal deliñada del autor tordesillesco es del todo incapaz de competir con la todopoderosa péñola arábiga de Cide Hamete.
Et pour cause. La pluma que pende en el aire mientras se jacta de su
escritura sellada rinde sus mejores secretos, como dejé dicho, cuando tomamos
en cuenta su estirpe agarena.Annemarie Schimmel hace hincapié en el sentido
simbólico que tiene el cálamo del destino en el Islam:
A central theme of Koranic mythology is the concept of the law al-lawh
al-mahfûz, the Well-Preserved Tablet, on which the destinies of men have been
engraved since the beginning of time: the Pen [of destiny] that has written
these veredicts is often mentioned with it. In fact, the primordial pen has
become a standard expression in Islamic poetry in general and in Sufism in
particular, for everything that happens is written with this instrument and
cannot be changed [6].
Los árabes expresan
esta inexorabilidad del destino escrito por el cálamo sobre la Tabla Guardada
con la célebre frase maktûb, que significa “está escrito” [7]. La raíz árabe
k-t-b asocia los sentidos de “escribir”, “prescribir”, “"registrar” -y
“destinar”- [8], por lo que un árabe -y recordemos que Cide Hamete lo era- no
puede pensar una escritura o un cálamo sin que éste quede asociado con el
establecimiento de un destino irremisible [9]. “Estaba escrito que iba a
pasar”, todavía decimos los hispanohablantes herederos de esta antiquísima
escritura islámica que sella para siempre nuestra fortuna. Justo al final de su
obra, el sabio historiador parecería prevenir a Avellaneda con un ominoso
maktûb. La historia de Don Quijote ha quedado escrita y nadie debe profanar los
huesos de su tumba, reescribiéndolos contra “todos los fueros de la muerte”.
Tan socorrido es el
leit motiv islámico de esta pluma del destino, que la he descubierto en más de
una ocasión en los códices clandestinos de aquellos moriscos aljamiados que
Cervantes conoció muy de cerca porque aún se paseaban tranquilamente por el
Alcaná de Toledo dispuestos a traducir manuscritos arábigos antiguos. Se trata
de una gigantesca pluma de luz que escribe su mensaje ultraterrenal sobre el
cielo o sobre una simbólica tela de seda que trae el arcángel Yibril o Gabriel
(ms. BNM 4955). El cálamo divino en cuestión siempre redacta sin mano que lo
toque y su escritura es decreto inexorable [10].
Y esto es así porque,
simbólicamente, la tinta con la que la “pluma primordial” escribe sobre la
Tabla Guardada se ha secado. Hay un Hadîz atribuido al Profeta que da cuenta de
ello: qad jaffa’ l-qalam -“la tinta ya se ha secado” [11]. William Chittick explora el sentido de este “well known prophetic
saying”:
“The pen has dried concerning what shall be: The Pen, identified by the
Prophet himself with the Intellect through which creation takes place, has
already inscribed and recorded everything that will happen from the beginning
of creation to its end” [12].
Algunas personas
tienen mala suerte porque la pluma del destino ha escrito en tinta negra -ya
seca para siempre- su sino fatal, y por eso en persa y en turco a la mala
fortuna se le llama, respectivamente, baj-i siyah y karabath, es
decir, “suerte negra”.
Esta tinta de la pluma
del destino que mancha nuestras vidas evoca la pluma y la mancha de tinta con
las que la pícara Justina de Francisco López de Úbeda sostiene un apasionado
diálogo cuando da comienzo a la relación de su vida [13]. La escritora
-protagonista escribe y a la vez es escrita- “manchada” inexorablemente por
esta tinta que sella su vida para siempre, y su mácula es, curiosamente, doble,
ya que para colmo la pícara es de origen converso. Nos preguntamos si también
don Quijote es oriundo “de la Mancha” de tinta del cálamo de Cide, que sella su
fortuna como personaje, y también de la “mancha” o mácula de su estirpe
cristiano-nueva, tan refractaria a comer “duelos y quebrantos” y tan ajena de
los prestigiosos dedos de enjundia de cristiano viejo de Sancho.
Sea cual fuere el
sentido último de esta “Mancha” de origen, lo cierto es que nadie debe retomar
el Cálamo Celeste coránico para “reescribir” lo que un Dios supremo ha
redactado con una tinta ya irremediablemente evaporada. Acaso esto nos ayude
también a explicar por qué la “pluma del destino” de Cide pende en el aire de
un garfio de cocina. En garfios semejantes era que se ponían a secar las carnes
o las frutas en las cocinas de antaño. Al colgar su pluma posiblemente Cide le
esté indicando a su enemigo Avellaneda que no podrá resucitar a Don Quijote,
porque ya la tinta prodigiosa con la que fue escrito se ha secado a perpetuidad
[14].
Cide también nos
admite con humildad que no está seguro de que la péñola con la que ha escrito
el Quijote esté “bien cortada” o “mal tajada”. Desde las coordenadas literarias
árabes desde las que vamos asediando la escena, el misterioso comentario deja
de ser casual. Los poetas
sufíes se quejaron, “in hundred of variations, that the writing of their
destiny was crooked, because the Pen was cut the wrong way” [15]. Y, con todo lo “mal
tajada” que pudiera estar la péñola de Cide, éste se jacta de que aún está peor
“deliñada” la “pluma de avestruz” de su enemigo literario Avellaneda.
Cumple que examinemos
la versión que nos da el Corán de esta pluma primordial que traza su caligrafía
celeste sobre la Tabla Guardada, a fin de que advertir que la invectiva contra
Avellaneda queda potenciada no sólo en un contexto islámico popular sino
también en un contexto teológico más culto. Si Cervantes tuvo la curiosidad de
indagar más acerca del leit motiv popularizado del cálamo creador, acaso algún
compañero de paseo en Argel le pudo explicar lo que el libro revelado de los
musulmanes tenia que decir en torno al tema. Es difícil saber los alcances de
la información de Cervantes al respecto, pero no deja de ser inquietante que el
Corán constituya una de las contextualidades más útiles para comprender el
diálogo de Cide con su cálamo creador.
La azora del Qalam o
“cálamo” comienza con una enigmática alocución:
“¡Por el cálamo y lo
que escriben! ¡Por la gracia de tu Señor, que tú no eres un poseso!” [16].
La azora de esta
“pluma del destino” le sirve de consuelo al Profeta Mahoma, ya que los
maldicientes lo creerán loco por haberse hecho eco de la escritura divina. El
impío “desmiente” el relato del Cálamo Supremo de Dios que todo lo abarca
(68:44) en escrituras espúreas que atentan contra su verdad indiscutible. Y la
palabra divina fustiga duramente a este simbólico traidor, llamándolo -y
seguimos leyendo la azora 68:10-13:
”pertinaz difamador,
que va sembrando calumnias, (que) impide el bien, (...) violador de la ley,
(...) pecador, arrogante, y, encima, bastardo” (68:10-13).
Parecería que
estuviéramos escuchando a Cervantes lanzar su invectiva contra el mordaz
difamador Avellaneda, que quiso oponer su escritura “bastarda” a la “verdadera
historia” de Cide Hamete Benengeli. El estribillo obsesivo de la “verdadera
historia” adquiere nuevos matices de sentido ante esta contextualidad coránica
de la azora del cálamo y su escritura “auténtica”.
Salta a la vista que
con tan sólo aludir a una pluma que pende en el aire, un conocedor del Corán
sabría que Cide alude oblicuamente a un cálamo supremo cuya escritura un
difamador bastardo pretende violar, aunque esté sellada por toda la eternidad.
El Libro Revelado nos
ofrece a continuación la parábola del jardín. El jardín significa
simbólicamente aquí, y el libro revelado es claro en ello, la escritura o
creación divina que los “bastardos” han querido profanar:
“¡Déjame a solas con
quienes desmienten este discurso!” (68:44).
Los impíos tenían un
plan secreto para defraudar al justo de sus derechos, y entran furtivamente de
noche al jardín para saquearlo de sus frutas y dejarlo desposeído a traición.
Pero cuando penetran al huerto descubren que Dios lo ha asolado, impidiendo así
la depredación que los impíos planeaban llevar acabo. (Recordemos que Cervantes
se ve precisado a “destruir” precipitadamente su personaje [17], acelerando su
muerte para evitar una nueva desposesión de su texto, ya violado anteriormente
por Avellaneda.) Estos impíos descreyentes, insiste una vez más la azora en
cuestión, han declarado poseso -“loco”- al Profeta por transmitir la escritura
sagrada, pero las palabras que Mahoma ha proferido no son palabras inconexas,
producto de la locura desatada, sino un mensaje verdadero dirigido “a
todo el mundo” (68:52). La adjuración por la pluma con la que abre
esta azora es un claro desafío a todo posible ataque al texto revelado
auténtico -jardín inviolable- escrito por el Cálamo Supremo. Comenta al respecto A. Yusuf Ali:
“so far from the Prophet uttering words disjointed... he was bringing the
message of true Reality... For he spoke words of power, not incoherent, but
full of meaning, and through the Record of the Pen, that meaning unfolds itself,
in innumerable aspects to countless generation” [18].
Es tentador pensar que
el texto del delirante historiador arábigo tampoco participa de una demencia
bufa y estéril: su delirio es sólo aparencial, y esconde lúcidos secretos
literarios al lector avisado que los quiera desentrañar con paciencia y buena
fe.
La pluma parlante de
Cide se jactaba, de otra parte, de que la escritura del texto había estado
destinada tan sólo para ella. La pluma suprema y la Tabla Guardada constituyen
en el Islam un “matrimonio espiritual” inviolable. Esta Tabla Guardada o
al-lawh al-mahfûz se menciona en la azora 85:21-22 en el contexto de una
amonestación a los que pretenden desmentir la escritura divina: “Los
infieles... persisten en desmentir, pero Dios les tiene a su merced. ¡Sí, es un
Corán glorioso, en una Tabla bien guardada!” La “Tabla” está guardada desde la
eternidad para este Cálamo Celeste -exactamente como la empresa- la
todopoderosa escritura -de la pluma de Cide, que se guardaba tan sólo para
ella. A esta luz conviene volver sobre la versión alterna del vocablo que traen
algunas ediciones del Quijote-“impresa”, en vez de “empresa”-. Difícil saber si
se trata de una errata o de una manipulación consciente del vocablo por parte
de Cervantes. Ante todo lo dicho, sin embargo, hace sentido que se trate aquí
de una “impresa” -es decir, de una escritura u obra “impresa”- la que estuviera
“guardada” celosamente para la plumasin par de Cide Hamete [19].
La Pluma Celeste y la
Tabla, matrimonio inseparable en la cosmología islámica, son, como nos recuerda
Laleh Bakhtiar, a manera de una pareja primordial -de un “Adán y Eva” [20]- de
la creación de Dios:
The Pen and the Tablet are also cosmological symbols. From the ink of
Divine Knowledge God wrote the essential existence of all things through the
Pen, the masculine principle operative in creation; existent things are words
inscribed upon the Guarded Tablet, the Universal soul or femenine principle
operative in the universe [21].
Ibn ‘Arabî de Murcia
interpreta estas simbólicas nupcias celestes precisamente en términos de una
pluma que es principio masculino y una Tabla que es principio femenino,
argumentando en su Al-Futûhât al-Makiyya o Iluminaciones de la Meca (III 399,
12, 28) que la escritura que el Cálamo inscribe sobre la Tabla Guardada es como
la esperma eyaculada y depositada dentro del vientre de la hembra”. [22] Sachiko Murata actualiza el leit motiv cosmológico: “the
yang/yin implications of the Pen and Tablet are plain. The Pen’s masculinity
needs no explanation, while the Tablet’s receptivity are just as obvious” [23].
Pero la identificación
de la Pluma con el Intelecto o principio activo masculino y de la Tabla con el
Alma universal o polo pasivo de la existencia espiritual tiene importantes
adicionales que Ibn ‘Arabî explora a su vez en los Al-Futûhât (I 139.4): la
Pluma es activa en relación con la Tabla Guardada, pero resulta receptiva en
relación con Dios, a quien sirve como instrumento creador. Así, de la misma
manera que la Pluma puede ser considerada una “Tabla” pasiva en relación con
Dios -un principio yin- la Tabla Guardada puede ser considerada una Pluma -un
principio yang- en relación con el mundo creado que subyace debajo de ella
[24].
Curiosamente,
Cervantes parecería hacerse eco de esta misma dualidad al referirse a su
instrumento de creación escrituraria, que una veces es fálico -una espada
tajante en el Viaje del Parnaso (VIII)- y otras veces, en cambio, resulta
femenino y maternal -como cuando el autor se jacta de la originalidad de su
intelecto al escribir las Novelas Ejemplares: “mi ingenio las engendró y las
parió mi pluma”- (énfasis mío).
Acaso esta condición
bifronte del cálamo supremo -tanto del coránico como del cervantino- nos pueda
ayudar a aclarar aún más el enigma de esta pluma que pende, sin aparente razón,
de un hilo de alambre atado a una espetera de cocina. Cervantes podría estar
haciendo una alusión oblicua al hecho de que había puesto a secar la tinta de
su Cálamo Supremo. Pero también, simultáneamente, puede estar reescribiendo, con
su acostumbrada ironía, otro leit motiv islámico: la pluma primordial de Dios
es intermediaria entre el Creador Supremo y su creación “escrita”, porque está
“atada” -o porque “ata”- ambos polos cosmológicos. La Pluma suprema, como
apunté, mira simultáneamente a Dios y al cosmos creado que la subyace. La cara
que tiene volteada hacía el Dios creador es receptiva, mientras que la cara que
tiene volteada hacia los niveles más bajos de la creación -el mundo que surge
de la caligrafía celeste- es activa. La pluma, como explica Sachiko Murata
[25], es un ismo, un hilo conector o un puente entre dos polos. Ya sabemos que
esta Pluma primordial se asocia siempre en el Islam con el Intelecto Supremo
creador. Pero es que Intelecto, ‘aql en árabe, significa “atar”,
“constreñir” [26], y, en su variante:
‘iqal, significa,
precisamente, “cuerda”. Dicho de otra manera: un árabe no puede pensar al
Intelecto supremo sin asociarlo con una cuerda y una atadura. Acaso al sabio
historiador, al colgar de un hilo de alambre su prodigioso cálamo, nos esté
indicando con una sonrisa cómplice que su pluma de ave es la intermediaria
simbólica entre el Intelecto creador -el máximo autor, Cervantes- y su creación
escrita -la historia de don Quijote de la Mancha. Cierto que el alambre brilla
con un destello más modesto que el de la luz increada del cálamo supremo de las
leyendas árabes y aljamiadas- pero también la bacía de barbero resplandecía más
humildemente que el auténtico yelmo de Mambrino.
La
raíz ‘aql, igual que la voz “cuerda” en español, admite el sentido
adicional de “cordura” y “razonabilidad”. Todo lo contrario pues de la
“escritura desatada” de las novelas de caballerías. ¿Nos sugiere Cide
oblicuamente que su escritura está debidamente “atada” al poderoso ingenio de
su autor, que la sabe controlar perfectamente, como Maese Pedro a sus
marionetas, y que su delirio verbal de historiador arábigo imaginativo que es
sólo aparente? Su escritura resulta entonces una scriptio ligata: Cervantes
glorifica su obra inmortal, islamizando la “soga de Teseo”. El hilo de Ariadna
nos ayuda a no perder el rumbo en el laberinto de la escritura cervantina, pero
este hilo, ahora de alambre, no es del todo occidental, ya que sostiene una
pluma intermediaria entre el Intelecto Supremo invisible y el mundo de ficción
que éste engendra. Cervantes, no cabe duda, maneja una péñola más islámica que
occidental. Y mal podrían Aristóteles, San Basilio o Cicerón hacerse eco de la
escritura prodigiosa de un historiador arábigo [27].
Insistamos en una
última coincidencia curiosa. En el Islam tanto el Cálamo Supremo, la tinta con
la que escribe y la Tabla Guardada están identificados con un ángel. O con una
sucesión de ángeles que, como delegados del Hacedor supremo, van conllevando la
labor creadora de Dios en gradación descendente hasta alcanzar el plano
material. Dejo la palabra al Imâm Ya’far:
"Nun is a river
in the Garden. God said to it:
‘Harden!’ So it hardened and became ink. Then God said to the Pen: ‘Write!; So
the Pen wrote in the Guarded tablet everything that is and will be until the
Day of Resurrection. The Ink is an ink of light, the Pen is a Pen of light, and
the Tablet is a tablet of light... Nun is an angel who conveys to the Pen, who
is an angel. The Pen conveys to the Tablet, who is an angel. The Tablet conveys
to Seraphiel, Seraphiel conveys to Michael, Michael conveys to Gabriel, Gabriel
conveys to the messengers and the Prophets" [28].
Estos ángeles
co-creadores de la escritura divina nos llevan a considerar el nombre arábigo
de Cide Hamete Benengeli, que se articula de una manera particularmente fecunda
en el contexto de esta cosmología escrituraria islámica que venimos explorando.
El nombre del presunto autor “arábigo” del Quijote cuenta, como se sabe, con
numerosas decodificaciones por parte de los críticos [29]. Sin que descartemos
ninguna de ellas, recordemos aquí la reciente hipótesis de Julio Baena. El
estudioso insiste en la regla fonética de la que se sirve a menudo Cervantes
para su invención de nombres: “Para Sancho, Benengeli no significa,
sino que suena a “berenjena” [30]. Al concentrarse en el sonido por
sobre la significación, concluye Baena que “Ben-Engeli suena a Hijo de Angel,
por más que etimológicamente no lo signifique [31]. Y por eso asocia a este
simbólico “hijo del ángel” agareno con un demiurgo o encantador “capaz de
traspasar las paredes y hasta las mentes para escudriñar los pensamientos”
[32]. Recordemos que la voz “berenjena”, de remoto origen sánscrito y persa,
pasa al árabe como badânÿân o badînÿân. Nos recuerda César Dubler que Ibn
al-’Awwâm se refiere a la plantación de la berenjena en el Al-Andalus del siglo
XII, “apuntando, a más de las conocidas, otra variante fonética, que es la de
barânÿân [33]. De aquí nuestra “berenjena” hispánica. He podido advertir, sin
embargo, que la variante de la voz en los dialectos de Al-Andalus, de Argel y
de Marruecos es esbdinÿâl , que se pronuncia casi como “Bâdinÿel” [34]:
“Bâdinÿelî”, con la “i” final del genitivo, significaría entonces “relativo a”,
“de”, “procedente de” la berenjena. Probablemente Cervantes escucharía estas
versiones fonéticas en sus caminatas por las plazas de Argel, o aun entre los
moriscos que le fueron contemporáneos en España. Lo cierto es que Cide tiene un
nombre que acústicamente se podría asociar -Julio Baena lleva razón- con
Ben-Engeli o “hijo del ángel”. Cide Hamete es pues, por poderosas razones
fonéticas, Bâdinÿelî, es decir, “de la estirpe del ángel”.
Dada la extremada
popularización de la cosmología angélica en la teoría coránica de las sucesivas
emanaciones angélicas de la creación de Dios a través de su Cálamo Supremo,
¿nos estará insinuando Cervantes que su Cide Ben-Engeli o Bâdinÿel es un
cálamo-ángel intermediario y suspendido- por un prosaico pero relumbrante
alambre- entre el Hacedor supremo -Miguel de Cervantes Saavedra- y la historia
de Don Quijote de la Mancha?
Y menciono ahora el
nombre de Cervantes como creador supremo con toda intención, ya que parecería
tener la última palabra de esta obra profusa que le habían disputado a Cide
Hamete innumerables instancias narrativas, desde los narradores extradiegéticos
de turno que le comentan su escritura hasta el morisco que se la traduce al
castellano. Estamos, irónicamente, ante una obra creada por diferentes
instancias o “ángeles” intermediarios en la génesis del universo verbal. Pero
no por ello nos habremos de perder en el intrincado laberinto de este texto
vertiginoso. El cálamo celeste de Cide está fuertemente ligado por su alambre a
una mano creadora invisible -pero Suprema. Al fin nos será dado saber que esta
mano o Intelecto Supremo era, todo el tiempo, el de Miguel de Cervantes.
Insisto en ello porque la pluma pendular que conversa en primera persona y en
género femenino -“para mí sola nació Don Quijote”- se desliza
sin previo aviso en una voz autorial masculina que en un primer momento no
sabemos si pertenece a la pluma, a Cide, o a la instancia narrativa de turno
que nos suele narrar cómo se narra la obra [35]: “yo quedaré satisfecho
y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente,
como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los
hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que
por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo,
sin duda alguna” (II,74). La alocución final con la que cierra la obra
nos permite enseguida identificar esta voz autorial con la de Cervantes. Cide
nunca habló de condenar la memoria de los libros de caballerías: poco le habría
de interesara un historiador musulmán hacer crítica literaria de un género
europeo que le debió resultar ajeno. A Cervantes, en cambio, sí, y ya anuncia
su proyecto crítico demoledor de este género caballeresco en el prólogo al
primer Quijote: “...todo en él es una invectiva contra los libros de
caballerías”. Ahora aquel escritor ficcionalizado del prólogo repite
su lección satírica para que reconozcamos que es él quien ha decidido tomar la
palabra final de su texto, y “atarlo” fuertemente a su ingenio creativo. Todo
el tiempo era él quien se levantaba, como Hacedor supremo, sobre la jerarquía
creacional de su escritura; sobre el historiador arábigo Cide y todas las
instancias narrativas- y “angelicales” de turno; sobre su “empresa” guardada;
sobre la péñola del destino que pendía con su tinta sagrada puesta a secar para
que nadie osara profanarla “contra todos los fueros de la muerte”. Forsi altro
canterà con miglior plectio, nos había anunciado Cervantes, con enigmática
modestia, al final de la primera parte de la historia de su anacrónico pero
sublime caballero. Pero se equivocaba: el mejor plectro era el suyo, ese Cálamo
Supremo, angelical y arabizante con el que supo escribir la primera novela
europea. Y por eso se reapropia de su pluma al final de la obra, colgándola de
una espetera para poner a secar su tinta, de manera que ya nadie vuelva a
profanarle, con ánimo alevoso y pluma bastarda, la verdadera historia de Don
Quijote de la Mancha.
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